¡Se vieron el día de la Lotería de Navidad!
Vivimos en una democracia, o estamos convencidos de ello lo que, para el caso, es suficiente. Un sistema cuya virtualidad exige algunas condiciones previas, entre ellas la existencia de un consenso básico sobre las líneas maestras, los pilares sobre los que se sustenta, como la división de poderes, el respeto y la tolerancia entre los actores políticos, la alternancia en el poder, el juego entre Gobierno y oposición…
Sabemos que rara vez estas premisas son compartidas por todos los ciudadanos, ni siquiera por todas las organizaciones que aspiran a representarlos, pero sí por los Partidos mayoritarios que acogen a la abrumadora mayoría de la población.
Cuando estos cimientos no existen o se degradan, las cosas empiezan a ir mal hasta el punto de que los ciudadanos desconfían de todo, del sistema, de sus representantes, de sus conciudadanos.
Es en estas situaciones cuando a los actores principales se les pide que den el do de pecho, su capacidad para atender a lo importante y dejarse de pamplinas. Lo esencial no es siempre lo más espectacular. Por ejemplo, se les pide que hablen, que dialoguen, que negocien, que se pongan de acuerdo en algo, siquiera sea para tranquilizar a la audiencia. No parece tan complicado. No es imprescindible (ni posible) que lo arreglen todo antes de Reyes, pero era importante que empezaran ya.
Me hago estas reflexiones a mí mismo hoy, 23 de diciembre, víspera de Nochebuena, veinticuatro horas después de que ¡por fin! el Presidente del Gobierno y el líder de la oposición se hayan encontrado y hayan comprobado que tienen en sus manos la capacidad de ponerse de acuerdo en algo sin que se desplomen los cielos.
Mientras tanto, nueve décimas partes de la población lamentaba no haber sido agraciada en el sorteo de Navidad y la otra décima, berreaba feliz, regando las calles con el semiseco que expulsaban botellas y botellas de espumosos de origen incierto.
Y de eso quería hablarles, de la reunión que llegué a dudar de que llegara a celebrarse entre don Pedro y don Alberto.
Dos no se juntan, si uno no quiere; y si no quiere ninguno, menos. Digo esto, porque ésa es la impresión que me daba a veces la sarta de estupideces que he estado oyendo a uno a otro de nuestros actores estrella, Sánchez y Feijoo, y a sus desaforados portavoces (¿o son portacoces?).
Como de costumbre, la culpa, no faltaría más, siempre, siempre era del otro. Lo que debería desarrollarse con naturalidad, contactos frecuentes, cambios de impresiones, de informaciones, vengan de uno o de otro, para facilitar la gobernabilidad y el bienestar del país y de todos nosotros, sus mandantes, parecía otro más de los trabajos de Heracles. Nosotros, que hemos votado convencidos de que ambos buscan eso, el bien común, veíamos cómo se enredaban en una sarta de puerilidades que lo único que estaban demostrando era la escasa categoría de quien gobierna y de quien aspira a hacerlo.
- Señor Presidente ¿qué es eso de citar al jefe de la oposición, un actor esencial para la buena marcha de los intereses del país, a través de las pantallas de la televisión? ¿Para qué le sirven esa montonera de asesores? No volverá a hacerlo ¿verdad?
- Señor Feijoo ¿a qué viene exigir un papel donde venga escrito lo que ya todos los ciudadanos saben que el Presiente le iba a plantear? Recuerde que sus predecesores solían reunirse sin papeles previos aunque sí hubiera habido trabajos de aproximación a cargo de sus segundos.
- Don Pedro ¿Por qué le cuesta tanto dar satisfacción al interlocutor en algo tan nimio como pedirle a quien tengas más a mano que mande a la c/ Génova el dichoso papel? A veces, acceder a aun capricho puede ser muy rentable.
- Don Alberto ¿Tanta importancia tenía verse en La Moncloa o en el Parlamento? Ya ve, tanta floritura para terminar acordando negociar con mediador, aunque en vez de salvadoreño, sea "comunitario". Tranquilo. Don Abascal igual le echa en cara que está blanqueando a Puigdemont. No pasa nada: la envidia es mala consejera. Usted a lo suyo.
- ¿En qué pensaban ambos cuando seleccionaron tan simétricamente los portavoces que han elegido para representarlos? Dos perros de presa cuya fama de groseros les precede a ambos. No es imprescindible que los cambien mañana, pero si a partir de ahora van a rebajar la tensión, la verdad es que esos dos no van a servirles de nada.
¿Por qué se habrán empeñado durante todo este tiempo en hacerlo todo tan complicado? Estoy seguro de que Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo saben que su obligación es verse cada cierto tiempo, dialogar, proponer, negociar, resolver la larga lista de asuntos, de problemas que sólo pueden atacarse desde el consenso. Tienen que reunirse y contarnos luego qué han hecho.
¿Por qué no lo hacían?
Pedro Sánchez, un sujeto arrogante con sus ribetes de soberbio, depende en exceso de sus apoyos parlamentarios y hasta de sus socios de Gobierno. Cuánto debe costarle tragarse los desplantes de faranduleros que han hecho de la política una suerte de juego de manos en el que cualquier dislate es posible. Es verdad que tuvo otras opciones, romper las horrendas transacciones a las que se ha prestado, disolver las Cortes y convocar elecciones. Podría haber ganado o no, pero nos habría evitado bastantes sinsabores. Pudo hacerlo, pero no lo hizo
Alberto Núñez Feijoo, un tipo rencoroso, mal encajador de provocaciones lindantes con lo intolerable, es posible que sepa cuáles son sus márgeneses internos, qué barones (o qué baronesa) pueden llegar a considerar la reunión de marras una cesión inadmisible E un riesgo que hay que correr. Tuve un jefe genial una de cuyas máximas era "Autoridad que no abusa se desprestigia"; téngalo presente y adelante, que en Génova, por ahora, no llegará la sangre al río. Probablemente sienta el aliento de Vox en la nuca, pero si quiere ser Presidente del Gobierno tiene que saber marcar su propia ruta, no limitarse a hollar el camino que otros vayan desbrozándole.
Así que esta mañana, pasada la Lotería y víspera de esa Nochebuena en la que tantas veces se habla de "los hombres de buena voluntad" ¿Son conscientes ambos de que el camino del acuerdo entre ellos dos desactivaría todas esas amenazas que tanto les preocupan? ¿Qué sería de Vox y de Junts tras le voladura de las casamatas donde se refugiaban Presidente y opositor? ¿Qué camino tomarían Puigdemont y Abascal, aparte del lamento y las acusaciones de todo lo que sus mentes les pusieran en los labios? En resumen: cada acuerdo que alcancen les hace más fuertes a los dos. Olviden los tambores de sus falsos amigos, y recuerden el aforismo "Ladran luego cabalgamos".
¡Hablen, no una sino cien veces, y dejen de marear la perdiz! Por cierto, si además de hablar, acabaran acordando algo, (por el momento no importa demasiado en qué consista) gentes como yo, millones, pueden creerme, lo verían como el mejor regalo posible de Reyes, aunque cayera en febrero.
Un ejemplo histórico, para terminar.
Leído en las memorias de Sir Winston Churchill. No recuerdo el año, mediados de los años 30, en todo caso, cuando el mundo se acercaba al abismo. Neville Chamberlain era el Premier británico y Churchill un mero parlamentario a la espera de su momento. Von Neurath, Ministro de Exteriores de la Alemania nazi, invita a Churchill a visitar Alemania. Churchill acude como un rayo al despacho de Chamberlain a ponerle al tanto de la invitación, y a pedirle permiso para atender la cita (en ese momento Alemania y el Reino Unido no estaban en guerra y mantenían relaciones diplomáticas, es decir, el permiso no era preceptivo) añadiendo que creía positivo atender la invitación. En aquellos días, Premier y diputado mantenían tesis opuestas sobre la política a seguir respecto a las provocaciones de Hitler. No importó: Churchill viajó y a la vuelta lo primero que hizo fue ir a rendir cuentas ante el Primer Ministro. Ambos creían que el Partido estaba por encima de ellos y la nación por encima el Partido.
En resumen:
Ya pasó, se han reunido y siguen vivos los dos. Más que antes, de verdad. Lo de menos es si la reforma del art. 49 de la Constitución es una cuestión ética, estética o mediopensionista; algo mayor fuste tiene haberse puesto de acuerdo en cómo andar el camino para renovar el Consejo General del Poder Judicial. ¿Con mediador? ¡Con mediador! Me preguntaba quién habría de ser el primero que le sacara punta al asunto, aunque fuera una pregunta retórica. No hagan caso y pónganse a trabajar ya.
Un último comentario: visto el resultado del encuentro compruebo que y desconfiaba demasiado; llegué a temer que alguno de los asesores de don Alberto le hubiera aconsejado que, dadas las fechas, intercambiara regalos con su interlocutor. Los resultaos de la reunión no aclaran si hubo o no obsequios mutuos, pero me jugaría una cena a que si hubo intercambio, no fue una cesta de fruta lo que llevó el señor Núñez Feijoo.
P.D. Por causas ajenas a mi voluntad, es más que probable que interrumpa la cadencia semanal de mis ocurrencias por un tiempo que ahora no sabría precisar.
Felices fiestas para todos y mi agradecimiento a quienes nos han traído la buena nueva de su última actuación. Más vale tarde que nunca.