jueves, 13 de julio de 2017

El grotesco espectáculo del secesionismo

Si les pasara a otros sería divertido

Pero no es así. Nos está pasando a nosotros. Es un grupo de ciudadanos nacidos, criados, alimentados y enriquecidos en España, a costa de España mejor sería decir, los que día a día suministran material para el más delirante guión de una eventual película tragicómica de política ficción.

La mentira como arma reglamentaria

Desde que Adolph Hitler encargó a Joseph Goebels el Ministerio de Propaganda del III Reich, citar el principio de que "una mentira repetida el suficiente número de veces se convierte en verdad", es un lugar común.

El secesionismo catalán se mueve a diario en este universo de posverdades infumables,   (posverdades, o sea, certidumbres basadas en sentimientos y no en hechos) prevaliéndose de que, por sistema, el cansino agota a la audiencia y casi nunca encuentra enfrente a otro igual que él que se tome el trabajo de desmontar todas y cada una de sus mentiras, tantas cuantas veces sean necesarias.

A mí me pasa lo mismo, pero a veces, hoy sin ir más lejos, me levanto con ganas de controversia, así que, para que quede claro:

- Cataluña ni es, ni ha sido nunca un país independiente. Jamás. Ni un sólo día. No importa cuántas veces se repita lo contrario, la Historia no va a cambiar. Quien lo defienda, o es un ignorante, o un mentiroso o las dos cosas.

- No ha existido jamás la Monarquía Catalana ni la Catalanoaragonesa, así que cuando leamos esa patraña en una novela, debemos de saber que el autor es un farsante que usa y abusa de la libertad que le concede el país del que forma parte, aunque no quiera, para embaucar a los lectores.

- El derecho de autodeterminación sólo lo reconocen los tratados internacionales a los habitantes de territorios coloniales o a los invadidos por fuerzas extranjeras, lo que, evidentemente, no es el caso. Invocar ese supuesto derecho en Cataluña es manipulación, tergiversación, otra vez mentira.

- Un territorio escindido de un país miembro de la Unión Europea queda fuera de ésta y sólo podría ser nuevo miembro de la Unión siguiendo los procedimientos habituales, entre los que hay que contar con la unánime aceptación del solicitante por los países miembros. Se puede repetir lo contrario a diario, pero los Tratados siguen diciendo lo mismo. Los "Puigdemones" lo saben, pero mienten constantemente cuando dicen lo contrario.

- La España actual es un régimen democrático como lo prueba el hecho de que quienes dicen que estamos en un sistema dictatorial no sean perseguidos por manifestarlo. Asegurar lo contrario, es mentir y calumniar, sea quien sea quien lo dice o sean cuales sean los motivos que se tengan para mentir.

- Cuando las Leyes vigentes se han elaborado por procedimientos democráticos, no cabe oposición entre legalidad y democracia. Al contrario: ignorar, desobedecer la Ley es antidemocrático. Y la legalidad española es democrática. El resto del mundo lo sabe; ellos también, y mienten cuando dicen lo contrario

- España no roba a Cataluña; por el contrario, durante décadas, Cataluña se ha lucrado de fondos públicos invertidos allí en detrimento de las necesidades de otras partes de España. Vayan a Extremadura, a Andalucía, a Castilla y compruébenlo. Quienes les han robado son los que están detrás de buena parte de sus delirios secesionistas. Para entendernos: primero les mienten y luego les roban. Si les gusta...

- Ladrones catalanes que han robado a Cataluña y, cuando han podido, al resto de España, haberlos, haylos. Una buena parte de ellos forman un clan familiar. Negarlo, disimularlo, acusar a España de persecución política, es, además de mentira, masoquismo. ("Sí, nos roban, pero al menos son de los nuestros")

Podría seguir, pero no quiero aburrir.

La tragicomedia de cada día.

Un día es el lamentable peregrinaje del tal Puigdemont mendigando audiencias que no se conceden por esos mundos de Dios. (se hace el ridículo, pero los costes los paga el contribuyente)

Otro día nos enteramos de que el actual Gobierno catalán retira su apoyo a los medios de comunicación que no sean sus fieles palmeros. Y siguen hablando de campañas de prensa orquestadas desde Madrid

Al siguiente asistimos atónitos a la puesta en escena desde un teatrillo del bodrio jurídico que se quiere hacer pasar por Ley reguladora del proceso de secesión. Ley que pretende aprobarse en una sola lectura, sin debate, sin dejar opinar a la disidencia, de tapadillo, como quien dice, por quienes acusan al Gobierno de escasa calidad democrática.

Nos enteramos de que el Gobierno catalán tiene problemas hasta para hacerse con urnas donde votar porque cada día son más quienes disienten del disparate.

Y llegamos al punto en el que el ridículo roza la categoría olímpica. Las gentes del Junts pel Si, los próceres del PdeCat, las huestes de Ezquerra Republicana y los agitadores de la CUP, los increíbles socios de la burguesía convergente, no parecen dispuestos a arriesgar su patrimonio dando un pasito adelante y dejándose ver más de lo debido.

O sea, que independencia sí, pero no a costa de que vayan a ponerme una multa. ¡Sólo faltaba!, Así que el mismísimo Oriol Junqueras se niega a ser Consejero para el Referéndum y pide que en su Gobierno rija una especie de "Fuenteovejuna, todos a una",  no vaya a ser que la tomen sólo con él y acaben metiéndole la mano en el bolsillo. Y como él, todos cuantos han sido sondeados por el atribulado Puigdemont.

¿Ha llegado el momento?

La cuestión, una de las cuestiones, tampoco exageremos, es si ha llegado o no el momento de aplicar el Art. 155 de la Constitución y el Estado interviene la Generalitat.

Más allá de las opiniones de cada uno, hay algo que está fuera de cualquier duda: la posibilidad de suspender total o parcialmente el autogobierno catalán, de aplicar, por tanto el Art. 155, es una eventualidad absolutamente constitucional, si se dan las condiciones para ello.

Por lo que a mí respecta, creo que es una opción que hay que tener dispuesta, estudiada y medida de manera que, si llega a aplicarse, no haya margen alguno de error.

Más allá de esta alternativa, es evidente, negarlo es ceguera, que el problema catalán existe y que hoy por hoy no hemos dado con la tecla para resolverlo. Creo, por tanto, que es preciso hacer algo más que constatarlo o acudir a los Tribunales un día sí y el siguiente también.

No obstante, creo también que la búsqueda de cualquier solución posible exige tiempo, serenidad y buen ánimo por parte de todos cuanto intervengan en la búsqueda del remedio. Lo que equivale a decir que primero es indispensable recuperar la absoluta normalidad y después pensar mucho, dialogar más y apasionarse menos.

Esa meta, desconocida hoy, no la vamos a encontrar con juegos de palabras. La semántica no es la solución. No se trata de si "nación" es mejor que "nacionalidad" o viceversa, de si somos un país de países, una nación de naciones, o un Estado de Estados. Eso son ganas de liar al personal. 

Hay que volver a hablar de las competencias de cada espacio territorial y de las relaciones de cada parte del territorio con el resto y con el conjunto. Si eso exige la reforma en profundidad de la Constitución, habrá que hacerlo. Otros países lo han hecho y han resuelto buena parte de sus problemas.

Y habrá que hacerlo sin prejuicios, o sea, que no necesariamente la solución tiene que ser ahondar en el esquema actual, sino que no debería descartarse, como punto de partida, el contrario, es decir, reducir el número de entes territoriales y revisar sus atribuciones. Metodológicamente es una exigencia lógica. 

¡Qué lástima!

Sí, qué lástima pensar que toda esta farsa que tan carísima nos está saliendo a todos, a los catalanes los primeros, tenga como principal ingrediente el deseo o la necesidad de hacer algo sonado para evitar que cierta familia calificada por los Tribunales como "organización mafiosa" entre en la cárcel. Algo que, por cierto, están logrando por el momento, con una sola excepción.

Sí qué lástima que, mientras tanto, los verdaderos problemas de los catalanes sigan posponiéndose sine die . 

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