Viajeros, turistas, el maná o la octava plaga
El viajero y el turista
Me parece indispensable dejar fuera de toda duda que el viajero y el turista pertenecen a especies biológicas tan distintas como el lagarto y la gallina. Su posible origen común, la búsqueda de lo desconocido, dio paso a un proceso de divergencia que hoy los hace, en cierto modo, irreconciliables. La bifurcación empezó cuando nació el "turismo de masas".
- Un par de citas: Un buen viajero no tiene planes fijos ni tampoco la intención de llegar. (Lao Tsé). Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas (Henry Miller). ¿Las imaginan aplicadas a un turista?
- El viajero es la búsqueda, el turista el disfrute de la meta.
- El viajero, viaja; el turista va donde le llevan.
- Lo fundamental en el viajero es el camino, lo que va encontrando, el modo de paladear lo desconocido. El turista suele ceñirse al programa del mayorista y no acostumbra mostrar el menor interés por el resto.
- El viajero sueña, el turista hace selfies.
- Así que el viejo aforismo de que el viajar es cultura no es aplicable al turista.
Del turista 1.999.999 al turismo de masas
- Supongo que los más veteranos de entre mis lectores, recordarán aquella canción ("El turista 1.999.999") Qué lejano parece el tiempo en el que dos millones de turistas, acaso muchos de ellos especímenes supervivientes de la especie viajera, nos parecía un milagro a los españoles. Comparen aquella cifra, 2 millones, con las que hoy se manejan -ahora hablaremos ellas- y reflexionen, por ejemplo, sobre las asombrosas imágenes televisivas de masas de transeúntes, unos que suben otros que bajan, en las faldas del Monte Everest. ¿A qué iban? ¿Qué interés les mueve, más allá de hacerse un selfie en la cima del mundo? ¿De verdad se sentían aventureros?
- Un ejemplo: los países sujetos pasivos del turismo de masas, España, están perdiendo buena parte de sus tradiciones culinarias, porque el turista no gusta de lo desconocido, siempre preferirá una hamburguesa o una pizza, a unos chipirones en su tinta. Inciso: lo que suele despacharse como paella en las zonas turísticas está ya incorporado a los usos y costumbres foráneas y ha dejado de ser paella, aunque conserve vagamente el color que le dio fama.
Algunas cifras
- El año pasado, el turismo mundial movió 1.465 millones de visitantes que gastaron entre 1’6 y 2 billones de dólares. (Billones europeos, o sea trillones americanos, ya que estamos cifrando el dato en dólares)
- España recibió, también el año pasado, según el INE 93’8 millones, que dejaron algo más de 126.000 millones de €. Esos millones suponen entre el 13 y el 14% del PIB y representan el 13 % del empleo.
- Francia es el país más visitado, con 100 millones de turistas en 2023, seguido de España con 85 (obsérvese el incremento entre 2023 y 2024 en España), y de USA con 66 millones.
- Pero si comparamos los ingresos, en 2023 Estados Unidos ingresó 189.000 millones de $, Mientras que España, recaudó 92.000 millones y Francia, sólo alcanza 71.000 millones.
- Conclusión: cada turista que visita USA gasta casi 3.000 $, los que nos visitaron no alcanzaron los 1.200 y Francia se quedó en 710 $.
- En cuanto al efecto sobre el PIB y el empleo, Francia se mueve entre el 8 y el 9% en ambos parámetros, y USA se queda en el 3% del PIB y entre el 10 y el 11% del empleo.
Los riesgos del turismo
- Un sector frágil: el turista no suele ser cliente recurrente. Trata de ir a cuantos más sitios, mejor, porque uno de sus objetivos es contarlo, enseñar sus fotos, subirlas a las redes sociales y empezar a buscar otro destino que acabe de ponerse de moda. Salta de Marbella a las Seychelles, sin haberse acerado a ver la Colegiata de Ronda.
- Un negocio muy sensible a los precios: entre playa y playa, la más barata. Al fin y al cabo, entre una pizza de Calella y otra de la Isla de Djerba, poca o ninguna diferencia va a encontrar; con toda probabilidad, las dos serán una caricatura de las que elaboran en Nápoles.
Lo que España le debe al Turismo
- La economía. Es obvio que el turismo ha sido uno de los motores que empujaron el crecimiento de nuestra economía, allá por los años 60. Las divisas que dejaban los visitantes, el efecto de la emigración sobre el desempleo - exportamos casi tres millones de emigrantes- y sobre la entrada de divisas, y las inversiones extranjeras en el sector industrial, norteamericanas sobre todo, permitieron a España sacar la cabeza del pozo en el que se hallaba desde 1939. Repito: el turismo (fábrica sin humo lo llamó Fraga) fue uno de los pies del trípode.
- La democracia. Es posible que fuera un efecto no buscado, pero la creciente masa de turistas, el contacto del pueblo español con visitantes llegados de otras tierras, con otras formas de vida, otras escalas de valores, su sentido de la libertad, su hábito de elegir a sus gobernantes, coincidió con el mismo efecto que supuso el retorno de cientos de miles de emigrantes que habían pasado años en países donde la democracia era la forma indiscutida de organizar la vida pública.
La otra cara de la moneda
- Las modas cambian
España está en la cresta de la ola; es posible que el año en curso lo cerremos con una cifra cercana a los 100 millones de turistas. Algunos de ellos han dejado de serlo para pasar a la condición de residentes, aunque lo sean con segundas viviendas. ¿Cuánto va a durar el fenómeno? El grueso de nuestros visitantes no saben dónde vienen. Han leído unos folletos, han comparado los precios y se han dicho que las fotografías que cuelguen en las redes hechas en Mallorca, Calella, Torremolinos, van a dejarlos en buen lugar con los amigos. En algún momento, Marruecos, Turquía, Croacia, pueden tomar el relevo.
- La infidelidad por dinero
Nos enfrentamos a un dilema: es cierto que nuestro objetivo futuro no debe ser batir el récord de visitantes sino el del gasto por turista, pero podemos caer en la tentación de tratar de conseguirlo, no a base de cambiar la oferta de sol, playa y apartamento turístico, por deporte, cultura y hotel, sino subiendo los precios, sin más. Podríamos morir de éxito (el clásico "matar la gallina de los huevos de oro").
- La transformación de nuestras ciudades.
Es un hecho: la proliferación de los apartamentos turísticos está vaciando los centros de muchas ciudades. Madrid, Barcelona, Málaga, las Islas Baleares y, en menor medida, Canarias lo están sufriendo. Por otra parte, el efecto del poder adquisitivo del turista sobre el mercado de la vivienda, aviva el fenómeno de la despoblación de los centros históricos y, a medio plazo, pondrá a prueba la calidad del servicio que prestamos, porque no habrá viviendas donde alojar a los empleados del sector turístico. No podrán pagar los alquileres.
- La infravaloración del ciudadano español
He visto con demasiada frecuencia cómo puede llegar a confundirse lo servicial con lo servil. No se trata sólo de la actitud de muchos de quienes viven del turismo, sino, mucho más preocupante, la de los servidores públicos. He sido testigo presencial de varios episodios en los que los Agentes de la Ley han tolerado infracciones de Ordenanzas Municipales a ciudadanos extranjeros, precisamente por su condición de tales; la razón última era "no podemos perjudicar al turismo, que todos vivimos de él".
Una fábula distópica
Un país con muchos siglos de historia a sus espaldas, acaba engullido por compleo, convertido en uno más de los parques temáticos que la "Corporación Turística Global", con sede en un lugar secreto. Como antes Italia, Grecia, Francia, buena parte de Alemania, y el setenta por ciento de los antiguos países soberanos de Europa e Hispanoamérica.
- El antiguo Gobierno de la Nación, salido de sucesivas y periódicas elecciones, ha sido sustituido por el Órgano Gestor del Turismo, nombrado por e Consejo Rector de la Corporación Turística Global (a partir de ahora, la COTUGLO)
- Este Órgano Gestor, establece anualmente el cupo de visitantes que se le asigna a la antigua España, ahora Zona E.SO, (Europa Sur Oeste). Fija, además, quiénes de los aborígenes de E.SO están en condiciones de disfrutar del privilegio de ser reconocidos como T.I. (Turista Internacional) y dónde y cuándo pueden e incluso deben desplazarse durante cada ejercicio presupuestario.
- Los Centros históricos de todas las ciudades y sus aledaños, las edificaciones con vistas al mar y los enclaves habitacionales de interés turísticos de E.SO han sido expropiados, desalojados de sus anteriores ocupantes y se han convertido, todos, en alojamientos turísticos de hasta siete categorías diferentes.
- El resto de los aborígenes, confinados de por vida en las zonas a ellos asignadas, trabajan a sueldo de la COTUGLO en oficios pensados, catalogados y regulados para atender todas las necesidades del turismo que cada año el Consejo Rector de la citada COTUGLO asigne a España. ¡Perdón!: a la Zona E.SO.
Para qué seguir. Acaso algún día, llego a convencerme de que la distopía de la que hablo es algo más serio que una ocurrencia. Sería el momento de escribir sobre ella largo y tendido.
Caminos con retorno:
Cualquier vía que se tome, no puede poner en riesgo la actual realidad: la dependencia de la economía española del turismo, recordemos el PIB y el empleo. No se trata de desmantelar sino de redefinir objetivos, el primero de los cuales, a mi modo de ver, es lograr el incremento de gasto por turista. Más ingresos con menos, muchos menos visitantes.
- En buena medida estamos en manos de grandes operadores turísticos y de grandes cadenas hoteleras extranjeras. Habría que fomentar la inversión orientada a estas finalidades, bien con incentivos fiscales y facilidades crediticias si se trata de inversión privada, o, llegado el caso, con intervención del sector público. (Es decir, exactamente lo contrario a privatizar la Red de Paradores Nacionales de Turismo).
- es necesario explotar a fondo la capacidad de atracción turística de España, más allá del sol, la playa y las bebidas a bajo coste. Nuestro patrimonio histórico, artístico y natural es de primer orden. Saquémosle el partido que puede dar.
- Si, por otra parte, tratamos de reducir riesgos y ganar estabilidad reduciendo el peso del turismo en el PIB, suponiendo que hubiéramos ya conseguido más ingresos con menos visitantes, no deberíamos centrarnos tanto en reducir el "tamaño" del sector turístico, sino en incrementar la rentabilidad del sector servicios en su conjunto. Más rentabilidad por puesto de trabajo; estoy seguro de que hay servicios con mayor valor añadido que el despachar cañas.
- ¿Reindustrialización? Sí, sin duda. Si escogemos nichos en los que no se haya alcanzado ya la madurez.
Un último comentario: con frecuencia oigo decir que los visitantes que recibimos parecen gente cada vez menos refinada. Me pregunto de dónde sacar cien millones de ciudadanos, elegantes, cultos y de buenas maneras. ¿Por qué el museo más visitado de Madrid no es el del Prado sino el del Real Madrid? ¿Creen que es casualidad? Pues no: en Barcelona sólo La Sagrada Familia supera al Museo del Barça.
Estas son mis reflexiones; estoy convencido de que muchos de mis lectores tendrán más y mejores.
Hasta la próxima semana.