viernes, 1 de mayo de 2015

La crisis: desmemorias y falacias.
 
 
¿Recordamos los comienzos?
 
Porque es importante. Ahora, en los tiempos que corren, con toda una batería de procesos electorales en curso, la crisis, o, más exactamente, responsabilizar de la crisis al contrario -en unos casos- o considerar infame el modo en el que se está afrontando la salida- en otros casos- han de ser, están siendo, argumentos políticos de primer orden.,
 
De manera que conviene al ciudadano, al votante, saber qué pasó, cuándo, dónde y por qué. Y, llegado el caso, valorar si hay alguna relación necesaria entre la crisis y las medidas que se han tomado, se supone, para salir de ella. Después, a la hora de votar,que cada cual haga lo que le parezca, que una cosa es saber lo mismo y otra muy distinta, sacar las mismas conclusiones.
 
El resumen del resumen es que estamos padeciendo una crisis que en su génesis fue financiera, cuyos efectos los ha pagado la clase media y la clase trabajadora. 
 
Originada en los Estados Unidos, contagiada después al resto del mundo, ha terminado por afectar a la práctica totalidad de los sectores económicos.
 
Algunos detalles más.
 
Lehman Brother's, Madoff, y demás compañeros mártires, se aprovecharon de los vicios y carencias de un sistema que había relajado los controles públicos sobre el mundo financiero, por aplicación del dogma de que los mecanismos internos del mercado son no sólo suficientes, sino inmejorables, para regular la totalidad de la economía del planeta.
 
Los efectos del contagio de la caída en cascada de grandes mitos, Aseguradoras, consultorías, fueron especialmente perniciosos en países en los que como España, Italia, Irlanda, Grecia, el sistema económico descansaba sobre bases que, en sí mismas, estaban cerca del estallido, al margen de lo que hubiera pasado en USA. 
 
Esta crisis, a diferencia de las anteriores, no tenía relación alguna con excesos de producción, o desajustes consecuentes entre oferta y demanda, sino que se parecía, en síntesis, a la vieja estafa de la pirámide, que ya era vieja cuando embalsamaron a Tutankamon.
 
Llama la atención la rapidez inusitada con que Mr. Madoff terminó entre rejas. Tengo para mí que su principal pecado no fue estafar, sino estafar a los de su clase. Y eso sí que no puede consentirse.
 
¿Y en España?
 
Nuestra versión de la crisis tenía algunos elementos propios. No demasiados, pero sí algunos:
 
-  Afectaba a un país que, con crisis mundial o sin ella, descansaba sobre un modelo económico con evidentes síntomas de agotamiento (la descomunal, desproporcionada, desequilibrante dimensión del sector de la construcción, el inverosímil sistema de gestión de un buen puñado de instituciones financieras vinculados al Poder Político, la supervivencia de un régimen fiscal obsoleto, la desorganización del Poder Judicial que dificultaba la rápida reacción ante los desmanes, etc).
 
-  El problema venía de antiguo; tal vez desde finales de la Transición, pero ningún Gobierno había hecho nada para remediarlo, entre otras cosas, porque, gracias a él, se financiaban las economías de los Municipios, de las CC.AA y en más de un caso, las de los propios Partidos Políticos
 
-  Nadie, ningún Gobierno había puesto en marcha mecanismos de control que hubieran evitado despilfarros escandalosos, ni de transparencia que hubieran facilitado el conocimiento de vicios ocultos. Por el contrario, contra toda evidencia, cuando el resto del mundo afrontaba las primeras medidas para solventar la situación, el Sr. Zapatero insistía en la solidez, por ejemplo, de nuestro sistema financiero.
 
-  La falsa sensación de bienestar y riqueza que pudría a España, en parte por la llegada de ríos de oro, de subvenciones de la UE malgastadas de forma irresponsable e incontrolada, y en parte por subsidios internos provenientes de los primeros tiempos de la Transición, el PER por ejemplo, habían instalado en el inconsciente colectivo la doble creencia de que éramos ricos y de que trabajar era de tontos.
 
-  No sólo se negó la evidencia, sino que se continuó adelante como si no pasara nada o si lo que pasaba era, nada más, una tormenta veraniega. Leyes que en sí mismas era loables, La Ley de Dependencia y la que establecía medidas para la igualdad efectiva entre sexos, por ejemplo, eran regulaciones caras que no podrían resultar aplicables en los tiempos que ya habían llegado.
 
Y la crisis estalló.
 
Y pareció como si alguien hubiera dado la voz de sálvese quien pueda. Cualquiera con sentido común habría pensado que era el momento de la solidaridad y de planificar los remedios entre todos, pero, no, fue al revés. Estados Unidos eligió su propio camino, medidas Keynesianas que no les han dado mal resultado.
 
Europa volvió, una vez más a ser un concepto meramente geográfico. Alemania, que era quien más recursos estaba en condiciones de poner a disposición de los demás países, eligió una senda que ella misma no aplicó: austeridad, austeridad y más austeridad. Recortes de beneficios sociales, incremento de las jornadas y alargamiento de la vida laboral (ellos hicieron lo contrario), y explotación hasta la náusea del mensaje de que los pueblos mediterráneos eran una colección de vagos que sólo aspiraban a vivir del dinero alemán. Algo de razón no les faltaba, pero los Gobiernos que no hicieron caso excesivo de sus recetas (Reino Unido e Irlanda, por ejemplo) salieron antes del agujero y sufrieron menos. Los demás vieron en la Srª Merkel la causa de sus desgracias, lo que era injusto.
 
España, durante el último Gobierno del PSOE perdió un tiempo precioso, primero negando lo evidente ("no hay crisis y si la hay es pasajera, porque la economía española es sólida y está en condiciones de recuperarse en un abrir y cerrar de ojos"). Después intentó, sin convicción y sin ninguna audiencia, por otra parte, acordar alguna que otra medida con la oposición. Fue inútil. España se hundió en la peor crisis conocida desde la llegada de la democracia, y ahí seguimos, se diga lo que se diga por los portavoces del actual Gobierno.
 
¿Quién Gobierna el mundo?
 
El gran capital, como siempre, pero, en esta ocasión con una desfachatez desconocida hasta ahora. Durante la crisis del 29, los banqueros que se arruinaban tomaron la costumbre de saltarse la tapa de los sesos o arrojarse por la ventana de sus despachos. No es que alabe tal proceder, pero era evidente que los que lo hicieron conservaban un cierto sentido de la decencia.
 
¿Ahora? Cuando todo se vino abajo, el Presidente Obama -debió de creer que era el que mandaba en USA- convocó a lo más granado de las finanzas y la industria gringa a una reunión en la Casa Blanca. Se dice que tenía preparada una batería de medidas, no para corregir lo hecho, sino para evitar que volviera a suceder. Los convocados no acudieron. Era la manera de decirle quién mandaba en Norteamérica.
 
En todas partes, se han vuelto las tornas. La Banca hizo saber a los Gobiernos que si los bancos se hundían, sería peor para todos, así que de una manera o de otra, con rescates declarados o encubiertos, los Bancos en dificultades, que eran la mayoría, recibieron miles de millones de €, que salieron de los bolsillos de los contribuyentes, básicamente clases medias vía impuestos, y clase trabajadora a través de mermas de sus prestaciones sociales, incremento de sus jornadas y disminución de sus salarios.
 
Por si esto no bastara, en el caso de Europa, España, sin ir más lejos, El Banco Central Europeo prestó dinero a los bancos privados a intereses simbólicos, que ellos emplearon, no en facilitar préstamos a los empresarios que podrían haber reactivado la economía, sino en adquirir deuda pública de su propio país, que generaba rentabilidades diez veces superiores a los intereses que ellos pagaban al Banco Central Europeo. Y los Gobiernos no hicieron nada para evitarlo, porque los dueños reales del Gobierno no lo habrían consentido.

"Los Mercados", expresión críptica que todo el mundo usa y casi nadie podría definir, parecen haber sustituido a los representantes elegidos por los ciudadanos a la hora de tomar decisiones. Los Gobiernos se escudan en ellos para poner en práctica lo contrario de lo que dijeron cuando fueron elegidos. Nadie puede pedir responsabilidades a "Los Mercados" porque son entes virtuales, coartada de todo y padres de nada.
 
Para redondear el panorama, las instancias económicas internacionales, Banco Mundial, Banco Central Europeo, Agencias de Calificación de riesgos, no tenían la menor vergüenza en advertir a los ciudadanos de los países más castigados, que aún habían hecho poco, que había que precarizar más el mercado de trabajo, reducir los beneficios del moribundo Estado del Bienestar e, incluso, advertir a los votantes sobre qué opciones electorales convendría evitar si querían seguir formando parte del Club de los Ricos.
 
El caso español.
 
Como ya dije, España padecía los efectos de un modelo económico agonizante, pervertido por las subvenciones, infectado por una corrupción puede ser que menos generalizada de lo que se cree, pero suficiente para desacreditar a toda la clase política en su conjunto, y organizado en unas estructuras territoriales costosísimas y prácticamente fuera de control.
 
Sólo un estúpido puede sostener que todo ello es algo que podemos cargar en el "debe" de Rodríguez Zapatero. Ni aun queriendo habría tenido tiempo de hacer tantas cosas y tan mal. La mayoría de los problemas eran viejos de 30 años, y es cierto que ese Gobierno fue incapaz no ya de corregir el rumbo sino de saber o de admitir que tenía que hacerlo.
 
Cuando las urnas dieron al PP la mayor cuota de poder territorial que ha conocido la democracia española, se puso de manifiesto que los ganadores habrían de aprovechar la ocasión, no tanto para salir de la crisis, que era algo que en su mayor parte dependía de lo que ocurriera fuera de España, sino para aplicar aquellas medidas que venían en su ADN, tuvieran que ver o no, con la salida de la crisis.
 
Algunas de ellas, que, por cierto deberían haberse tomado diez o quince años antes, eran imprescindibles, como continuar el camino de la ampliación de la vida laboral. Cuestión de demografía, antes que nada. Otras, como las privatizaciones en materia de sanidad o de educación, no sólo no tenían nada que ver con lo que pasaba, sino que hasta hay quien puede pensar que su efecto era el contrario.
 
Había que reformar el sistema fiscal, pero incrementar el IVA en España es aumentar el fraude, y llevar la fiscalidad de los rendimientos del capital muy por debajo de las rentas del trabajo, es, como mínimo opinable. No valía cualquier reforma. El PP hizo la que se acomodaba a su forma de ver el mundo, crisis al margen.
 
Por el camino, la corrupción entró también en el ámbito sindical, y su descrédito fue jaleado como si se tratara de las únicas instituciones que padecían la enfermedad. Sólo fueron media docena de sindicalistas, Ere's, Cursos de Formación, Tarjetas Negras Bankia, pero el daño ha sido enorme.
 
¿La crisis es ya historia? Que cada uno saque sus conclusiones:
 
-  Las desigualdades han aumentado. No sólo en el caso español, pero aquí más que en el resto de los países de la UE.
-  El salario medio ha bajado en España. En términos absolutos y en comparación con el resto de Europa.
-  Hoy, sigue habiendo más parados que el día en el que Rajoy llegó a la Moncloa
-  Las pensiones siguen perdiendo poder adquisitivo.
-  La precarización del trabajo alcanza cotas nunca vistas.
-  Cada día podemos escuchar a quienes trabajan sin estar dados de alta en la Seguridad Social, o soportando cotizaciones por jornadas reducidas cuando, en realidad, trabajan diez horas diarias. Ni siquiera se plantean la denuncia por temor a perder el trabajo.
-  La mentalidad global, la de vivir de subvenciones, pagar y cobrar en negro, engañar, defraudar, sigue siendo la meta de buena parte de la población porque "es lo que hacen todos y yo no voy a ser el único tonto que cumpla sus obligaciones".
- Puede ser que los Bancos tengan ahora menos problemas, pero siguen sin cumplir su función de alimentar con sus créditos la actividad empresarial.
-  En conclusión: seguimos en la crisis, han mejorado algunos datos macroeconómicos que, por el momento, no afectan a la mayoría de los españoles, pero, eso es indudable, el PP ha conseguido transformar España en línea con lo que siempre quiso: más sanidad y educación privada, menores costes laborales, menor presencia de los Sindicatos, menos derechos cívicos. ¿Qué precio habrá de pagar por ello en términos electorales?
 
 


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