sábado, 23 de marzo de 2019

Las cosas por su nombre. Podemos (V)

Democracia ciudadana.

Demasiada democracia con apellidos, para mi gusto. Miro hacia atrás y recuerdo “democracia popular”, “democracia orgánica” y trato de compararlas con “democracia” a palo seco: no resisten la comparación, como tampoco aquel metal de ínfima categoría, “oro alemán”, o el que se hacía llamar “plata inglesa” podían compararse con el oro o la plata auténticos. Todos, metales y democracias apellidadas, tienen en común que no eran lo que querían hacer creer.

Concedamos, no bastante, a Podemos el beneficio de la duda, y no adelantemos juicios hasta leer que es lo que el mismo Partido entiende por esa extraña democracia ciudadana. (Por cierto ¿no encierra la expresión una evidente reiteración, o alguien conoce una democracia que no tenga por sustento la ciudadanía?)

Las ciudades tienen que ser “sostenibles” (otro de los mantras que arrasan, la sostenibilidad. Tanto que hasta se anuncian cacaos sostenibles por televisión. En fin, porque esté de moda no tenemos por qué pensar que sea un timo). La receta, según la Medida 285, consiste en abjurar del modelo urbano actual basado en la construcción de vivienda nueva, y sustituirlo por el reciclaje, renovación, reforma y actualización de las viejas viviendas.

Estas nuevas viviendas viejas, no sólo van a ser energéticamente eficientes, sino que el cambio va a generar más empleo y de mayor calidad que el actual (¿Cómo? ¡Ah! el programa no lo dice), y, además, saldría todo ello a precios asequibles para “la gente”.

Las nuevas ciudades recicladas serían accesibles por completo, porque la ciudad es un derecho de todos, no como antes. Confieso que concebir la ciudad como un derecho es para mí una novedad.

Cambio climático, (Medida 288), repoblación forestal (¿novedad?), nueva gestión de emisiones de CO2, energías renovables como única fuente de energía en España para 2050, y todo ello expresado en una fraseología novísima que es lo que de verdad garantiza el cambio: resiliencia, fiscalidad verde, empoderamiento, diversidad, riesgo de exclusión social, inclusividad, perspectiva de género, etc., etc. ¿Convendría hablar de costes? No, desde luego, si de lo que se trata es de encandilar al votante.

Una pirueta, un cambio de tercio, y el punto 293, dentro del mismo capítulo, anuncia la intención de anular el Concordato con la Santa Sede y actuar en consecuencia con el carácter laico que se quiere otorgar al Estado (conviene recordar que, por el momento, la Constitución habla de aconfesionalidad, lo que no es lo mismo que laicidad, aunque se le parezca). Al hilo de esta premisa, propone Podemos entre otras medidas de menor fuste:
  • Suprimir la religión de la enseñanza pública.
  • Eliminar capellanías y servicios religiosos de las instituciones públicas.
  • Supresión de las prerrogativas fiscales de la Iglesia.
  • Eliminar las dotaciones económicas estatales a cualquier confesión religiosa.
  • Derogación de los Artículos. del Código Penal que hablan del delito de ofensa a los sentimientos religiosos.
Y como en la democracia ciudadana cabe de todo, la medida 297 trata de resolver el problema del transporte público, primando el ferrocarril sobre cualquier otra alternativa, garantizando el derecho al transporte para quienes quieran hacerlo y no tengan sencillo su uso y poniendo en cuestión la Alta Velocidad como fórmula que tal vez debiera ser sustituida por alternativas más baratas.

Nuevo salto temático, y la Medida 303 enuncia los postulados de la futura Ley de Bienestar animal. Quien tenga especial interés por la materia, basta con que parta de la hipótesis de que para Podemos la diferencia entre uno de los animales objeto de protección y un ciudadano de clase media está a favor del animal, cuyos derechos empiezan a ser considerados como dignos de figurar en la declaración Universal de los Derechos del Hombre, la Mascota y el Ciudadano.

Es cierto que este capítulo adolece de orden, de método y de coherencia interna, pero si se hubieran pulido evidentes exageraciones y maximalismos, es no sólo de los menos objetables sino que se alinea con propuestas que podrían ser defendidas por quienes creen que hay cuestiones que deben estar por encima de posiciones partidistas (atención a la habitabilidad de las ciudades, al cambio climático, o asunción de las consecuencias de la laicidad del Estado).

Democracia Internacional.

Me disculpo de antemano con Podemos si mi presunción de que “democracia Internacional” podría ser entendida como el capítulo de Política Internacional del Partido. Si, pese a todo, no ando desencaminado, como tendremos ocasión de leer, tengo la impresión de que en buena medida los politólogos de Podemos confunden Relaciones Internacionales con derechos y obligaciones de súbditos extranjeros en territorio español. Veamos:

  • Cobertura sanitaria universal (Medida 304). Contiene el punto lo que se deduce del título. Pues muy bien, pero ¿esto qué tiene que ver con la Política Internacional? Es una cuestión de carácter interno, que afecta, eventualmente, a ciudadanos extranjeros en nuestro territorio. No habría estado de más, por otra parte, alguna llamada a la posible recuperación de costes a cargo de quien corresponda, cuando el beneficiario de la medida no sea ciudadano español.
  • Desarrollo de medidas de garantía de pensiones dignas para los españoles emigrantes y retornados (M. 307) ¿Sin relación alguna con cotizaciones anteriores, acuerdos de reciprocidad, análisis de costos? ¿Por qué me huele a populismo? Y, como en el caso anterior ¿Qué tiene que ver esta medida con lo que los Profesores llaman “Democracia Internacional”? Es una opción, cuestionable o no, de carácter interno, dentro de la política de Seguridad Social. Por cierto: ¿El retornado ha de tener más, menos o iguales derechos del que se pasó la vida trabajando en su pueblo?
  • Parece Podemos interesadísimo en incrementar los derechos políticos de los extranjeros en España. Hasta límites que me dejan perplejo. La medida 309 propone (léanlo, no lo invento) que el mero censo municipal genere derecho a participar en procesos electorales, no por acuerdos bilaterales, sino como graciosa concesión española a sus residentes extranjeros, a quienes, por otra parte, se propone reconocerles el derecho a crear Partidos Políticos (no conozco ejemplo equivalente fuera de España, aunque puede ser mera ignorancia personal). Complementado todo ello con las máximas facilidades para adquirir la nacionalidad española, (Medida 310) sin considerar digna de atención la habitual cuestión de la reciprocidad.
  • Por supuesto -Medidas 314 y siguientes- habría que dinamitar los Centros de Internamiento, desmantelar o poco menos las “fronteras Sur”, y convertir España en la tierra de promisión para cuantos se encontraran necesitados de abandonar sus países.  

No es materia en la que quiera ni deba frivolizar, porque tras la tragedia de la emigración hay millones de dramas personales, cientos de organizaciones criminales y docenas de países que nos rodean, cínicamente hipócritas, más dispuestos a escandalizarse por las concertinas que puedan herir a quienes intenten asaltar ilegalmente los puestos fronterizos españoles, que ofrecerse como tierra de asilo a esos mismos desgraciados que dicen defender.

No obstante, el descarnado populismo de las propuestas de Podemos parte de la ignorancia de una realidad incuestionable: ningún país del mundo parece dispuesto, por el momento, a hacer realidad el principio de la libertad de movimientos como manifestación de un derecho humano incuestionable. Si eso es así, habría que ser mínimamente consecuente con el principio de que saltarse (literalmente en este caso) la legalidad vigente debería tener alguna consecuencia poco agradable para el infractor.

Política exterior y cooperación internacional. Todo llega. Por fin Podemos escribe sus propuestas sobre relaciones internacionales en sentido estricto.

Si no supiéramos quién escribe estas propuestas, podríamos pensar en una especie de versión posmoderna de la carta a los Reyes Magos para adultos. Pero no es ingenuidad, sino brindis al sol, o ganas de encandilar incautos. Vean

  • M. 318.- Prohibición de productos financieros altamente especulativos y promoción de formas de financiación alternativa o ¡¡¡banca ética!!! (Me pregunto si para el sector anticapitalista de Podemos no les ha saltado ninguna alarma al hablar de “Banca Ética”, pero ellos sabrán) ¿Dónde se alcanza el consenso para tal prohibición, y llegando a acuerdos con quién? 
  • M. 321.- Lista negra de paraísos fiscales, reforzamiento de acciones contra el blanqueo de dineros, restitución de capitales evadidos. ¡Qué maravilla! ¿Se imaginan al Reino Unido, al Benelux, a los magos de Wall Street, acordando con el Sr. Iglesias y su mariachi estas medidas?
  • M. 321: Traca final: Hacia la abolición del derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Señores de Podemos, un poco de respeto a la inteligencia de sus lectores y potenciales votantes. No pierdan ni un segundo argumentando sobre la iniquidad de que los mayores exportadores de armas del Planeta, los cinco grandes, ostenten derecho a veto en el Consejo de seguridad, porque estamos de vuelta de esa barbaridad histórica. Dígannos, nada más, cómo piensan conseguirlo. ¿Creen que les bastará el apoyo del Sr. Maduro, o también les vendría bien el del Presidente de la Serenísima República de San Marino?
  • Otras minucias como la auditoría y revisión de los Tratados con los Estados Unidos, conseguir mayor autonomía para nuestro País en la OTAN, o la defensa sin fisuras de la autodeterminación del pueblo saharahui, y el reconocimiento del Estado Palestino, nobilísimas causas con cierto olor a progresía mochilera de los años 70, me recuerdan los tiempos en que “éramos felices e indocumentados” y creíamos que todo era posible.

¿Es, quizás, lo que hemos leído marxismo revolucionario?

En absoluto. Ni desde el surrealismo podría llegarse a esa conclusión:
  • Solamente en cuanto a las exigencias de laicidad podríamos encontrar alguna concomitancia, con planteamientos izquierdistas, aunque en mi opinión, las mismas coincidencias podríamos encontrarlas en la inmensa mayoría de las naciones de la Unión Europea, donde el Estado laico está fuera de la polémica.
  • Es posible que la propaganda del corrompido mundo capitalista haya exagerado la nota, pero tengo la impresión de que en los países en los que se asentó el comunismo real, los problemas de la inmigración se plantearon al revés: el muro de Berlín no se levantó para impedir la entrada de inmigrantes sino la fuga de nacionales.
  • En cuanto a la generosa distribución de derechos de nacionalidad y de participación política a extranjeros, no acabo de imaginar cómo podrían haber concedido Tito, Castro, Breznev o Mao a los residentes extranjeros en su país, entrados ilegalmente, derechos que negaban a sus ciudadanos. Sería grotesco pensar que Ceaucescu otorgara el derecho a crear Partidos políticos en Rumanía a los magrebíes llegados a Transilvania ¿no creen?
  • Tampoco, para terminar, he oído ni una sola intervención en las Naciones Unidas de ningún régimen de izquierdas pidiendo a Rusia o a China la renuncia  de su derecho al veto en el Consejo de seguridad. 

Así es que tal como yo lo veo, el material examinado hoy me lleva a la conclusión de que estamos ante no ante un acabado ejemplo de marxismo revolucionario, sino delante de un demagógico uso de resortes populistas desde postulados  supuestamente izquierdizantes, que en la mayoría de las ocasiones se mueven en el territorio de utopías que quedaron atrás hace tiempo. Propuestas, en definitiva, que sus redactores saben de sobra que son de imposible aplicación, ya sea por su coste (ése, pese a todo sería el menor de los problemas) o porque en sí mismas son irrealizables.


























No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta aquí lo que desees