martes, 15 de octubre de 2019

Una Sentencia: sólo una Sentencia

No hay plazo que no se cumpla 

Ayer, día 14 de octubre de 2019 se dio a conocer el contenido de la Sentencia que ponía fin al “Juicio al procés”, proceso al proceso o juicio al juicio, que había sentado en el banquillo de los acusados a las cabezas visibles de los acontecimientos generados alrededor del referéndum ilegal catalán.

Eran todos los que estaban, pero no estaban todos los que era. Tiempo habrá para ello, pero los huidos de la justicia con Puigdemont a la cabeza, crean ellos lo que crean, esperan turno.

Al menos en su parte esencial, se conoció la Sentencia antes de hacerse pública, cosa, por otra parte, punto menos que imposible de evitar dado el número de personas implicadas y el interés que había despertado.

Un comentario al margen: no estoy muy seguro de si esa filtración favoreció la crispación o la distensión; me inclino por lo segundo, aunque ello no afecte al meollo de la cuestión.

Sentencia cuestionada antes y después de conocerse, como no podía ser de otra manera. De eso, del sinsentido de poner la Sentencia en la picota pretende ir este post.

Y lo digo no sólo porque en la mayoría de los casos los comentarios proceden de quienes no han tenido tiempo material de leer el largo texto, quinientas páginas en números redondos, sino porque en la práctica totalidad de las críticas subyace un posicionamiento político y no hay mayor despropósito que tratar de enjuiciar políticamente el pronunciamiento de un Tribunal, salvo que se demuestre que el juzgador ha producido su fallo al margen del ordenamiento, al servicio de intereses bastardos.

El irredentismo independentista

Los mismos que embarcaron a la ciudadanía en una huida hacia adelante suicida, los que luego han seguido avivando el fuego, quienes desde hace semanas vienen clamando, con el Presidente-activista-supremacista Señor Torra a la cabeza, por una Sentencia absolutoria como única admisible se rasgan las vestiduras.

No parecen apreciar la contradicción de negar la división de poderes en España y reclamar para ellos el derecho a decidir lo que tienen que decir los Tribunales cuando se les juzga.

No sé que es más escandaloso si la parcialidad de la primera autoridad catalana, máximo representante del Estado en la Comunidad Autónoma, le guste o no, comportándose como único portavoz de la fracción radical del secesionismo, o la desfachatez del huido, el inefable Puigdemont, cómodamente instalado en Bélgica que azuza a sus partidarios reclamándoles máxima tensión en la confrontación con el Estado español.

No esperaba otra cosa. El discurso “indepe” sigue siendo monocorde: España es una potencia opresora donde no hay el menor atisbo de democracia ni se conoce lo que es la división de poderes, así es que no es de extrañar la producción de una Sentencia que sólo es una prueba no de justicia sino de venganza. Por eso, sólo hay dos objetivos: amnistía e independencia. Saben que es imposible, pero no conocen la puerta de salida. 

El funambulismo podemita

Puntal de una las más atorrantes teorías al respecto, se está manifestando en línea con lo que también se esperaba del sesudo y cambiante claustro de profesores: la Sentencia es una respuesta judicial a un problema político, así es que no sólo no arregla nada, sino que aleja un poco más la posible solución del problema de fondo.

En primer lugar, sólo a un Profesor alejado de su cátedra por mor de los avatares políticos puede ocurrírsele que la función de una Sentencia se arreglar una controversia política.

Entiéndalo de una vez, si es que se le ha olvidado: la función de una sentencia penal es otra bien sencilla. Se trata de restablecer el orden jurídico alterado por conductas contrarias a la Ley. Dicho en lenguaje llano: dilucidar el grado de culpabilidad o de inocencia de los encausados y, llegado el caso, si ha lugar, determinar la pena que corresponde a su responsabilidad penal.

¿Arregla el problema de fondo? Desde luego que no. Ni se esperaba que lo hiciera, lo que no quiere decir que, siendo esto cierto, haya que suponer que los actores políticos tienen bula para saltarse la legalidad vigente por el pintoresco argumento de que si se les mete en la cárcel ello no arregla los desacuerdos previos.

Por cierto: el modo que se ocurre a los genios y “genias” que pilotan la nave de Unidas Podemos para solventar el problema catalán, pasa por la convocatoria de un referéndum sobre la hipotética independencia de Cataluña.

¿Que coincide con las tesis de los acusados? Casualidades, pero tampoco se alarmen demasiado, porque a renglón seguido se añade que si abandonar esta idea puede ayudarles a entrar en un futuro Gobierno de izquierdas, pues se abandona y a celebrar el triunfo.

Como dijo Marx, Groucho, por supuesto “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Fiable el personaje ¿no? Como para tomar en serio sus críticas a la Sentencia.

El fundamentalismo nostálgico

También por al flanco derecho, bastante extremo, desde luego, hay quejas desencantadas. Tampoco ha habido tiempo en muchos casos para deglutir el mamotreto de la Sentencia, pero eso, de verdad, tampoco es tan importante.

Lo fundamental, si hubo delito de sedición o de rebelión, las penas que corresponden o habrían correspondido en uno u otro caso, y hasta dónde pueden beneficiarse los condenados de la normativa penitenciara, se deducen de la parte dispositiva de la Sentencia y del conocimiento de cómo funciona el sistema carcelario.

Desencantados como Dª Isabel San Sebastián o D. Federico Jiménez Losantos ilustran lo que digo. Derecho tienen a pensar como piensan y a decir lo que dicen, no faltaría más, pero en comentarios de otros de su misma tendencia laten dos o tres ideas básicas, aunque discutibles: la levedad de la condena alienta futuros comportamientos similares; el precio de la unanimidad ha sido olvidarse del delito de rebelión, único que cabe en el caso que nos ocupa; el temor a qué pueda decir la jurisdicción europea ha frenado el sentido de la justicia española: no han estado a la altura.

¿Qué quieren que les diga? Las penas se corresponden con los delitos probados según el Tribunal. A ellos les parecen cortas, a los acusados larguísimas. Será porque unos están fuera y otros dentro de a cárcel. 

Por otra parte, ¿alguien duda de que España, Estado de Derecho, no puede permitirse el lujo de aplicar la Ley en unos casos sí y en otros no? Los beneficios penitenciarios no se han cambiado; son los que existían antes de producirse los hechos juzgados, luego… ¿Tengo que seguir? 

Me llama la atención que cuando se emiten votos particulares es prueba de que las cosas no están claras y cuando hay unanimidad, algo turbio se esconde. En cuanto a la importancia de la justicia europea, precisamente esta Sentencia ha permitido reactivar inmediatamente la euroorden de extradición contra Puigdemont.

La normalidad institucional

Se echaba de menos desde hace tiempo. Apenas publicada la Sentencia, ha habido un rápido intercambio de llamadas entre Gobierno, PP y Ciudadanos. Estamos en precampaña y es evidente que las tres formaciones mantienen tesis bien diferentes en muchos terrenos entre ellos en política territorial.

La buena noticia es, primero que han hablado, segundo que dicho a la gallega "no están en desacuerdo" a la hora de volver a hablar si fuera necesario tomar las medidas que fueran precisas para garantizar la normalidad en Cataluña.

Eso es lo importante hoy. Que estén o no de acuerdo en si hay que cambiar tal o cual artículo de no importa qué Ley; que duden entre aplicar o no lo previsto en la Ley de Seguridad Nacional (más pensada para defenderse de agresiones exteriores que de problemas internos, por cierto) o si ha llegado el momento o no de aplicar el consabido art. 155 y hasta dónde, es algo sobre lo que habrá que volver si las circunstancias así lo exigen.

Me quedo con "Se cumplirá la Sentencia", que aleja el fantasma de inoportunos indultos, y con la gratificante sensación de que algo ha cambiado y quizás se lo debamos a la sentencia.

Coincidencias no tan sorprendentes

La Sentencia se ha dictado a la medida de los deseos del Gobierno; en España no existe el menor atisbo de separación de poderes; no sólo no resuelve el problema sino que lo agrava.

Lean o escuchen a los habituales portavoces, portaestandartes o voceros de la extrema derecha. Escuchen a Torra, a los turiferarios de los políticos presos y verán que aunque las razones sean opuestas (unos piensan que la Sentencia es leve, cobarde, animadora de repeticiones y otros piensan que es aberrante, monstruosa, cruel, vengativa), los de un extremo y los del otro coinciden en lo que decía al principio.

Y es que, como el sabio pueblo dice desde hace siglos, "los extremos se tocan"

De héroes y "pringaos"

¡Pobres "pringaos"! Hicieron lo que hicieron, se los llevaron esposados y dos años después de entrar en el trullo han sido juzgados y condenados a lo que ustedes ya saben. Los que dicen ser sus amigos, los de fuera, se rasgan las vestiduras, piden amnistía para ellos, sabiendo que es absoluta, total y completamente imposible; tan imposible como su República (¿Recuerdan? "La República no existe ¡idiota!"). 

Iban para héroes, y se quedaron, como digo, en "pringaos".

Porque los héroes, a distinguir de los mártires que suelen morir de mala manera, salen con bien de las aventuras. Como Puigdemont, el mascarón de proa de la suprema farsa, viviendo tan telendo en su chalé de Waterloo, rodeado de sus compadres y comadres de fuga a costa del peculio ajeno, arengando a sus huestes en la distancia.

Y como el tramposo supremacista que pide la amnistía, manda al personal inutilizar el Prat, como si Barcelona fuera Hong Kong y España China y por otro teléfono ordena a sus fuerzas de seguridad disolver a palos a quienes fueron obedientes al aeropuerto a molestar a los viajeros.

No me extraña nada. El personaje no tiene madera de mártir y lo más que está dispuesto a arriesgar es una inhabilitación, por una corte temporada, si las cosas vienen mal dadas.

¿Ayuda la Sentencia a resolver el problema?

Ya lo están oyendo, el Profesor Iglesias y algunos otros dicen que no, que al revés, que sólo vale para alejar la solución.

A mi me parece lo contrario (lo que ya empieza a ser una costumbre).

En sí misma,  ni ayuda ni estorba, porque, como dije, su función es otra. No obstante, creo yo que no está nada mal que uno de los actores empiece a entender que hay rayas que no pueden saltarse, porque si se hace les pasan cosas desagradables.

Es bueno saberlo antes de sentarse, porque si no pasará siempre como cuando Torra vino a Madrid a monologar con Sánchez: "Tengo dos soluciones para Cataluña: Referéndum de autodeterminación o referéndum de autodeterminación".

Así que ahora que todos conocen el reglamento, pueden empezar a negociar mañana por la mañana.











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