The Blacklist: uns insidiosa serie norteamericana
Consecuencias del hartazgo
Créanme, soy uno más de los contribuyentes que está hasta más allá del gorro de Presidentes pintureros empeñados en abrir puertas sin saber qué hay tras ellas; de sedicentes jefes de la oposición que hablan como si no conocieran la Constitución que dicen defender, de tertulianos que pontifican según los criterios del medio que los tiene en nómina, y, sobre todo y más que nada, de ex reclusos recalcitrantes que salen del trullo enarbolando los mismos trapos con los que entraron en chirona jurando que ahora empieza lo bueno, que quieren más, y más y mucho más y que lo van a tener sí o sí.
Así que, visto lo visto, me tomo unas vacaciones, ya veré cómo de largas, y me van a permitir que dedique este post a algo que podría parecer medio frívolo: comentar las gracias y desgracias de una curiosa serie televisiva americana que va ya por la novena temporada. Nada de política (¿o esto también será política, al fin y al cabo?)
Hoy voy a hablar de "The Blacklist", una de las joyas que Netflix nos trae desde la sede del Imperio imperial, aunque creo que también puede verse en no sé qué cadena en abierto.
Un sencillo argumento
Y tan sencillo; cosas que pasan en cualquier lugar en cualquier momento: uno de los criminales que encabezan la lista de los "más buscados" por el FBI, se entrega a las fuerzas de la ley, o eso parece, ofreciendo su entusiasta colaboración para poner en manos de la policía a sus congéneres y competidores. Condiciona su ayuda a que su interlocutora sea una novata en el cuerpo de la que se duda si será o no su hija.
Las más altas instancias de la nación apadrinan la oferta y, en vez de encarcelar al criminal, crean una unidad supersecreta y se ponen, en la práctica, a las órdenes del chivato para poner capturar o liquidar a una ristra de delincuentes de élite (La Blacklist de que habla el título). Los malandrines van cayendo, mientras el desenfadado delator se lucra en todos los casos de los negocios que dejan sin padre las sucesivas detenciones o muertes de los desenmascarados.
La nena protagonista hace como que odia y admira al asesino que unas veces da pistas y otras despista a la agente en la búsqueda de sus inciertos orígenes; éste jura que protege a la novata; los agentes selectos corren de acá para allá según les indica el culto, irónico y gélido protagonista y poco a poco, todo se va llenando de cadáveres.
Una infame pandilla de desalmados
No se salva nadie: todos matan, todos lo hacen sin pestañear, excepto un irání que pasaba por allí y trabaja de informático para el FBI (para una vez que mató, no para de quejarse). Hay Jueces que se venden, Fiscales que solo persiguen a los inocentes, gobernantes a sueldo de los criminales, fuerzas armadas que no forman parte del orden establecido.
Nadie se plantea cuáles son los límites de la Ley porque todos usan y abusan del conocido y discutido principio de que el fin justifica los medios. ¿Cómo es posible que la protagonista apiole nada menos que al Fiscal General de los Estados Unidos delante de testigos, sus compañeros de armas y desmadres, sin que apenas salga del trance con algo más que un sofocón?
(Por cierto, se ve que estamos en temporada: a la infrascrita, la indulta el mismísimo Presidente de los Estados Unidos y hasta la rehabilita como miembro de la Policía, porque el Primer Mandatario de la nación es otro pájaro de cuenta, llegado a la Casa Blanca por los tejemanejes del Sr. Reddington, nuestro afable, despiadado y letal protagonista, sobornos y cohechos mediantes, más algún muerto que otro en su haber).
Poco a poco va sabiéndose que la protagonista es hija de una agente al servicio de la extinta Unión soviética y de algún varón sobre cuya identidad la madre no se atreve a pronunciarse por exceso de candidatos; algo parecido a lo que le pasa al extraño marido que le ha caído en suerte, mercenario de vaya usted a saber quién, entrenado, cómo no, para matar, y, en ratos libres, hacer feliz a su esposa y a una niña cabezona y más bien fea e insípida que han traído a este perro mundo.
El Poder con mayúscula, en USA y en el resto del planeta, está en manos de una tenebrosa organización secreta de la que, pese a todo, el personal tiene sobrada información.
"La Camarilla", así se llama, ahí está el poder. Todos forman parte de ella, desde el Presidente que no manda, hasta el confidente que mata y mata, pasando por el Director de la CIA que trata de despenar a la nena protagonista, o la Asesora de Seguridad que se deshace de una subdirectora del FBI de un disparo en pleno despacho de la Casa Blanca sin que nadie note nada extraño.
Advierto que lo que cuento puede ser así o parecido; salen tantos fiambres por episodio que ustedes me disculparán si yerro al cargarle un muerto a quien no debo. No importa: si no era ése, habrá sido otro, porque matar, lo que se dice matar, lo hacen todos, sin inmutarse, y sin dejar rastro, que para eso anda por allí muy atareada, desde luego, una señora que atiende por "Señor Kaplan", que llega medio minuto después de la cerrajina de tiros y deja la escena del crimen como los chorros del oro en un abrir y cerrar de ojos (Sí: la mujer encargada de limpiar escenarios, atiende por Señor Kaplan, de eso no me cabe duda. ¿Será un guiño al mundo LGTBIQ?).
Y digo yo:
- ¿A qué viene que una empresa norteamericana escriba, produzca, ruede y distribuya semejante mercancía, lujosa y bien rodada, con espléndidos diálogos y con frecuentes toques de clase en la que se muestra una sociedad, un país en plena descomposición, manejada por una caterva de conspiradores que dejan a Daniel Estulin y sus especulaciones sobre el Club Bilderberg al nivel del redactor de una hoja parroquial?
- ¿No será que se intenta sobrepasar por arriba, por deliberada exageración cualquier intento serio de reflexionar sobre los más sangrantes desajustes de la sociedad real norteamericana?
- ¿Y si se tratara de ir dejando las semillas para que el incauto espectador fuera familiarizándose poco a poco con proyectos tan siniestros como la normalización del tráfico de armas, el carácter venal de la justicia cuando se enfrenta al poder, el uso de la violencia como recurso imprescindible para acabar con los desmanes, o la existencia sistemática de ejércitos privados?
- ¡Qué distinta "The blacklist" de "Cuéntame"! Traigo a colación la comparación porque hace unos días oí o leí, no recuerdo, una crítica en la que se ponía al protagonista, Antonio Alcántara, de chupa de dómine: machista, egoísta, incapaz de dar a los demás lo que exige para él. Creo recordar que se le echaba en cara no haber sido capaz de evolucionar. Estoy de acuerdo, claro, pero ¿cuántos cientos de miles de coetáneos del anciano Alcántara no han seguido el mismo camino? O sea que sí, que Alcántara es un patriarca incapaz de estar a tono con los tiempos que corren, pero vean un capítulo, uno sólo de la serie americana y ya me dirán dónde está el mal.