lunes, 9 de junio de 2014

Alguien llama a las puertas de la fama.
 
 
   Madrid, 8 de junio de 2014. Paseo de Coches del Retiro. Feria del Libro, a las 7 de la tarde, más o menos. Una riada de visitantes, a veces simples curiosos, en ocasiones hasta compradores, celebridades que no lo son tanto, fotógrafos ocasionales a la búsqueda de imágenes insólitas, atestan la calzada central, deteniéndose de tanto en tanto ante un mostrador, o bajo la sombra de un árbol o al resguardo de alguna sombrilla.
 
  En la caseta de Sial/Pigmalión, Helena Cosano, Rocío Castillo, Luis Eduardo Aute y yo mismo, dejábamos pasar la tarde firmando ejemplares de algunas de nuestras obras, o, más frecuentemente, al menos en mi caso, mirando cuanto acontecía un par de cuartas más allá del pequeño mostrador.
 
Ayer era un buen momento para reflexionar sobre las diferencias que pueda haber entre celebridad, fama, popularidad o notoriedad. No creo exagerar si digo que, cerrada la caseta, entre los cuatro habríamos vendido la quinta parte de lo que hubiera conseguido cualquier presentador o presentadora de televisión, ya se dedicara a programas "del corazón" (digo yo, que por qué el corazón y no las glándulas suprarrenales) o a temas culinarios o semiculturales.
 
 
  En ésas estábamos, cuando se acerca un chaval moreno, guapo, serio, apenas un atisbo de sonrisa educada insinuándose más en sus ojos que en su boca y se detiene justo en la mitad del mostrador.
 
- ¿Hay algún editor? (voz tranquila, con un cierto grado de autoridad en el tono. Una voz de las que no parecen acostumbradas a no ser escuchadas).
- Este Señor de aquí. ¡Basilio, este... chico pregunta por ti!
 
No sé si Basilio habría oído o no la pregunta ("¿Hay algún editor?") aunque sospecho que sí, así que se acercó solícito y con su mejor sonrisa preguntó algo así como "¿Qué puedo hacer por ti?"
 
El recién llegado extendió, decidido, su mano sobre el mostrador para saludar, cosa que consiguió sin el menor esfuerzo.
 
-  Me llamo... (permitidme la discreción de no dar su nombre. Su edad me lo aconseja y, por otra parte, estoy seguro de que dentro de pocos meses será conocido por muchos) y soy novelista. He escrito cuatro novelas, pero no encuentro quien me las edite.
- ¡Cuatro novelas! Espera, da la vuelta y entra en la caseta por la puerta trasera.
 
Para entonces, Helena, Rocío, Luis Eduardo y yo, nos mirábamos unos a otros dudando de si habíamos oído correctamente. Entró el joven escritor. Lo primero que Basilio le preguntó fue su edad.
 
- Once años.
- Once años. ¿Puedo preguntarte qué has escrito hasta ahora?
- Además de algunas colaboraciones para un par de publicaciones periódicas (olvidé los nombres de los diarios, perdón) y de lo que hago para la COPE, he escrito "El secreto de El Escorial", "El secreto de Howard Carter" , "Tintín en Auschwitz" y ... (otra vez mis disculpas por haber olvidado o no retenido el cuarto título.)
- Tenemos un pequeño problema. Dada tu edad yo, como editor, no podría ni siquiera leer tu producción sin permiso de tus padres.
Sí, lo sé. Han venido conmigo. Haced el favor de pasar -Dijo a un matrimonio que seguía atenta la escena desde fuera de la caseta.
 
Entraron los padres, y fuimos enterándonos de más cosas, por ejemplo de que el joven escritor habla inglés y alemán, de que tiene ciertos problemas con sus profesores porque en algunas disciplinas, inglés, por ejemplo, va por delante de los maestros, y de cuáles eran sus aspiraciones.
 
Mientras Basilio hablaba con los padres del novelista, éste, once años, recuerden, se fue a jugar con el hijo de Basilio que es de su misma edad. Habíamos tenido ante nosotros a un genio de once años, capaz de ser prácticamente trilingüe, de haber escrito cuatro novelas, de colaborar con emisoras y diarios y de preferir jugar al fútbol con alguien de su edad, que seguir dando palique a una colección de seres que a él deberíamos parecerle del pleistoceno, al menos L. E. Aute y yo. Es decir un fuera de serie a quien no daban ganas de estrangular porque ni era repipi, ni sabihondo, ni suficiente, ni empalagoso. Nada más estaba seguro de su valía, y cuando le daba por ahí, dejaba de ser un genio y se iba a jugar.
 
Creo que si la Editorial encuentra publicable su obra y tengo la intuición de que así será, a no tardar veremos nacer uno de los más precoces novelistas españoles de todos los tiempos.
 
Hay veces en las que uno tiene la sensación de haber estado en el lugar adecuado en el momento oportuno.
 
 
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta aquí lo que desees