sábado, 9 de abril de 2022

 Criminales de guerra

De nuevo el horror

Puntual a su cita con el dolor, el segundo caballo del Apocalipsis, el corcel rojo de la guerra, galopa de nuevo. 

Pendientes de verificación por investigadores independientes que conviertan nuestras certezas morales en pruebas judiciales, es bastante más que probable que el ejército ruso esté cometiendo en Ucrania las mismas barbaridades que se repiten una y otra vez desde la noche de los tiempos: civiles masacrados, mujeres violadas, viviendas saqueadas, ciudades indefensas destruidas, pueblos deportados.

Una vez más, sí, en nuestros días, cuando creíamos que esas atrocidades pertenecían a la historia antigua, al cautiverio judío en Egipto, al ensañamiento con que atenienses y espartanos se destrozaron en el Peloponeso, al exterminio de los armenios por el Gobierno de los Jóvenes Turcos, nuestras pantallas caseras nos acongojan varias veces al día mostrándonos qué clase de bestias seguimos siendo.

Joe Biden, el otro polo de la contienda, ha hablado de crímenes de guerra, ha llamado criminal a Vladimir Putin. Es posible que tenga razón, tiendo a pensar que si el acusado llegara a sentarse ante el Tribunal competente podría ser calificado como tal, aunque no sé si el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica es la persona más indicada para actuar de fiscal; no tanto por él mismo, sino por el país que representa. 

¡Crímenes de guerra! ¿Retórica, reiteración o deseo colectivo de ascender un escalón en el camino de la dignificación de la especie? "El concepto moderno de “crímenes de guerra” es estúpido: la guerra consiste, sobre todo, en crímenes en todos los frentes y del primer al último día", dice Javier Marías. Algo muy parecido a lo que escribió Séneca hace dos mil años: "Los homicidios individuales los castigamos pero ¿qué decir de las guerras y del glorioso delito de arrasar pueblos enteros? Hechos que se pagarían con la pena de muerte los elogiamos porque los comete quien lleva insignias de general. El ser humano no se avergüenza de hacer la guerra y de encomendar a sus hijos que la hagan".

Creo, por mi parte, que en cualquier guerra sólo hay dos bandos, el de los malos y el de los peores, dando por supuesto que "los peores" son siempre el otro, el enemigo; todo es cuestión de saber en qué trinchera estás, y de escuchar sólo a los tuyos, porque en cualquier conflagración la verdad es siempre la primera víctima. Me pregunto sino es ingenuidad rayana en la hipocresía hablar de crímenes de guerra cuando en todos los conflictos armados se trata de acabar con el enemigo lo antes posible y al menor coste propio en vidas y bienes.


Qué entendemos por "Crímenes de Guerra"

Pese a todo, admitamos que el intento de civilizar la guerra, por más inútil que se revele una y otra vez, tiene un trasfondo ético que vale la pena compartir y mantener.

La expresión es moderna; de anteayer como quien dice: aparece en las cuatro Convenciones de Ginebra que fueron firmándose entre 1864 y 1950, completadas por tres Protocolos, el último de los cuales data del 2005.

Las obligaciones que se derivan de ellos afectan a los países firmantes, aunque extienden o pueden extender sus efectos al resto. Entre el concepto de "crimen de guerra" y el desarrollo del llamado "Derecho Internacional Humanitario" se ha ido configurando un cuerpo de prohibiciones que tratan, con escasa fortuna, como cada conflicto armado se encarga de demostrar, de lograr la cuadratura del círculo: civilizar la barbarie.

Tanto las Convenciones de Ginebra como el Derecho Humanitario (expresión cuyo contenido podría ya rastrearse en el Código de Hamurabi) intentan prohibir conductas execrables que, sin embargo se repiten en cada nuevo conflicto: el respeto por los civiles, la protección de las instalaciones no militares, el trato a dispensar a los prisioneros de guerra o a los heridos… Obligaciones olvidadas una y otra vez desde el comienzo de la historia.

Los civiles, los prisioneros, las mujeres, los niños, han sido siempre víctimas propiciatorias, precisamente porque son vulnerables y por el efecto desmoralizador que sus sufrimientos provocan en los combatientes 

  • El Egipto de los Faraones deportó en masa al pueblo judío.
  • Gengis Kan decapitó un número de prisioneros suficiente para construir con las cabezas cortadas una pirámide más alta que la muralla china: el ejército defensor huyó despavorido.
  • En la vieja España, durante casi ocho siglos, sarracenos y cristinos, por riguroso turno, asolaban las tierras enemigas, destruían pueblos, capturaban esclavos, violaban mujeres, degollaban inocentes y volvían satisfechos a sus cuarteles.
  • Los aztecas guerreaban para capturar víctimas cuyos corazones eran ofrendados a  Huitzilopochtli (el "Huichilobos" de las crónicas hispanas) para granjearse sus favores. Los guerreros que los capturaban eran considerados héroes.
  • Y los soldados de Carlos V saquearon Roma, Hitler bombardeó Londres, los aliados laminaron Dresde o Hamburgo, mientras el Ejército Rojo, cruzadas las fronteras alemanas, violó a más de seiscientas mil mujeres sólo en la antigua Prusia.
  • En los estertores del siglo XX, Chechenia padeció los mismos horrores que hoy estamos viendo en Ucrania. En parte porque nos quedaba muy lejos y en parte porque siempre hubo dudas sobre el papel que saudíes y norteamericanos habían jugado en aquella guerra, la prensa  y la política occidental ignoró la tragedia que vivieron los chechenos.

¿Por qué toda esta barbarie? Porque el terror es un arma estratégica, porque el pánico paraliza, porque, como decía Arthur Koestler, desde un punto de vista estrictamente militar, el humanitarismo es siempre una desventaja, porque se trata de destruir el alma enemiga, cuanto antes y por cualquier medio posible.


Un Tribunal para juzgar a los criminales de guerra

¿De qué vale una Ley si los que la incumplen no pueden ser juzgados, condenados y castigados? A este fin, hace muy poco tiempo, finales del siglo XX, tras las penúltimas demostraciones de la locura humana, los genocidios balcánicos y ruandés, tomando como precedente los Tribunales de Nuremberg y Tokio, se ha creado la Corte Penal Internacional, el también llamado Tribunal de la Haya.

Loable intento, desde luego… que sufre el mismo problema de origen que las Convenciones de Ginebra: sometidos a su jurisdicción los países firmantes del Estatuto de Roma 1998, han quedado fuera de su órbita nada más y nada menos que los Estados Unidos de Norteamérica, Rusia, China, Israel, Cuba o Irak amén de algunos otros menos significativos que se han negado a reconocer la capacidad del Tribunal para juzgar sus conductas.

Es decir, si repasan la lista, algunos de los que, con toda probabilidad, más motivos tendrían para temer la actuación de este Tribunal.

Y ése es el problema, que mientras el Presidente Biden acusa a Putin de criminal, él mismo sigue sin reconocer la virtualidad del Tribunal que podría juzgarlo. Ni él, ni Obama deshicieron lo que hicieron presidentes como George Bush o Donald Trump:

  • Firmar más de sesenta acuerdos bilaterales de inmunidad, en su mayoría con pequeños países con frágiles democracias y débiles economías.
  • Prohibir desde 2002 facilitar ayuda militar a los países sometidos a la jurisdicción del Tribunal de la Haya.
  • Autorizar al Presidente de los Estados Unidos a utilizar  "todos los medios necesarios y adecuados para lograr la liberación de cualquier personal estadounidense o aliado detenido o encarcelado, en nombre de, o a solicitud de la Corte Penal Internacional",
  • Para rizar el rizo, Donald Trump firmó una orden ejecutiva permitiendo sanciones económicas y restricciones de viaje contra trabajadores de la Corte directamente involucrados en la investigación referente a la actuación de las tropas norteamericanas en Afganistán.

¿Escandaloso? O no. Mera consecuencia de la noción de imperio: ninguno, desde el hitita al británico  se ha sometido a Tribunales ajenos. Eso queda para los vencidos.


¡Vae victis!

Cuenta Tito Livio que allá por el 390 antes de Cristo, el jefe galo Breno infligió una dolorosa derrota a las legiones romanas. Firmada la paz se obligó Roma a pagar un tributo en oro al vencedor. Durante el pesaje de las monedas, algún romano advirtió que la balanza estaba trucada y protestó. Breno, al grito de ¡Ay de los vencidos! sacó su espada y la tiró sobre el platillo de las pesas para hacer aún más gravoso el tributo.

Así continúa sucediendo: hechos de semejante gravedad se valoran de modo distinto dependiendo de quién sea el relator.

  • En marzo del 44, en plena debacle de las fuerzas del Eje, como represalia a un atentado partisano, las SS fusilaron sin más a 335 prisioneros en las Fosas Ardeatinas en las afueras de Roma. Cuatro años antes, el Ejército Rojo había acabado con la vida de casi 22.000 oficiales, intelectuales y políticos polacos; setenta veces más. Rusia sigue negando el hecho.
  • En marzo de 1968, el oficial norteamericano William Calley y los hombres a su mando, exterminaron a la totalidad de los hombres mujeres y niños de la aldea vietnamita de May Lay. Murió una cifra próxima a las 500 personas. El responsable fue condenado a tres años de arresto domiciliario, aunque terminó siendo indultado por Richard Nixon.


En estas condiciones ¿Qué esperamos que pueda pasarle a Putin?

¿Ustedes qué creen? Déjenme que les añada tres o cuatro comentarios finales.

  • No figura ni en las Convenciones de Ginebra ni en los Estatutos del Tribunal de la Haya, pero a efectos de lo que estamos tratando, el mayor, o acaso el único delito que acaba por ser condenado es perder la guerra y caer en manos del vencedor (ya saben, ¡Vae victis!)
  • No se me ocurre en qué circunstancias podría terminar Vladimir Putin ante el Tribunal de la Haya. ¿Quién lo llevaría hasta allí? ¿Tendría Mr. Biden el cuajo suficiente como para nombrar él mismo el fiscal que acusara al autócrata del Kremlin? Porque de momento ni siquiera reconoce la legitimidad del único Tribunal competente para considerarlo "criminal de guerra". 
  • Por otra parte, tendría que ser apresado fuera de sus fronteras ¿verdad? Ni siquiera contemplo la posibilidad de que un tercer país, pensemos España si fuera cierto que don Vladimiro tiene casa en "La Zagaleta", Marbella, se atreviera a arrestarlo y conducirlo esposado hasta Los Países Bajos ¿O ustedes sí?
  • Los juicios de Nuremberg, precedente lejano del Tribunal de la Haya, juzgaron delitos que lo eran en virtud de decisiones adoptadas después de los hechos juzgados. ¿Eso es justicia, venganza, o necesidad de dar un escarmiento para que las generaciones futuras tomaran buena nota de lo que es empezar una guerra y, encima, perderla?

No, no creo que, en definitiva, Vladimir Putin vaya a correr la suerte de quienes fueron llevados al Tribunal por sus fechorías durante la Guerra de Los Balcanes.



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