sábado, 27 de junio de 2020

De aquí y de allá

Ideología y electoralismo

"Lo malo de los fanáticos es que toman una idea y la convierten en un ideal". El autor de la frase tenía que ser un humorista, un hombre serio y profundo, capaz de hacernos sonreír poniendo ante nuestros ojos el espejo de la evidencia. Permítanme que dé una vuelta de tuerca más a la genialidad de Máximo y ponga a disposición de los lectores mi propia ocurrencia: "Lo malo de los políticos es que convierten los ideales en ideología".

Algunos quizás recuerden la distinción que Marx establecía entre ideología y fundamentos teóricos de la política. Para el marxismo  "ideología" era poco menos que herejía de convertir la política en el arte de engañar al ciudadano con la mixtificación de conceptos básicos sin aporte alguno de fundamentos rigurosos. Así que frente a la práctica, la"praxis", no estaba la ideología, sino la "teoría".

No obstante, como estas sutiles distinciones tengo para mi que han caído en el olvido, déjenme que haga del término "ideología" el uso que a diario suele dársele por cualquiera de los actores de nuestra tragicomedia política

De un tiempo a esta parte, oigo, no sin cierta sorpresa, cómo el partido A, acusa al Partido B de que la propuesta de Ley que está apunto de llevar al Parlamento, o el intento de regulación de no importa qué materia, está teñida de ideología y que, eso si que no, así que el Partido A se opondrá con todas sus armas. 

Y no lo entiendo. El juego político, en democracia, está basado en la confrontación de modos distintos de identificar, catalogar y priorizar no sólo los problemas colectivos sino la forma de solventarlos. Ambos procesos se diseñan por cada Partido en función de sus fundamentos teóricos, o, si se prefiere, de su ideología. La praxis, o sea, la forma de poner en práctica lo programado, también será distinta por completo, por la misma razón: porque las ideas base de cada Partido son diferentes.

Si el Partido C considera prioritario mejorar la enseñanza versus modernizar el transporte ferroviario, lo hará en función de sus ideas, de su ideología, de su teoría política. Si el Partido D, a la hora de afrontar la mejora de la enseñanza cree preferible encomendar la mejora a la iniciativa privada y no al sector público, está aplicando, aunque no lo sepa, su propio catecismo, su ideología.

Lo que hace grande la democracia es que los unos y los otros deberían no sólo admitir, sino defender, el derecho del resto de formaciones a mantener sus propios criterios y pedir el voto a los ciudadanos en las mismas condiciones que ellos mismos, porque, por definición, cada uno cree que defiende lo mejor para el país.

Así que, en cierto modo, acusar a un Partido de aplicar criterios ideológicos es tacharlo de "político", lo que no deja de ser redundante.

Como es caer en candorosa ingenuidad tachar de electoralistas la mayoría de las acciones puestas en marcha por quienes están en el poder, o de las iniciativas de quienes penan en la oposición para ejecutar en cuanto ganen las elecciones.
¡
Claro que hay muchas, por no decir todas, de las cosas que hacen o proponen unos y otros que tienen como objetivo ganar elecciones! Es que resulta que sólo obteniendo más apoyo popular que los demás se consigue estar en condiciones de poner en práctica lo que quiera que sea que busque el Partido que estemos analizando. 

Y es más que legitimo, es natural, y, además, inevitable, y, de paso, ni siquiera es malo, porque estamos hablando de Partidos constituidos de acuerdo con la legalidad vigente que defiende, cada uno, su propia versión de lo que es bueno para el país. 

Parece como si unos, otros y los de más allá, consideraran vergonzosa su propia actividad, la de ganar elecciones para sacar adelante sus programas, y por ello acusan a diestro y siniestro de lo que ellos mismos no tienen más remedio que hacer a diario.

Todos estos equívocos acaban por llevar la política a terrenos fangosos, envueltos en sobreentendidos, hipocresías y farsátiras penosas. La derecha se disfraza de "centro reformista", la izquierda de "centro progresista". Estaría muy bien que un día de estos la clase política española acabara reconociéndose a sí misma, que todos, todos, aplican a diario criterios ideológicos, aunque no lo sepan, como el gentilhombre de Molière que hablaba en prosa sin saberlo.

¿Qué ha pasado con los mascarones de proa del secesionismo?

¿Dónde se ha metido el fugado Puigdemont? ¿Está confinado y no se deja fotografiar siquiera, o usa mascarilla gigante y aprovechando el disfraz ha vuelto al Ampurdán de tapadillo? ¿Cuándo leyeron la última declaración de Oriol Junqueras? ¿En qué lugar soportaron la pandemia las fugadas a Suiza o a Escocia? ¿Siguen siendo dos los Jordis? No quiero imaginar, sería tremendo, en un coma inducido colectivo de los líderes secesionistas, en una hibernación preventiva a la espera de su renacimiento en una territorio sin  la pringosa Covid 19 infectando la tierra de sus delirios.

No me digan que todas esas preguntas son retóricas, porque ya lo sé: las he escrito yo, así que…

Hay quienes intentan sacar conclusiones optimistas de las pequeñas diferencias tácticas entre los que obedecen al preso y los que lo hacen al fugado. Algunos ni recuerdan a los antitodo de la CUP. Llegan a suponer grietas crecientes, que podrían convertirse en zanjas insalvables entre unos y otros. Se engañan: esas escaramuzas son las divergencias lógicas entre pandillas que están a punto de enfrentarse para ver quién manda algo más que el otro.

De vez en cuando, alguien dice lo que piensa (incluso hasta es posible que piense lo que dice) y sin el menor recato declara en sede parlamentaria que a ella "la gobernabilidad de España le importa un pimiento". ¿Qué quieren que les diga? Se lo agradezco, porque me ahorra argumentar sobre qué puede esperarse de todos ellos: eso, lo que nos dice la diputada catalana.

Sólo espero que el Señor Presidente del Gobierno y el Partido que le apoya no caiga en el error de creer que tiene aliados entre esa gente. Observen que digo "Presidente" y "Partido que le apoya", y no "Gobierno" o "Mayoría Gobernante", porque en esta suerte de emulsión inestable que se reúne en Consejo de Ministros, no hay que olvidar que el sector minoritario sigue defendiendo "El Derecho a Decidir", así como el acendrado amor a la paz de los mentores de los otros sececionistas, ahora tapados por al pragmatismo de los "nacionalistas buenos", si me permiten la ironía cuando me refiero a los actuales conductores del Partido Nacionalista Vasco.

El viacrucis de los demagogos

Viacrucis, que no pasión y muerte, ni yo se las deseo.

Los grandes de la mentira, la ocurrencia, la negación de la evidencia; los artistas de la manipulación, los negacionistas de pro, los que prefieren la frase hiriente al discurso metódico, los que viven de las emociones viscerales porque conocen la dificultad de articular razonamientos rigurosos, no han tenido mucha suerte frente a la embestida del coronavirus.

Ni de lejos me apena su desairada situación política. Siento los efectos de sus modos de actuar; lamento que sus países, poblados por millones de gentes como cualquiera de nosotros, estén sufriendo más de lo debido; quisiera poder hacer algo más que escribir unas cuantas frases mal hiladas sin ninguna eficacia práctica, pero no lamento el ridículo en que incurren.

No ha habido ningún gobernante que no haya caído en la trampa de la improvisación, hija del desconocimiento, nieta de la falta de preparación, prima hermana del temor a alarmar, sobrina del falso dilema salud, ruina. No, no los ha habido.

No me refiero a ellos, sino a una tropilla especial: la formada por aquellos que eligieron las soluciones antes de tener definido el problema. Para entendernos, hablo del selecto club de los Grandes del Populismo Planetario: Donald Trump, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Antonio Manuel López Obrador, Rodrigo Duterte. (Por cierto, no sé por qué me viene a la memoria el título de una excelente comedia británica de los años  50, "El quinteto de la muerte". ¿La han visto? No, no tiene nada que ver con lo que estoy hablando, no sean mal pesados; es sólo eso, que me ha vendo a la cabeza ahora)

Ustedes conocen las cifras actuales, saben cómo han aumentado los contagios, las muertes, el desastre económico, el dolor y la desesperación. Sólo quiero dejarles de recuerdo para este fin de semana un ramillete de frases del quinteto. Si es humor negro, desprecio por el ciudadano o muestra de deterioro mental de sus autores, no soy yo quién para establecerlo.
  • Ser Presidente no le convierte a uno en Premio Nobel de Medicina. "¿Por qué no prueban a inyectarse lejía?": Donald Trump
  • Todo político ha de elegir, pero a veces, hay que buscar términos medios. "Hay que evitar el colapso del sistema sanitario y de la economía británicos, aunque el Covid-19 provocará miles de muertos en el país y que muchos británicos perderán a sus seres queridos "antes de tiempo" por culpa del virus": Boris Johnson.
  • Otro genio de la medicina. "No es más que una gripecinha, un catarrinho sin importancia": Jair Bolsonaro.
  • Algunos ienen vedado el don de la oportunidad. "No tengan miedo. Yo me protejo con un escapulario. Sigan saliendo, sigan acudiendo a los restaurantes": Antonio Manuel López Obrador.
  • Muerto el perro, se acabó la rabia. "Mis órdenes son para la policía y el ejército, si hay problemas o surge una situación en que la gente pelea y sus vidas están en peligro, disparen a matar": Rodrigo Duterte.

Así que…
  • No estaría de más que en los cursos de verano que organizan los Partidos Políticos para cuadros y aspirantes, empezaran por el principio (La "B" con la "A", "BA", y todo lo demás).
  • ¿El independentismo? "No estaba muerto, estaba tomando cañas".
  • ¿Saben lo peor? Toooodos los tipos de las frasecitas han sido elegidos por el voto popular. No es cierto que el pueblo nunca se equivoque, aunque siempre sea inocente.






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