lunes, 24 de junio de 2019

Tiempo borrascoso


Incierto se presentaba el reinado de Witiza

Tal como veo ahora al paisanaje español. Desnortado, cariacontecido, oyendo, viendo, leyendo opiniones dispares, cuando no contradictorias. 

Jiménez Losantos pidiendo la abstención de PP y Ciudadanos para darle el Gobierno a Sánchez, mal menor; el inefable Rivera, hasta nada el Rey del Centro, asegurando que Macron le ha felicitado, mientras el Elíseo lo desmiente; el antiguo azote de “La Casta”, el el nunca bien ponderado Profesor Iglesias, mendigando poltronas… ¿Seguimos?

Hemos votado tanto y tan seguido que parece que no nos haya dado tiempo no ya a digerir los resultados, sino, ni siquiera, a ver que no es lo mismo elegir eurodiputados que alcaldes pedáneos, y no digamos escaños suficientes para encontrar Presidentes de Gobierno.

Sin embargo ha pasado ya algún tiempo

Con la notable excepción de electores encarcelados o huidos de la justicia, los que elegimos para representarnos en Europa, ya lo son de pleno derecho. Mi enhorabuena. O mucho me equivoco o darán tan poco que hablar como sus predecesores.

La inmensa mayoría de los Alcaldes han guardado ya el bastón de mando en su estuche hasta la próxima procesión, mientras que algunos Ayuntamientos tendrán que repetir las elecciones porque no han sabido, querido o podido hacerlo de otra manera.

No siempre han alcanzado el sillón con los apoyos que se podían considerar previsibles. Vox ha llegado a votar con independentistas, y Podemos ha facilitado en algún caso la alcaldía al PP. Y el PSOE, y Ciudadanos, y los menos notorios unas veces se han aliado con los de su cuerda, y otras con los de la contraria.

Enredos municipales, donde no siempre la ideología explica las afiliaciones, y donde la personalidad del candidato cuenta tanto o más que las siglas que dice representar

Comunidades Autónomas y Gobierno de la Nación

Faltan por resolver los Gobiernos de las Comunidades Autónomas que acudieron a la última cita, y, desde luego, nada más y nada menos que decidir quién va a presidir el Gobierno de la Nación.

Dos cuestiones que guardan relación entre sí, como la ha tenido el comportamiento de los actores del teatrillo político en el caso de los acuerdos municipales, porque, como hemos tenido ocasión de comprobar, ha habido pactos sorprendentes que serán utilizados en el argumentario de los próximos actos de la tragicomedia.

Cada figurante, cada galán, cada primma donna, echará en cara a su contrario su inexplicable actuación en éste o aquél rincón de España no porque le importe demasiado, sino porque será una razón para justificar su propia actuación.

Los pactos, el teatro y los vicios ocultos

Pactar, acordar, consensuar, colaborar, cooperar, coaligar. Verbos que apenas sabemos usar por falta de práctica. Escuchamos voces ingenuas que se escandalizan de lo que por ahí fuera llevan un par de siglos practicando y exigimos cosas que van contra la esencia misma de la política cuando ésta se desarrolla en espacios libres.

Faroles, amagar y no dar, globos sonda, desdecirse de lo que no fue sino un tanteo, son materiales de uso habitual de los que no deberíamos escandalizarnos. Aunque a todos nos gustaría ver altísimos niveles de coherencia entre las ideas, los dichos y los hechos, lo cierto es que en política, aquí y en cualquier régimen democrático, tenemos que dar por hecho que parte de lo que vemos no es más que una representación teatral, preludio de la vida real (tampoco demasiado real) que debería comenzar al día siguiente de la elección de nuevo Gobierno.

Y dar por cierto que no es lo mismo tener más votos que los demás que ganar unas elecciones. Guste o no, desde los primeros comicios democráticos, llega a La Moncloa el que reúne votos suficientes para ello en el Parlamento, aunque no tenga mayoría absoluta e, incluso, al menos en teoría, aunque ni siquiera sea el que más votos ha conseguido.

Lo que obliga a engorrosos procesos de negociaciones que a veces -el momento que vivimos es un ejemplo magnífico- se juegan a tres bandas, en cuatro mesas y en dos papeles distintos uno de los cuales es poco menos que alto secreto. No hay nada extraño, pero a veces no se entiende. 

La cesión de una Alcaldía puede ser el precio para conseguir la Presidencia de un Parlamento Autonómico, que, en su momento se convertirá en un puñado de votos a favor o en contra de éste o aquél candidato a Presidente.

Incluso dentro de cada Partido estamos viendo movimientos, reajustes, dimisiones, ceses, cambios de influencias, porque son formaciones, por fortuna, con ciertos márgenes para la disidencia, y, llegado el caso, para el abandono. Nada de ello es, en sí mismo, el final de nada.

Toquemos tierra: ¿qué nos espera?

Empiezo a barruntar una trabajosa vuelta a un bipartidismo enmascarado. O mucho cambian las cosas, o la consolidación de bloques son una reedición imperfecta del viejo bipartidismo. Siempre que se establezca con claridad cuál es el referente inequívoco en uno y en otro caso. Al fin y al cabo ¿tanta distancia hay entre Vox y el ala derecha del viejo PP? ¿De dónde han salido sus militantes y sus votantes? Y en cuanto a la izquierda ¿Recuerdan el ala que representaban nombres como Francisco Bustelo, Gómez Llorente, Pablo Castellanos y sus colegas de Izquierda Sociaista?

Puedo equivocarme, pero veo perder influencia a Unidas Podemos y a Vox. Sí, también al recién llegado, pese al estrépito de su entrada en escena. Los populares, por experiencia y organización han soportado el doble asalto desde su derecha y desde su izquierda (llamar izquierda a Ciudadanos, sólo es, desde luego, una mera adscripción geométrica-parlamentaria).

Vox, cada día que pasa, está más cerca de la homologación como otra variante más de la derecha. Se corrigen los desmanes de cierto político sureño que un día adornara sus mangas con puñetas, más próximo al pleistoceno que a la Constitución, presta votos a quien dice que no quiere ser visto en su compañía, influye pero menos de lo que se esperaba, amenaza pero cede; en fin, como un Partido más por poco que a muchos les guste su programa y sus exabruptos.

Déjenme que dedique unas líneas a quien quiso ser la cabeza visible de la oposición. Caso curioso el de Ciudadanos: nace como un referente de lo español frente al separatismo catalán y acaba viniéndose a Madrid con armas y bagaje, y negando sus votos a la Srª Colau frente al Sr. Maragall. ¿No han oído nunca que en política hay muchas veces en que no hay más remedio que elegir entre lo malo y lo peor? Ni Rivera, ni, pobre, Arrimadas van a convencerme de que es menos dañino el candidato de ERC que la actual alcaldesa. 

Un día Don Albert pacta con el PSOE y meses después, jura por lo más sagrado que antes muerto que pareja de baile de Sánchez. Dicen que Rivera no lo soporta ¿Y eso qué le importa al ciudadano? ¿Desde cuando es necesario ser amiguete de quienes necesitas como interlocutores? Tragarse un sao cada mañana dicen que es uno de los inconvenientes de andar metido en política. De sus pintorescas relaciones con Valls y Macron, mejor lo dejamos para otro día. Lo que parece fuera de duda es que Rivera, o el Presidente francés, mienten. Uno de los dos, o ambos, que nunca se sabe.

Po si fuera poco, el vodevil de salir de la sala antes de que entre Vox, porque ellos sólo quieren hablar con el PP, aunque luego se sumen a lo que populares y Vox acuerden, lo hagan expresa o tácitamente, es tratar de tonto al ciudadano.

En cuanto al PSOE, errores clamorosos aparte, caso Parlamento de Navarra, en el que a Sánchez le han faltado reflejos, me congratula ver que está cada día más lejos de caer en el abrazo del oso que hace no tato tratara de darle el Hombre de Las Mil Caras y Una Sola Coleta. Aún veremos más de un bandazo de tan viajero político, pero tengo la impresión de que prefiere no depender de indeseables, vivan en confortable chalé o moren circunstancialmente en instituciones estatales. Que así sea.

Pocas líneas para hablar de Unidas Podemos. Pasaron los tiempos en que Don Pablo Vicepresidente in pectore del Gobierno de España por obra y gracia de su mera voluntad, presentaba urbi et orbe los Ministros que habrían de formar arte del Gobierno de Sánchez. Hoy, el gastado azote de “La Casta”, el terror de “La Trama”, el genuino representante de “La Gente”, mendiga Carteras Ministeriales (“Aunque sea de Marina”, como dicen que le dijo el viejo Gil Robles a un Areilza demasiado preocupado por entrar en el Gabinete de quien fuera)

Tal como van las cosas, va de de coalición, a colaboración, que es como nada entre dos platos, si es que quiere estar de invitado en la puesta de largo del señorito.   

¿Entonces?

Pedro Sánchez, aceptado el encargo real de formar Gobierno es el actor-director-tramoyista-acomodador de la comedia. Creo que estaría encantado si saliera elegido Presidente al segundo intento con el menor número de hipotecas posibles. Él y cualquiera, como es de suponer. 

No es argumentación, sino pura deducción: El candidato tiene ante sí una triple opción, con el interrogante de que sólo controla al cien por cien la tercera de las posibilidades.

A.- Contar por activa o por pasiva con la colaboración de Populares y Ciudadanos, o de uno de los dos. No creo que valga la pena esperar que Vox haga otra cosa distinta a oponerse. Es difícil, impropio de estos tiempos, pero posible. Y en el fondo y en la forma, Sería un acuerdo costoso para Sánchez en términos de concesiones, pero, en el fondo y en la forma sería una alianza entre fuerzas constitucionalistas, las mismas que apoyaron la aplicación en Cataluña del Art. 155 de la Constitución. 

Para llegar a este puerto, sería bueno que se rebajara el tono dialéctico de algunos de los necesarios firmantes de ese pacto que, quizás, no tendría ni que escribirse, porque siempre podría ponerse después en dificultades a quien, Presidente o no, no cumpliera lo acordado.

B.- Llegar a La Moncloa en volandas de Unidas Podemos y de algunos votos catalanes y vascos. ¿Alguien creería que esos votos, los de Unidas y los otros serían gratis? Podrían serlo pero no lo creería nadie, y en política eso es decisivo. Indeseable en términos políticos, abominable desde la perspectiva económica y cuestionable en términos de estabilidad, porque habría que dar por descontada la voracidad de sus sostenedores.

C.- Nuevas Elecciones. Sánchez rechaza el posible acuerdo con Iglesias e independentistas y, a su vez, es ninguneado por Ciudadanos y el PP. Todo el mundo asegura que no quiere ni oír hablar de esa posibilidad, pero lo cierto es que es real. ¿Y saben una cosa? Es mi pronóstico: si se diera esa cita a la vuelta del verano, perderían votos Vox, Ciudadanos y Unidas y ganarían PP y PSOE. No sé si suficientes o no para desenredar la madeja actual.

Ya sé que lo que a mí me gustaría importa poco. Sólo un apunte: brindaría al cielo por un Gobierno sin hipotecas catalanas. Ni vascas, por si acaso. Puede hacerse si, por una vez, algunos pensaran en España antes que en ellos.









     

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