De Valencia a Extremadura pasando por Madrid
¡Ay, los amigos!
Decía Alexis de Tocqueville que "en política, compartir los odios es la base de la amistad". Demasiado rotunda me parece la cita, pero quizás sirva para explicar los tortuosos procesos a que se están viendo sometidas las negociaciones para formar gobiernos entre Partido Popular y Vox en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.
¿Qué es lo que en estos momentos puede ser el denominador común entre ambas formaciones? Por mucho que algunas de las más tonantes voces de la izquierda insistan, ni los programas ni la ideología de ambas formaciones son iguales. En muchos casos, ni parecidas. Ni la concepción territorial del Estado, ni la relación con la Unión Europea, ni la percepción de realidades tan complejas como la inmigración o el cambio climático se perciben de la misma manera en una y otra formación.
No deja de ser curioso que habiendo tantos temas y de tanta enjundia en los que discrepan, haya sido la cuestión de la violencia de género el que haya producido la primera brecha entre ambos Partidos. La chispa saltó en Valencia y la fogata se trasladó a Extremadura.
Sin embargo, el fondo del conflicto es otro: la inminente confrontación electoral del 23 de julio.
Me explico. Lo que de verdad complica la vida al Partido Popular es la contradictora relación con Vox a la que le emboca el calendario político: necesita a Vox para gobernar en varias Comunidades Autónomas y en docenas de Ayuntamientos, pero es imprescindible marcar diferencias con él de cara a las generales.
Queda un territorio común, especie de zona franca donde hasta ahora podían encontrarse sin temor a enredarse: la aversión a Pedro Sánchez y a lo que representan, él, el gobierno que sigue presidiendo, y las formaciones que le han apoyado. Confortable en tiempos tranquilos pero insuficiente en vísperas electorales. Tanto que la fértil facundia de Vox ya ha inventado la expresión, "sanchismo azul" para tipificar el talante de los populares.
Ideologías y matemáticas
Las diferencias estructurales entre Vox y PP son evidentes. Cada uno de los dos partidos ha optado por un modelo organizativo interno diferente, coherentes ambos con sus presupuestos ideológicos (repito que tratar de vender la idea de que PP y Vox son lo mismo es tan patraña como divulgar la especie de que PSOE y EH Bildu son hermanos gemelos).
No ha sido cosa de un día, pero el modelo popular está hoy muy cerca del federalismo, y, en ese sentido, el liderazgo actual de Núñez Feijóo, venido de una baronía autonómica donde ejerció su liderazgo con notable margen de maniobra respecto a Génova, consolida esta tendencia. Santiago Abascal, por su parte, día a día, está convirtiendo Vox en una organización hermética, vertical, disciplinada, centralizada, basada en la capacidad de decisión de un núcleo cada vez más reducido (léanse al respecto las últimas modificaciones en sus Estatutos). En teoría política es un lugar común asumir que ideología y modelo organizativo suelen ir de la mano.
Todo indica que ni el PP ni el PSOE van a recibir votos suficientes como para poder gobernar en solitario, ni en muchos de los casos de las pasadas elecciones, ni en las que se nos vienen encima. Descartada la opción de la gran coalición, es decir sumar los apoyos de populares y socialistas y entenderse entre ellos, ambos están obligados a buscar los aliados entre los partidos menos alejados de sus tesis.
Hasta ahí, en condiciones normales, todo transcurre por caminos sobreentendidos: aparentes rasgadas de vestiduras y aceptación de apoyos cantados de antemano.
Pero en estos momentos, lo normal se convierte en excepcional: pactan PP y Vox en Valencia y los altavoces de la izquierda convierten los acuerdos en maniobras diabólicas para pulverizar los avances conseguidos en materia de igualdad de género. Rompen las negociaciones los dos mismos partidos en Extremadura y don Alberto tiene que tirar de ocurrencia y acudir a las matemáticas para tratar de dar cobertura lógica a un desacuerdo que es bastante más fácil de explicar por los cauces políticos que por los aritméticos: la líder popular extremeña no traga con las exigencias de Vox y rompe la baraja. Consecuencias de la libertad de acción que el PP reconoce a sus territorios; nada más.
Perspectivas desenfocadas
Al final se trata de algo más fácil de examinar que de resolver. Es la traducción en términos parlamentarios, de aquello tan sabido "Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio. Contigo porque no vivo y sin ti porque me muero". Te necesito para gobernar, pero no puedo dar lugar a que nos confundan, que esto no ha acabado todavía. Cabalgan juntos pero con demasiada frecuencia malgastan su tiempo en zancadillear al socio.
Quizás ahora, cuando Feijóo piense en Abascal, entienda que Pedro Sánchez temiera perder el sueño si pactaba con un tal Pablo Iglesias, aunque al final no tuviera más remedio que meterlo en su Gobierno. ¡Qué papeleta, don Alberto! Ahí tiene a Vox, necesario como socio para gobernar y estorbo para ganar las próximas elecciones. Distinguirse del imprescindible, sin molestarlo en exceso para que no se tire al monte, pero diferenciándose lo suficiente de él como para que el elector no se confunda.
Por eso, acaso más de uno tenga que oír en los tiempos por venir algún recordatorio de cuando hablaba y no paraba de lo nefasto que era dormir revuelto con gentes de otras banderas. ¿Qué creían que era la política, principios, programas y buenas maneras, o un camino para acceder al poder y desarrollar tus ideas? Hay elecciones, nadie suma votos suficientes para gobernar solo, mira alrededor, no hay comodines porque entre unos y otros hemos acabado con el centro, los apoyos intercambiables, PNV, Coalición Canaria resultan insuficientes, no puede contarse con la abstención del gran opositor ¿Qué hacer? ¿Abandonamos el campo y dejamos vía libre al contrincante o pactamos con quien esté dispuesto a hacerlo, aunque tengamos que pagar el precio que el otro ponga a su ayuda?
Simetrías ideológicas
Oiremos hasta el aburrimiento perogrulladas constantes. "Necesitamos tu voto para no depender de nadie y gobernar solos" ¡Pues claro! ¿Y quién no? Pero el bipartidismo, que, por cierto en España nunca fue perfecto, se ha perdido en el pasado. Nunca fue absoluto, porque el rechazo de los nacionalistas, PNV, EH Bildu, ERC, JxCat, como antes Convergencia y Unió, a entrar en Gobiernos de la Nación, hizo innecesario acudir a gobiernos de coalición.
Hasta que fue imprescindible. Sánchez dio entrada a Podemos, recibió apoyos puntuales de formaciones secesionistas y ardió Troya. Alberto Núñez Feijóo pacta con Vox y volverá a hacerlo el 24 de julio si es preciso, y tal parece que la Guerra de las Galaxias tendrá su propia edición celtíbera.
¿Por qué somos tan sectarios? La distancia ideológica entre el PSOE y Unidas Podemos (o Sumar, si al caso viniera) es del mismo calibre que la que separa al Partido Popular y a Vox. Así es que, mis queridos lectores, abjuren de sus anatemas si llegaron a pronunciarlos cuando se formó el Gobierno Frankestein, porque está al caer el formado por Feijóo y Abascal. Y, queridos lectores, si aplaudieron el primer gobierno de coalición sean coherentes y absténgase de rasgarse las vestiduras si tras el recuento del 23 de julio, se desayunan con el segundo gobierno de coalición en La Moncloa. Así que quien llamó gobierno social-comunista al que ahora tenemos, no se extrañe que al que venga lo tachen de fascista. En uno y otro caso, nos sobra bilis.
O sea, que, como dice el pueblo "o todos moros, o todos cristianos", porque PP y PSOE están abocados a comportarse de la misma forma: aliarse con quien tienen más próximos, con quien no habrían querido tener más tratos de los imprescindibles, pero a quien necesitan para mandar, que es lo que ambos, legítimamente, buscan ¿O en qué mundo creían que estaban?
Cada cual con su riesgo
El PSOE, (o Sánchez, que en estos días, parece que confundirlos es una táctica electoral que podría funcionar) parte como perdedor.
- Todas las encuestas excepto la de Tezanos coinciden en ello. No importan las diferencias cuantitativas entre ellas sino la tendencia, y ésta, como digo, es casi unánime. Es lógico. El desgaste sufrido por los errores puede ser superior al rédito obtenido por los aciertos. Y esto es así aquí y en todas partes: para mantener el poder es más rentable no equivocarse que acertar.
- Sin embargo, táctica y estratégicamente esa vitola de perdedor amplía el abanico de opciones a la hora de diseñar la campaña electoral. Especialmente ahora que, cerrada la operación Sumar, ha cesado la algarabía a su izquierda. Un inciso, la ausencia de Irene Montero y de Pablo Echenique de las listas de Sumar creo que es un acierto de Yolanda Díaz: los votos que se pierdan por la indignación de sus incondicionales serán muchos menos que los que se ganen entre los que se alegren por ello.
- Mi impresión es que mantener el poder pasa por conseguir cotas de participación en torno al 80 %. Eso depende, a su vez, de hasta dónde llegue Sumar y en qué medida Yolanda Díaz y Pedro Sánchez sean capaces de presentarse ante sus electores como diferentes pero compatibles.
AlbertoNúñez Feijóo está en estos momentos más cerca de ser el próximo Presidente de Gobierno que de tener que volverse a Galicia (Puedo equivocarme, pero no creo que se le perdonara no ganar: hay recambios posibles y lo sabe toda España)
- En cierto modo, su relación con Vox guarda algún paralelismo con la que he comentado entre Pedro Sánchez y Yolanda Díaz: sabe que va a necesitar ponerse de acuerdo con la formación verde, necesita que tenga buenos resultados, pero no puede consentir que sea a costa suya.
- Es decir, tiene que defender la frontera común y tratar de crecer por el centro, lo que deja su yugular al descubierto: cualquier tibieza ideológica será aprovechada por los halcones de Vox para quitarle votos por su derecha.
- En cualquier caso, ni PP ni Vox tienen que movilizar a nadie: sus votantes son, en este sentido, ejemplares y acudirán puntuales a la cita. Al revés que en la izquierda, la abstención en la derecha siempre es más baja.
Una última ocurrencia
¿Y si los votos de el PNV, por ejemplo, fueran los determinantes para decidir quién será el próximo Presidente? ¿Son más o menos compatibles con Vox o con Sumar? Pues para cerrar el post, déjenme que vuelva al autor del primer párrafo, Alexis de Tocqueville: "Los partidos son un mal inherente a los gobiernos libres".