sábado, 20 de mayo de 2023

 Última semana de campaña

El votante y su circunstancia

Hay un fenómeno conocido desde hace décadas por politólogos y sociólogos que tiene que ver con el distinto comportamiento del votante cuando se enfrenta a un proceso electoral en el que se dirime la composición del legislativo nacional, incluso la Presidencia del Gobierno en el caso español, o cuando es convocado para elegir alcaldes o gobiernos autonómicos.

El día 28 habrá ciudadanos que voten en una urna y se abstengan en otra e, incluso, es posible que voten en ambas pero a opciones distintas. Y es que la ideología no es el único parámetro que condiciona el voto. ¿Ejemplos? Málaga, Vigo, Estepona, son municipios que arrastran mayorías absolutas desde hace varios mandatos, pero el entusiasmo que despiertan los elegidos, no se corresponde con el porcentaje de votos que atraen las mismas siglas cuando lo que se decide es quién gobernará España.

Permítanme que esta mañana escriba sobre dos detalles, ambos referidos al ámbito municipal; un espacio que, tal como demuestran los respectivos índices de participación, atrae mucho más interés ciudadano que el autonómico. Quizás porque el concepto de Comunidad Autónoma se corresponda con una idea del reparto del poder un tanto artificiosa o porque, como decía Pedro Vallín, "desde Grecia y Roma el progreso ético, político y material de las sociedades ha estado vinculado al más prodigioso invento humano: la ciudad".


El espectro etarra, doce años después

Cuando nadie lo esperaba, el terrorismo, drama, maldición, plaga, pero también argumento, herramienta electoral, arma arrojadiza, ha irrumpido en la campaña. Un invitado indeseable que está dando mucho que hablar. A mi juicio, demasiado. 

Creo innecesario tratar el manido asunto de la desvergüenza, la desfachatez, la altanería que supone incluir a cuarenta y cuatro condenados por terrorismo en listas electorales y pedir el voto a quienes podrían haber sido las víctimas de los candidatos.

Tampoco voy a entrar en la aporía entre ética y legalidad, contradicción sin resolver desde hace siglos, ni sobre la virtualidad del ejercicio de los derechos civiles de quienes los ostentan porque así lo establece el ordenamiento legal vigente o qué se podría hacer en el futuro, ahora ya sería tarde, para evitar situaciones como la presente.

Mucho menos pretendo adentrarme en el pantanoso terreno de por qué unos le dan tanta importancia y otros tan poca a las dichosas listas. Quiero, nada más, plantear dos reflexiones:

  • Primera: la opinión de conquenses, calagurritanos o sevillanos sobre la presencia de etarras en las listas es algo que a EH Bildu le trae al pairo. No tratan de influir en los electores que no compiten con ellos. Si nos encolerizamos o nos deja indiferentes les trae sin cuidado. En este proceso electoral, buscan lo que vienen intentando desde hace tiempo: desbancar al PNV como primera fuerza política en el País Vasco, y en eso se centran. Si aciertan o no con su maniobra, ya se verá, pero sus objetivos son la alcaldía de San Sebastián, la Diputación de Álava, etc. El asunto fue debatido en Bildu en clave local y el resultado del proceso fue que sí era rentable presentar como candidatos a esa gentuza. No descarto que hasta el cambio de rumbo, anunciando el paso atrás de los condenados por delitos de sangre estuviera prevista de antemano. No importa lo que digan "los Partidos españolistas", Sánchez y Feijóo no estaban en el centro de su debate. Vox, menos aún. 
  • Segunda: ¿Recuerdan el fin de ETA? Ocurrió hace doce años. Un parpadeo en la escala que mide el tiempo histórico pero una eternidad en términos políticos. ¿Recuerdan que entonces, cuando acabamos con ETA e ilegalizamos a Herri Batasuna, suspirábamos porque los herederos de la banda normalizaran sus relaciones con la política española? Ya había habido un precedente: cuando ETA político-militar se disolvió y se convirtió en Euskadiko Ezquerra, se consideró una victoria de los demócratas sobre los asesinos ¿Tan pronto hemos olvidado que abandonar las armas y sustituirlas por carteles electorales fue un avance de proporciones formidables? ¿Estamos seguros de que cerrar el paso en las instituciones al ala más radical del secesionismo vasco no podría ser el caldo de cultivo que incubara otra criatura que volviera a empuñar las armas? Porque ni en sueños me atrevería a suponer que eso es lo que se busca para justificar una reacción en sentido contrario.

Así que, cuando se olviden los fragores electorales, tal vez se caiga en la cuenta de que tirar de la historia para atacar al contrincante es un ejercicio tan inane como plantearse los derechos sucesorios al trono de España de los herederos de Dª Juana La Beltraneja, tan perjudicada, la pobre, por una usurpadora sin demasiados escrúpulos, su tía, también conocida como Isabel La Católica.


La personalidad del alcalde como factor determinante

Cada proceso electoral suele venir seguido de comentarios sobre triunfos arrolladores de alcaldes, no importa de qué signo, que arrasan en sus circunscripciones. 

Solemos pensar que la realidad que vivimos ha nacido ayer por la mañana, pero no es así. En según qué aspecto, las cosas no han cambiado tanto en los últimos milenios: "Cualquier ciudad, por pequeña que sea, está dividida en dos. Una, la ciudad de los pobres, la otra la de los ricos", decía Platón. No obstante, hay casos en los que esa división es inoperante. Casos en los que un candidato atrae votos de ambos bandos.

Es el peso de la personalidad del regidor, más que de las siglas que le amparan. Es la influencia de los resultados palpables, inmediatos, en el sentir del votante. He aquí el ejemplo de dos alcaldías limítrofes, ambas en manos de alcaldes del mismo signo político, el Partido Popular por más señas: Estepona y Marbella.

Marbella, antigua perla de la corona turística, languidece. No importa lo que digan las cifras oficiales del turismo, ha empezado un declive que podría llevarla a la orilla pobre del turismo europeo, al más cutre turismo de masas, descontrolado y escasamente rentable. A convertirla en una sucursal de Magaluf.

La alcaldía de Marbella ha sido ocupada, sucesivamente, por regidores que acababan en la cárcel, o que, cuando menos, eran investigados por la sospechosa rapidez de crecimiento de su patrimonio. Uno tras otro han ido olvidando lo importante para centrarse en lo inmediato. El mantenimiento de lo existente se olvida,  porque no brilla, no justifica inauguraciones, no da votos; nadie se plantea inversiones costosas e incómodas en infraestructuras esenciales para el futuro de la ciudad, comunicaciones, estacionamientos, ampliación de espacios comunitarios; todo queda más allá de la próxima cita electoral, que es lo que creen que cuenta.

Y hay un aspecto penosamente llamativo y preocupante: el desprecio oficial por las normas. En Marbella nada parece estar prohibido, sobre todo cuando el infractor es un turista. Hace años oí a un miembro de la jet marbellí afirmar con absoluta seriedad que cierta urbanización estaba en regla ("Apenas llegamos a un exceso del 30 % en volúmenes de edificabilidad". Lo peor es que no pretendía ironizar). Así que las terrazas ocupan aceras perturbando el paso a los peatones, las playas han pasado a ser propiedad de los hoteles, calles y paseos atestados de viandantes soportan el paso de bicicletas, monopatines, patines eléctricos bajo la distraída mirada de agentes del orden, bajo señales de tráfico que prohiben el paso de cualquier tipo de vehículos; debido a la angustiosa escasez de aparcamientos públicos, el Ayuntamiento pacta con  asociaciones vecinales permisos informales para estacionar vehículos bajo señales de prohibido aparcar que ni siquiera se retiran; grupos de subsaharianos disputan a bicicletas y patinetes el uso del paseo marítimo; bajo ese mismo paseo, sobre la playa, los humos de las cocinas de chiringuitos donde te cobran como si hubieras comido, infectan con sus efluvios a paseantes desprevenidos, mientras discotecas como Opium, curioso nombre ¿verdad?, son el escenario de tiroteos con muerto y heridos incluidos. 

Este raro fenómeno suele tener malas consecuencias, porque incumplir por sistema las leyes sin que de ello se deriven efectos desagradables quién sabe dónde puede conducirnos; como dijera Oscar Wilde, "se empieza asesinando a alguien y se termina dejando de ir a los oficios religiosos dominicales".

¿Y la alcaldesa? A lo suyo. Impávida, sonriente, confirmada como candidata… pero investigada, como dije, por el insólio incremento de su patrimonio, ocupa su tiempo autorizando nuevas y aberrantes construcciones, inaugurando rotondas con nombres de marbellíes que casi nadie conoce, cambia estatuas de sitio y da entrevistas a la cadena pública de la televisión local. Ésa es otra: una emisora de televisión, cuyo déficit se carga al presupuesto municipal, programada por y para la mayor honra y gloria de la alcaldesa. 

La doña, por supuesto, vuelve a presentarse a las elecciones. El Presidente de su Partido la confirma, las cifras del turismo, a corto plazo, la avalan. Los ciudadanos… Ya veremos. Mi impresión es que repetirá mandato y  que un día no muy lejano todo se irá al garete

Estepona, es harina de otro costal. Veintitrés de veinticinco concejales apoyan al Alcalde, porque así lo quisieron sus votantes. El regidor municipal es un hombre que piensa en el futuro, que atiende no a la moda sino a las inquietudes de sus paisanos. Habla con ellos, los recibe, les escucha y les contesta; la mayoría de las veces para satisfacer sus demandas. 

En Estepona se han construidos enormes aparcamientos municipales que funcionan a precios razonables, los espacios públicos se agrandan, se mantienen y se embellecen año tras año, la oferta cultural crece sin parar (algo llamativo frente al erial marbellí), hay bicicletas, y patines, por descontado, pero circulan por donde están autorizados, los paseos son del viandante, las playas no se han convertido en coto para las tumbonas de los hoteles y las terrazas llegan hasta donde deben llegar, es decir, las aceras y los paseos no son propiedad de taberneros y posaderos, y en las playas no hay que alejarse del centro para encontrar un sitio donde poner tu toalla.

Hasta los paseantes se comportan de forma distinta, serenidad frente a histerismo, calma frente a excesos. Estepona está limpia, Marbella, no. Incluso el volumen de la música suena algunos decibelios más bajos en los espacios abiertos de Estepona.

¿Cuál es la diferencia? No el ideario político porque ambos, como dije, son del mismo partido. Sencillamente, el alcalde de Estepona tiene el foco puesto en el ciudadano y procura atender sus necesidades, la regidora de Marbella lo ha colocado en el turista foráneo, hasta tal punto que hay restaurantes que no admiten reservas de clientes españoles porque gastan menos que los extranjeros o de terrazas que han suprimido la tapa de aceitunas porque los ingleses no las aprecian. 

No es un detalle menor, aunque debería serlo: el Alcalde de Estepona no tiene problema alguno con la fiscalía.  


¿Qué pasará dentro de ocho días?

Lo sabremos a última hora de la tarde del domingo 28. Con un poco de suerte, como tatas veces, todos se considerarán ganadores pese a lo que digan los datos.

Recuerden que el éxito o el fracaso electoral tiene siempre dos varas de medir: la buena que es la que se deduce de las reglas matemáticas y la otra que es la que relaciona expectativas con resultados. Casi nunca coinciden




 


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