sábado, 20 de febrero de 2021

En el filo de la navaja


España desde Cataluña. Ganadores, perdedores y recalcitrantes

El pasado domingo vivimos una noche electoral diferente: las encuestas no erraron demasiado y no todos los líderes se declararon ganadores. Los resultados no han bastado, sin embargo, para que los portavoces dijeran cosas sensatas. No, al menos, algunos de ellos.

Por lo que se refiere a los que pregonan su victoria, habrá que recordarle a Illa, al socialismo catalán y al madrileño, que ser el Partido más votado no garantiza el acceso al Gobierno. Hace bien Illa en aparentar que pretende la investidura; el precedente de Inés Arrimadas que estuvo en semejante trance y se quedó papando moscas no va a repetirse. Fracasará pero no dejará de intentarlo. Hace bien.

En cuanto a ERC, su pequeña pero decisiva ventaja sobre las huestes del fugado, coloca a la formación en lugar de privilegio para intentar gobernar, aunque le endosa la responsabilidad de elegir compañero ¿Va ser más izquierda que catalana o al revés? Dicho de otra forma ¿será cierto que a ERC le importa un pimiento lo que pase en el resto de España?

Hay un tercer ganador. El mayor vencedor de todos los vencedores del día 14, ha sido Vox. Partiendo de cero, casi ha cuadruplicado los escaños del PP, tiene más diputados que PP y C’s juntos y ni siquiera va a sufrir el menor desgaste porque no hay ninguna posibilidad de que tenga que enfrentarse al reto de convertir sus proclamas en políticas reales. Casado siente ahora el aliento de Abascal en la nuca.

Perdió Puigdemont, aunque su palanganera Laura Borrás  sostenga que ha habido un empate técnico. No, señora, no lo hay: usted y su jefe han dejado de ser el mascarón de proa de la irracionalidad nacionalista. Pueden seguir molestando durante mucho tiempo, pueden continuar olvidando las tradiciones burguesas catalanas, al fin y al cabo usted y su jefe viven de eso, pero el banderín ahora lo llevan otros, así que no hay empate: han quedado segundos en su carrera particular y terceros en la general. No lo digo yo, lo han dicho sus votantes, y no lo siento.

Perdió Casado. Por tercero interpuesto, pero perdió y lo hizo por partida múltiple: obtuvo los peores resultados de su historia catalana, ha ocupado el último lugar entre los Partidos con representación parlamentaria y ha quedado a una distancia  sideral respecto a quien le disputa el liderazgo de la derecha. Que la pérdida haya llevado a quienes han hablado en nombre del Partido a lamentaciones patéticas empieza a ser una costumbre.

Los resultados de Ciudadanos van más allá de la simple aritmética: pasar de ser el más votado con 36 escaños al penúltimo lugar de la tabla con 6, hace innecesaria la búsqueda de adjetivos para calificar la derrota. El riesgo de desaparición es algo más que un pronóstico agorero. Por el bien de Ciudadanos, de la derecha española y hasta por el futuro de los dirigentes y militantes del Partido que quieran seguir en política, podría haber llegado el momento de pactar las condiciones de la fusión con quien debería ser el beneficiario natural de su desaparición. Cualquier cosa, Srª Arrimadas, menos seguir el ejemplo esperpéntico de Dª Rosa Díez.

Quedan los recalcitrantes, los que pase lo que pase, repetirán sus mantras hasta el aburrimiento. Los antisistema declarados y los populistas disfrazados de izquierda alternativa, seguirán estorbando a unos y a otros. Los comunes siguen donde estaban, mientras los revolucionarios de salón, los "cuperos", dudan ahora entre seguir en las barricadas de quita y pon o entrar en las instituciones para dinamitarlas desde dentro, mientras se benefician de ellas

Con estas cartas a la vista, olviden la calculadora, que el final de la partida se ve venir: gobernará el independentismo y harán muy bien Illa y sus mentores monclovitas si ejercen de oposición desde el primer día. Solo una duda y no pequeña: ¿qué pasará cuando el Gobierno necesite de ERC en el Congreso? Porque hablan de referéndum y de amnistía. Recuerden que la única diferencia apreciable con los secuaces de Puigdemont, es si se admite o no la vía unilateral a la independencia.

Y visto desde Madrid y por lo que se refiere a quienes no somos más que espectadores impotentes, no olvidemos que sigue siendo Vicepresidente el firme defensor del derecho de autodeterminación de cualquier Comunidad Autónoma que lo pida. 

¿Quo usque tandem Pablo? Que diría cualquier Cicerón que pudiéramos tener a mano.


El difícil ideal de una derecha necesaria

España está en la encrucijada. Cataluña no es más que un síntoma. El panorama actual, el futuro inmediato es inquietante. Al hervidero catalán, añadan un Gobierno en estado de creciente efervescencia y un desconcierto generalizado en la principal Partido de la oposición, en el momento en el que es preciso salir de la pandemia y gestionar los recursos que llegarán de Europa. 

España precisa cuanto antes de una derecha organizada, solvente, responsable y honrada. Si su programa está algo más o algo menos inclinado a alguno de sus límites ideológicos, es poco relevante. Lo que importa es todo lo demás: organización, estabilidad interna, ideario definido, estrategia reconocible, señas de identidad inequívocas. 

¿Qué tenemos nosotros? Tres derechas, no una, digan lo que digan los voceros a la izquierda de la izquierda; líderes cuyo único capital es su capacidad oratoria, más utilizada para insultar al contrario que en atraer al votante; corrupción sistémica en el mayor de los tres Partidos del conglomerado; cambios de rumbo constantes, e incapacidad crónica para la autocrítica, herramienta indispensable para salir de las crisis, que se pretende sustituir por la búsqueda de culpables externos, como si la obligación del antagonista fuera sacarle las castañas del fuego.

Vean los últimos ejemplos: Teodoro García Egea, el que pedía la dimisión de Sánchez la misma noche en la que ganó las elecciones, ahora culpa de la debacle catalana al PSOE, lo que equivale a felicitarle por haber ganado. Dos días después, Casado abunda en la idea y amplía la lista de culpables de su derrota a Bárcenas (también conocido por "esa persona") a la fiscalía y a los medios de comunicación. Pero Bárcenas era el tesorero del PP, no de la CEDA, ni del Partido Socialista; y en cuanto a la Fiscalía, los Tribunales no solo trabajan en casos que perjudican al PP, sino también a Iglesias, como antes lo hicieron con el PSOE, y la mayoría de los medios de comunicación están en manos propicias.

Mientras tanto, Vox gana terreno en cada ocasión que se presenta. Ambas formaciones son derecha, pero no son la misma derecha. Trump no es la Merkel, Ni Stalin fue Willy Brandt. Como no son lo mismo la CDU que Alternativa por Alemania. ¿Por qué no estudia el Sr. Casado cómo ha gestionado la Srª Merkel las contradicciones internas en el seno de la derecha alemana?

No creo que la solución de los males del PP se arreglen cambiando de domicilio. Alguien ha dicho que cuando un equipo va mal en la liga, se cambia el entrenador o a los jugadores, pero a que nadie se le ocurre vender el estadio. Tampoco creo que sea la solución implantar la ley del silencio y tratar a Bárcenas y a los problemas de corrupción como si no hubieran existido, porque fuera del PP no puede aplicarse esa Ley, y porque los votantes están fuera, no en Génova 13.

Creo que la primera tarea de Don Pablo debería ser poner en línea sus palabras y sus hechos: no puede jugar a diferenciarse de Vox, compitiendo en su mismo terreno y alentando a obstruccionistas profesionales como la Srª Ayuso y su mentor o tratando de hacer como que el pasado no existe: Fraga, Aznar y Rajoy son la historia del PP, para lo bueno, que lo hubo, y para lo malo que hay que asumir, digerir y superar. No con el silencio, desde luego. 

Pablo Casado debe mirar su DNI y tranquilizarse. Menos prisas, porque con su edad, no pasa nada si tarda ocho años en llegar a la Moncloa, que es donde terminará si persevera y deja de errar una y otra vez. Si trata de competir con Vox en el terreno de este, perderá, porque lo normal es preferir el original a la copia, y porque el tempo de Vox es otro. Abascal parte de tan atrás que tiene mucho más tiempo por delante. 

Mientras tanto podría reflexionar sobre qué está haciendo mal cuando una formación a su izquierda, como Ciudadanos, entra en fase de liquidación por derribo y sus votantes se los llevan Vox y el PSOE y no quien debería haber sido el beneficiario de la debacle.

Las opciones de Casado, simplificando al máximo el problema, lo que siempre es caricaturizarlo, se reducen a una simple cuestión de elección de contrincante: o busca el centro, se queda con los restos de Ciudadanos y compite con la derecha del PSOE, que la hay y está desconcertada por las turbulencias del Gobierno actual, o se escora a su derecha y entra en conflicto con Vox, su socio en tres Comunidades Autónomas, con el problema ya apuntado de tener que enfrentarse con el original, siendo tú el sucedáneo.


La izquierda que gobierna

Los dados podrían haber rodado de otra forma, pero no lo hicieron. El PSOE, con el aval de los votos ciudadanos, llegó al poder aliado con quienes había jurado descartar como socios, apoyado por lo peor de cada casa. 

Tan cierto como legal, y tan imputable al deseo de Sánchez de ser Presidente, como a quienes pudieron impedir la coalición, pero negaron el pan y la sal a quien les había superado en las urnas. Disfrazar los hechos con frases ingeniosas, Gobierno de okupas, Gobierno Frankestein, enardecerá a su público, pero no cambia las cosas.

Oigo estos días que tras las elecciones catalanas, Sánchez navega en la cresta de la ola y sale reforzado. Tengo mis dudas.

El PSOE actual es una máquina bastante eficaz de recoger sufragios, pero eso es algo que puede cambiar de un día para otro. Sánchez halagó a sus bases  y cuestionó la estructura del Partido; eso, a largo plazo, debilita a su formación. Maniobra con bastante habilidad, no para en barras a la hora de sentarse a mesas de alto riesgo… pero ha terminado en manos de su taimado enemigo que aspira a sentarse en su sillón y que es quien media entre Don Pedro y sus peligrosos apoyos.

El primer problema del Presidente del Gobierno no es ahora mismo el PP, sino su socio, el Vicepresidente Segundo, y todo lo que lleva detrás. Ha bendecido una coalición que es tóxica porque al menos uno de los socios hace trampas a diario.

La deslealtad de Unidas Podemos no es mayor de la que le presuponía el mismo Pedro Sánchez. Iglesias es el que es, su formación es la que conocemos de sobra, y ni de uno ni de otro hay por qué esperar lealtad o ánimo colaborador.

Iglesias ha conseguido buena parte del botín que pretendía: los servicios de inteligencia, Ministerios con enorme capacidad de impacto mediático, manipulación abusiva en la televisión pública, y presencia constante en debates artificiales que se orquestan a su mayor gloria. ¿Cómo lo hace? Como siempre: estando en los dos lados de la barricada según convenga; sentándose en el Consejo de Ministros pero votando en su contra en el Parlamento, aliándose con el independentismo, denigrando al país de cuyo Gobierno es Vicepresidente, alentando la insurrección callejera. Como siempre, como el viejo cuento del carácter letal del escorpión. 

¿Es un problema Iglesias? No, el problema es la pasividad de Pedro Sánchez. Su socio no quiere ni puede correr el riesgo de que lo pongan en la calle, y él debería saberlo ¿O cree que en unas hipotéticas elecciones anticipadas Iglesias iba a mejorar su actual fortuna? Jamás correrá ese riesgo, así es que si le aprieta las clavijas, agachará las orejas ¿Ha explorado los márgenes de maniobra de la derecha si pone sobre la mesa la defenestración de Unidas Podemos? Es posible que no valiera para nada, pero ¿Lo ha intentado?

Porque después de ver lo ocurrido en Cataluña el tiempo se acaba: la actual mayoría parlamentaria dependerá de lo que conteste Sánchez a las anunciadas exigencias de ERC, ya saben, referéndum y amnistía. Así que o reconduce su relación con Unidas Podemos o dependerá del abrazo del oso de su socio. 


En resumen

  • Hay veces que no solo por decencia, sino por pura conveniencia, hay que asumir riesgos: dejar de mirar las encuestas, ponerse delante de los votantes, no detrás, y señalar el camino que indican tus principios. Si se gana, mantienes el poder; si se pierde, puedes recuperarlo, desde la fidelidad a tus postulados.
  • La virtualidad de la democracia depende del consenso previo en el seno del cuerpo social sobre los valores compartidos por sus miembros. Si se da ese condicionante, las normas básicas de la democracia, elecciones libres, alternancia en el poder, división de poderes… no solo tendrán sentido sino que la sociedad estará de acuerdo con sus consecuencias. Por ejemplo, asumirá con absoluta normalidad que el candidato que tú hayas votado no llegue al poder. 
  • Imaginen ahora una España en que las dos únicas opciones electorales fueran Vox y Unidas Podemos. No porque las demás estuvieran proscritas, sino porque el electorado, cada vez más polarizado, las hubiera dejado morir. Ganara quien ganara, los votantes de la otra opción no reconocerían la legitimidad del Gobierno. Estarían convencidos de que solo por medios arteros el ganador habría obtenido la victoria. Eso es lo que ha pasado en las últimas elecciones norteamericanas y vean que no hablo de Estados fallidos, sino de la primera potencia del planeta, o sea que puede pasarnos a nosotros, como le pasó al país más culto de la tierra, Alemania, cuando Hitler llegó al poder por las urnas.
  • Último apunte: no estoy defendiendo que PP y PSOE se embarquen en la "Gran Coalición". No me repugna, pero creo que España no está madura todavía para algo así. Hablo de un paso previo: permitir que gobierne la nación el que resulte ganador, con las condiciones previas que pudieran establecerse en cuanto a garantías de funcionamiento. Si ambos Partidos fueran decentes entenderían lo que deben hacer: jugar limpio, cumplir la Ley y sacrificar el corto plazo en aras de la solidez del sistema y del bien de España. 
  • Voy a descansar un rato; es posible que debido al confinamiento que soporto en mi Zona Básica de Salud haya bebido demasiado.












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