martes, 12 de abril de 2016

La Corte de los Milagros. Dos episodios

Aquellos tiempos de la "biutiul pípol"

No, no hace tanto tiempo. Al menos para los que tenemos cierta edad, nos resulta sencillo recordar el tiempo en el que Mario Conde era el paradigma del triunfo. Era joven, brillante, guapo, rico, riquísimo, acudía al Rocío y apuntaba maneras que parecían predestinarle al Olimpo de la política. Era la gran esperanza blanca, el Mesías que habría de redimir  a España del cutrerío socialdemócrata.

No era el único. Por aquellos años, los 80, "Los Albertos" y sus gabardinas eran la comidilla de horteras y bienpensantes, De la Rosa apuntaba al Cielo con sus hazañas y, por encima de todos, Ruiz Mateos había saltado desde Rumasa a la cárcel, con disfraces de Supermán por medio.

Mario Conde, mientras tanto, encadenaba agasajos, recibía parabienes, ocupaba las páginas de los diarios, establecía tendencias a las que media España se apuntaba. Hasta hubo alguna Universidad que le nombró Doctor Honoris Causa. Muy pocos eran capaces de ponerle límites a su futuro.

Terminó en la cárcel. Durante poco tiempo y disfrutando de tales privilegios que hubo que cesar al Director del penal. Nadie entiende por qué un reo condenado a 20 años pasea tranquilamente su palmito por calles y restaurantes al cabo de cuatro o cinco, pero esa es otra historia.

Una segunda oportunidad.

Hay quien sale de la cárcel con la lección aprendida y comienza una nueva vida alejada de las malas prácticas que le hicieron perder la libertad. Son los menos. La mayoría suele utilizar la "segunda oportunidad" no para enderezar su rumbo sino para repetir la jugada procurando corregir los errores que pusieron a la Policía tras sus pasos.

Personajes como los que comentamos, siempre tienen a su favor la tendencia al morbo y a la papanatería del público municipal y espeso que vive y bebe de lo que la pequeña pantalla le suministra, así que fuera de la cárcel, manteniendo su tren de vida (cosa extraña en un insolvente con deudas multimillonarias con el Fisco), Mario Conde primero intentó la carrera política.

Compró los restos del Centro Democrático y Social y concurrió a Elecciones. Tuvo peor suerte que el inefable Ruiz Mateos y se quedó sin escaño. Adiós inmunidad parlamentaria, así que devino en comentarista político, tertuliano en cadenas propicias, "Intereconomía" sobretodo, y hasta fue llamado para dictar conferencias y presidir mesas redondas en las que se hablaba de ética empresarial y moral política. ¿Por qué no? Pocos saben más de la honradez que los ladrones. Aún espero a Farruquito y Ortega Cano dando lecciones de seguridad vial.

Pero la cabra tira al monte y resultó que este segundo tiempo estaba siendo utilizado para repatriar caudales escondidos fuera de España. Práctica habitual entre cierto tipo de patriotas que por razones que no se me alcanzan se afanan en poner fuera de la voracidad del fisco dineros que tan bien vendrían para activar la economía de ese país al que tanto dicen amar.

La presunción de inocencia también ha de aplicarse a los individuos de esta calaña, pero, por el momento, él, su descendencia y algunos de sus más próximos colaboradores esperan decisiones judiciales en dependencias policiales. ¡Lástima! ¿Quién suplirá su verbo fácil en las tertulias en las que pontificaba sobre los desastres de la política española?

Cosas que la ciudadanía no entiende.

¿Por qué los mecanismos recaudatorios se aplican con tanta eficacia y celeridad al común de los contribuyentes y con tanta lentitud a los grandes morosos?

¿Cuándo aprenderán los listos, que no basta con ser más inteligentes que el común de sus conciudadanos para asegurarse la impunidad? Al final, desde César hasta Conde pasando por Berlusconi, la ciudadanía termina por imponerse a los superdotados que la desprecian.

¿Cuándo reformaremos nuestras Leyes de manera que estos comportamientos tengan su correctivo en plazos razonables?

Los papeles de Panamá.

Vayamos por partes: Crear una sociedad en Panamá, en sí mismo no es delito. Depende de para qué se esté utilizando, de dónde salió el dinero para constituirla, qué fondos maneje y cómo se ha comportado la entidad respecto al Fisco español.

Tampoco es lo mismo que el titular, el accionista, el administrador de la tal Sociedad sea un particular que utiliza tales mecanismos en procura de ventajas para su patrimonio que quien así se comporte sea un político en activo o un miembro de la Casa Real cuyo sostenimiento corre por cuenta de los contribuyentes.

En todo caso, es en estas situaciones cuando, comparando comportamientos, podemos comprobar lo lejos que estamos de las democracias occidentales con tradición. No es lo mismo  el ilícito penal que lo políticamente inadmisible.

El Premier islandés dimite en cuanto su nombre aparece en las listas. Antes de que se compruebe si su actuación está dentro o fuera de la Ley, Mr. Cameron acude al Parlamento y no sólo da explicaciones de lo que hicieron él y su padre antes de llegar  Downing Street, sino que propone la adopción inmediata de medidas correctoras para evitar episodios similares en el futuro.

¿Y en España? ¡Ah, en España! Ni un Ministro cuyo nombre aparece en los citados "Papeles de Panamá", ni mucho menos su Jefe de Filas ve motivo suficiente para dar explicaciones a los representantes del pueblo. Basta con una rueda de prensa del afectado. Basta para él y para los portavoces del Partido. 

Dicho de otra manera: España es tan diferente, que pedir explicaciones en sede parlamentaria es interpretado como un ataque en toda regla contra el Gobierno en funciones y el Partido que lo sustenta.

Y lo que me temo es que este modo de proceder no restará ni un voto al Sr. Rajoy. El votante no termina de entender que él, cada uno y todos en su conjunto, somos los responsables de poner donde están a quienes tan poco respeto demuestran por sus representantes.






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