jueves, 31 de octubre de 2019

Me han dormido con todos los cuentos… (León Felipe)

Mañana  comienza el circo

Me temo que no, que empezó hace meses, o años, o que llevamos desde tiempo inmemorial asistiendo a una sola e ininterrumpida sesión circense. A veces salen las fieras con su domador disfrazado de Tarzán que hace como que se juega la vida. En ocasiones son tres o cuatro funambulistas quienes quieren hacernos creer que pueden partirse la crisma a poco que algo salga mal. Otra vez es un mago que nos engaña ante nuestros propios ojos sacando maravillas imposibles de su insondable chistera. Tampoco faltan, cómo no, los payasos con sus patéticos disfraces; hay ratos en los que nos hacen reír con sus ocurrencias aunque en la mayoría de los casos sólo consiguen darnos un poco de pena. 

Tengo la sensación de que nuestra clase política, inquilinos privilegiados de su propia “Montaña mágica”, están siempre y en todo lugar maquinando cómo embaucar al votante. ¿Exagero? Es más que probable. Tal vez yo sólo sea uno más de los cansados observadores que se hacen cruces ante la impericia, la contumacia y la desfachatez de los que se postulan para ser nuestros representantes.

En cualquier caso, BOE mediante, mañana 1 de noviembre de 2019 da comienzo la corta campaña electoral que ha de preceder a las elecciones generales del próximo día 10. No quiero ser agorero, pero estamos en vísperas del Día de Difuntos. Cosas del calendario.

Llega, pues, el tiempo de las grandes mentiras. Pedirán tu voto, porque lo necesitan. El político se alimenta de votos. Son su maná, su néctar, un elemento nutricio del que nosotros, simples ciudadanos, somos los propietarios. 

Hay que entenderlos, necesitan tu voto y el mío y el de ese señor bajito de ahí al lado, porque sin nuestros sufragios no son nada. Peor, son menos que nada: políticos fracasados, cesantes, desparecidos, vueltos al anonimato.

El problema es que cada uno de nosotros sólo dispone de un voto y si no se lo damos a éste, irá a las manos de aquel, salvo que nos quedemos en casa, guardemos nuestros ínfimo tesoro y nadie pueda disfrutarlo; podemos hacerlo, lo de quedarnos en casa, aunque valga de poco.

Así es que hay que comprenderlos. Están programados para decir lo que los gurús de su formación les hayan dicho que queremos oír, o lo que nuble nuestras mentes hasta tal punto que seamos cera blanda en sus manos tramposas. Todo valdrá, si tú, lector, y yo, y todos nosotros no andamos más listos que ellos.

Lo paradójico de este teatrillo es que la mayor parte de los figurantes que oiremos vociferar en los próximos días, considerados uno a uno, suelen ser buena gente. Empezaron pensando de una determinada manera, tenían sus ideas de cómo hacer mejor España, se juntaron con otros que tenían los mismos puntos de vista, y se pusieron a ello.  Eso, en principio, es algo que habría que agradecerles.

Luego, cuando el tiempo pasó, fueron torciendo la mira, sin ser conscientes de ello cambiaron de dianas y ya no se trataba de defender sus ideas convertidas en ideales, sino de conseguir votos suficientes para ponerlas en práctica, aunque para ello tuvieran que enmascarar sus verdaderos propósitos porque ¿de qué vale saber cómo salvar a España si no consigues el poder para hacerlo?

Por eso, durante diez días nos prometerán el cielo. No les creas: no podrán hacer buenas sus promesas, no tienen la llave del Paraíso porque no hay Paraíso, no en política, ni aquí ni en ningún sitio.

Escucha menos y lee más

Ésa es una buena forma de defender tu salud mental. Oirás barbaridades a los oradores porque, como decía, de eso se trata, de convencerte para que les des tu papeleta como sea, enardeciéndote, engañándote, encolerizándote, ilusionándote, haciéndote cómplice involuntario de sus embustes. 

Oirás barbaridades, digo, pero sólo si les escuchas. Lo cierto, no obstante, es que todas las formaciones políticas, todas, han escrito qué se proponen hacer si ganan. Lo han escrito y son documentos disponibles. Léelos, al menos inténtalo. 

Si lo haces, a poco que reflexiones verás que no todo lo que dicen es realizable. No importa: incluso  en esos casos, las pistas sobre lo que hay detrás de los textos suelen ser bastante claras.

Puedes desoír mi sugerencia pero, por si vale de algo, aquí dejo algunas de las perlas que he oído estos últimos días en diarios y noticieros. Si a pesar de ellos sigues confiando en los discursos, lo harás por tu cuenta y riesgo. 
  • “Quiero ser Presidente para cesar a Torra”. Fantástico. A mí tampoco me gusta el sujeto, pero yo esperaría que un aspirante a Primer Ministro supiera que entre sus facultades no está la de cesar al Presidente de una Comunidad Autónoma. Luego, o no sabe lo que dice, malo, o lo sabe y miente, peor.
  • “Si ganamos meteremos a Torra en la cárcel”. Variante corregida y aumentada del ejemplo anterior, que merece el mismo comentario. ¿O es que el “prometedor” de turno piensa poner a sus órdenes al Poder Judicial? Todo puede pasar, pero para mí, que se trata nada más de lo que ya dije: soliviantar al votante y decirle lo que quiere oír.
  • “Habría sido mejor desenterrar a Franco después de las elecciones”. Bueeeeno, hay quien piensa que deberían haberlo dejado donde estaba y hay quien cree que debería haberse hecho esto hace cuarenta años y un día. Hilar tan fino como para pensar que ahora es el momento, éste y no otro, pero no el día exacto… hay que ser un simple o un paranoico, si se pretende demostrar que todo el calendario ha sido una maquievélica maniobra del Presidente en Funciones.
  • “La demora en la exhumación debida a las maniobras de la familia Franco obedecen al deseo de beneficiar electoralmente al Partido Socialista”. (Cita no literal, advierto) ¿No les parece verosímil? A mí tampoco. O sea, que no veo yo al Sanedrín de la familia del difunto reunida en conciliábulo para tramar algo que beneficie, precisamente, las expectativas electorales de los socialistas. Ustedes no lo ven, yo tampoco, pero Don Pablo Iglesias sí. ¡El líder incontestable de Unidas Podemos! Así que igual todos los demás estamos en babia, porque ni somos de UP, ni, mucho menos, politólogos profesionales.  
¿Ven como es mejor escuchar menos y leer más?

¿Tan trascendentales son estas elecciones?

Eso es lo que oiremos a cada paso, que España se juega su futuro, lo cual es cierto, porque siempre hay un futuro en juego, incluso aunque no haya elecciones, pero tampoco hay que exagerar. En consecuencia, dirán, es imprescindible ir con el voto en los dientes para meterlo en la urna a favor de quien nos habla.

Las elecciones son importantes, todas lo son, y las generales más que las de las comunidades de vecinos, pero si hacemos memoria tenemos que admitir que en tiempos recientes hemos pasado por trances mucho más decisivos.

No, no son las elecciones municipales de 1931 que acabaron trayendo la República; no son comparables. Una eternidad después, en el 77, también había que cambiar de régimen; tuvimos que dejar atrás la Dictadura y entrar por una vía que la inmensa mayoría deseaba pero que casi nadie sabía cómo andarla. Votamos y volvimos a votar hasta que se hizo un hábito.

Poco tiempo después, menos de un quinquenio, a poco se trastoca lo hecho y volvemos a las andadas. Apretamos los dientes, votamos y seguimos adelante. Fue un momento delicado, porque algo había que hacer con los golpistas.

La crisis financiera mundial nos zurró de lo lindo y tuvimos que elegir entre varios modelos alternativos para superarla: también votamos, unos creen que acertamos, otros que nos equivocamos, pero aquí seguimos.

En cada una de esas ocasiones tuvimos que oír las mismas admoniciones. Pasó el día, se contaron los votos, horas después los Partidos, todos, afirmaban que habían ganado, y seguimos, como todos los países demócratas dando tumbos, porque es, quizás, la única manera de avanzar: tropezar, a veces caer, volver a levantarse y seguir intentándolo.

Nuestros representantes no nos toman en serio

El trajín con los restos del General Franco, no lo tomarán como lo que es, un suceso importante que cierra no el libro de la Historia sino una de sus páginas, sino que lo presentarán como una artera maniobra para rapiñar unos cuantos votos, o como el más excelso acto de justicia desde que Salmón se sacó de la manga la ingeniosa solución de trocear una criatura para quitarse de encima a dos demandantes. Depende a quien escuchen. (Por cierto: jamás había oído tantas veces al día el término “Dictador” en los telediarios. Lanzada a moro muerto, me parece a mí).

¡Y Cataluña! Asunto de bastante más fuste, pero tampoco el abismo en cuyo borde andamos con riesgos mortales ante nuestros atribulados pies. Por escasos que sean nuestros conocimientos históricos, es de sobra conocido que Cataluña plantea  al resto de España desafíos lindantes con lo intolerable, cada cierto tiempo. En mi opinión siempre que España está en horas bajas.

Lo sufrió Fernando el Católico antes de que España fuera España, y después, ya fuera durante la Guerra de Sucesión (Sucesión, no secesión como ahora pretende algún trilero de la política), en tiempos de la Primera República, o durante la Segunda, hemos vivido episodios que han bordeado la catástrofe.

Elegir las formas de salir con bien del reto ha dependido de varias condiciones: régimen político bajo el que ocurre, legalidad vigente, contexto internacional, correlación de fuerzas entre formaciones políticas… Cuestiones importantes que, en todos los casos, y eso es lo esencial, han terminado con un retorno a la normalidad después del fracaso de la intentona.

Esta vez no es tan diferente, ni más grave que las anteriores. Sólo que ahora nos ha tocado a nosotros verlo por televisión y son imágenes que impresionan, sobre todo si pasan ahí al lado y no en Santiago de Chile, La Paz, París o Washington.

Tampoco nos fustiguemos en exceso. Países con fama de respetables, Francia, Bélgica, Estados Unidos pasan por momentos de intranquilidad y acaban por volver a la normalidad.

¿Recuerdan el Mayo francés del 68? El General De Gaulle no necesitó, siquiera, acuartelar al Ejército para calmar las calles. 2.100 manifestantes heridos según datos del Ministerio del Interior; más de 500 casos de flagrantes abusos policiales según el diario Mediapart;  22 manifestantes que perdieron un ojo, cinco que se quedaron sin una mano y 210 que sufrieron heridas en la cabeza. ¿Qué pasó al final? Elecciones Generales, victoria del General De Gaulle y cambio de época. Francia siguió adelante.

¿Y los chalecos amarillos? “Un muerto en Perpinyà eleva a 10 los fallecidos en protestas de chalecos amarillos” (“El Periódico” 22-12-2018) Tampoco los cimientos de Francia se han tambaleado en esta ocasión.

Y sin salirnos de nuestras fronteras ¿Tan pronto hemos olvidado a ETA, al GRAPO, al FRAP, al MPAIAC, a los GAL, a la Triple A, al Batallón Vasco Español, a las víctimas de la Transición? Tan lejano parece todo eso que es ahora cuando estamos en condiciones de valorar el escaso riesgo de destrucción que sufrimos entonces.

También con la cuestión catalana conviene distinguir lo que dicen los programas de los Partidos de lo que escucharemos a sus voceros. Pocos hablarán de soluciones; será mucho más sencillo y, sobre todo, más rentable en términos de contabilidad electoral, dedicarse a poner de manifiesto lo mal que lo han hecho los demás.

No se extrañen, pero apostaría cualquier cosa a que quienes más se ofenderán por la falta de democracia serán, ya lo verán, los que menos creen en ella.

Un inciso: ¿Hablarán o gritarán? ¿Ustedes qué creen?

¿Hay algo más?

Algunas pequeñas cuestiones, detalles sin importancia, fruslerías. Seguimos trabajando con los Presupuestos Generales  prorrogados desde la era Rajoy; desconocemos si nuestros impuestos van a bajar o a subir, o en qué se van a gastar; continuamos sin saber si hay o no algún camino inédito para alejar el fantasma de la debacle del sistema público de pensiones; nadie nos dice qué se propone para los escenarios alternativos al momento post brexit; el nubarrón de una nueva crisis económica amenaza al mundo y tampoco oímos qué piensan los unos y los otros al respecto; todos hablan de desastre ecológico pero nadie propone nada e incluso hay quienes niegan la mayor; y así en el resto de las cuestiones que no son las dos comentadas: Franco y Cataluña.

Bien, el General Franco ya está en su panteón familiar y de Cataluña cada uno de nosotros tiene una noción de que está pasando allí y qué habría que hacer para salir del socavón, aunque las ideas al respecto no sean las mismas en todos los casos, ni mucho menos.

En nuestro futuro inmediato dependemos de muchas otras materias, las que nos permitirán vivir mejor o peor en el día a día ¿es que podremos oír algo al respecto, o todo nos lo vamos a jugar a una carta que ya está bajo la mesa, en el suelo, y otra faltan un par de generaciones para darla por jugada?

¿Por qué esa simplificación temática? Sencillamente, porque es la munición que manejada desde cualquiera de las barricadas de la contienda electoral, más puede perjudicar al contrincante. No se trata de quedar uno bien sino de dejar en evidencia al contrario.

Una vez más, por tanto, nuestra clase política ofende nuestra inteligencia.

¿Qué va a pasar?

Oigo preguntar casi a diario. ¿Y yo qué sé? Apenas me atrevo a vislumbrar qué no va a pasar. 

No importa quién gane, tardaremos todavía algunos años en volver a los niveles de bienestar anteriores a la crisis.

Seguiremos conviviendo con la más sangrante desigualdad social del último cuarto de siglo y tendremos que oír que la culpa la tiene siempre, siempre, el otro. 

Seremos incapaces de evitar los problemas de una inmigración agobiante porque no hay forma humana (inhumana, sí, pero esa es otra historia) de luchar contra la desesperación de millones de desgraciados.

Oiremos que nuestro sistema de pensiones está en riesgo y es cierto, sobre todo porque parecemos incapaces de ponernos de acuerdo en qué hay que hacer para garantizarlo.

El sueño de una mañana invernal

Claro que a lo mejor estoy equivocado, ojalá, y resulta que quienes pueden hacerlo llegan a un acuerdo inédito. Un hermoso sueño: que quien quede en segundo lugar deje gobernar al que sacó más votos que él, porque eso, gobernar, es condición necesaria, aunque no suficiente, para salir del agujero.

Y porque la alternativa, gobernar con según que apoyos, es de alto riesgo para unos y para otros y no hay cosa más peligrosa que jugar a aprendiz de brujo. 

Si la condición imprescindible para el sueño de este invierno que se acerca fuera lograr acuerdos previos sobre las cuatro o cinco grandes cuestiones de Estado, habríamos dado un gran paso adelante y volveríamos a asombrar a los analistas foráneos que a veces siguen viéndonos como unos primerizos en cuestiones políticas.

Recuerden, por si hubiera lugar a ello: si esto ocurriera, quienes queden fuera del acuerdo, por un flanco y por el otro, llamarán traidores a los que hicieron posible el milagro.

Peor aún: antes, durante y después de los comicios habrá quien se dedique a arrojar sombras y dudas sobre la limpieza del proceso porque ¿saben? todos los demócratas se someten a elecciones, pero no todos los que acuden a al proceso son demócratas.

Así somos. Como todos, por otra parte. 


   







martes, 15 de octubre de 2019

Una Sentencia: sólo una Sentencia

No hay plazo que no se cumpla 

Ayer, día 14 de octubre de 2019 se dio a conocer el contenido de la Sentencia que ponía fin al “Juicio al procés”, proceso al proceso o juicio al juicio, que había sentado en el banquillo de los acusados a las cabezas visibles de los acontecimientos generados alrededor del referéndum ilegal catalán.

Eran todos los que estaban, pero no estaban todos los que era. Tiempo habrá para ello, pero los huidos de la justicia con Puigdemont a la cabeza, crean ellos lo que crean, esperan turno.

Al menos en su parte esencial, se conoció la Sentencia antes de hacerse pública, cosa, por otra parte, punto menos que imposible de evitar dado el número de personas implicadas y el interés que había despertado.

Un comentario al margen: no estoy muy seguro de si esa filtración favoreció la crispación o la distensión; me inclino por lo segundo, aunque ello no afecte al meollo de la cuestión.

Sentencia cuestionada antes y después de conocerse, como no podía ser de otra manera. De eso, del sinsentido de poner la Sentencia en la picota pretende ir este post.

Y lo digo no sólo porque en la mayoría de los casos los comentarios proceden de quienes no han tenido tiempo material de leer el largo texto, quinientas páginas en números redondos, sino porque en la práctica totalidad de las críticas subyace un posicionamiento político y no hay mayor despropósito que tratar de enjuiciar políticamente el pronunciamiento de un Tribunal, salvo que se demuestre que el juzgador ha producido su fallo al margen del ordenamiento, al servicio de intereses bastardos.

El irredentismo independentista

Los mismos que embarcaron a la ciudadanía en una huida hacia adelante suicida, los que luego han seguido avivando el fuego, quienes desde hace semanas vienen clamando, con el Presidente-activista-supremacista Señor Torra a la cabeza, por una Sentencia absolutoria como única admisible se rasgan las vestiduras.

No parecen apreciar la contradicción de negar la división de poderes en España y reclamar para ellos el derecho a decidir lo que tienen que decir los Tribunales cuando se les juzga.

No sé que es más escandaloso si la parcialidad de la primera autoridad catalana, máximo representante del Estado en la Comunidad Autónoma, le guste o no, comportándose como único portavoz de la fracción radical del secesionismo, o la desfachatez del huido, el inefable Puigdemont, cómodamente instalado en Bélgica que azuza a sus partidarios reclamándoles máxima tensión en la confrontación con el Estado español.

No esperaba otra cosa. El discurso “indepe” sigue siendo monocorde: España es una potencia opresora donde no hay el menor atisbo de democracia ni se conoce lo que es la división de poderes, así es que no es de extrañar la producción de una Sentencia que sólo es una prueba no de justicia sino de venganza. Por eso, sólo hay dos objetivos: amnistía e independencia. Saben que es imposible, pero no conocen la puerta de salida. 

El funambulismo podemita

Puntal de una las más atorrantes teorías al respecto, se está manifestando en línea con lo que también se esperaba del sesudo y cambiante claustro de profesores: la Sentencia es una respuesta judicial a un problema político, así es que no sólo no arregla nada, sino que aleja un poco más la posible solución del problema de fondo.

En primer lugar, sólo a un Profesor alejado de su cátedra por mor de los avatares políticos puede ocurrírsele que la función de una Sentencia se arreglar una controversia política.

Entiéndalo de una vez, si es que se le ha olvidado: la función de una sentencia penal es otra bien sencilla. Se trata de restablecer el orden jurídico alterado por conductas contrarias a la Ley. Dicho en lenguaje llano: dilucidar el grado de culpabilidad o de inocencia de los encausados y, llegado el caso, si ha lugar, determinar la pena que corresponde a su responsabilidad penal.

¿Arregla el problema de fondo? Desde luego que no. Ni se esperaba que lo hiciera, lo que no quiere decir que, siendo esto cierto, haya que suponer que los actores políticos tienen bula para saltarse la legalidad vigente por el pintoresco argumento de que si se les mete en la cárcel ello no arregla los desacuerdos previos.

Por cierto: el modo que se ocurre a los genios y “genias” que pilotan la nave de Unidas Podemos para solventar el problema catalán, pasa por la convocatoria de un referéndum sobre la hipotética independencia de Cataluña.

¿Que coincide con las tesis de los acusados? Casualidades, pero tampoco se alarmen demasiado, porque a renglón seguido se añade que si abandonar esta idea puede ayudarles a entrar en un futuro Gobierno de izquierdas, pues se abandona y a celebrar el triunfo.

Como dijo Marx, Groucho, por supuesto “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Fiable el personaje ¿no? Como para tomar en serio sus críticas a la Sentencia.

El fundamentalismo nostálgico

También por al flanco derecho, bastante extremo, desde luego, hay quejas desencantadas. Tampoco ha habido tiempo en muchos casos para deglutir el mamotreto de la Sentencia, pero eso, de verdad, tampoco es tan importante.

Lo fundamental, si hubo delito de sedición o de rebelión, las penas que corresponden o habrían correspondido en uno u otro caso, y hasta dónde pueden beneficiarse los condenados de la normativa penitenciara, se deducen de la parte dispositiva de la Sentencia y del conocimiento de cómo funciona el sistema carcelario.

Desencantados como Dª Isabel San Sebastián o D. Federico Jiménez Losantos ilustran lo que digo. Derecho tienen a pensar como piensan y a decir lo que dicen, no faltaría más, pero en comentarios de otros de su misma tendencia laten dos o tres ideas básicas, aunque discutibles: la levedad de la condena alienta futuros comportamientos similares; el precio de la unanimidad ha sido olvidarse del delito de rebelión, único que cabe en el caso que nos ocupa; el temor a qué pueda decir la jurisdicción europea ha frenado el sentido de la justicia española: no han estado a la altura.

¿Qué quieren que les diga? Las penas se corresponden con los delitos probados según el Tribunal. A ellos les parecen cortas, a los acusados larguísimas. Será porque unos están fuera y otros dentro de a cárcel. 

Por otra parte, ¿alguien duda de que España, Estado de Derecho, no puede permitirse el lujo de aplicar la Ley en unos casos sí y en otros no? Los beneficios penitenciarios no se han cambiado; son los que existían antes de producirse los hechos juzgados, luego… ¿Tengo que seguir? 

Me llama la atención que cuando se emiten votos particulares es prueba de que las cosas no están claras y cuando hay unanimidad, algo turbio se esconde. En cuanto a la importancia de la justicia europea, precisamente esta Sentencia ha permitido reactivar inmediatamente la euroorden de extradición contra Puigdemont.

La normalidad institucional

Se echaba de menos desde hace tiempo. Apenas publicada la Sentencia, ha habido un rápido intercambio de llamadas entre Gobierno, PP y Ciudadanos. Estamos en precampaña y es evidente que las tres formaciones mantienen tesis bien diferentes en muchos terrenos entre ellos en política territorial.

La buena noticia es, primero que han hablado, segundo que dicho a la gallega "no están en desacuerdo" a la hora de volver a hablar si fuera necesario tomar las medidas que fueran precisas para garantizar la normalidad en Cataluña.

Eso es lo importante hoy. Que estén o no de acuerdo en si hay que cambiar tal o cual artículo de no importa qué Ley; que duden entre aplicar o no lo previsto en la Ley de Seguridad Nacional (más pensada para defenderse de agresiones exteriores que de problemas internos, por cierto) o si ha llegado el momento o no de aplicar el consabido art. 155 y hasta dónde, es algo sobre lo que habrá que volver si las circunstancias así lo exigen.

Me quedo con "Se cumplirá la Sentencia", que aleja el fantasma de inoportunos indultos, y con la gratificante sensación de que algo ha cambiado y quizás se lo debamos a la sentencia.

Coincidencias no tan sorprendentes

La Sentencia se ha dictado a la medida de los deseos del Gobierno; en España no existe el menor atisbo de separación de poderes; no sólo no resuelve el problema sino que lo agrava.

Lean o escuchen a los habituales portavoces, portaestandartes o voceros de la extrema derecha. Escuchen a Torra, a los turiferarios de los políticos presos y verán que aunque las razones sean opuestas (unos piensan que la Sentencia es leve, cobarde, animadora de repeticiones y otros piensan que es aberrante, monstruosa, cruel, vengativa), los de un extremo y los del otro coinciden en lo que decía al principio.

Y es que, como el sabio pueblo dice desde hace siglos, "los extremos se tocan"

De héroes y "pringaos"

¡Pobres "pringaos"! Hicieron lo que hicieron, se los llevaron esposados y dos años después de entrar en el trullo han sido juzgados y condenados a lo que ustedes ya saben. Los que dicen ser sus amigos, los de fuera, se rasgan las vestiduras, piden amnistía para ellos, sabiendo que es absoluta, total y completamente imposible; tan imposible como su República (¿Recuerdan? "La República no existe ¡idiota!"). 

Iban para héroes, y se quedaron, como digo, en "pringaos".

Porque los héroes, a distinguir de los mártires que suelen morir de mala manera, salen con bien de las aventuras. Como Puigdemont, el mascarón de proa de la suprema farsa, viviendo tan telendo en su chalé de Waterloo, rodeado de sus compadres y comadres de fuga a costa del peculio ajeno, arengando a sus huestes en la distancia.

Y como el tramposo supremacista que pide la amnistía, manda al personal inutilizar el Prat, como si Barcelona fuera Hong Kong y España China y por otro teléfono ordena a sus fuerzas de seguridad disolver a palos a quienes fueron obedientes al aeropuerto a molestar a los viajeros.

No me extraña nada. El personaje no tiene madera de mártir y lo más que está dispuesto a arriesgar es una inhabilitación, por una corte temporada, si las cosas vienen mal dadas.

¿Ayuda la Sentencia a resolver el problema?

Ya lo están oyendo, el Profesor Iglesias y algunos otros dicen que no, que al revés, que sólo vale para alejar la solución.

A mi me parece lo contrario (lo que ya empieza a ser una costumbre).

En sí misma,  ni ayuda ni estorba, porque, como dije, su función es otra. No obstante, creo yo que no está nada mal que uno de los actores empiece a entender que hay rayas que no pueden saltarse, porque si se hace les pasan cosas desagradables.

Es bueno saberlo antes de sentarse, porque si no pasará siempre como cuando Torra vino a Madrid a monologar con Sánchez: "Tengo dos soluciones para Cataluña: Referéndum de autodeterminación o referéndum de autodeterminación".

Así que ahora que todos conocen el reglamento, pueden empezar a negociar mañana por la mañana.











domingo, 13 de octubre de 2019


Cuidado con quien te juntas

Un territorio convulso

Uno de los misterios de la Historia Universal que siempre me ha intrigado es por qué hay ciertos puntos del Planeta en los que parece que la paz, la tranquilidad parecen estados imposibles de conseguir. 

Cruces de caminos, encrucijadas de civilizaciones, rutas comerciales, fuentes de materias primas, parecen destinados a convivir con la violencia, la guerra, la muerte. Son escenarios propicios para las constantes cabalgadas de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

En este sentido, pocas zonas del Globo han soportado tensiones tan brutales como lo que desde hace algo más de un siglo solemos denominar “Oriente Medio” (denominación eurocentrista, desde luego, porque visto desde California, por ejemplo ¿por dónde cae, geográficamente el Oriente Medio? ¿Y si intentamos ubicarlo a partir de Sanghai?)

Ahí, en ese avispero, viven los kurdos, de los que en estos últimos días se están recibiendo noticias alarmantes.

El Kurdistán y los kurdos

Un territorio de algo más de 390.000 km2, es decir, equivalente a cuatro quintas partes de la superficie de España, la mayor parte de los cuales, 190.000 km² están en Turquía, 125.000 km² enIrán, 65.000 km² en Irak y el resto, 12.000 km² en Siria.

Catorce millones de kurdos del total aproximado de veintiséis viven en Turquía, seis en Irán, cuatro en Irak y dos en Siria. En ninguno de estos países son demasiado apreciados, por decirlo de una manera… eufemística.

Todos los Estados que cuentan con una minoría kurda se sienten incómodos con su presencia.

Este pueblo se supone que llegó a las tierras donde ahora vive, hace, más o menos, tres mil años. No parece que hayan tenido muchas oportunidades de disfrutar de su tierra.

Sólo cinco siglos después, fueron derrotados por los persas de Ciro el Grande y desde entonces, con algunos muy cortos períodos de tranquilidad (llamar paz a cualquiera de ellos, sería una exageración) han vivido con las armas en la mano.

Podrían escribirse varios volúmenes sobre las andanzas y desventuras del pueblo kurdo en la búsqueda de su nunca lograda identidad nacional.

Quiero citar, nada más, como antecedente próximo de la situación actual, el fallido Tratado de Sevres, al término de la I Guerra Mundial, en el que se preveía el nacimiento del kurdistán moderno. Nunca se suscribió, ni por tanto, llegó a entrar en vigor.

Muy poco tiempo después, el Tratado de Lausana de 1923 oficializó las fronteras actuales entre las naciones que cuentan dentro de sus fronteras con una parte del pueblo kurdo. El Kurdistán se perdió como oportunidad de resolver el ansia milenaria de un Estado propio.

En los últimos años, es lo cierto que el activismo del independentismo kurdo en todos los países en que se encuentra divida su población, pero, sobre todo, en Turquía, ha sido una constante. 

De hecho el PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, con base en Turquía, es considerado por la mayoría de países occidentales como una más de las organizaciones terroristas.

Las víctimas de atentados cometidos por el PKK y las de acciones de represalia a cargo de las fuerzas turcas, se cuentan por centenares.

La Historia se escribe muy deprisa en estos tiempos. Cuando Occidente decidió contestar con las armas al fundamentalismo musulmán, los kurdos iraquíes se aliaron con quienes buscaban la derrota del Califato Islámico. Es decir, fueron aliados de los Estados Unidos y, circunstancialmente, hasta de su archienemigo, nada menos que de Turquía. Quizás pensaran que al final de la contienda recibirían algún premio.

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha sido un problema en cualquiera de los tableros en que se juegue el futuro del mundo. Un mal día (al menos para los kurdos) los Estados Unidos deciden abandonar a su suerte a los aliados y no intervenir en cualquier conflicto entre Turquía y sus antiguos amigos. Incluso a riesgo de que algunos miles de prisioneros de guerra del ISIS dejen de estar guardados por la milicia kurda y vuelvan a las armas.

Turquía decide resolver su problema kurdo

Así es que Turquía, más exacto sería decir Erdogan, asegurada su espalda atlantista decidió atacar al pueblo kurdo, incluso más allá de sus fronteras: en territorio sirio.

Las fuerzas turcas han entrado, pues en Siria y bombardean posiciones kurdas. Morirán soldados de uno y otro bando y morirán civiles a los que nadie ha preguntado a quiénes prefieren. Tengo para mí que a los muertos les preocupa poco la nacionalidad de la esquirla de metralla que le secciona la vida.

¿Por qué ahora?

Porque algo le dice a Erdogan que es la hora de los matones planetarios: él mismo, Putin, Bolsonaro, Rodrigo Duterte, y como mascarón de proa del ventajismo tabernario, Donald Trump. No son iguales, ni piensan lo mismo, ni defienden los mismos principios, pero sí apuntan a las mismas soluciones arbitrarias, violentas, autoritarias. Se entienden entre ellos y se ríen de los escrupulosos y tiquismiquis demócratas tan cuidadosos con sus modos de hacer.

Porque se siente tan seguro de su impunidad que hasta se permite el lujo de amenazar a la Unión Europea con inundarnos con una marea de cientos de miles de refugiados a los que él dice que contiene.

Sabe lo que hace, desde luego, que no seré yo quien caiga en el error de menospreciar a quien esté en las antípodas de mi forma de ver el mundo. Los personajes antes citados, podrán ser cualquier cosa, menos tontos.

Lo que quiero decir es que Erdogan sabe no sólo de la ineficacia de la Unión Europea a la hora de resolver cualquier problema más allá de sus fronteras (y buena parte de los que ocurren dentro, dicho sea de paso), sino que es consciente de que el ánimo miserable con que Europa afronta la crisis de los refugiados se convierte en sus manos en un arma de presión.

Y está en lo cierto, por lamentable que nos resulte: la Unión Europea no hará nada más allá de alguna resolución de condena y alguna otra petición de moderación. ¡A Erdogan!

¿O es que hemos olvidado ya que los mismos que ahora se rasgan las vestiduras porque Erdogan haya cogido su fusil le pagaron para que contuviera la marea de refugiados en sus propias tierras. Miserable acuerdo del que deberíamos avergonzarnos y que ahora se vuelve contra nosotros como una amenaza: 3.000 millones de € por taponar la entrada de los desharrapados que tanto afean el paisaje urbano.

Sí, miserable, aunque en marzo del 2016 el actual responsable de la política internacional de la Unión, José Borrell manifestara en un debate en TVE "Bajen del angelicalismo a la realidad, el acuerdo fue una solución para detener una hemorragia de inmigrantes que Europa y las islas griegas no estaban en condiciones de aceptar”. ¡Malditas hemerotecas!

¿Será capaz Europa de advertir al matón de que esa actitud no es la mejor si se quiere seguir optando a ser socio de pleno derecho en esa Unión en la que hay que respetar cierto valores que cada día cuentan menos para él?

En resumen

Donald Trump abandona a sus aliados en manos de sus mortales enemigos. Aviso a navegantes: cuidado con quién vas por ahí.

Erdogan parece recordar lo que los Jóvenes Turcos hicieron con los armenios a principios del siglo pasado: la mejor forma de terminar con el problema armenio es terminar con los armenios. Primer genocidio de la era moderna: más de un millón de muertos.

Las tierras que son la base territorial del pueblo kurdo guardan bajo la superficie la mayoría de las reservas petrolíferas de Irak e Irán y la totalidad del petróleo sirio. ¿Tendrá ese dato algún interés para Mr. Trump? ¿Conoce los riesgos? Porque lo cierto es que todos lo saben y muchos lo quieren. Al petróleo, me refiero.