jueves, 9 de enero de 2020

El futuro empezó hace tiempo

Declaración de principios 

Abomino de este Gobierno. Dada mi forma de pensar, no puede ser de otra manera. No se trata de que ponga en duda el derecho de Pedro Sánchez a ser investido Presidente de Gobierno, no, sino del camino seguido para conseguirlo y de los apoyos que ha necesitado para prometer su cargo ante el Rey.

Tampoco estoy insinuando que si Sánchez no pudo encontrar otro camino debiera de haber un paso atrás y ceder, sin más, su condición de candidato a otro aspirante. Sería una alternativa legal pero impensable. Nadie tiene derecho a echarle en cara al Presidente que quisiera serlo, pero sí el medio que ha elegido para conseguirlo

Pese a todo, ahora y siempre, sea quien sea el destinatario de mis buenos deseos, querré que al Gobierno de España le salgan bien las cosas, entendiendo por ello, que los problemas del país se reduzcan. Luego, cuando llegue la ocasión, volveré a votar, se abrirán las urnas, me alegraré o no del resultado, y desearé, una vez más, mucha suerte al nuevo Presidente del Gobierno.

Por último, cuando tengo ocasión para ello, hablo, escribo e incluso voto a favor de opciones que incluyan la noción de “centro” en su composición. Creo conveniente que como espacio ideológico, sea el acompañante de la izquierda o de la derecha, aunque se trate de meros apoyos parlamentarios; prefiero una de las dos combinaciones, desde luego, pero tampoco me quita el sueño si la pareja del Centro es la que menos me gusta. Quiero creer que millones de españoles piensan y sienten como yo cuando las pasiones no se desbordan ¿Estamos ahora en esa tesitura? Por lamentable que sea, en absoluto.

Realidades que no se asumen
  • El PSOE, como en comicios anteriores, sacó más votos que nadie, lo que no equivale a ganar las elecciones. O, si se prefiere, ganó las elecciones pero eso no es suficiente para “ganar” la Moncloa. Estos dos hechos son indiscutibles.
  • Además de la fórmula que ha hecho Presidente al que obtuvo más votos, ha habido otras varias que se han desechado. No hablo de lo que pudo haber sido y no fue después de anteriores procesos electorales (reiteradas deserciones de Podemos, cambio de estrategia de Ciudadanos), sino de lo que podría haberse hecho hace menos de un mes para evitar que Pedro Sánchez llegara a la Moncloa bajo un palio cuyos varales los llevaran, Jonqueras, Iglesias, y  los portaestandartes de Bildu y PNV. 
  • Poner condiciones durísimas al Partio Socialista y abstenerse o, incluso otorgar los votos necesarios a favor para superar a los “noes” es algo que PP y C’s tuvieron en su mano. También podría haberlo hecho Vox, pero supongo que eso sería ya surrealismo político.
  • Vox, aunque disguste a muchos, es un partido legal con representación parlamentaria y con derecho, por tanto a defender sus puntos de vista como otro Partido más. Con las prerrogativas y las limitaciones que la legislación establece.
  • Bildu, Junts per Cat., Esquerra Republicana de Cataluña y la CUP están en el mismo caso, por amplio que sea también el rechazo que provocan. Servidumbres de la democracia, ya saben. 
  • La Ley Electoral es manifiestamente mejorable, pero estaba vigente cuando se convocaron las elecciones y los que se presentaron la conocían. Tanto el Partido Popular como el Partido Socialista pudieron haberla cambiado en los últimos cuarenta años. No lo hicieron porque no les perjudicaba, así que lo que no tiene ahora mucho sentido es quejarse, sean ellos u otros, de lo que podría haber pasado si la Ley dijera lo que a ellos les hubiera gustado.
  • La Constitución, la bandera, el Rey, el Gobierno, España en definitiva, no son propiedad de la derecha; los Tribunales deciden quién actúa contra la Carta Magna; la bandera la usamos quienes la amamos, votemos a quien votemos; El Rey lo es de todos, incluso de los republicanos, de los catalanes y los antisistema aunque no les guste; el Gobierno lo preside el que elige el Parlamento. España, por supuesto, es del pueblo. Más o menos la mitad de las veces, la derecha se queda fuera del Gobierno. La otra mitad no. Democracia es asumir la pérdida del poder si así lo decide el pueblo ¿Verdad que usted conoce a más de uno que esto le parece escandaloso? 
Desmanes parlamentarios y contradicciones curiosas
  • El recién concluido debate de investidura ha dejado un generalizado mal sabor de boca en la ciudadanía. Una de sus evidencias es que la mala educación, el comportamiento  grosero y el afán por la desmesura no son patrimonio de la izquierda.
  • Cabe oponerse al contrincante con la máxima energía, sin tener que acudir al nutrido repertorio de insultos que el idioma español pone a nuestra disposición, ni expresarse con los pies sobre el entarimado. La buena educación y la cortesía parlamentaria son un capital que no debería perderse en ningún caso. Traidor, felón, fascista, bolivariano, okupa, trilero, son términos propios de bronca tabernaria. No importa cuánto aplauda tu bancada la salida de tono, quien insulta está degradando al Parlamento. Otros desmanes verbales, golpe institucional, Gobierno ilegítimo, son, sencillamente, barbaridades.
  • Cambiar de opinión es tan legítimo como no hacerlo. El único límite es la limpieza de la decisión. Si la Srª Oramas decide saltarse el acuerdo adoptado por su formación, tendrá un problema a resolver en el seno de su Partido, pero desde el punto de vista ético, es una muestra de que sus convicciones están por encima de la disciplina de partido. Es algo común por otros lares (países anglosajones, desde luego, pero no sólo) pero difícil de entender en España. Nadie tiene derecho a insultarla por ello.
  • Mantener el criterio, por mal que le venga a quien piensa de otra manera, es no sólo legítimo, sino habitual. Amenazar por ello a quien se mantiene en sus trece es intolerable. El efecto, a veces, es el contrario: Teruel existe hoy un poco más.
  • Pedir deserciones a Diputados de otras formaciones desde la tribuna del Congreso es legal, desde luego, pero un tanto patético. Incluso ridículo si se adopta un tono entre apocalíptico y lastimero. Mejor habría hecho la Srª Arrimadas dedicando sus esfuerzos a recuperar a los que se han ido de su Partido en vez de esforzarse en atraer con arrumacos a los Diputados socialistas.
  • Pedir que los Diputados de otro Partido hagan algo que a ti te viene bien pero que tú mismo podrías hacer, aun a costa de pérdida de imagen, pueden calificarlo como quieran, yo lo llamo desfachatez y prepotencia. ¿Qué más da cuántos escaños tenga aquel a quien se le pide el favor?
  • Apoyar la investidura con tu abstención y declarar en público que la gobernabilidad de España te importa un pimiento, no es una contradicción, sino algo bastante peor: un aviso de qué es lo que está a punto de pasar. El Presidente, si es que tenía alguna duda, debería saber con quién se junta y qué puede esperar de ellos a partir de ahora.
  • Desde hace algún tiempo me pregunto por qué es inmoral, indecente, traición a España juntarse con PNV, Unidas Podemos, ERC y Bildu, y se considera normal tener como compañeros de voto a la CUP o a Junts per Cat. Como antes se decía “o todos moros o todos cristianos”
  • Y, por último, aunque no se trate de un asunto entre parlamentarios, hay que tomar buena nota de que cuando Herman Tersch, ascendencia austriaca, ex comunista, ex fundador del Foro de Ermua, eurodiputado por Vox, desliza peligrosísimos comentarios sobre la pertinente intervención de las fuerzas armadas para enderezar el rumbo, nadie de su Partido ni lo ha desautorizado, ni, menos, lo ha llamado al orden.
  • Al hilo de este suceso: cambiar de credo es, no sólo privilegio de cualquier ser humano, sino que es, al mismo tiempo, apostasía y conversión. Depende de quien lo enjuicie. Así que lo que pueda aplicarse a Jorge Verstringe, que pasó de correr a gorrazos a universitarios rojillos a ser asesor áulico de Podemos, puede aplicarse al citado Tersch, Jiménez Losantos, o Sánchez Dragó que, en sus años mozos entonaban La Internacional con notable entusiasmo. 
El previsible futuro imperfecto, o qué podemos esperar de lo que se avecina
  • Unidas Podemos será desleal a Sánchez. Ya ha empezado a serlo. Iglesias moderará su tono de voz, pero no podrá dejar de ser quien es. Como en el cuento de la rana y el escorpión, morderá el suelo que lo sustenta, porque forma parte de su ADN. Y recuerden: en su programa se habla de referendos en tantas cuantas ocasiones así lo pidan las CC.AA. En ésta y en otras materias, irá por libre.
  • ERC será implacable, porque puede serlo. Ni Presupuestos, ni cuestiones que afecten al común de los españoles les preocupan: quieren la independencia de Cataluña aunque no arriesguen tanto como otros. Montserrat Bassa ha tenido la deferencia de advertirlo con tiempo. Hoy decía un contertulio en cierta cadena de televisión algo así como que la ventaja de ERC es que no miente. Se sabe lo que quieren y se sabe qué no se les podrá conceder sin riesgo, incluso penal, para el que lo haga.
  • El Partido Popular, presunto líder de la oposición, tendrá que elegir entre competir con Vox en exabruptos (camino seguido en el debate de investidura) o marcar las diferencias con Abascal centrando su discurso. Peligroso dilema: si opta por la emulación, corre el riesgo de que el votante prefiera el original a la copia; si se inclina por sus cromosomas centristas, el peligro se me antoja menor, porque Ciudadanos tardará en salir de la UVI, así que por ahí habrá poca o ninguna sangría; incluso cabe lo contrario.
  • Ciudadanos tiene por delante la travesía del desierto. Puede jugar a capitalizar el desencanto de los votantes de centro derecha que rechacen el extremismo manifiesto de Abascal y los excesos verbales de Casado, pero me parece que está ante un panorama poco halagüeño. El camino será largo, pero no creo que el objetivo sea convertirse en el pariente pobre del trío desaforado de la derecha. Ellos verán, pero recuerden que los errores suele pagarlos el que los comete.
  • Vox seguirá a lo suyo; lo está haciendo muy bien (muy bien para sus fines y planteamientos, desde luego) y es previsible que siga in crescendo. Seguirá explotando las medias verdades, los mensajes sencillos, los sentimientos más que los argumentos y continuará contaminando a PP y, si sobrevive, a C's. Se beneficiará de los previsibles errores de bulto del Gobierno, las contradicciones insoslayables del Gobierno que tenemos y no se verá siquiera en la necesidad de corregir los desmanes de algunos de los suyos, como el ya comentado del Sr. Tersch.
  • Para completar el nada tranquilizador panorama, el secesionismo seguirá beneficiándose de las debilidades crecientes del Gobierno y de la complicidad poco o nada disimulada del socio del Sr. Sánchez, sí, el que le quitaba el sueño; incrementará su naciente apoyo exterior y nos traerá más de cabeza que nunca, porque se le han brindado las armas para ello. Pero no lo olviden: pudo haberse evitado y no se hizo porque era más importante acorralar a Pedro Sánchez que pensar en España. 
Consecuencias prácticas inmediatas
  • La imagen exterior de España seguirá deteriorándose. Se perdió el tren de la gestión internacional de la crisis catalana en los tiempos de la abulia de Rajoy y no sólo no se ha recuperado, sino que va de mal en peor. Nos está yendo mal en los Tribunales europeos, empezará a flaquear nuestra posición en las demás instituciones y, si algo no nos beneficia, serán las abismales discrepancias entre nuestros propios eurodiputados.
  • Los bloques seguirán estancos. Es muy difícil imaginar en base a qué mimbres podrán confeccionarse la larga serie de “cestos” para cuya manufactura se precisan acuerdos que impliquen a Partidos no gubernamentales: el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo, la Comisión Nacional del Mercado de Valores, RTVE, mentre otros, exigen mayorías parlamentarias cualificadas. Hoy, sin ir más lejos, el PP anuncia su intención de rechazar cualquier acuerdo sobre la renovación del Consejo del Poder Judicial porque “no se fía de la composición del Gobierno”. Así que el Consejo seguirá en funciones, eso sí, con mayoría conservadora.
  • Más que probablemente se resentirá la creación de empleo. Tal como yo lo veo, no tanto por las medidas que puedan tomarse, sino por el clima de desconfianza instalado en la sociedad civil.

¿Es de esperar una legislatura corta? 

Depende. No es lo mismo una legislatura que un Gobierno. Por mi parte, tiendo a pensar que los días del nuevo Gobierno serán escasos. Si los malos augurios se cumplen, es posible que no termine el año.

A partir de ahí, caben dos soluciones: convocatoria de nuevas elecciones con el riesgo de que los resultados no difieran demasiado de los actuales o, de nuevo, encargo real a Pedro Sánchez de formar Gobierno, si éste logra apoyos suficientes, distintos de los actuales.

¿Cabría pensar en lo que muchos deseábamos antes de las elecciones? Que gobierne el más votado con el consentimiento del segundo Partido, sean cuales fueran las concesiones que cada uno tuviera que hacer al otro.

Vox y Podemos hablarían de traición a sus votantes imputable a quienes permitieran tal herejía. 

Podría pensarse que al término de la legislatura, Vox devoraría al PP y Podemos al PSOE.
Yo creo lo contrario: si el acuerdo de investidura y de legislatura fuera exigente, y los resultados positivos, los éxitos podrían repartirse y los votantes tal vez se olvidaran de segundas marcas y volvieran a los originales. No sería la vuelta al bipartidismo, pero rebajaría la influencia de los extremos del arco parlamentario.

Advertencia: no descarto el efecto nocivo de tanta fiesta, cena, celebración y algarabía sobre mis desgastadas meninges. 





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