sábado, 13 de febrero de 2021

 Europa y las vacunas

Encerrados con un solo juguete

Tomo prestado el título de la ópera prima de Juan Marsé, no tanto por  el contenido del relato que escribió hace algo más de sesenta años, sino porque así es como nos sentimos muchos de nosotros desde hace algún tiempo; al menos los que vegetamos en la capital de las Españas.

Confinados en los estrechos límites de lo que la terminología oficial llama "ZBS·" (Zona Básica de Salud, para la gente normal que abomina de las siglas) asistimos perplejos al extraño, contradictorio e irritante fenómeno de que Madrid esté parcelado en múltiples campos de reclusión de los que no se puede salir durante semanas para ir a visitar a tu familia, y sea el lugar al que vienen a emborracharse rebaños de parisinos sedientos de alcohol barato. ¡Todo sea por el bien de la hostelería, si ello vale, además, para enfrentarse al Gobierno de la Nación!

En tan atrabiliarias circunstancias, poco más puede hacerse que encomendarse al albur de las vacunas, hacer cálculos de cuándo te corresponderá levantarte la manga de la camisa, y cruzar los dedos para que ninguna potencia emergente se lleve para sus contribuyentes las dosis que suponías que estaban destinadas a inmunizaros a tu mujer, a ti y a los tuyos.

Todo eso, desde luego, si antes no viene un Alcalde, un Consejero de tu Comunidad Autónoma, un Capellán, un General, un Obispo o la suegra del Director del Dispensario y te birla tu dosis. Al menos me consuelo verificando que la desvergüenza de unos cuantos, los que más obligados estaban a dar ejemplo y levantar la moral de la ciudadanía, está tan repartida entre credos políticos, religiosos y sociales que nadie puede utilizarla como ariete electoral. (Por cierto, ¿se han dado cuenta? ¡Nadie levanta la bandera de la honradez en este terreno, ningún Partido se pone al frente de los decentes! Será que desde el punto de vista electoral, el asunto no da para más).


Prometeo, las farmacéuticas y la Unión Europea

Hace tres años publiqué "Dioses entre los hombres", una colección de dieciséis relatos, cada uno de los cuales convertía un mito riego en un relato actual. El duodécimo, "Prometeo", se articulaba alrededor de la desgraciada peripecia de un investigador que se enfrenta a una poderosa multinacional farmacéutica que intenta (y consigue, desde luego) incrementar sus beneficios a costa de provocar una pandemia y distribuir, más tarde, la vacuna que tenía preparada desde antes que la enfermedad asolara el Planeta. ¿Premonición, casualidad? Lo segundo, sin duda.

Para convertir aquel relato en la crónica de lo que iba a suceder, habría faltado incluir las desgracias y desventuras, los errores y frustraciones de los gobernantes de la pretenciosa Europa (otro mito griego, por cierto) en su desigual combate con las poderosas empresas farmacéuticas.

El fracaso es más lacerante por cuanto que llega después de grandilocuentes declaraciones de nuestros representantes, cuando en el principio de los contagios se nos aseguraba que la Unión Europea había tomado todas las medidas necesarias para vacunar a los quinientos millones de ciudadanos que habitábamos dentro de sus fronteras.

No está siendo así. Un mal día nos enteramos de que las empresas que suponíamos obligadas a suministrar sus milagrosas pócimas no iban a cumplir lo que esperábamos de ellas. 

Y allí empezó el llanto, el crujir de dientes y el coro de lamentaciones, desmentidos, dimes, diretes, comunicados y contracomunicados de todas las partes en conflicto.

Unas veces era la elegante Ursula von der Leyen la que o bien acusaba de trapaceras a las farmacéuticas, o bien aseguraba que todo estaba en vías de solución. Otras veces, oscuros portavoces de esta o aquella multinacional, o se excusaban con problemas en su cadena de producción, o aseguraban que estaban limitándose a cumplir lo pactado, que no era lo que decían los burócratas comunitarios, sino lo que estaba firmado en los contratos suscritos.


Algunas evidencias

  • El proceso de vacunación en todos los países de la Unión Europea sigue un ritmo más lento que el previsto. Esto es una doble evidencia: llegan menos vacunas y más tarde lo lo esperado, y el mal, como segunda pandemia, nos afecta a todos, aunque, como con el virus, a unos más que otros. Los que se libraban en la primera ola, caían en garras del virus en la tercera: nadie puede vanagloriarse de haber hecho las cosas bien.
  • Fuera de la Unión Europea hay ejemplos de que el proceso de vacunación se está desarrollando de otra forma. Más eficaz, rápida y correctamente que entre nosotros: Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y, dicen, algunos de los países que disponen de petrodólares, están siguiendo los calendarios previstos y no parecen sufrir demoras en la recepción de las dosis que necesitan.
  • Otro país, esta vez miembro de la UE, Hungría, que ha decidido "ir por libre" y acudir a un suministrador alternativo, Rusia, también está saliendo del apuro sin graves aprietos.

Por si alguien quiere saber mi opinión

Las cosas no pasan por casualidad, sino por causalidad. Todo lo que ocurre es consecuencia de una causa; o de más de una, pero no hay efecto sin causa. Por lo que se refiere al caos que nos está amargando el final de este nefasto invierno, éstas son algunas de las cosas que tendríamos que tener presentes.

La burocracia de la Unión Europea ha sido incapaz de gestionar correctamente el problema. 

  • Aunque quizás la hipertrofia burocrática no sea, a su vez, sino el efecto de algo más profundo: la Unión Europea no está construida. No es escandaloso. Convertir una treintena de naciones en un sujeto político de orden superior, no se construye ni en una ni en dos generaciones. El tiempo transcurrido desde la firma del Tratado de Roma, en términos históricos es, apenas, un parpadeo. 
  • Entre tanto, la lentitud del proceso de fondo se ha tratado de compensar con una sobreadundancia de la burocracia comunitaria, como si esa fuera la manera de convencernos de que la velocidad de crucero es la correcta. Se ha desarrollado una clase funcionarial muy bien pagada que se alimenta a sí misma, creando a veces los problemas para encontrar su justificación en el modo de resolverlos.
  • Este monstruo administrativo es cualquier cosa menos ágil. Hasta el presente no ha sido capaz de presentarse con una sola voz ante el resto del mundo ni una sola vez. Las demás potencias lo saben y nos tienen tomada la medida. No sólo USA, Rusia o China; cualquier país del siguiente nivel sabe que desafiar a la UE tiene muy poco o ningún coste. Así que Turquía, Irán, Arabia Saudita nos plantan cara y nosotros nos perdemos en nuestros propios procedimientos. En resumen: somos ineficaces y todos lo saben. Resumen del resumen: ¿estamos seguros de que quienes negociaron los contratos de las vacunas lo hicieron bien?

Negociábamos con grandes empresas que defienden sus intereses.

  • ¿Se atreven a definir qué se entiende por "empresa farmacéutica"? No acudan a grandes construcciones teóricas. Olviden los términos trascendentes, Bien Común, Salud, Humanidad, Dolor… Son, antes que nada, empresas mercantiles, y, en el caso de las que nos están causando problemas, entidades con capital privado, su objetivo prioritario, no se escandalicen porque no vale de nada, no se trata de salvar vidas sino de ganar dinero vendiendo medicamentos. Más claro aún: si no cumplen este objetivo, desaparecerán, porque las leyes del mercado son implacables.
  • ¿Hay alternativas? Desde luego que sí: hay países que cuentan con empresas farmacéuticas de titularidad pública. Estas se rigen por otras reglas, pueden aplicar precios políticos, pueden colocar la salud por delante del beneficio, pero… en la Union Europea, no se da este modelo. ¿Podría adoptarse en el futuro? Sería algo que habría que redefinir, porque, por el momento, Bruselas es alérgica a las empresas públicas, allá donde pueda haberlas privadas.
  • ¿Qué habría pasado si hace dos décadas, los dineros que ahora hemos gastado, ya veremos si bien o mal, en comprar medicinas lo hubiéramos invertido en investigar? ¿Habríamos tenido los mismos problemas si hubiera habido dos, tres, una empresa farmacéutica europea, financiada por presupuestos públicos propietaria de la patente de la vacuna europea? Alguien debería pensarlo porque vendrán otras pandemias, ya lo verán.

¿Cómo lo hicieron los que están teniendo viales suficientes?

  • Fueron más ágiles, negociaron mejor, lo hicieron antes y pagaron más. No ha habido nada siniestro, no hubo conspiraciones, ni manos negras, ni poderes en la sombra, ni siquiera Soros estaba de por medio: llegaron antes, negociaron mejor y pagaron más. 
  • ¿Por qué fue así? Porque no dependieron de un acuerdo a veintisiete bandas, ni hubo que discutir a quién había que dejar contento cuando se eligiera al responsable de la negociación del contrato, ni hizo falta traducir el texto a veintisiete lenguas, ni…

Pese a todo

    • En tiempos de crisis crece la tensión centrífuga y no solo en Europa. Miremos a España. Felipe IV y Carlos II: el final de la Casa de Austria, tiempo de decadencia, casi acaba con España. I República Española: en año y medio, la citada fuerza centrífuga, pasó como un vendaval por el país y llevó a España a tan grotesco espectáculo de disgregación que llegó a a haber episodios de guerras no ya civiles sino cantonales. 
    • Bien, Europa, apenas repuesta de la crisis del 2007, después de soportar la herida del brexit, las acometidas de Trump, la proliferación de fuerzas disgregadoras disfrazadas de movimientos identitarios, precisamente entonces, tiene que enfrentarse a la Covid 19.
    • Tampoco nos azotemos en exceso: Europa seguirá construyéndose. Ya tenemos moneda común, libre circulación de bienes y personas, algunas prácticas comunes en materias concretas, y un camino que desde el exterior se ve con esperanza o con prevención, eso depende de quién lo vea, pero, a veces con más claridad que desde dentro de nuestras fronteras
    • Volvamos a la Historia: la construcción de los Estados Nacionales llevó dos siglos y algunos pasos atrás. La unión Europea apenas ha sobrepasado la primera infancia. La construiremos entre todos, en ya veremos cuánto tiempo, o nos convertiremos en un gigantesco parque temático en el que España será su playa y su chiringuito. Salvo que dejemos de lamentarnos y arrimemos el hombro.















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