lunes, 6 de enero de 2020

Mi carta a los Reyes Magos

Viejas costumbres

¿Qué quieren? Pasan los años, uno envejece y hay veces, ésta es una de ellas, en las que lejanos recuerdos del tiempo de la ilusión y la inocencia, le llevan a recuperar antiguas tradiciones.

Permítanme, por tanto, mi particular aportación a la tradición española de confiar en que una misiva enviada a los Magos de Oriente acabe convertida en regalos impagables que colmen mis deseos.

Un país más educado

Mi primera petición a alguno de los barbados Magos, Melchor, sin ir más lejos, es que logre hacer de nuestros parlamentarios gente educada, porque parto de la hipótesis de que son como son, porque son nuestros representantes, o sea, que igual se parecen a nosotros y mejorándolos a ellos, todos terminaremos por todos ser mejores.

Viene esto a cuento de que he visto algo así como tres quintos de los debates a propósito de la posible investidura de Pedro Sánchez.

¿Lo han visto ustedes? Intervenciones airadas en las que los insultos se contaban por docenas, comentarios ofensivos, argumentos ad hominem, exabruptos tabernarios, sonrisitas extemporáneas, mentiras groseras, gritos, pateos… Más que un debate parecía un torneo en pos del trofeo para el Energúmeno Mayor del Reino  ¡Los padres de la Patria! Si esos son los padres ¿qué cabe esperar de sus hijos?

Ya sé que la mala educación no es patrimonio exclusivo de nuestros parlamentarios. Reciente tengo aún en la memoria la bronca diaria que soportó el Parlamento británico durante las borrascosas sesiones a propósito del brexit, tanto bajo el mandato de Theresa May, como del de su pintoresco sucesor.

Ocurre, nada más, que el mal proceder de los demás, no disculpa el nuestro.

Lo cierto es que la inmensa mayoría (me resisto a decir la totalidad, por si exagero) de los oradores que se encaramaron a la tribuna, desconoció el hecho incontestable de que todos, absolutamente todos los Diputados que ocupaban el hemiciclo, se sentaban en sus escaños en virtud del voto popular, y que ninguno, en este momento, tiene cuentas pendientes con la justicia.

Tal como yo lo estaba viendo y oyendo, eran una prueba fehaciente de que se estaba desaprovechando una oportunidad de hablar, parlamentar, sobre el modo y manera de resolver los muy graves problemas de los millones de ciudadanos que estábamos fuera del Palacio de la Carrera de San Jerónimo.

No han cumplido con su deber, han dado de sí mismos una pésima imagen y han faltado al respeto a sus electores.

Primera petición, por tanto, al Rey Melchor: Consígame, Majestad, que mis representantes parlamentarios se conviertan en ciudadanos ejemplares. Todos, Majestad, que en nuestro ordenamiento, cada uno de ellos representa al pueblo español en su conjunto.

Más parlamentarios como Dª Ana Oramas

Ya de puestos, querría que el mismo Rey Melchor, si anda bien de tiempo, consiguiera que cundiera el ejemplo de Dª Ana Oramas entre sus colegas.

Ya saben ¿no? La Srª Oramas, única Diputada de Coalición Canaria llegó al Congreso con la encomienda de su Partido de apoyar, no recuerdo si directa o indirectamente, la investidura de Pedro Sánchez.

El caso es que su conciencia se lo impidió. Supongo que después del correspondiente proceso de reflexión, decidió que sus convicciones estaban por encima de la disciplina de partido y votó en contra.

No, no se alarmen que lo que estoy pidiendo no es cunda el transfugismo, ni la inseguridad. Se trata de algo más profundo. Me trae sin cuidado si la posición final de la Srª Oramas coincide o no con la mía. No quiero entrar en el terreno de a quién beneficia y a quién perjudica lo que ha hecho. Ésa no es la cuestión. Lo que la hace admirable a mis ojos, es que antepusiera principios éticos personalisímos a criterios políticos emanados de la formación a la que pertenece desde hace años, porque eso es una auténtica novedad entre nosotros.

Ella sabe que su decisión puede suponerle serias dificultades con la dirección de su partido. Lo sabe y lo asume, como una especie de Antígona canaria.

No le valdrá de nada, pero tiene mi personal admiración. Por eso me gustaría que Su Majestad de Oriente tratara de conseguir que cundiera el ejemplo.

Que todo termine de la mejor manera posible

He reservado para el Rey Gaspar una encomienda, una petición de más enjundia: que el proceso en marcha termine bien. Bien para España, se entiende, porque preferencias personales aparte, les aseguro que preferiría que las cosas saliera bien aun costa de que mis opciones electorales se vieran contrariadas.

Quiero, mi admirado Rey Gaspar, que quien llegue a la Presidencia del Gobierno, sea ahora o cuando toque, logre mantener a España unida (o que vuelva a unirla, quizás debería pedir). Quiero que mis paisanos vivan mejor este año que empieza que el que ha terminado. Quiero que los gobernantes acierten con la tecla y que los opositores sean un estímulo y no un grillete. Quiero, en fin, que asombremos al mundo con nuestro modo de salir de los charcos. No sería la primera vez, así es que ¿por qué suponer que no puede repetirse?

Es una temeridad aconsejar a un Rey Mago qué y cómo tiene que hacer las cosas para dar satisfacción a los deseos expresados en las cartas que recibe. Pese a todo ¿Tolera su Majestad una sugerencia? ¿Por qué no empieza por explicarles a nuestros parlamentarios de pe a pa, de la a la z, qué es democracia, qué es educación, qué es respeto, qué es un debate, por qué y para que están donde están y qué esperamos todos de ellos?

Igual se les ha olvidado o no lo han sabido nunca y de ahí vienen todos los problemas.

Un mundo sin matones planetarios

Y por último, mi cuarto deseo, esta vez para el entrañable Rey Baltasar. Él sabe que acá, en España, siempre le hemos llamado “El Rey Negro”, pero que en eso no ha habido nunca la menor muestra de discriminación. Siempre ha sido una forma sencilla, clara y definitiva de identificarlo frente a sus dos colegas.

Ahora que lo pienso, igual Baltasar es oriundo de allende los mares y está acostumbrado a que lo llamen afroamericano. O viene de nuestro sur donde ahora habitan los subsaharianos. Me da lo mismo: desde niño lo vi como “El Rey Negro” y él sabe muy bien, para eso es Rey, viejísimo y Mago, que desde mi primera infancia le tuve especial aprecio.

Al toro, que es una mona. Querido Rey Baltasar.. ¿Podrías conseguir que Mr. Trump dejara de sacar los pies del plato? Es que, ya sabes lo que acaba de hacer: sin correr ningún riesgo, ni él, ni sus soldaditos, dio la orden de atacar un país con el que no está en guerra, y ¡Ea, que bombardeó Irán!

Ahora todos estamos de los nervios esperando la reacción de los iraníes que, como era de esperar, se lo han tomado fatal. Él, Donald Trump, no sé si es consciente de que hoy estamos un poco más cerca del precipicio que hace una semana, y eso es lo que me preocupa.

Supongo que alguien le habrá convencido de que una guerrita de vez en cuando, si es en tierras lejanas, de esas que están pobladas por infieles, viene de perlas para renovar el arsenal, que los misiles caducan, los drones se oxidan, y, además, el stock de juguetes bélicos hay que actualizarlos cada cierto tiempo, que eso es dinero para los accionistas de la industria de la muerte y sueldos para los buenos americanos que le votaron.

Igual estoy en Babia y lo único que ha pasado es que de vez en cuando hay que mirar por la marcha del negocio petrolero y lo hecho viene al pelo para subir los precios del crudo, y esas cosas. Si ése fuera el motivo, tengo que admitir, mi admirado Baltasar, que es algo que nos importa a todos, pero, eso, que preferiría, pese a todo, que deje de jugar con fuego.

O es más sencillo todavía, y resulta que con su ocurrencia, deja contentos a los amigos (saudíes e israelitas, por bárbaros que sean los primeros y belicosos los segundos) y su propio público deja de dar la murga con lo del impeachment.

Y fue entonces, cuando había terminado la carta, un segundo antes de firmarla, cuando caí en la cuenta de que qué hago yo escribiendo mensajes a seres imaginarios en los que dejé de creer hace setenta años. Y me entró un enorme desánimo, porque si ni siquiera los Reyes Magos pueden atender mis peticiones…















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