Dos asuntos candentes
Cuatro años más tarde, Villarejo está en la calle
La inevitable liberación del zar de las cloacas
"Las cloacas no generan mierda, la limpian". Frase rotunda, llamativa, mediática, que acaba de pronunciar el Comisario Villarejo, José Manuel Villarejo, apenas pisaba la calle, libre tras casi cuatro años de prisión provisional. Así ve el recién liberado su función, aunque no deja de ser chocante que la frasecita deje traslucir un cierto nivel de admisión de que él forma parte del sistema de alcantarillado tan vituperado
¡Villarejo en la calle! El Juez de la Audiencia Nacional, García Castellón lo ha liberado a punto de cumplirse los cuatro años que habrían agotado el plazo máximo en el que un ciudadano puede permanecer en prisión sin ser juzgado.
Pese a la frase que encabeza esta primera parte, hoy no quiero hablar del personaje que tan preocupados nos tiene no solo a los que figuran o pueden figurar en sus dosieres, sino a quienes nos interesamos por la salid de nuestro sistema.
Tampoco voy a poner en solfa a quienes han intentado utilizar su alargada sombra para poner en dificultades a los Gobiernos que, sucesivamente, encarnan lo que algunos han dado en llamar "El Régimen del 78", es decir, la era más próspera, más pacífica, más estable de la Historia de España, no importa lo que digan los extremos del arco parlamentario.
Hoy quiero reflexionar sobre el despropósito de que cuatro año después de su entrada en prisión no haya habido más remedio que dejarlo en libertad. Con todas las medidas precautorias que se quiera, pero en libertad. Tras todo ese tiempo, el sistema judicial español no ha sido capaz de dictar sentencia en las mil y una causas abiertas contra él.
¿Cómo es posible?
Hasta alguien como él tiene derecho a beneficiarse de la tan traída y llevada "presunción de inocencia". Principio, por cierto, que suele quedarse en los labios de quien lo proclama, sin llegar a su cerebro. Sociológicamente, me temo que en nuestro país, lo que de verdad pasa por la mente de muchos de nuestros conciudadanos es la presunción de culpabilidad, pero esa es otra historia. Lo que quiero poner de manifiesto es otra cosa: ¿Y si fuera inocente? ¿Quién va a compensar al Comisario por los días y las noches pasados en prisión?
Véanlo desde otro punto de vista: ¿y si estuviéramos hablando de alguien por encima de toda sospecha encausado por circunstancias que nada tuvieran que ver con las peripecias del Comisario? ¿Cómo veríamos entonces esos cuatro años? ¿Y si pensáramos en lo que tarda, por ejemplo, el propietario de una vivienda en alquiler en recuperar su propiedad desde que intenta que se materialice un desahucio por impago culposo de su inquilino? ¿Y si no hablamos de un inquilino sino del tiempo que se tarda en expulsar a un okupa?
Y volviendo al Comisario ¿Por qué hay que dejar pasar cuatro años en cerrar su caso y encarcelarlo si resultan ciertas las actuaciones de que le acusa la fiscalía? ¿Por qué, si es culpable, puede hoy pasearse por la calle y comportarse como alguien sin cuentas pendientes con la sociedad?
Todas estas preguntas son un tanto retóricas. Creo que importan bastante más las contestaciones.
Nuestro sistema judicial padece un déficit clamoroso de medios. Medios a la altura de un país desarrollado y que presume, con razón, de ser una democracia. Un inciso: no es cierto que seamos "democracia plena", porque eso no existe; todas, incluso la primera de la lista puede ser mejorada, y en cuanto a si es o no "democracia consolidada"… Ya me gustaría estar seguro de que sus enemigos no tienen fuerza suficiente como para hacerla tambalear.
- Faltan funcionarios en todos los estamentos y niveles del sistema: Jueces, Fiscales, Secretarios Judiciales, Administrativos, etc. etc. Faltan medios materiales, desde sedes judiciales con el decoro y empaque que su función exige, hasta la dotación tecnológica imprescindible el día de hoy. Los mismos medios de los que disfrutan entidades que acuden ante la Justicia para exigir amparo o para rendir cuentas por sus desafueros.
- Faltan legisladores capaces de corregir las deficiencias de la arcaica normativa procesal vigente que acaba por desembocar en sentencias de más de mil folios, dictadas un lustro después de que todo empezara. Recuerdo uno de los aforismos que escuché, por primera vez, cuando estaba en el primer curso de Derecho. "La justicia a destiempo es injusticia".
- Faltan, en definitiva, políticos capaces de llegar a un gran Pacto de Estado por la Justicia, apoyado en dos líneas maestras: incremento sustancial y sostenido de la partida presupuestaria correspondiente al Ministerio de Justicia durante no menos de cinco ejercicios, y creación de un equipo de expertos que preparare una normativa procesal en busca de la rapidez y la eficacia que el interés público exige.
Nada de esto es imputable a los jueces, pero me pregunto si el Consejo General del Poder Judicial, ése que no terminan de renovar quienes tienen la obligación de hacerlo, ese que tampoco dimite en masa para forzar a los Partidos a nombrar uno nuevo, ha olvidado que entre sus competencias está la de proponer cuantas actuaciones estime necesarias para mejorar la administración de justicia, dirigiéndose directamente al Ministerio de Justicia para la adopción de aquellas medidas que contribuyan al mejor funcionamiento de los órganos judiciales españoles. ¿Lo hace?
La demora en acometer esta tarea, el hecho de que cambie el signo de los Gobiernos y todo siga igual, hace que se instale en mi mente la pesadilla de que ya hay un Pacto de Estado, pero que trata de lo contrario: de que todo siga igual. Al fin y al cabo, son tantos los políticos que acaban empapelados que ¿para qué meterle prisa a los Jueces?
Vuelve el 8 de marzo
Parece que fue ayer y ya ha pasado un año. Pasarán muchos más y es posible que en la mente de muchos siga estableciéndose una relación tóxica entre la Pandemia y el Día de la Mujer. Lo malo de estas cosas es que no valdrán de nada los argumentos a favor ni en contra porque la inmensa mayoría de quienes entran en el debate, no tratan de hallar la verdad sino de desacreditar a quien piense de otra manera.
No sé qué pasará este año, ni quiero hablar de ello, ni del feminismo, ni de sus causas, ni de sus límites, ni de su futuro, ni mucho menos de los siguientes pasos a dar.
Quiero, nada más, comentar algo que tampoco sé si terminará pasando o se quedará en proyecto fallido.
Hace unos días, por varios conductos me ha llegado algo parecido a una convocatoria, tendente a convertir el 8 de marzo en un día de homenaje a todas las víctimas de la pandemia.
Bueno, allá cada uno: a mí me gustan los toros, pero nunca se me ocurriría obligar a nadie a ver una corrida. Lo que esta reflexión me trae a la cabeza son un par de comentarios con la vaga esperanza de que quien quiera pensar sobre la cuestión, tenga alguna herramienta más.
- En marzo de 1911, unas 149 personas, la mayoría mujeres murieron en el incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York. El suceso reveló las penosas condiciones en las que trabajaban las mujeres, muchas de ellas inmigrantes y muy pobres. En 1975 la ONU estableció el Día Internacional de la Mujer, y desde entonces, tal como yo lo veo, se convirtió en algo que trasciende los conceptos de izquierda y derecha, y, en parte, las diferencias de opinión entre hombres y mujeres. Hoy, la totalidad de países de la Unión Europea, y la inmensa mayoría de los pueblos desarrollados, celebran El Día De La Mujer, como lo hacen con el Día de La Madre, o el Día Del Trabajo.
- Para el 8 de marzo de este año es posible que estemos acercándonos a una cifra intolerable de muertos en España por culpa de la Covid 19. En el resto del mundo también, pero sólo nosotros, o, mejor dicho, algunos de nosotros pretenden celebrar el día de las víctimas de la pandemia, precisamente el 8 de marzo. Hay otros 364 días para hacerlo, pero se elige este día.
- Hace ya casi un año a alguien se le ocurrió dedicar a diario un recuerdo a la labor de nuestros sanitarios. Salíamos a nuestros balcones, a nuestras ventanas y aplaudíamos. Recuerdo que en mi casa, un vecino, acompañaba el aplauso con los sones del Himno Nacional. Era bonito; demasiado bonito, así que alguien puso en marcha otro mecanismo: a la misma hora, había que protestar contra la gestión, nada brillante desde luego, del Gobierno: había que acallar los aplausos con cacerolas. Había otras 23 horas y cincuenta y cinco minutos del día para hacerlo, pero había que meter ruido a las 8 porque se trataba, antes que nada, de callar los aplausos que no tenían color político.
- Durante el franquismo, mientras el resto del mundo celebraba el Día Del Trabajo el 1 de Mayo, el régimen inventó la fiesta de San José Artesano. ¿Recuerdan? Demostración Sindical presidida pr el General Franco, retransmisión de corrida de postín y, al caer la tarde, partido de fútbol también televisado. El resto del mundo celebraba un día festivo en la calle; aquí se nos invitaba a quedarnos en casa viendo la televisión porque era…¡San José Artesano! A no confundir con el San José de toda la vida, que ya había pasado el 19 de marzo. Otra vez el mismo precedente: no se trataba de festejar un Santo con nueva advocación sin de borrar de la mente del españolito, el 1º de mayo que era un engendro judeo masónico liberal comunista y de los grandes expresos europeos.
Así que el próximo lunes, hagan lo que quieran, pero sepan por qué lo hacen. Si mi opinión puede servirles de algo, quédense en casa, porque ni el feminismo ni el antifeminismo tiene derecho a poner nuestras vidas en peligro.
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