miércoles, 4 de enero de 2017

He pedido a los Reyes Magos que cuiden de mi pensión

Tal como van las cosas, me temo que voy a necesitarles

Lo malo no es la preocupante disminución de los fondos de reserva, esa "hucha" que cuando el Sr. Rajoy llegó a la Moncloa sobrepasaba los 70.000 millones de Euros. (Por cierto, un inciso: José Luis Rodríguez Zapatero -perdón por citar a tan execrado personaje probable causante del desastre del Guadalete, del de la Armada Invencible y del fracaso del último Campeonato Mundial de Fútbol- había acumulado esa nada despreciable cifra -70.000.000.000 de Euros- para hacer frente a necesidades futuras, luego si lo había hecho él, seguro que era malo. Por eso había que corregir cuanto antes el desmán).

No digo que las últimas extracciones de fondos de la famosa hucha no hayan respondido a su fin fundacional, pero no olvidemos que al principio de la crisis la hucha sirvió para tapar otros agujeros presupuestarios muy distintos al pago de pensiones.

Sí digo, por el contrario, que ha habido medidas que luego comentaré que han incidido en la reducción de los ingresos de la Tesorería de la Seguridad Social, de manera que ahora no había otro remedio aparente que entrar a saco en el Fondo de Reserva.

Lo malo, lo peor, es que, tal como sospecho, detrás de esa alarmante caída en picado de las reservas podría esconderse una solapada, insidiosa maniobra que preparara el terreno para el progresivo desmantelamiento de uno de los pilares del Estado de Bienestar. ¿O no han oído voces poco contestadas, por otra parte, asegurando sesudas, preocupadas, sabihondas, que "esto es insostenible"? No es cierto, dese luego, pero la tendencia está ahí como síntoma del pensamiento profundo de quienes creen que cuantas menos cosas estén bajo la férula estatal, más felices vivirán quienes se lo puedan pagar.

Así es que, como decía al principio, he pedido a los Reyes Magos que cuiden de mi pensión.

¿Y qué pueden hacer ellos, tan viejitos?

Se lo decía en mi carta, porque tampoco creo que les vengan mal algunas pistas. Se trata, como primeras providencias de conseguir que los responsables gubernamentales cumplan con sus obligaciones. Por ejemplo:

Cumplir y hacer cumplir la Ley
Lo sabemos la mayoría de los ciudadanos: hemos vuelto a los tiempos viejos del fraude masivo en la Seguridad Social. Trabajadores sin dar de alta, otros que cotizan por la mitad o por un tercio de sus jornadas reales, horas extraordinarias que no se declaran, etc. Sé que es imposible llegar al fraude cero, pero hay una enorme margen de mejora.

En definitiva, millones de € que dejan de ingresarse en la Tesorería de la Seguridad Social, ante la aparente pasividad de la Administración. En tiempos de crisis, cuando el empleo es un bien escaso, no debe extrañar que el trabajador, individualmente considerado, se tiente la ropa antes de denunciar a su empleador. Si, además, los Sindicatos están lejos de haber recuperado el prestigio que tuvieron hace un cuarto de Siglo, es más que dudoso que el problema se resuelva sin una enérgica actuación de los servicios de Inspección del Ministerio de Trabajo, o como quiera que se llame ahora ese Departamento que tan preocupado dice estar por el empleo.

Considerar prioritarios los criterios recaudatorios sensatos.

Hay que revisar cada una y eliminar la inmensa mayoría de las bonificaciones empresariales a las cotizaciones. No es cierto que creen empleo, pero, en cambio, reducen los ingresos. Sustituir a un jubilado o a un despedido por otro trabajador no depende de cuánto se abarate su cotización sino de cuán necesario sea en la empresa.

Es posible que algunas bonificaciones que tratan de fomentar la discriminación positiva (casos de violencia machista, por ejemplo) puedan tener algún sentido y, sobre todo, tienen una incidencia marginal en el problema de la escasez de ingresos, pero pocos más se me ocurren.

Afrontar reformas que debieron implantarse hace años.

Incrementar las bases máximas de cotización. Puede hacerse con carácter general o, al menos, como posibilidad de pacto entre partes, bien por contrato individual, bien a través de la negociación colectiva, pero mantener los rígidos y escasos límites actuales no tiene demasiado sentido. 

Aumentar la edad de jubilación en plazos menores de los previstos. Sé que no me voy a hacer demasiado popular con esta afirmación, pero hasta la reforma Zapatero, hemos mantenido la edad de jubilación a los 65 años desde, que yo recuerde, desde los años 40, cuando la edad de incorporación al trabajo eran los 14 años y la esperanza media de vida apenas sobrepasaba los 70 años. Hoy, la edad de incorporación al mercado laboral se acerca a los 20 años y la esperanza de vida de los que ya han cumplido los 50, sobrepasa los 82 años. No cuadran las cuentas por muchas vueltas que le demos.

Me parece que, en esta materia, dejar abierta la puerta a soluciones pactadas entre partes con el aval público para prolongar la vida laboral más allá de la edad reglamentaria, con el consiguiente efecto generalizado sobre la pensión futura, sería positivo, especialmente en las rentas altas: más tiempo cotizando y menos tiempo drenando fondos por percepción de pensión.

Abrir un debate sobre financiación alternativa de algunas coberturas. La pensión de viudedad, la de orfandad, por ejemplo, pueden seguir gravitando sobre la Seguridad Social o pasar a ser contingencias no contributivas atenidas en todo o en parte, todo es matizable, por los Presupuestos Generales el Estado.

Se dirá que tanto da, porque los que al final soportan la carga son los mismos, pero no es cierto: el número de contribuyentes es mayor y es, además, diferente que el de cotizantes. Sería una forma de redistribución solidaria de cierta parte no demasiado significativa de las rentas.

Algunas perogrulladas.

Sesudas mentes gobernantes repiten con la seriedad solemne del asno que "la mejor garantía para las pensiones es la creación de empleo". No se engañen, no son tontos: por supuesto que si hubiera pleno empleo el problema tendería a reducirse bastante (no totalmente, pero sí bastante). No pretenden haber descubierto el Mediterráneo, no, es más sutil que todo eso.

La maniobra es la siguiente: si lo mejor para el sostenimiento de las pensiones es la creación de empleo (y lo es), deberíamos aplaudir cualquier medida que en la opinión de nuestros sabios gobernantes sea generadora de puestos de trabajo. ¿Quién decide que una medida crea empleo? El Gobierno y la CEOE (que por cierto pide a los Reyes Magos "profundizar la reforma laboral". Si es que son insaciable, oiga).

Como, por otra parte, el ritmo de incremento del empleo no será suficiente para garantizar la sostenibilidad del sistema, siempre se podrán pedir mayores sacrificios, para terminar proponiendo soluciones alternativas que dejen satisfecho al Fondo Monetario Internacional y, de paso, le den un buen tantarantán a las pensiones de las gentes que no tuvieron cabeza para ahorrar lo suficiente durante su vida activa.

Mis perogrulladas, que también tengo derecho.

Si el IPC sube un 1'5 % y mi pensión el 0'25, o sea 5 € netos al mes, y eso que soy de los privilegiados, me siento insultado si le oigo a la Srª Ministra hablar de "revalorización". Sólo hay una cosa que me moleste más que tener un gobernante tonto, y es que él crea que el tonto soy yo.

Yo no creo en los Reyes Magos pero estoy convencido de que algo podríamos hacer ¿Cuándo nos daremos cuenta los pensionistas que somos la más formidable fuerza electoral de España? 








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