Entre el drama y el esperpento
Por mal que estén las cosas siempre pueden empeorar.
Día y medio alucinante, surrealista, digno de un guionista que escribiera bajo los efectos de cualquier droga alucinógena.
Sedicentes líderes (dejémosles en paisanos, que mejor les cuadra) votando contra lo que defendieron días antes; aliados cirunstanciales que eran enemigos irreconciliables antes de entrar en el hemiciclo, otros que escogieron una senda que les llevaba a la contraria dirección a la que decían buscar. Argumentos contra sus propias palabras que aún resonaban en las bóvedas de la sala; Síes que eran noes, noes que eran síes.
Uno oye decir, más o menos, “me echan ahora que todo va bien; a ver quien arregla ahora lo que falta por hacer” y piensa que la recuperación iba medio bien, o sea medio mal, que no hay que confundir la evolución de la prima de riesgo, con el nivel de los salarios aún lejos de cuando todo empezó a ir de cabeza. Escucha hablar del recuperado prestigio internacional y recuerda, de inmediato, los desplantes de jueces belgas, escoceses o alemanes, edulcorados por las buenas palabras de los políticos afines de todos los países europeos, que siguen siendo, otra vez, el extranjero.
Llega el final, Rajoy saluda a Sánchez, le felicita y se va. Llevaba ausente una tarde y media mañana. Mal gesto, pero tiendo a entenderlo. Impropio de parlamentario curtido pero lógico en un ciudadano, que es lo que vuelve a ser. Llega el final, no, no bostezo, porque no ha lugar. Recupero el aliento y me da por pensar que estábamos mal, que por eso han mandado a Don Mariano a su casa, pero que ¡maldición! todo apunta a que podría ser peor el remedio que la enfermedad.
Dicho de otra manera, que podría ser que nos aplicáramos el principio de Peters, uno de ellos: “Por mal que estén las cosas, siempre pueden empeorar”. Y me da por hacer saldo de qué ha ganado y qué ha perdido cada una de las formaciones políticas (y también sus cabezas visibles, a las que me resisto a llamar “líderes”, porque para mí, eso es otra cosa y, por más que miro, no veo ni uno)
¿Habrá terminado por saber el Sr. Rajoy lo que ha pasado?
Le tenían ganas. Todos. Por distintas razones, pero estaban esperando el momento oportuno para tirarse a su yugular.
Tengo para mí, que se lo ha ganado a pulso. Los últimos meses han sido insoportables. El pudridero del fangal catalán, su desesperante manera de no hacer nada, absolutamente nada para enderezar el rumbo más allá de acudir a los Tribunales; el atorrante sonsonete repetitivo enervante, triunfalista de la recuperación, como si fuera cierto que todo iba bien, cuando soportábamos la creciente brecha de las desigualdades sociales, cuando el paro bajaba a golpe de precariedad, cuando el empleo ya no garantizaba un mínimo de bienestar, cuando Dª Fátima soliviantó a los pensionistas con una carta inadmisible; y la corrupción, la tremenda losa cuyo peso crecía cada semana, cada día, y cuya única contestación era airear el cieno ajeno.
Ayer el Presidente y hoy su Portavoz han acudido una vez más al viejo argumento evangélico de que quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todos han pecado pero el diluvio de cantazos que le ha caído encima se ha llevado por delante, por primera vez desde que se estrenó la Constitución, a un Presidente en ejercicio.
Se equivocó el Sr. Rajoy. Creyó hasta que ya era tarde que ganaría la moción y que, por tanto, saldría ganador. Por eso, creo yo, no se le pasó por la cabeza dimitir. Después, cuando se supo que el PNV, el mismo que le salvó apenas tres días antes, esta vez votaba en su contra, siguió negándose a darse a sí mismo una salida digna.
Dicen que dice que lo hace por el bien de España. Dª Cospedal mediante, parece que se trata de elegir lo mejor para los españoles. No lo creo. Lo mejor para el PP según su análisis que también puede ser erróneo. No han querido correr el riesgo de someterse a nuevas elecciones en plena marea creciente de su socio y principal competidor el también derechista Sr. Rivera.
Podría el PP haber conservado el Gobierno, aunque Don Mariano tuviera que haber dejado su sillón a otro correligionario. Pudo hacerlo hasta esta mañana. No lo hizo. El tiempo dirá si han acertado o no. Mi opinión es que no, pero, ya saben: no es más que una opinión.
Un penúltimo apunte: hoy ha subido la bolsa y ha bajado la prima de riesgo. Ambas en niveles significativos. Yo creo que ni la presentación de la moción, ni su resultado han tenido mucho que ver con los vaivenes. Mejor así, aunque eso desmienta los agoreros pronósticos de algunos cenizos profesionales
No quiero dejar la ocasión de reconocerle al Sr. Rajoy el mérito incuestionable de haber producido su mejor, más brillante, más elocuente intervención desde que lo conozco. La mejor de esta tormentosa, atormentada y estrafalaria moción de censura.
Una certeza que valdrá de poco: D. Pedro Sánchez es Presidente de Gobierno.
“Digan lo que digan los demás”, hay una certeza previa. Una certeza incuestionable, incómoda para muchos, pero indiscutible: el modo de acceder a la Moncloa del nuevo inquilino ha seguido el procedimiento establecido por la Constitución, de manera que dejen de rasgarse las vestiduras, porque la Constitución que dicen defender quienes ahora claman al cielo, prevé este trámite, como previó la intervención de Cataluña.
Lo único que eché en falta en el anodino, cauto y circunspecto parlamento del Candidato fue su programa. Teníamos Candidato pero salvo él nadie sabemos exactamente qué es lo que piensa hacer. (Tengo, incluso, mis dudas de si en su mente estará ya el citado programa o aún andará en fase embrionaria)
Es posible que el lunes esté ya en La Moncloa. Por fin, su sueño hecho realidad. Ahora bien, no es que no tenga mayoría parlamentaria, que no la tiene. Es que su desamparo es tan dramático que cada vez que quiera hacer algo se dará cuenta de cuán precario es el equilibrio de su sillón. Necesitará, vez a vez, que vuelva a repetirse el insólito espectáculo de enemigos votando juntos.
Verá la fruición con que su entusiasta felicitador, el Profesor Iglesias, exige su cuota de poder para que él pueda seguir disfrutando la suya. Comprobará lo caro que sale ir de copas con gentes tan poco recomendables como sus costaleros de esta mañana. ¿Qué espera del Sr. Tardá, del Sr. Rufián, de sus primos del PdCat, de sus amigos de Bildu? ¿Cuánto puede fiarse de los conspicuos varones del Partido Nacionalista Vasco? ¿Por qué supone que no harán con él lo que acaban de hacer con el Sr. Rajoy?
Doy por descontado, Sr. Sánchez, que usted ya sabe que un día sí y otro también van a echarle en cara que es usted Presidente sin que le hayamos elegido los ciudadanos. Recuérdeles que el Sr. Calvo Sotelo tampoco lo fue, aunque a lo peor es un mal precedente, porque pasó de Presidente de Gobierno a Diputado del Grupo Mixto.
También le recordarán que usted dice que mantendrá los Presupuestos del Sr. Rajoy a los que usted se opuso. Me pregunto cómo podría usted evitarlo con un Senado de mayoría absoluta del PP y una eventual nueva revisión en el Parlamento, sin el poyo del PNV. O sea, que usted se está limitando a aplicar aquello de “hacer de la necesidad virtud”.
Y lo peor es que igual le da por alargar la agonía de su mandato hasta donde el cuerpo aguante, porque, oye, día que pasa en la Moncloa, día que sigues en el Poder. ¡El Poder! ¿Eso cree? Usted cree que necesita tiempo para convertirse en un líder aclamado por todos. Cuidado, Sr. Presidente. Alargue el mandato, deje crecer a su sombra a los Profesores de Podemos y verá cómo entre ellos y el Sr. Rivera, en vez de terminar con el bipartidismo, inventan y disfrutan de uno nuevo, el de ellos.
No obstante, Sr. Sánchez, por el bien de España, por el bien del pueblo español, por el bien de todos nosotros, espero estar equivocándome de medio a medio. No sabe cuánto me alegraría si en unos meses todos acabáramos por ver, no sin cierta estupefacción, al genial estadista que estaba escondido a la vista de todos.
¡Ah, si usted arreglara el desmadre catalán, mejorara las pensiones y redujera el déficit al mismo tiempo, solventara el espinoso asunto de la financiación autonómica, simplificara la Administración, modernizara la Justicia, redujera desigualdades…! Porque sé que no olvidará mandar al desván la Ley Mordaza, y alguna otra cosa de las que figuraran en algún programa que usted llegó a tener en otros momentos.
Ciudadanos. otro caso digno de estudio.
Siempre hay argumentos para defender una cosa o su contraria. Eso depende de por dónde crea uno que va a soplar el viento.
Ciudadanos ha crecido como la espuma, a qué negarlo, apoyado en dos pilares fundamentales: la oposición frontal, sin fisuras (digan los que digan los Hernandos, Cospedales y demás palmeros) ante cualquier asomo de independentismo catalán, y la defensa de una moralidad pública alejada de las prácticas corruptas que vienen asolando España, desde hace demasiado tiempo.
Del primer aspecto, no hace falta añadir ni una palabra. Del segundo, sí. ¿Cómo es posible que un Partido con esas señas de identidad, vote en contra de una moción de censura basada, precisamente, en la denuncia de corrupción consecuente con la Sentencia de la Audiencia Nacional en el caso Gürtel? Por el interés general. Por la conveniencia de sostener la estabillidad. ¡¡¡Ya!!!
No. Rivera se alió con Sánchez no hace tanto tiempo con la intención de desalojar al S. Rajoy de la Presidencia. No lo lograron porque la maniobra no entraba en los planes del Profesor Iglesias, pero lo intentaron. La diferencia es que Ciudadanos entonces era una interesante formación política, cuarta en el orden sucesorio, y ahora es toda una alternativa de Gobierno con serias aspiraciones a tocar el Poder con las manos, si las elecciones se hubieran celebrado tras una larga agonía del PP cuya recuperación se antojaba imposible.
Claro que a lo mejor yo soy un mal pensado y no caigo en la cuenta de que la tolerancia de Ciudadanos con la corrupción va por barrios, porque en Andalucía sostiene al frente de la Junta un Gobierno del PSOE y no ve en ello la menor contradicción con su credo.
Ahora resulta que las cosas han salido al revés y se encuentra en la oposición, pero en una oposición que liderará su gran rival a la hora de disputarse el voto de la derecha. Cosas que pasan cuando uno piensa más en sí mismo que en lo que de verdad cuenta en política. Todo eso, salvo que descubra la cuadratura del círculo y sea capaz de hacer oposición al PSOE y al PP al mismo tiempo.
Los Nacionalistas de acá y de acullá, como siempre, vendiendo o alquilando sus votos.
Ha pasado mucho tiempo. Recuerdo, año 92, haber oído personalmente al Sr. Maciá Alavedra presumir del civilizadísimo comportamiento de Convergencia y Unión que siempre pondría los votos de sus Diputados en Madrid “al servicio de la Gobernabilidad de España”, dijo, y añadió. “Lo hicimos con UCD, ahora con el PSOE y, cuando llegue el momento, lo haremos con el PP”.
Y lo hicieron. Aún estaba lejos el momento en el que se desenmascaró al clan Pujol. Los independentistas entonces cabían en cuatro taxis. Cobraron a precio de oro sus apoyos y cuando les pareció que había llegado el momento, rompieron, o pretendieron romper, la baraja. Parece que no les está resultando tan sencillo, así es que vuelta a las andadas: “No votamos a Sánchez, votamos contra Rajoy”.
Entendido. Que levante la mano quien crea que no van a intentar cobrar el oculto peaje de su apoyo al Presidente. El de ayer, y el que se deducirá de seguir manteniéndole en la Moncloa.
Del PNV, mejor lo dejamos. Hoy te salvo el culo y mañana te hundo en la miseria. Total, si me aseguran que los dineros van a seguir viniendo… ¿Y el acercamiento de los gudaris presos a su tierra? De eso, mis queridos lectores, no hay prueba alguna de que se haya hablado. Tiempo al tiempo.
Una sola y discreta mención para la Srª Oramas. No tuve el placer de oírla y lo siento, porque suelo disfrutar con su oratoria y con el fondo de sus intervenciones. Creo que ha sido consecuente. Cuando no gustan las alternativas, lo único sensato es abstenerse. Cierto que la irrelevancia de su voto facilita la independencia de criterio, pero otros en su lugar quizás hubieran caído en la tentación de sacar algo a cambio de su pronunciamiento en un sentido o en otro.
Y D. Pablo Iglesias se acerca algo más al “sorpasso”
El Claustro de Podemos debe de estar frotándose las manos. Por fin casi dos años después, tiene al PSOE donde quería: D. Pedro en la Moncloa, en precario, rehén de sí mismo y de una patulea de formaciones que pueden mantenerle maniatado en tanto no haga día a día lo que se le indique.
De momento, ya está reclamando la entrada en el Gobierno. El argumento, impecable desde el punto de vista de la matemática parlamentaria, es que será difícil gobernar con 84 Diputados y que se haría mucho mejor con 156. Tal parece que D. Pablo no sólo es un experto docente en la ciencia política sino que tiene sobrados conocimientos en ciencias exactas.
Él y ella deben congratularse de que con el desbarajuste instalado en la escena política, sólo algún necio podría recordar el lejano episodio de la compra de su chaletito en la Sierra y de la sorprendente concesión de la hipoteca por mor de las buenas relaciones que mantiene la pareja con el soporte financiero del secesionismo.
Ya han dicho que quieren “compartir responsabilidades de Gobierno” y que aspiran a agotar la legislatura. Lo han dicho sin perder ni un minuto, saliendo del pleno que ha hecho Presidente a Sánchez. Y al final del mandato de ese Gobierno de coalición, me imagino, los posibles aciertos serían de Podemos magnificados por su eficaz aparato de “agit pro” y los errores del pobre Sánchez que no siempre se dejó aconsejar cabalmente.
Entre líneas es fácil leer la amenaza latente: tienes 84 Diputados, sólo eso. Ponte heroico y te mandamos a tu casa. Yo no sé si Sánchez es consciente de la fuerza real que tiene, que es la que se deduce del planteamiento contrario: “haré las cosas como he anunciado, y si no estáis conformes, disuelvo las Cortes y convoco elecciones generales”.
Podemos necesita tiempo, y el nacionalismo pactos. ¿Es imaginable la cara de Tardá, de Quim Torra y demás secesionistas ante un Gobierno de Ciudadanos, presunto ganador de las siguientes Generales? Igual dejaban de presionar al flamante nuevo Presidente.
En Resumen
Pierde el PP, por sus propios errores.
Pierde Ciudadanos por sus cálculos cicateros que además no se cumplieron.
Podría perder PSOE, pese a ganar en apariencia, a poco que se equivoque.
Ganan Podemos y Nacionalistas
Y justo en este momento me viene a la cabeza, inoportuna aquella aleluya:
“Y nos molieron a palos,
los sarracenos.
que Dios ayuda a malos
cuando son más que los buenos”.
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