sábado, 25 de julio de 2020

La vida alrededor

Las negociaciones en Bruselas

Bruselas, entelequia representativa de esa otra ficción conocida por "La Unión Europea", suele ser la sede de enrevesadas negociaciones que terminan por afectar a nuestros modos de vida.

Hubo un tiempo, cuando logramos ser admitidos en el selecto club de las democracias europeas, en el que decir "Bruselas" era lo mismo que evocar el río de oro que venía de más allá de los Pirineos y regaba nuestros secarrales.

Este dinero no siempre terminaba financiando autopistas o líneas de alta velocidad; a veces pagó polideportivos con aforos superiores a la total población del Municipio que lo levantó, o terminó en las cajas de sindicatos y patronales y no en las actividades formativas de la clase trabajadora para las que estaba previsto. 

Cambiaron los vientos y tras la crisis financiera del 2008, "Bruselas" llegó a ser sinónimo de temibles censores que imaginábamos vestidos de negro. Estos inquisidores entraban en nuestra casa para verificar el uso y evitar el abuso de los dineros que nos habían prestado cuando por la mala cabeza de banqueros y especuladores terminamos todos al borde de la ruina.

Malos tiempos: de pronto llegamos a temer que los bárbaros del norte pudieran acabar con nuestras costumbres. Unos usos que ellos calificaban de relajados y derrochones. Pretendían conducirnos por la senda de la moral calvinista que ni tolera excesos ni cuenta con el redentor confesionario que alivia tus pecados.

Salimos de aquellas penurias y cuando estábamos a punto de convencernos de que todo aquello había sido sólo un mal sueño, caemos en las garras de la Covid 19, insidioso enemigo venido de tierras lejanas que aleja de nuestras costas, nuestros museos, nuestras ciudades a los millones de pardillos  oriundos de tierras lejanas que nutrían nuestra economía.

Así que ahora, medio arruinados de nuevo, dolientes, con nuestras mascarillas puestas y el gel hidroalcohólico a mano, no nos ha quedado más remedio que volver a Bruselas y pedir la ayuda comunitaria. Esta vez, por suerte para nosotros, no sólo no estábamos solos sino que más poderosos socios del mismo club, italianos, franceses, estaban en semejantes agobios, así que había fundadas esperanzas de que los caudales volvieran a fluir hasta nuestras arcas.

Contábamos además con el siempre conveniente apoyo de la todopoderosa Alemania, o sea que todo habría ido bien si no hubiera sido por la inquina de otros países que veían con malos ojos malbaratar sus dineros, tan laboriosamente logrados, en ayudar a los jaraneros pueblos meridionales, dados, como todo el mundo sabe, a la holganza y el desenfreno.

No era una pelea de la izquierda pedigüeña contra la derecha avara, que si holandeses y austriacos contaban con Gobiernos conservadores, suecos y fineses los tenían socialdemócratas. Más parecía el trasunto de viejas guerras de religión perdidas en la noche de los tiempos: católicos sureños contra protestantes boreales como si la Historia diera marcha atrás.

Al final, hubo acuerdo razonable: disfrutaremos de subvenciones a fondo perdido y de préstamos finalistas con ciertas capacidades de supervisión de los prestamistas, bastante tolerables. El que el Gobierno haya de dejar "ad calendas grecas" el desmantelamiento de la reforma laboral, puede que provoque un berrinche a Don Pablo Iglesias y otro a los  abertzales de EHBildu. No creo que la demora haya de quitar el sueño a la parte socialista del Gobierno y hasta puede ser que le valga pata afianzar nuevas alianzas.

Nos ha beneficiado el que nuestros compañeros de fatigas no hayan sido sólo griegos y portugueses. Eso, más la conversión a las nuevas formas de superar crisis de la Srª Merkel, nos ha dejado en situación aceptable y ha terminado por doblegar la tozuda y rocosa posición de Rutte, Kurz, y escandinavos. Y la de buena parte del grupo Popular en Estrasburgo, en el que vota nuestro PP, digan ahora lo que digan García Egea y su jefe de filas.

Mis condolencias al Sr. Casado. No ha habido lugar para que Don Pablo (el amigo del Sr. Aznar, no el marido de Dª Irene) pudiera ir a Bruselas a lucir su paquete de medidas neoliberales en vez de tener que depender de la desidia de Pedro Sánchez que "acude a Bruselas sin los deberes hechos", o sea, sin copiar el programa del PP. 

Visto el resultado, barrunto que el alumno de Don Aznar va a tener que seguir esperando a que termine la legislatura para mudarse a la Moncloa, si es que gana alguna vez las elecciones.

Sólo un último comentario: el Sr. Casado es muy libre de orientar su acción política como crea oportuno; cuando llegue el momento, la ciudadanía ya le hará saber si ha acertado o no. En todo caso, tengo para mí que airear las diferencias con el Gobierno de la nación y darle publicidad a su alineamiento con los países que más se alejan de las peticiones del Gobierno español, ni es el mejor modo de ayudar al país, ni, quizás, tampoco de granjearse nuevas simpatías. Cuando se negocia con terceros, hasta los principiantes saben que las disensiones internas debilitan las posiciones de quien tiene que convencer. ¿O era eso lo que se pretendía? Ya que la pandemia no ha acabado con Sánchez, a ver si su fracaso en Bruselas lo deja en la cuneta para tener cuanto antes la ocasión de demostrar cómo hacen las cosas las criaturas de la FAES. 

Que después, en sede parlamentaria, la bancada popular pretenda pintar de negro lo blanco e intente blanquear la carbonilla, es su privilegio. Su líder puede decir casi todo lo que le venga en gana, pero no debería pretender tomar al votante por memo. Cuando la desfachatez salta la valla del sentido común, se convierte en ridículo, que es lo peor que puede hacerse en política.

Fue Sánchez a Bruselas y volvió con 140.000 millones de €. El Gobierno vive ahora sus horas más dulces desde que tomó posesión en enero. Nunca hasta ahora el Presupuesto y la consiguiente posibilidad de terminar legislatura han estado tan al alcance de la mano.

Hay algo en estos acuerdos europeos que me llama la atención por contraste con la enfermiza marcha de las discusiones en el seno de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica: los representantes 27 países han necesitado solo tres días en Bruselas para ponerse de acuerdo. Era difícil pero lo han conseguido. Chipriotas y portugueses, polacos y españoles, daneses e italianos han acabado pensando y actuando como un solo. Hace más de un mes comenzaron los debates en el Congreso; lo único que ha quedado claro hasta ahora es que no habrá ningún acuerdo unánime entre nuestros parlamentarios. Algunos ni van, otros discrepan por sistema, todos piensan en ellos antes que en España, hasta errores grotescos a la hora de votar hemos visto. No habrá reedición de nada parecido a los Pactos de la Moncloa. Como era previsible, por lamentable que resulte. Preferiría haberme equivocado, pero la realidad es la que es y la que había pronosticado: nuestros representantes no están a la altura del momento.

La bronca monárquica que no amaina

¡Jesús, qué tiempos para los Monarcas españoles! No pasa día sin que los medios nos den cuenta de nuevos datos, cada vez más preocupantes: cuando no son detalles sobre cantidades que van y vienen desde arcas agarenas a cuentas suizas, son informaciones sobre donantes y receptoras, o comentarios de líderes políticos, unos demandando transparencia, otros exigiendo responsabilidades, los de más allá exculpando o protegiendo ya sea a Felipe VI, ya se trate de su Augusto Padre. Comprendo ambas posiciones, o incluso, si la hubiere, una tercera, híbrida de ambas.

Hace muy poco tiempo, he leído las declaraciones de Felipe González exigiendo que se otorgue a Juan Carlos I el beneficio de la duda, el principio inexcusable de la presunción de inocencia, cuya pertinencia está bien invocada, y rogando se tomen en cuenta los servicios prestados a España por el Rey Emérito en tiempos pasados, lo que, por el contrario, ni exime ni atenúa responsabilidades posteriores. Así de exigente es la historia y debería de ser la Ley con el desempeño de nada menos que la Jefatura del Estado.

  Llegan también informaciones sobre el errático comportamiento procesal de la señora (de alguna manera hay que llamarla) que podría haberse beneficiado de la prodigalidad o de la gratitud del padre del actual Monarca, a cambio de ellos sabrán qué servicios, contraprestaciones o favores cruzados entre ambos. Donde dije digo, digo Diego, que no es lo mismo hablar con el ex comisario Villarejo que con el Fiscal suizo que anda tras la pista de los dineros que iban de mano en mano (como la mala monea ¿recuerdan? En la copla la moneda era mera metáfora sobre los devaneos de la protagonista).

Y en estas andábamos cuando Doña Irene María Montero Gil, Diputada por Unidas Podemos (dudo si más por Unidas que por Podemos o al revés), Ministra de Igualdad, pareja del Vicepresidente segundo y madre de sus hijos, también ha entrado en el debate sobre los acontecimientos de los que hablamos.

La he visto y oído en televisión afirmando que "es difícil separar la corrupción de los Borbones de la institución de la Monarquía”. Sonríe pícara, cómplice, insinuante, como diciendo "ya sé que me entiendes, no hace falta que te diga que soy republicana hasta la médula y que estoy en el Gobierno encantada de la vida, pero abominando de los Reyes" y añade "Creo que queda claro…". Y por una vez, le doy la razón: está muy claro. (¿o debería decir clara?) Más, quizás, de lo que la Ministra Unida cree.

O sea que a Dª Irene no le gusta la Monarquía. Es una opción; no seré yo quien le pida cuentas por ello, que preferir República a Monarquía es tan legítimo como lo contrario, aunque entre una y otra preferencia medie una Constitución, vigente pero no sagrada. Uno tiende a comprender las razones de Dª Irene. Diga lo que diga la derecha contumaz, no es evidente que ella y su pareja persigan alcanzar algún día el Marquesado de Galapagar, y en el caso de la Ministra de Igualdad, menos aún asentarse como Princesa del Pueblo, título que ostenta, como bien se sabe, no sé si con carácter vitalicio, la sin par Belén Esteban, ex de famoso torero.

No obstante, se me ocurren dos comentarios (se me ocurren más, pero sólo escribiré sobre dos)
  • Habla la Ministra de Unidas de la corrupción de los Borbones, y lo hace en plural. Pensé primero que se refería al Rey Emérito pero caigo en la cuenta de que si eso fuera cierto hablaría en singular, luego deduzco que está pensando en algún Borbón más, y ahí es donde me pierdo. ¿Habla de Historia, de Monarcas ya difuntos que poco daño pueden hacer ya a nadie, incluso a ella, o tiene informaciones inculpatorias que desconocemos sobre algún otro miembro de la denostada dinastía que sigue vivo? ¿Conoce otros casos de corrupción borbónica que no estén en la Historia? ¿Será su conocimiento fruto de informaciones procedentes de la jefatura de su pareja sobre los Servicios de Inteligencia del Estado? ¿Secretos de alcoba, elucubraciones mañaneras, delirios de media tarde? ¿Sabe, supone, sueña o inventa? ¿Calla por prudencia, por ignorancia o por desfachatez?
  • Según Dª Irene, dando por cierto que las acusaciones que afecten a la Monarquía no hace falta probarlas, da por hecho que el Rey Viejo es un corrupto y que eso daña de muerte a la Institución Monárquica ¿Quiero suponer que cree Dª Irene que si un Rey mete la mano en la caja la totalidad de los miembros presentes y futuros de la dinastía son corruptos? ¿Es eso? Porque si así fuera, razones habría para implorar la inmediata llegada de la III República. Bueno, es una posibilidad. Ahora, pensemos un momento ¿Y si hubiera sido un Presidente de República el implicado en un suceso similar? Ya sé: habría que olvidarse de la República para siempre jamás porque lo mejor es cortar lo sano, como con los Reyes. Presidente corrupto, República a la papelera de la Historia. Ya, pero qué hacer en ese caso ¿Volver a la Monarquía o rifar la Jefatura del Estado en combinación con la Lotería de Navidad? En resumen ¿No sería mejor pensar antes de hablar y no dar por supuesto que la audiencia es tan simple como ella parece dar por hecho?

¿Qué nos pasa?
  • ¿Qué gen maldito, qué horrible tara nos impide trabajar juntos? ¿Es que sólo somos capaces de dar el do de pecho una vez cada doscientos años? 
  • ¿Es que alguien metido hasta las cejas en política es incapaz de entender que "La Cosa Pública" exige tener siempre presente que el bien común está antes y por encima que las estrategias de Partido?
  • ¿Qué proceso de decadencia arrastra alguien que hizo las cosas bien durante tres cuartas partes de su vida a arriesgarlo todo en tan poco tiempo?
  • ¿Por qué tenemos que vivir usted, lector, y yo, con el corazón en un puño, temiendo más el próxima telediario que una película de terror?

sábado, 18 de julio de 2020

El maldito virus sigue aquí

La nueva normalidad

O nueva, o normalidad, como el lector prefiera. Por muy extendida que se encuentre la expresión, por mucho éxito que haya tenido, salvo que se utilice como figura retórica, como otro oximoron más, expresivo de lo deseable pero imposible, la fase en la que estamos tiene más de nueva que de normal. ¿O a ustedes les parece normal vivir pendientes de las cifras de contagiados y de muertos, de los avances o estancamientos de la carrera por una vacuna eficaz, de las tremendas cifras rojas de la economía, de la sangría en el empleo,  de la dificultad para lograr acuerdos europeos?

Para colmo de males, la endeblez del andamiaje que protege nuestras vidas nos agobia cada día con alarmantes datos sobre las consecuencias de nuestra propia estupidez. Masas de aficionados a lo que sea, fútbol, música, alcohol, celebraciones familiares, nos empujan al borde de lo que ya padecimos: la vuelta al encierro domiciliario, la parálisis de la economía, ante el estupor de la parte sensata de la ciudadanía que cumple las directrices, las normas que tratan de protegernos. 

Así que, cada día sabemos de nuevas oleadas de contagios. Podemos llamarlos "brotes" y jugar a creernos que están controlados, pero mejor sería asumir la realidad: son contagios debidos a comportamientos lindantes con la criminalidad, con el delito contra a salud pública, que, si acaso, visto el hipócrita comportamiento de autoridades que hace tan poco tiempo tronaban contra el Gobierno de la Nación, ponen de manifiesto que es más fácil insultar al gobernante que resolver los problemas, que siguen siendo de muy difícil solución.

Podría citar media docena de clamorosos casos de inconsecuencia política. Primeros mandatarios de Comunidades Autónomas que hace un mes clamaban al cielo reclamando plenos poderes para acabar con el mal ante la incompetencia del Gobierno y ahora, cuando tienen lo que pedían, los dedos se le vuelven huéspedes y reinciden en errores que parecían superados. 

¿No es así, señor Torra? ¿O también ahora tiene la culpa Madrid? ¿Qué ha hecho usted desde el día en el que recuperó el 100 % de sus añoradas competencias, además del ridículo y, lo que es peor, la desprotección clamorosa de la salud de los que habitan Cataluña, incluidos sus amados votantes?

Cito a Torra y a Cataluña, pero lo mismo podría predicarse de otros Presidentes y Presidentas de no importa qué color político: está resultando mucho más difícil ser eficaces que criticar sin mesura alguna a los que antes estaban haciendo, como ellos, lo poco que podían. ¡Ni siquiera ahora ha habido una sola comunidad capaz de darnos la cifra cierta de fallecidos! 

Los extremos se tocan

Hablaba de "el virus que sigue entre nosotros", pero pienso si no sería mejor hablar en plural de los agentes patógenos que nos infectan, porque son más de uno y siguen ahí, emponzoñando nuestras vidas, aunque algunos no estén bajo vigilancia sanitaria.

Los rifirrafes entre algunos políticos y la prensa, por ejemplo.

Escribía en mi último post sobre la virulencia con que el Profesor por antonomasia contestó a las críticas recibidas de cierta prensa que él considera cavernícola y , por consiguiente, confabulada contra su eximia persona. Decía y mantengo que una cosa es defender su derecho a discrepar de cualquier opinión expuesta en medios de comunicación y otra, bien distinta, tratar de averiguar  qué entiende Iglesias por libertad de prensa. Ya lo dije y no pienso reiterarlo.

Apenas han pasado unos días, menos de una semana y uno de los más conocidos voceros de Vox, el Partido de implantación estatal más alejado ideológicamente de Unidas Podemos, parece haber entrado en el mismo charco.

De un lado, Iván Espinosa de Los Monteros, promotor inmobiliario, Diputado y Vicesecretario de Relaciones Internacionales de Vox. Del otro, Antonio Papell, Ingeniero de Caminos y periodista hoy en el grupo Vocento (editor de ABC, entre otros medios), tertuliano habitual del espacio matinal "Los desayunos de la 1".

A Papell se le ocurre decir que el PNV es un Partido moderado; Espinosa de los Monteros no es que se muestre en desacuerdo es que "agarra el canasto de las chufas", mete a Papell en el montón de quienes se dicen periodistas pero que, en realidad, son "activistas de la izquierda radical" y además de otras florituras termina recomendándole la urgente visita al psiquiatra.

Desconocía yo, hasta ahora, no sólo que ABC fuera refugio de rojos radicales, ¡quién lo diría! sino el bagaje de conocimientos de psiquiatría que habrá que presuponerle al promotor inmobiliario.

Doy por reproducido el argumentario que expuse hablando de Iglesias con una precisión: no he detectado párrafo alguno en el catecismo de la "doctrina Vox" sobre la libertad de prensa, ni a favor ni en contra, pero recuerdo muy bien cómo el Partido del que Espinosa de los Monteros es destacado miembro, permite o no la entrada en sus actos a unos o a otros periodistas, según el medio para el que trabajen: ésa es su peculiar manera de entender la libertad de prensa.

Por suerte para España, la mayoría de los políticos de este país se comportan de otra forma. Sea por convicción, por cálculo o por temor a las consecuencia, eluden la confrontación directa con la prensa en cualquiera de sus variantes. Cuando son objeto de críticas más o menos despiadadas ponen al mal tiempo buena cara y, dan a entender que recibir rapapolvos cada cierto tiempo es algo que va incluido en el sueldo.

Presencias y ausencias en la Plaza de  La Armería

Frente al Palacio Real se ha celebrado, por fin, el homenaje oficial a las víctimas de la Covid 19. Seguimos sin saber cuántos han sido los homenajeados, pero pese a los lamentos del Sr. Casado, tan oportuno como acostumbra, me temo que no lo sabremos nunca. No es que se oculten, es que no se sabe cuántos han sido: ni aquí ni en ningún país del mundo, lo que no es obstáculo para que sean recordados con dolor y con muestras de respeto y cariño.

En la explanada estaban casi todos: Los Reyes y las Infantas, el Gobierno, la totalidad, repito, la totalidad de los Presidentes de las Comunidades y Ciudades Autónomas, el Arzobispo de Madrid y una lucida representación internacional, (Ursula Von Der Leyen Presidenta de la Comisión Europea, David Sassoli Presidente del Parlamento Europeo, Tedros Adhanon, Director General de la OMS, Jens Stoltemberg Secretario General de la OTAN, entre otros).

Estaban también, como era de esperar, representaciones de la mayoría de los Partidos Políticos españoles y la práctica totalidad de personalidades invitadas al evento, amén de un buen número personas menos o nada conocidas vinculadas con los fallecidos.

Faltaba… lo mejor de cada casa: herederos y exégetas de viejas pesadillas como EH Bildu, aspirantes a serlo como ERC, alumnos aventajados de ambas formaciones como BNG, los recalcitrantes antisistema de la CUP… y para que el arco parlamentario se cerrara por la derecha, Vox.

Algunos de los ausentes, como Vox y ERC, han dado sus razones y otros no saben o no contestan. Las que he oído a catalanes y ultramontanos me parecen pueriles, así es que yo creo que se trataba más que nada de conseguir alguna portada en prensa, tal o cual comentario que les dé algo parecido a la notoriedad y poca cosa más.

¿Cómo interpretar la ausencia de Felipe González? Largo está siendo el camino recorrido por el Ex desde que militaba en la clandestinidad (¿quién se acuerda de que hubo un tiempo que tenía hasta "alias"? Isidoro ¿Recuerdan?) hasta hoy. Creo, no obstante que sería imposible buscarlo entre los militantes de cualquiera de los ausentes. Muy rebuscado me parecería interpretar su ausencia como una devolución de cortesía al gesto de Vox de haberlo hecho figurar en la terna de aspirantes a presidir un Gobierno de salvación nacional, junto a Aznar y Rosa Díez. Visto y oído su defensa del Rey Viejo, igual le pareció desleal con él asistir a un acto presidido por el actual Jefe del Estado. Aunque también es posible que haya entrado definitivamente en el pasado y él se haya dado cuenta antes que los demás.

Tengo entendido que ni la ausencia del ex presidente ni las del resto deslucieron el acto. Más bien al contrario.  








lunes, 13 de julio de 2020

La política en tiempos del cólera

Una hermosa polémica para abrir boca: ¿Es intocable la prensa?

Ya supondrán de qué quiero escribir: el Vicepresidente Iglesias, el Profesor Iglesias, ha abierto la caja de los truenos y ha devuelto algunos de los insultos recibidos de los medios de comunicación más proclives a los postulados de la derecha.

A partir de ahí, esos mismos medios, los más cualificados portavoces de Vox, y del Partido Popular y alguno de Ciudadanos se han rasgado las vestiduras y han puesto el grito en el cielo: ¿cómo osa el podemita levantar la voz contra la prensa? Eso es totalitarismo, estalinismo, comunismo marxista leninista.

Pese a que Casado exigía la descalificación pública y no sé si la crucifixión también pública del acusado, Sánchez ha guardado silencio; no así la Vicepresidente Primera, o la Ministra de Defensa que, sin citar al Profesor han dejado claro que ellas entienden y asumen que el papel de la prensa es criticar al Poder.

Vamos por partes.

¿Tiene derecho Pablo Iglesias, (o Ceferino Maturana, a quien no tengo el gusto de conocer y ni siquiera sé si existe) a discrepar de las opiniones vertidas por uno o por cuarenta y seis periodistas? ¿Hay algún precepto en la legalidad vigente que obligue al político en ejercicio a comportarse como cristiano ejemplar y  después de cada improperio recibido poner la mejilla, o sea la oreja, para seguir escuchando impávido las lindezas que puedan ocurrírsele a cualquier plumífero?

Ustedes tendrán su propia opinión, ésta es la mía: Pablo Iglesias tiene derecho a tener y expresar opiniones discrepantes con la prensa, radio y televisión.

Pensemos: el señor Iglesias y usted, lector, podemos decir que el Rey Emérito carece de vergüenza, que el Presidente del Gobierno es alguna de las cosas, pongamos una de cada cuatro, de las que ha dicho de él, el Sr. Casado, la Srª Olona o cualquiera otra eminencia de las que ocupan asiento en el hemiciclo, estamos en nuestro  derecho si decimos que el Tribunal Supremo no ha dado en el clavo con la última de sus sentencias. Y es algo de lo que hay que felicitarse

¿Dª Cayetana puede llamar a Iglesias hijo de terrorista y éste no puede quejarse del trato que a diario le dispensan esos periodistas que usted, lector, y yo conocemos? ¿Es más intocable el director de ese medio digital que el Presidente del Tribunal Constitucional? ¿Por qué?

Cuestión distinta es si un político actúa con sentido común si ataca a la prensa. ¿Es prudente? ¿Se juega su futuro? ¿Y a usted y a mí qué nos importa? Si acierta o se equivoca, allá él.

Y luego queda por comentar un asunto mucho más importante, diferente de lo tratado hasta ahora, pero relacionado también con la prensa. En concreto, cuál es la posición del Vicepresidente Segundo sobre la libertad de prensa: ¿La defiende, desconfía de ella, o no es partidario? Lo mejor es escucharle a él y dejar que cada uno interpretemos después sus palabras. Según Pablo Iglesias, "la libertad de prensa es incompatible con la propiedad privada de los medios de comunicación". 

El argumentario es el tradicional: los medios en manos privadas siempre obedecerán a sus dueños. Bien, allá él, pero ése argumento es el usado en los regímenes totalitarios, sean fascistas, nacionalsocialistas o comunistas. La Historia y el presente dejan poco margen para la duda en cuanto al resultado de suprimir la pluralidad informativa. 

Así que me temo que a la luz de sus propias declaraciones anteriores a la polémica y no corregidas ni siquiera matizadas más tarde, me cabe la duda razonable de si su crítica actual a los exabruptos de cierta prensa es una réplica que pone de manifiesto el ejercicio de su libertad o la manifestación de su íntima convicción de cómo habría que organizar la información en España en el caso de que él tuviera capacidad para decidirlo.

Y para que no quede asomo de duda de qué pienso al respecto, ahí va el cierre de este capítulo: dudo de sus razones, pero defiendo el derecho del Profesor Iglesias a contestar las invectivas de la prensa, como defenderé, cuando llegue el momento, el derecho a manifestar su opinión de quienes piensan que la figura del extinto General Franco merece ser alabada. En uno y otro caso, me molestan las mordazas.

Elecciones vascas y gallegas en plena pandemia

Escribo durante la tarde del domingo, aunque reservaré el último párrafo para la mañana del lunes cuando se conozcan los resultados de ambos procesos.

Una primera sorpresa: a las 6 de la tarde, la participación en Galicia era algo superior a la de los últimos comicios. En el País Vasco, por el contrario, ha habido bastantes votantes menos que hace cuatro años: 8 puntos. Es decir, La covid 19 no ha sido un factor determinante en Galicia pero podría haberlo sido en Euskadi. En qué sentido ha influido en los resultados, dudo de que lleguemos a saberlo nunca, aunque quizás tal o cual perdedor de la contienda trate mañana de culpabilizar al virus de sus resultados.

A propósito de la relación coronavirus/elecciones, me gustaría apuntar dos detalles:
  • Ojalá cuando pasen un par de semanas sea un hecho que los procesos electorales no han tenido efecto alguno en nuevas apariciones de brotes. Sería bueno, desde luego, porque en caso contrario ¿Volveremos a oír lo que escuchamos después de las manifestaciones del 8-M? Porque ahora sí que no había dudas de que estábamos en presencia de un agente patógeno pegajoso y difícil de controlar.
  • Parodiando el eslogan de los pimientos de Padrón, en Galicia"cuando hay "confinación", unos votan y otros non". No sé cuáles han sido los fundamentos legales manejados, pero he leído que la Junta Electoral Central y el Tribunal Supremo, avalan la prohibición de acudir a votar a los confinados. Creí que prohibir el sufragio era una medida penal. ¿No ha habido otra forma de arreglarlo?
Vascos y gallegos han hablado (escrito después de conocer los resultados, no vayan a creer que me las doy de profeta)

Permítanme antes un sólo párrafo para mostrar mi sorpresa por la cara de satisfacción contenida que he creído ver en el rostro del Sr. Casado, cuando se ha enterado de que la Srª Calviño no será la Presidenta del Eurogrupo. Viéndole he salido de mi error: yo creía que tener tal cargo en manos de un o una compatriota era bueno para España. Después de su satisfecha actuación la duda que tengo ahora es otra: ¿qué importa más al Sr. Casado, el bien de España o la rápida marcha de Sánchez de la Moncloa para dejarle el sillón libre? Habra quien piensen que las dos cosas son una sola; yo, no.

Los resultados de ayer, me sugieren varios comentarios:
  • Autonómicas y Generales son elecciones distintas, sobre todo cuando no coinciden en fechas, pero permiten olfatear cambios significativos en el electorado.
  • La coalición gobernante va a la baja, no sólo por la pésima cosecha de las huestes de Iglesias (queda fuera de juego en Galicia y pierde casi la mitad de sus diputados en el País Vasco) sino porque el socialismo de Sánchez no puede compensar el bajón de su socio, lo que, les guste o no, disminuye su capacidad de maniobra como Gobierno de la Nación.
  • El nacionalismo gallego y los radicales de EHBildu han sacado partido del hundimiento podemita. Ellos estarán de enhorabuena, pero para mí es una mala noticia, en especial el caso vasco.
  • La moderación de Feijoo y la irrelevancia de Iturgaiz y sus respectivos resultados deberían hacer reflexionar al Sr. Casado. ¿En quién de su Partido debe apoyarse, en el sector moderado o en las ruidosas figuras modelo García Ejea o Álvarez de Toledo?
















sábado, 4 de julio de 2020


Banderas, pedradas, insultos 

Llegué a creer que todo eso había quedado atrás

Algunos de mis lectores es posible que recuerden las algaradas, las controversias, incluso los enfrentamientos más o menos violentos a propósito de las banderas que eran moneda de curso legal durante la pre transición.

Primero fue la exhibición creciente de banderas republicanas en aquellas manifestaciones prohibidas de los últimos días del Régimen anterior; algún tiempo después empezaron a verse en el País Vasco y Cataluña "ikurriñas" y "cuatribarradas". Aprobada la Constitución asistimos a la pugna entre la vieja bandera con el águila, el yugo y las flechas y la nueva rojigualda descrita en el art. 4 del texto constitucional, en el que además encuentran amparo las enseñas de cada una de las Comunidades Autónomas.

Se recuperaron símbolos de medio siglo antes y aparecieron otros nuevos, las banderas correspondientes a las Comunidades que habían nacido al hilo de los nuevos tiempos. Y nacieron otros, la estelada catalana, por ejemplo, enarbolada por los que no estaban conformes con lo que representaba la cuatribarrada.

La práctica unanimidad en el uso de la bandera nacional en la manifestación posterior al 23 F, creí que terminaría con enfrentamientos que siempre me parecieron a medio camino entre infantiles y fanáticos. Pensaba yo entonces qué dirían los historiadores del siglo XXII cuando tuvieran que explicar que la defensa de lienzos de unos u otros colores había provocado más de una víctima justo en el momento en el que España recuperaba la libertad.

Sin embargo en estas últimas semanas hemos asistido dos episodios singulares: el uso partidista y con ánimo excluyente de la bandera constitucional por los más combativos elementos de la derecha, y el debate sobre si los balcones de las Administraciones Públicas pueden o no exhibir la bandera arco iris, representativa del Movimiento LGTBI. 
Vamos por partes, porque creo que se trata de dos fenómenos muy diferentes entre sí.

¿De quién es la bandera de España?

¿Verdad que la respuesta es obvia? De todos los españoles, no faltaba más.

Luego el intento no solo de monopolizar su uso por una o varias formaciones políticas, sino de usarla como herramienta para escindir a la ciudadanía en españoles buenos y malos, es esencialmente abusivo y torticero.

Dicho esto, es forzoso reconocer que parte del relativo éxito de este intento lo tiene la preocupante miopía de la izquierda española. ¿Por qué llevan tanto tiempo nuestros Partidos autodefinidos como progresistas dando por perdida esta batalla? ¿Cómo es que no se dan cuenta de que identificar bandera constitucional y derecha o, el colmo, bandera constitucional y neofascismo es dar bazas gratuitas a sus contrincantes? ¿Es que no perciben que es dar por bueno el argumento de que son "ellos" los únicos defensores del símbolo de la soberanía popular? ¿Han olvidado que esta bandera es el fruto de la Constitución y que incluso el escudo fue diseño socialista?

¡Qué débil es la memoria colectiva! El 9 de abril de 1977, Adolfo Suárez, Presidente del Gobierno, en plena Semana Santa cruzó el Rubicón de la Transición y legalizó el Partido Comunista de España. Consulten las hemerotecas porque hay prueba fotográfica: Cuando Santiago Carrillo convocó a la prensa para hablar de su puesta de largo como Secretario General de un Partido legal, lo hizo flanqueado por la bandera del PCE a su izquierda, y la  de España a su derecha. Eran otros tiempos, y eran otros cerebros.

Sobre el correcto uso de las banderas: el caso de la enseña arco iris

¿Puede el Ayuntamiento de Bollullos, el Ministerio para la Transición Ecológica, La Junta de Obras del Puerto de Alicante o la Diputación Foral de Navarro, exhibir la bandera Arco Iris para mostrar su coincidencia de criterios con los valores que subyacen en la convocatoria de los actos del Orgullo LGTBI, sean éstos presenciales, virtuales o mediopensionistas?

Hay quien sostiene que la colorida enseña es una vívida muestra de tolerancia, representativa de los ideales de igualdad, de diversidad y de normalización democrática, esperados durante tantos siglos en nuestro país.

Nació bajo otros soles pero entre nosotros puede ser el recordatorio de lo que ha costado olvidar la Ley de Vagos y Maleantes (por buen nombre, si es que lo es, Ley de Peligrosidad Social), superar la maldición de considerar enfermos a los diferentes, admitir la igualdad de derechos entre quienes tienen opciones distintas.

Otros opinan que hacer tal cosa, colgar la citada bandera en un balcón de un organismo público, es una demostración inequívoca de imposición autoritaria de ideología de género. Inadmisible por el mismo argumento de defender a ultranza la igualdad entre todas las opciones. Según este grupo, la exhibición de la enseña arco iris en un espacio Oficial es discriminatorio para quienes no están dentro de alguna de las letras del anagrama.

Otros pensamos, que una cosa es la defensa de la igualdad de derechos entre quienes practican distintas formas de relaciones sentimentales y sexuales, defensa no sólo legítima sino respaldada por la legislación vigente, y otra distinta, dar por buena solo la parte favorable a tus intereses de esa legalidad de la que hablaba.

Repito: estoy a favor del reconocimiento teórico, práctico, legal, social y cultural de la igualdad entre los ciudadanos sea cual sea su orientación sexual.

No obstante, varios Ayuntamientos han tenido que descolgar banderas multicolores porque el Poder Judicial español se ha pronunciado en contra de que en organismos públicos ondeen banderas distintas de las oficiales.

Esto es lo que dice La Sala Tercera, de lo Contencioso-Administrativo, del Tribunal Supremo: “no resulta compatible con el marco constitucional y legal vigente, y en particular, con el deber de objetividad y neutralidad de las Administraciones Públicas la utilización, incluso ocasional, de banderas no oficiales en el exterior de los edificios y espacios públicos, aun cuando las mismas no sustituyan, sino que concurran, con la bandera de España y las demás legal o estatutariamente instituidas”.  
¿Es aplicable la Sentencia al caso que comentamos, o debería entenderse que el Tribunal está refiriéndose a otro tipo de banderas, por ejemplo esa bandera canaria representativa de una cierto modelo de nacionalismo más allá del Estatuto de Autonomía? 
Yo me quedo con el llamamiento del Ato Tribunal al deber de objetividad y neutralidad de las Administraciones Públicas, y, en ese sentido, sólo es mi opinión, me decanto por avalar la teoría de que en los mástiles oficiales basta con las banderas oficiales y sobran las demás, sean las que sean y representen lo que representen. Para lucirlas están los restantes millones de edificios, mástiles y balcones de quienes quieran usarlos a tal fin: no seré yo quien los critique.

Pedradas e insultos

Campaña electoral en el País Vasco. Mitin convocado por Vox, altercado al canto de resultas del cual, una de las asistentes, la Srª De Meer, Diputada de la formación convocante, recibe, eso se ha escrito, una pedrada que la deja sangrante, según se aprecia en fotografías ampliamente difundidas.

Como es de suponer, la cúpula de Vox clama indignada ante lo ocurrido. Representantes de la izquierda abertzale, hablan de "contestación a la provocación".

Pablo Echenique, Portavoz Parlamentario de Podemos en el Congreso, pone en duda lo ocurrido y llega a hablar de montaje y de la hábil utilización del ketchup, para utilizar la superchería como arma política que… etc., etc.

El Sr. Buxadé, también Diputado de Vox, miembro destacado de la dirección del Partido, después de anunciar que "tendrá que morderse la lengua", contesta al Sr. Echenique, encadena una docena seguida de insultos y llega a acusarle de escudarse en su enfermedad para "decir lo que le dé la gana".

Y digo yo:

Podrá gustarnos más o menos, pero Vox, Bildu y Podemos, hasta que los tribunales digan lo contrario, son tres formaciones políticas legales y las tres con representación parlamentaria. Las tres gozan de toda la protección legal precisa para el desarrollo de las funciones que la Constitución les encomienda, por tanto:
  • Vox está en su derecho de concurrir a elecciones en cualquier punto del territorio nacional, convocar los actos de propaganda que la legislación le autorice y desplazar hasta ellos a cualquiera de sus dirigentes, militantes o simpatizantes. Para hacerlo no necesita ningún género de Visto Bueno de cualquier otra formación rival.
  • Todo ciudadano español, sea o no represente político, está en su derecho de moverse libremente por todo el país, sin que nadie, salvo un Tribunal, pueda obstaculizar sus movimientos. Ése derecho es aplicable en Sestao, en Palafrugell y en Malpartida de Plasencia. 
  • Apedrear Diputados de otros Partidos es un hecho delictivo. ¿Hizo la Policía vasca algo pare evitarlo? ¿Está investigando la autoría? ¿Hay algún indicio de a quién pueda atribuirse la barbaridad?
  • El Sr. Echenique sabe muy bien qué se puede y qué no se puede decir en estos casos. Es inaceptable que si no tiene pruebas de lo que dice acuse, en la práctica, a la víctima de ser la causante del incidente. Él debería saber que con estas cosas mejor no jugar, porque a veces pueden pasarle a gente que tiene muy próxima.
  • El Sr. Buxadé debería hacer prácticas diarias de contención verbal. Lo de sus descalificaciones al Sr. Echenique son otro más de los excesos verbales a los que nos tiene acostumbrados. En esta ocasión ha saltado otra valla: la referencia a las condiciones físicas de su oponente.
  • En cuanto a la formación que pueda estar detrás del que tiró la piedra y escondió la mano, debería reflexionar si ha ayudado a alguien con su acción y, en su caso, a quién ha sido: tal como yo lo veo, Vox gana, EHBildu pierde; no sé si en votos vascos, pero si en aprecio del resto del país.