domingo, 13 de octubre de 2019


Cuidado con quien te juntas

Un territorio convulso

Uno de los misterios de la Historia Universal que siempre me ha intrigado es por qué hay ciertos puntos del Planeta en los que parece que la paz, la tranquilidad parecen estados imposibles de conseguir. 

Cruces de caminos, encrucijadas de civilizaciones, rutas comerciales, fuentes de materias primas, parecen destinados a convivir con la violencia, la guerra, la muerte. Son escenarios propicios para las constantes cabalgadas de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

En este sentido, pocas zonas del Globo han soportado tensiones tan brutales como lo que desde hace algo más de un siglo solemos denominar “Oriente Medio” (denominación eurocentrista, desde luego, porque visto desde California, por ejemplo ¿por dónde cae, geográficamente el Oriente Medio? ¿Y si intentamos ubicarlo a partir de Sanghai?)

Ahí, en ese avispero, viven los kurdos, de los que en estos últimos días se están recibiendo noticias alarmantes.

El Kurdistán y los kurdos

Un territorio de algo más de 390.000 km2, es decir, equivalente a cuatro quintas partes de la superficie de España, la mayor parte de los cuales, 190.000 km² están en Turquía, 125.000 km² enIrán, 65.000 km² en Irak y el resto, 12.000 km² en Siria.

Catorce millones de kurdos del total aproximado de veintiséis viven en Turquía, seis en Irán, cuatro en Irak y dos en Siria. En ninguno de estos países son demasiado apreciados, por decirlo de una manera… eufemística.

Todos los Estados que cuentan con una minoría kurda se sienten incómodos con su presencia.

Este pueblo se supone que llegó a las tierras donde ahora vive, hace, más o menos, tres mil años. No parece que hayan tenido muchas oportunidades de disfrutar de su tierra.

Sólo cinco siglos después, fueron derrotados por los persas de Ciro el Grande y desde entonces, con algunos muy cortos períodos de tranquilidad (llamar paz a cualquiera de ellos, sería una exageración) han vivido con las armas en la mano.

Podrían escribirse varios volúmenes sobre las andanzas y desventuras del pueblo kurdo en la búsqueda de su nunca lograda identidad nacional.

Quiero citar, nada más, como antecedente próximo de la situación actual, el fallido Tratado de Sevres, al término de la I Guerra Mundial, en el que se preveía el nacimiento del kurdistán moderno. Nunca se suscribió, ni por tanto, llegó a entrar en vigor.

Muy poco tiempo después, el Tratado de Lausana de 1923 oficializó las fronteras actuales entre las naciones que cuentan dentro de sus fronteras con una parte del pueblo kurdo. El Kurdistán se perdió como oportunidad de resolver el ansia milenaria de un Estado propio.

En los últimos años, es lo cierto que el activismo del independentismo kurdo en todos los países en que se encuentra divida su población, pero, sobre todo, en Turquía, ha sido una constante. 

De hecho el PKK, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán, con base en Turquía, es considerado por la mayoría de países occidentales como una más de las organizaciones terroristas.

Las víctimas de atentados cometidos por el PKK y las de acciones de represalia a cargo de las fuerzas turcas, se cuentan por centenares.

La Historia se escribe muy deprisa en estos tiempos. Cuando Occidente decidió contestar con las armas al fundamentalismo musulmán, los kurdos iraquíes se aliaron con quienes buscaban la derrota del Califato Islámico. Es decir, fueron aliados de los Estados Unidos y, circunstancialmente, hasta de su archienemigo, nada menos que de Turquía. Quizás pensaran que al final de la contienda recibirían algún premio.

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha sido un problema en cualquiera de los tableros en que se juegue el futuro del mundo. Un mal día (al menos para los kurdos) los Estados Unidos deciden abandonar a su suerte a los aliados y no intervenir en cualquier conflicto entre Turquía y sus antiguos amigos. Incluso a riesgo de que algunos miles de prisioneros de guerra del ISIS dejen de estar guardados por la milicia kurda y vuelvan a las armas.

Turquía decide resolver su problema kurdo

Así es que Turquía, más exacto sería decir Erdogan, asegurada su espalda atlantista decidió atacar al pueblo kurdo, incluso más allá de sus fronteras: en territorio sirio.

Las fuerzas turcas han entrado, pues en Siria y bombardean posiciones kurdas. Morirán soldados de uno y otro bando y morirán civiles a los que nadie ha preguntado a quiénes prefieren. Tengo para mí que a los muertos les preocupa poco la nacionalidad de la esquirla de metralla que le secciona la vida.

¿Por qué ahora?

Porque algo le dice a Erdogan que es la hora de los matones planetarios: él mismo, Putin, Bolsonaro, Rodrigo Duterte, y como mascarón de proa del ventajismo tabernario, Donald Trump. No son iguales, ni piensan lo mismo, ni defienden los mismos principios, pero sí apuntan a las mismas soluciones arbitrarias, violentas, autoritarias. Se entienden entre ellos y se ríen de los escrupulosos y tiquismiquis demócratas tan cuidadosos con sus modos de hacer.

Porque se siente tan seguro de su impunidad que hasta se permite el lujo de amenazar a la Unión Europea con inundarnos con una marea de cientos de miles de refugiados a los que él dice que contiene.

Sabe lo que hace, desde luego, que no seré yo quien caiga en el error de menospreciar a quien esté en las antípodas de mi forma de ver el mundo. Los personajes antes citados, podrán ser cualquier cosa, menos tontos.

Lo que quiero decir es que Erdogan sabe no sólo de la ineficacia de la Unión Europea a la hora de resolver cualquier problema más allá de sus fronteras (y buena parte de los que ocurren dentro, dicho sea de paso), sino que es consciente de que el ánimo miserable con que Europa afronta la crisis de los refugiados se convierte en sus manos en un arma de presión.

Y está en lo cierto, por lamentable que nos resulte: la Unión Europea no hará nada más allá de alguna resolución de condena y alguna otra petición de moderación. ¡A Erdogan!

¿O es que hemos olvidado ya que los mismos que ahora se rasgan las vestiduras porque Erdogan haya cogido su fusil le pagaron para que contuviera la marea de refugiados en sus propias tierras. Miserable acuerdo del que deberíamos avergonzarnos y que ahora se vuelve contra nosotros como una amenaza: 3.000 millones de € por taponar la entrada de los desharrapados que tanto afean el paisaje urbano.

Sí, miserable, aunque en marzo del 2016 el actual responsable de la política internacional de la Unión, José Borrell manifestara en un debate en TVE "Bajen del angelicalismo a la realidad, el acuerdo fue una solución para detener una hemorragia de inmigrantes que Europa y las islas griegas no estaban en condiciones de aceptar”. ¡Malditas hemerotecas!

¿Será capaz Europa de advertir al matón de que esa actitud no es la mejor si se quiere seguir optando a ser socio de pleno derecho en esa Unión en la que hay que respetar cierto valores que cada día cuentan menos para él?

En resumen

Donald Trump abandona a sus aliados en manos de sus mortales enemigos. Aviso a navegantes: cuidado con quién vas por ahí.

Erdogan parece recordar lo que los Jóvenes Turcos hicieron con los armenios a principios del siglo pasado: la mejor forma de terminar con el problema armenio es terminar con los armenios. Primer genocidio de la era moderna: más de un millón de muertos.

Las tierras que son la base territorial del pueblo kurdo guardan bajo la superficie la mayoría de las reservas petrolíferas de Irak e Irán y la totalidad del petróleo sirio. ¿Tendrá ese dato algún interés para Mr. Trump? ¿Conoce los riesgos? Porque lo cierto es que todos lo saben y muchos lo quieren. Al petróleo, me refiero.















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