sábado, 6 de febrero de 2021

 Aprendices de brujo


Los enemigos de mis enemigos

El seguimiento en directo de la sesión parlamentaria de control al Gobierno del miércoles 3 de febrero y la sorpresa mayúscula que me supuso oír lo que hoy quiero comentar, me ha llevado a alterar mis planes. Tenía pensado hablar de migraciones, migrantes, xenófobos y sufridores, ya saben, Canarias, negros, moros, patriotas, milicias ciudadanas, complacencias cómplices… Lo dejaré para otro día. Me temo que el problema no va a resolverse antes de que retome mi intención de comentar algo al respecto. 

Hoy quiero escribir sobre una frase que le escuché al Presidente del Gobierno en su turno de réplica a Santiago Casado, cuando éste, con su desmesura habitual, dejaba el Apocalipsis en una amable aleluya para solaz de mentes infantiles. 

Luego daré cumplida cuenta de lo que dijo Pedro Sánchez, tengan paciencia. Antes, permítanme un introito. Tal vez el Presidente estaba haciendo suya la paráfrasis de la sentencia popular de que "los amigos de mis amigos, son mis amigos"; ese segundo dicho que lleva a considerar amigos a los enemigos de mis enemigos.

No sé si el aforismo original es aplicable a todos los casos o no. La variante aplicada a los enemigos de mis enemigos, no lo es. Completa, total y absolutamente. Permítanme que me cite a mí mismo: en la página 54 de mi novela "El zulo Viriato", figuran estos párrafos, referidos a los días previos al 23 F:

"ETA seguía con regularidad macabra creando problemas constantes con sus asesinatos periódicos. Los cachorros de la bestia que trajo al mundo Sabino Arana, estaban dispuestos a acometer todo un programa de limpieza étnica desde postulados que, según ellos, eran marxistas y revolucionarios. Hubo un tiempo en que la oposición pedía en las calles amnistía para la banda. Visto en perspectiva, era evidente que se incurrió en un error de diagnóstico mayúsculo. No todos los enemigos de Franco tenían por qué merecer el apoyo de los demócratas. Empezaba a barruntarse que la siniestra actividad de los etarras no tenía nada que ver con el régimen político del país. En Diciembre del 79 se había aprobado el Estatuto de Guernica con unas cotas de auto gobierno superiores a las de su homólogo de la II República. La respuesta de ETA había sido contundente: noventa y un asesinatos en el año 80, la cifra más alta nunca alcanzada, el triste récord de la banda".

Me acuso, sigo acusándome, de haber sido uno más de los que cayó en aquella trampa. ETA  no era el "Movimiento de Liberación Vasco" como un mal día la calificó Aznar, sino una banda terrorista, una siniestra organización que cobijaba a desalmados profesionales del tiro en la nuca, la bomba lapa, la extorsión y la muerte. Ningún demócrata debimos darle jamás el menor respiro. Nos equivocamos, le dimos oxígeno y es posible que esa actitud retrasara su derrota y, por tanto, costara dolor y muerte.

Quiero dejar claro que no trato de comparar a ETA con ninguno de los Partidos con representación parlamentaria. Bildu incluido, en tanto un tribunal no sentencie su ilegalización; prefiero verlos en la tribuna de oradores diciendo barbaridades, que encapuchados y con la pistola al cinto. 

Con mayor razón, Unidas Podemos y Vox son formaciones que no gozarán de mis simpatías pero están donde tienen que estar porque los españoles les hemos dado los votos necesarios para ello. Soy alérgico a las prohibiciones, a seguir el camino fácil de clamar por la ilegalización de quien no piensa como tú como método milagroso para acabar con las disidencias.


Políticos y estadistas

La frase de Sánchez, la sorpresa que me ha llevado a escribir estos párrafos, fue oírle decir (no es transcripción literal), "Señor Casado, hasta el Señor Abascal ha demostrado más sentido de Estado que usted".

Y ha sido entonces, cuando, otra vez, me ha venido a la mente una de las lapidarias sentencias de Sir Winson Churchill: "Los políticos piensan en las próximas elecciones, los estadistas en las próximas generaciones".

Podría pensarse que la contestación del Presidente de Gobierno es solo una pedrada más en la agitada campaña electoral catalana. Parecería que solo es eso ¿verdad? Los resultados de esos comicios son tan impredecibles que parece que todo vale para apuntalar a tu candidato, camino en el que el atajo más común es desacreditar al contrario. 

La sociología política tiene demostrado que es más rentable hablar mal del enemigo que poner por las nubes a los tuyos: definitiva y lamentablemente, el odio al contrario rinde más réditos que el amor a los tuyos.

Ha sido una curiosa sesión de control, con todos los oradores mirando a Cataluña mientras, lejos de proponer medidas alternativas a lo que criticaban, tronaban desde la tribuna como si, caso de ERC,  veinticuatro horas antes no se hubieran puesto de acuerdo en la urgente reanudación de la Mesa de Diálogo, con el mismo Gobierno al que estaban poniendo a parir panteras. 

Lo paradójico del doble error de Sánchez (pactar ayer con Rufián y ensalzar a Abascal hoy) es que los beneficiarios de los patinazos van a ser Vox, el único Partido con el que nunca podrá contar el PSOE para gobernar España, y Unidas Podemos que, en Cataluña puede jugar a pactar con los secesionistas, o con la izquierda, según sean los resultados, mientras que el PSOE, aleja más todavía la ya difícil hipótesis de una alianza de centro izquierda en el Gobierno central y reduce su margen de maniobra en Cataluña. Sánchez parece haber olvidado que la primera aspiración de su socio es desbancarlo como primera fuerza de a izquierda, paso previo para gobernar en solitario. ¿Alguien lo duda?

Eso es lo que puede ocurrir, y ocurre, cuando lo sepas o no, ayudas a llegar al poder a tu verdadero enemigo, el irreconciliable, el que, si puede, acabará contigo y con lo que representas.


Los padres españoles de "La pinza"

¡"La Pinza"! La Pinza: dícese de alianzas políticas contra natura que, se supone, benefician a ambos aliados. 

El más clamoroso ejemplo histórico de todos los tiempos fue el acuerdo Hitler/Stalin, el también llamado Pacto Ribentrop/Molotov. ¿Recuerdan cómo terminó? Media Europa tardó medio siglo en volver a ser libre, Alemania estuvo a punto de desaparecer y los Partidos Comunistas del resto del mundo quedaron tocados por la sospecha de haber sido traicionados por su valedor.

José María Aznar y Julio Anguita quisieron reeditar la idea. No me consta quién llamó a quién, pero es evidente que ambos estuvieron de acuerdo en coordinar acciones que desgastaran al PSOE de Felipe González, llevaran a Aznar a la Moncloa y convirtieran al Partido Comunista en cabeza visible de la "verdadera izquierda española". 

La negativa de las dos grandes centrales sindicales a sumarse al contubernio abortó la operación, porque es bastante evidente que el triunfo final del PP sobre el PSOE obedeció a otras coordenadas. Por otra parte, el error de cálculo, de diagnóstico de Julio Anguita dejó tan malherido al PCE que hasta hora no ha logrado reponerse del descalabro. 

Mariano Rajoy no pactó nada con nadie, pero alentó en lo que pudo el desarrollo de Podemos (todavía no estaba "unida") como fuerza supuestamente transversal que, sin importar si era más o menos comunista, o antisistema o nada más indignada, podría arañar algunos cientos de mies de votos a quien él consideraba su único enemigo relevante: el Partido Socialista. 

El resultado es indiscutible: El PP pasó de la más absoluta de las mayorías de la era democrática, a la oposición. Unidas Podemos, el verdadero enemigo de la formación conservadora, está hoy en el Gobierno y sigue pretendiendo el poder absoluto a poco que las circunstancias se lo permitan.

¿Y qué ha hecho ahora Sánchez? Hacer cuentas, llegar a la conclusión de que hoy por hoy su más directo competidor es el PP y, como si no hubiera historia que consultar, echar una mano, lavar la cara de Vox. Él puede que crea que está tratando un simple fenómeno local y pasajero, las elecciones catalanes, pero, por una parte  estos comicios no son un partido de segunda división y, por otra, elude la verdadera cuestión: ¿qué es Vox, qué es el PP, y qué representan cada uno para el sistema en el que se supone que Sánchez debe de creer, al que debe defender? 

Harían bien el PSOE y su Secretario General en tomar ejemplo del comportamiento de los Partidos de Estado europeos. Angela Merkel, cuyo conservadurismo es patente, se ha negado en redondo a cualquier género de pacto o connivencia con los neofascistas de Alternativa por Alemania, y en Francia, una y otra vez, la izquierda, en segunda vuelta apoya a republicanos, o centristas, o neogaullistas antes que permitir el acceso del Frente Nacional al Elíseo; la derecha, por su parte, hace igual: prefiere que gobierne el socialismo que la extrema derecha. PP y PSOE deberían tomar nota.


Mi punto de vista

  • Si Rajoy apadrinó a Iglesias, Sánchez, el miércoles pasado, blanqueó a Abascal. No sé por qué Vox votaría a favor de convalidar el Decreto Ley que ha de regular los fondos procedentes de la Unión Europea. No se trata de rechazar sus votos pero ¿había necesidad de agradecérselos y esgrimirlos como argumento contra el PP?
  • Como ya escribí en su momento, no creo que Vox sea fascismo ni UP ultraizquierda revolucionaria, pero ambos son ejemplos evidentes de populismos de signos opuestos, que aportan intransigencia, dogmatismo y exacerbación de las pasiones más elementales del electorado.
  • El oportunismo, el tacticismo suele ser el camino más corto para la degradación democrática. Esto es algo que deberían tener en cuenta el Señor Casado y el Sr. Sánchez cada vez que les ponen un micrófono delante.
  • Es posible que el mero concepto de "principios" esté desacreditado; en todo caso, tengo la impresión de que en la izquierda oficial se pasa a veces de lo marxista ("No se trata de comprender el mundo sino de cambiarlo"), a lo marxiano ("Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros").  


  



















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