sábado, 24 de julio de 2021

 Una sentencia para cavilar, que llega a destiempo


El Tribunal Constitucional

Los órganos encargados de garantizar que los poderes del Estado respetan las fronteras constitucionales, no aparecen hasta bien entrado el siglo XX. España, por razones obvias, no contó con el suyo hasta las postrimerías de la misma centuria.

Estos Tribunales resuelven las controversias que le son planteadas aplicando criterios y categorías jurídicas y no según parámetros de oportunidad política

El Tribunal Constitucional español, situado por encima de los tres poderes básicos del Estado, con facultades para controlar también a la judicatura, se llama "Tribunal", pero no está integrado en el Poder Judicial. Sus componentes ejercen sus funciones durante un mandato temporal y son elegidos por el Parlamento, el Senado, el Consejo General del Poder Judicial y el Gobierno de la Nación.

Ignoro cómo es valorado en otros países; en España suele achacársele con harta frecuencia que se dedica a hacer política. Olvidamos o hacemos que no sabemos que el Constitucional es, necesariamente, un órgano político, porque su función no es aplicar las Leyes, sino interpretar la Constitución, muchos de cuyos preceptos son a menudo demasiado genéricos.

Los Magistrados no son extraterrestres, ni seres celestiales, ni demoníacos: son, puedo asegurarlo porque he conocido a varios, seres humanos. Y por tanto son, ya lo dijo Aristóteles, animales políticos, de manera que cuando interpretan la Constitución, lo hacen desde su modo de ver el mundo, con sus ideas sobre la forma de relacionarse los ciudadanos entre sí y estos con la legalidad vigente; se mueven, en definitiva, con su ideología a la espalda.

  • Un ejemplo: el Art. 15 de nuestra Constitución declara que "todos tienen derecho a la vida". Decidir si un feto de seis semanas es "vida" y si además está incluido en el "todos" es imposible decidirlo sólo por criterios científicos o jurídicos: ahí es donde entra en juego la ideología.
  • No obstante, no debemos confundir la ideología con la disciplina partidaria, ni lo subjetivo con lo arbitrario. Si el Magistrado del TC cuenta con un respaldo acreditado de conocimientos jurídicos y está dispuesto a actuar de acuerdo con lo que su ciencia le indica, no debemos pedirle más. Lo contrario sería seleccionar para ese Tribunal a ciudadanos políticamente asexuados, algo así como una nueva categoría de ángeles del cielo del derecho.

Toquemos tierra ¿de qué quiero hablar?

Como mis sagaces lectores habrán supuesto, trato de llegar a la reciente sentencia del TC en la que se resolvía el Recurso planteado por Vox contra el Decreto-Ley de 17 de marzo de 2020, que estableció el estado de alarma. Recordemos que el D.L. se publicó hace ya  casi año y medio.

Después de arduos, sesudos e interminables debates, el altoTribunal, por seis votos contra cinco, ha declarado inconstitucionales los apartados 1, 3 y 5 del Art. 7 del citado Decreto Ley y ha desestimado el resto del recurso. Ha declarado, pues, no conforme con la Constitución el confinamiento domiciliario que en su día se juzgó imprescindible para parar la embestida de la pandemia. 

Nada más (y nada menos). Antes de seguir, conviene recordar algunas circunstancias a propósito del fallo:

  • Demasiado ruido por la exigua diferencia entre síes y noes. Cuando el Tribunal es colegiado, la mayoría vincula al total del colegio, no importa cuál haya sido el reparto de votos. Un sentencia no es más justa, ni siquiera más acertada, ni desde luego más vinculante porque se haya suscrito por unanimidad que la aprobada por una ajustada mayoría de seis vocales frente a cinco.
  • Por otra parte, en este caso no tiene sentido hablar de dos bloque ideológicos : ni todos los que han declarado inconstitucional el Decreto Ley son conservadores, ni todos los progresistas votaron lo contrario. Este dato es muy positivo a la hora de valorar la conducta del Tribunal.
  • El recurso lo suscribió Vox; el mismo grupo parlamentario que avaló con sus votos el primer confinamiento. Para pasmo de más de un atento observador, luego se sumaron a las reclamaciones de inconstitucionalidad, actores parlamentarios tan amantes de nuestra Carta Magna como la CUP. Guste o no, unos y otros estaban en su derecho; como años atrás dijo un tal Laureano López Rodó, "la Política hace extraños compañeros de cama".

El destiempo y otros efectos

Cuesta trabajo creer que las discusiones sobre la constitucionalidad del estado de alarma no pudieran haber terminado tiempo atrás. Incluso antes de que terminara el plazo del propio estado de alarma. 

Llega el remedio cuando para casi nada positivo ha de servir. Hay quien dice que desactivará las sanciones impuestas por las vulneraciones del confinamiento; me pregunto qué sanciones, si, según fuentes oficiales, el 90 % no llegaron ni a notificarse. Así que como suele decirse "para este viaje no se necesitaban tales alforjas", o, mejor, "a buenas horas mangas verdes"..

Otros opinan que los fundamentos de la sentencia deberían orientar el quehacer legislativo del inmediato futuro para saber a qué atenerse en la próxima pandemia. No lo descarto, pero recuerdo a los desmemoriados que la anterior la sufrimos hace un siglo, o sea que no parece una tarea demasiado urgente, esperemos.

Para lo que sí va a valer es para dos efectos, ambos indeseables:

  • Mermará el prestigio de los Tribunales en el sentir popular. No importa cuál sea la incardinación orgánica del Constitucional, para la ciudadanía es otro Tribunal, quizás el más distinguido, el más importante, y, por ende, el que más obligado está a dar buen ejemplo. Entre la perplejidad por lo tarde que llega el fallo y las soflamas que habrán de oír, aumentará el número de quienes creen que nuestra Justicia es manifiestamente mejorable.
  • Atizará la polémica entre los Partidos que tratarán de utilizar el contenido de la Sentencia como un arma de combate político, no importa lo pintoresco que sea el argumentario que se utilice. Tal como va la temporada, poco necesita nuestra clase política para enzarzarse en la enésima pelea tabernaria. De hecho, como era de esperar, les ha faltado tiempo para ponerse a disparatar.  Eso sí, hay que ser ecuánimes: los despropósitos se han repartido de forma bastante equitativa entre los que creen que han obtenido la victoria del siglo y los que se resisten a admitir que algo han perdido. 

Las inoportunas lamentaciones del Gobierno

Veamos:

  • Dice Margarita Robles que cuando uno está en el Constitucional tiene que tener sentido de Estado, saber cuál es la realidad social y actuar en consecuencia. Dice recordar que en abril del año pasado el propio Tribunal emitió un auto en el que hablaba de que el confinamiento era la única medida adecuada al momento. Argumento sorprendente en alguien que procede de la Magistratura.
  • Ione Belarra, sucesora del ocurrente profesor Iglesias, asegura que "los jueces hacen oposición al Gobierno" (Los Jueces, no especificando si engloba a los de Primera Instancia, a la Audiencia Nacional, al Contencioso Administrativo de la Audiencia Murciana, o sólo al TC). ¿Por qué me viene a la memoria el empeño de su predecesor en reciclar a los jueces españoles hasta hacerlos sensibles a la sociedad que les rodeaba? ¿Por qué tengo que recordar ahora la "reeducación" de la revolución cultural maoísta?
  • La actual Portavoz del Gobierno se preguntaba qué habrían hecho los Magistrados del TC en la primavera del 2020 si hubiera sido ellos los obligados a actuar. Pregunta retórica sin más contestación presunta que "lo que hizo el Gobierno, por descontado".
  • Otra voz autorizada reclamaba la urgente necesidad de renovar el Consejo General del Poder Judicial, lo que siendo una evidencia me suena a aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid… porque nada tiene que ver el bochornoso retraso en resolver el bloqueo del Consejo con el contenido de una sentencia que emana de un órgano tan diferente como es el TC.

En resumen, este Gobierno y sus voceros enmascarados en unas cuantas cuentas activas en redes sociales, y en algún que otro programa de la televisión pública, debe tener claro que el respeto a la independencia judicial se demuestra, sobre todo, cuando uno se enfrenta a una sentencia que le quita la razón, aunque solo sea en parte. Lo contrario es un ataque temerario al sacrosanto principio de la división de poderes; especialmente grave cuando llega del Gobierno.


Cuando la desmesura lleva al ridículo

Desde la acera de enfrente, Vox, Abascal de por medio y otros eximios parlamentarios, entre ellos el poco comedido don Jorge Buxadé, se ha tirado en tromba considerando que el fallo del Tribunal es el comienzo de la Segunda Reconquista.

Ellos sabrán, que títulos académicos no les faltan, pero deberían recordar que el Decreto Ley que recurrieron era la continuación del que avalaron con sus votos. ¿No perciben contradicción alguna entre los argumentos que exhibieron para rechazar el que impugnaron y los que utilizaron para apoyar el primero?

Más me llama la atención, no obstante, que si sus razonamientos iban en la línea de limitar las extraordinarias facultades que otorgaba al Gobierno el estado de alarma, (hablaban, curioso oxímoron, de "Dictadura constitucional") no caigan en la cuenta de que la alternativa habría sido la declaración del estado de excepción, durante el cual las facultades del Gobierno se multiplican. 

Y en cuanto a las declaraciones… Don Abascal ha dicho que estamos en presencia "de la mayor vulneración de los derechos humanos de nuestra historia"

  • Dudé, volví a oírlo y me tranquilicé: hablaba de nuestra Historia, no de la Historia de la humanidad, así que el cautiverio judío en Egipto, las matanzas de Gengis Kan, el genocidio armenio, la noche de San Bartolomé, el exterminio sistemático de los nativos norteamericanos, la tiranía nazi, la siniestra historia del archipiélago gulag, la revolución cultural china, no entraban en la comparación. 
  • Nos quedaban sólo cuatro bagatelas españolas, la expulsión de los judíos y la de los moriscos, los procesos de la inquisición, y sobre todo, el exquisito respeto del General Franco y sus secuaces por las libertades de expresión, de manifestación o de asociación; la prohibición de partidos y sindicatos, la consideración de la huelga como delito de sedición, el enjuiciamiento y condena de ciudadanos por hechos cometidos antes de que las leyes los declararon prohibidos, la creación de jurisdicciones especiales, de policías políticas, los frecuentes estados de excepción, y algunas otras minucias que harían demasiado prolija la relación. 
  • ¿Qué son esas pequeñeces comparadas con el estado de alarma decretado por el Gobierno socialcomunista, castrista y bolivariano, Gobierno ilegítimo de okupas que nos tortura y nos encierra en nuestras casas por una gripecinha de nada?

¿Corolario? 

El que cabía esperar: la moción de censura de Abascal es la más justificada de las que se hayan presentado en democracia y, por tanto, deben convocarse elecciones generales. ¿Ven la lógica de la secuencia? ¿No? ¡Vaya!

Por consiguiente…

  • Cuando uno juega y pierde, no es de recibo echar la culpa a las reglas del juego, que es lo que ha hecho una parte del Gobierno, y de sus palmeros. Mejor haría en reconocer la legitimidad del mismo Tribunal al que tantas veces han acudido y tantas con resultados a su favor ¿O no ha apelado nunca este Gobierno al TC?
  • Cuando uno juega y gana, más le valdría felicitarse por el éxito, pero por el que ha tenido, no por el que dice que ha cosechado; y menos si para celebrar el triunfo se mete uno en charcos de los que lo único que puede sacar es el aplauso de los incondicionales que lo habrían hecho tanto en un caso como en su contrario.






sábado, 17 de julio de 2021

 Lecciones de una remodelación


Crisis, remodelación o más de lo mismo

Pedro Sánchez, el psicópata según el secretario Político de Vox (experto jurista y supongo que cualificado psiquiatra), el trilero en palabras Don Santiago Abascal, la mala persona, tal como lo califica Pablo Casado, ha remodelado el Gobierno. O, para ser más precisos, ha cambiado siete de los titulares de la parte socialista del Gobierno.

¿Razones? Según el Presidente, la necesidad de llevar a cabo las delicadas tareas de reactivación económica y de afrontar con garantías de éxito la segunda parte de su mandato. Según buena parte de la oposición, ganas de enredar.

No obstante, el más descuidado vistazo a quiénes se han ido a su casa, da pistas de que debajo de los cambios hay más de lo que se dice.

De un tiempo a esta parte el Gobierno como tal y cada uno de los socios de la coalición por separado habían ido acumulando errores y soportando problemas que exigían si no un cambio de rumbo, sí, al menos, la jubilación de algunos de los implicados en los pasos mal dados.


El Gobierno de coalición tras la marcha del Profesor Iglesias

Las ideas cuentan, cómo no, pero que nadie menosprecie la influencia de las personas a la hora de enjuiciar los avatares de la política.

La nunca bien explicada "espantá" del Profesor por antonomasia, ha marcado un parteaguas en la andadura del Gobierno. Ione Belarra no tiene el mismo peso político que Pablo Iglesias; Irene Montero no da la misma impresión de poder ahora que con su pareja al frente de su formación; sólo Yolanda Díaz no sólo mantiene su imagen sino que la agranda.

En cualquier caso, la solución adoptada en la remodelación, tocar solo la parcela PSOE, deja en el aire la sospecha de que hay un segundo reajuste del que es posible que ya se esté hablando, o quizás no, pero que está pendiente de afrontar; ya veremos cuándo y cómo.

Y también, en mi opinión, cada día que pasa es más evidente capacidad negociadora de Yolanda Díaz. ¿O es muy aventurado ver esa habilidad en el hecho de que no se haya tocado ni la estructura general del Gobierno, ni la cobertura de los departamentos asignados a Unidas Podemos? ¿Era o no era Garzón un cesado pregonado después del esperpento del chuletón? Tiempo al tiempo.


Los que se van

Lo que parece que está fuera de duda es que la remodelación indica qué asuntos preocupaban al Presidente más que los demás. Listado de problemas que pueden interpretándose en base a los cesados.

  • Exceso de controversias internas. Con la marcha de Carmen Calvo desaparece la más encendida crítica al maximalismo feminista de Unidas Podemos. Por el contrario, el ascenso a la Primera Vicepresidencia de Nadia Calviño, mantiene el statu quo  en cuanto a la jerarquía de los socios de Gobierno y es toda una declaración de intenciones: la orientación de la economía se mantendrá en la más estricta ortodoxia, algo que será bien recibido tanto por las autoridades comunitarias como por la CEOE. En ese aspecto, podría, pues, darse por recompuesta la relación entre socios.
  • Hay que cerrar la crisis con Marruecos. El relevo en Asuntos Exteriores no es que fuera esperado; es que, en caso contrario, habría que haberlo justificado. El estúpido incidente con Marruecos, el modo en que Argelia logró implicarnos en una más de sus trifulcas con su vecino, la impericia de cómo solventar una petición de ayuda extemporánea a alguien que era cualquier cosa menos un visitante deseable, eran peldaños de la escalera de salida de la Ministra. El entrante ya ha declarado su intención de recomponer el destrozo.
  • Partido y Gobierno han de ir juntos. Tengo curiosidad por ver los coletazos de la doble marcha de Ávalos ¿Qué explica a qué? ¿Cesa como Ministro porque ha perdido alguna batalla interna, o se va de la Secretaría de Organización porque ha perdido su cartera ministerial? Su participación en la ópera bufa murciana, algunas altisonantes manifestaciones poco acordes con el carácter dual del Gobierno ponían en duda sus presuntas capacidades políticas. En fin, una estrella que agoniza.
  • Hay otros cambios de menor fuste, se marcha la calcinada Celáa sin que se aproveche la ocasión para reducir el número de carteras: Educación, Cultura y Universidades, gestionan Ministerios sin apenas competencias, pero ahí siguen con sus correspondientes partidas presupuestarias; no sé si el cambio en Justicia obedece a razones profundas, errores que no son de dominio público relacionados con los indultos, incapacidad para avanzar en las negociaciones sobre el CGPJ, o si alguien tenía que irse para que entraran otros; Duque, cumplido su innecesario papel de imagen llamativa abandona un Gobierno en el que nunca tuvo peso propio. 
  • Reajuste menor pero significativo es el cambio de portavoz del Gobierno, que saludo esperanzado ante la marcha de quien jamás utilizó un participio pasivo con propiedad. Mucho más que premio de consolación es añadir a las competencias de Hacienda la gestión de la Función Pública; permítanme que muestre mi disconformidad: recordando mis años de funcionario, prefiero al Ministro de Hacienda en su papel de pagador que en el de amo y señor de los servidores del Estado.

No quiero oficiar de profeta, así que no diré ni una palabra de lo que se supone que pueden dar de sí los recién nombrados, más allá de dejar constancia de que a Iceta no le ha gustado el cambio de Ministerio. No le ha gustado, pero no ha dimitido, así que tengo que suponer que ha elegido "del mal el menos".


La caída del gran gurú

Punto y aparte merece la marcha del que pasaba por ser el cerebro en la sombra del Presidente, su gurú de cabecera, el Merlín de andar por casa que cual Maquiavelo redivivo soplaba al oído de Sanchez magistrales argucias para liar a la oposición, desbaratar enredos territoriales o pergeñar estrategias diabólicas que habrían de llevar al sanchismo desde Ferraz a la Historia de España.

Éste es, a mi modo de ver, el más significativo de los cambios ocurridos en el pasado fin de semana: se va un asesor profesional, capaz de ofrecer sus servicios a cualquiera que esté en el Poder y le sustituye un hombre del Partido, un "militante de toda la vida" con hilo directo tanto con el PSOE como con el propio Presidente. Tal parece que se opta por minimizar los riesgos, eliminar suspicacias y preparar de común acuerdo la revolución interna, pendiente para el próximo Congreso del Partido.

En cuanto Iván Redondo… La chapuza antológica del esperpento murciano; el ya comentado encontronazo con Marruecos, la desastrosa campaña electoral madrileña, la incapacidad para establecer una línea de actuación mínimamente coherente en la gestión de la pandemia, han terminado con la andadura de esta segunda etapa del más odiado politólogo del país (digo, si sumamos sus detractores en campo ajeno y propio). Quizás sea el momento de reflexionar sobre hasta qué punto es válido para España la utilización de asesores desideologizados que hoy aconsejan a los conservadores y mañana a los progresistas.

En todo caso, en el haber del Presidente, hay que anotar que el cese de Iván Redondo mejora sustancialmente las relaciones un tanto deterioradas en los últimos meses entre Ferraz y La Moncloa. Partido y Gobierno vuelven a estar en buena sintonía.


Y la oposición, como siempre, a oponerse

Que es lo suyo, qué duda cabe, pero con las particularidades propias de la oposición que tenemos, lo que, desde luego, es lo único que cabría esperar.

De Vox ya comenté en el primer párrafo de este post cuál es la opinión que le merece la remodelación: insultos en cascada, algunos ya conocidos y otros que son nuevas perlas para coleccionistas. Para mí es suficiente.

Lo del PP tiene bastante más enjundia, porque estamos en el vestíbulo de una de las más interesantes oportunidades a las que nuestro país ha de enfrentarse: la llegada de un río de fondos de cuya correcta o incorrecta gestión puede derivarse el salto adelante o la caída en una ciénaga insoportable.

Añadan como ingrediente el eterno avispero catalán y la dependencia gubernamental de los votos parlamentarios del independentismo y vean si es o no un riesgo seguir empecinados en negar el pan y la sal al PSOE y, por ende, al Gobierno. 

Sería el momento ideal para entrar en el terreno de la Política con mayúscula, afrontar el futuro con toda la atención puesta en el porvenir de España, exigir al Partido Socialista las contrapartidas que se consideraran vitales (ruptura con UP, frenazo a las exigencias nacionalistas, por ejemplo) y no solo gestionar de común acuerdo las ayudas europeas sino dar, además, carpetazo a bloqueos que chocan frontalmente con esa Constitución que tantas veces se saca a paseo en defensa de intereses propios o para descalificar al oponente.

¿Qué hace Casado mientras tanto? Además de sorprenderse de que Sánchez nombra los Ministros "a dedo", limitarse a reclamar a diario la convocatoria de elecciones anticipadas (me pregunto en qué método alternativo habría pensado para designar a los miembros del Gobierno, si en ser él quien los eligiera, o si las carteras deberían cubrirse en combinación con el Cupón Pro Ciegos).

Por muy deprisa que haya estudiado la carrera, estoy seguro de que Pablo Casado está al tanto no sólo de que convocar elecciones es prerrogativa exclusiva y excluyente del Presidente de Gobierno, sino de que nadie que quiera mantener el Poder las convocaría cuando las encuestan indican que su popularidad está cayendo. 

El caso de Calvo Sotelo no sienta precedente, porque sus circunstancias personales y políticas eran otras: hizo lo que hizo, por hartazgo, por no seguir aguantando a la patulea de conspiradores que le rodeaban aun sabiendo que iba a perder. Mejor, aún, las convocó porque sabía que perdería y podría descansar de la compañía de tanto cantamañanas.

El problema de Casado es que se le acaba el tiempo: es o ahora o quién sabe si nunca.

  • Pedro Sánchez, el PSOE, el Gobierno, pueden remontar. Una correcta gestión de la descomunal inyección de fondos europeos, el final de la pandemia, la reactivación económica pueden llevar su popularidad a los niveles de hace un año.
  • Los pilares clásicos sobre los que se apoya el conservadurismo español, la Iglesia y el empresariado han dejado claro que no van a seguir el cotejo de quienes traten de demonizar los indultos. Tampoco, pues, puede contarse con la pervivencia en el tiempo del efecto electoral de la medida de gracia. 
  • A su derecha tiene a Don Santiago Abascal, su antiguo compañero de siglas ,mordiéndole los tobillos, reclamando como él elecciones anticipadas, criticando su blandura, disputándole los votos del incierto territorio que se mueve en los límites de la Constitución, dispuesto a saltarle a la yugular al menor descuido. 
  • ¿No les ha extrañado la práctica ausencia de crítica de la Srª Ayuso, es decir del Sr. Aznar, respecto a la remodelación ministerial? No hay demasiada prisa en la FAES: el momento de la eclosión definitiva de "La Emperatriz de Lavapiés" es la doble cita electoral, madrileña y general, dentro de dos años. Pero esa tranquilidad se torna en angustia si el fenómeno se mira con los ojos de Pablo Casado. A diario debe sentir el aliento en la nuca de la pimpante Presidenta madrileña. Así que el candidato teme que, si las cosas se tuercen, bien podría pasar de joven promesa a carcamal prematuro y correr la suerte de algún antecesor suyo (¿Alguien recuerda la ascensión, fulgor y muerte de un tal Hernández Mancha?)

En resumen

  • ¿Nuevo Gabinete? A éste y a cualquier Gobierno de España que empiece su andadura, le deseo la mejor de las suertes. Ahora y siempre, sea éste o el que represente a cualquier formación salida de las urnas. En sus manos está el futuro de mi país, es decir, mi propio futuro.
  • Lamento no tener disponible la poción mágica que pudiera lograr la colaboración necesaria para que las energías de nuestra clase política, al menos una vez por generación, se utilizaran para remar en la misma dirección.
  • Una vez más recuerdo a quien proceda lo que otros más doctos, más experimentados y más importantes que yo han dicho: se trata, nada más, de poner el Partido por delante de ti, y a España por delante de tu Partido.

sábado, 10 de julio de 2021

 El desprecio por las normas

¿Deformación profesional?

Supongo que cinco años dedicados al estudio del Derecho, dos más especializándome en una de sus ramas y otros cuarenta poniendo en práctica mis conocimientos o tratando de hacerlo, terminan generando una inevitable deformación profesional.

Sea por ello o porque la lógica no alcanza para explicarme por qué veo con tanta frecuencia la constante desobediencia de las normas sin que de ello se desprenda consecuencia alguna para el infractor, cada día que pasa me cuesta más entender por qué ciertas cosas son como son.

Algunos ejemplos de andar por casa

Paso buena parte del año en uno de los puntos que presumen ser santo y seña del desarrollo turístico español. Municipio que vive de, por y para el turismo, tratando de alcanzar un difícil equilibrio entre convivencia ordenada y máximo respeto por las libertades individuales, especialmente si éstas han de ser ejercidas por los visitantes de allende nuestras fronteras.

Y ésta es una de las primeras cosas que me llaman la atención: en el inconsciente colectivo ha arraigado la convicción de que al turista, sobre todo si es británico, no debe molestársele por fruslerías tan poco relevantes como tratar de meterle en su mollera que las normas se publican para ser cumplidas. Como si ellos en su tierra de origen tuvieran bula, nada más lejos de la realidad, para burlar las leyes a su capricho.

Vean

  • El lugar del que hablo cuenta con un más que apañado Paseo Marítimo, con sus suelos, balaustradas, y escaleras de mármol, en el que de tanto en tanto se alzan señales de tráfico bien visibles prohibiendo la circulación de bicicletas. Normas de carácter estatal, por otra parte, prohiben cabalgar patinetes eléctricos por aceras y zonas reservadas a los peatones. El Municipio en cuestión cuenta con una buena dotación de policías municipales, parte de los cuales deambulan vigilantes a diario por el citado paseo. ¿Qué importa? Bicicletas, patines, patinetes, circulan a distintas velocidades sorteando peatones a los que a veces hacen brincar cuando oyen a su espalda el timbre de cualquiera de estos artilugios. Nunca, jamás, ninguna vez, quiero decir, he visto a un solo guardia urbano tratando de evitar la circulación de cualquiera de estos artefactos. Más aún: en pleno paseo, el Municipio ha autorizado la instalación de un negocio de alquiler de bicicletas.
  • Preocupados tal vez por lo que acabo de contar, o dispuestos a enrolarse en las huestes de seguidores de la modernidad, el Consistorio Municipal aprobó hace algunos años la pertinente partida presupuestaria para dotar de un carril-bici al centro de la ciudad, no sé si para desviar por él el incesante tráfico de ciclistas por la zona peatonal o para presumir de ser uno más de los Municipios que apostaban por una ciudad sin humos. El caso es que más de un lustro después, los velocípedos siguen por el paseo marítimo y el carril bici languidece huérfano de usuarios, sin que los automóviles hayan llegado a recuperar el espacio del que un día disfrutaron. Que conste que desde mi punto de vista, es más agradable circular junto al mar que por la calle paralela, pero ésa no es la cuestión.
  • Delante de la casa donde vivo, discurre una avenida que cuenta con un  carril de servicio estrecho, en uno de cuyos costados hay cada cincuenta metros señales de tráfico prohibiendo aparcar e, incluso detenerse. A diario, mañana, tarde y noche, los vehículos estacionados ocupan ambos lados. Jamás nadie ha sido multado. Es cierto que por los alrededores es misión imposible encontrar un lugar para aparcar pero, una de tres, o se construye un aparcamiento subterráneo, o se quitan la señales que prohiben estacionar, o se utiliza la grúa municipal para dejar libre el carril ocupado.
  • En esa misma ciudad, en ese mismo paseo del que antes hablaba, cuando arreció la Covid era un suceso noticiable ver algún extranjero con mascarilla. Los  guardias municipales seguían apostados en sus lugares habituales, los británicos, rusos, franceses, cataríes, alemanes, argentinos e, incluso, algún subsahariano que otro, habían entendido, sin duda, que en algún punto recóndito de las normas españolas debería haber alguna excepción que les autorizara a prescindir del tapabocas, porque ellos pasaban, pasaban y volvían a pasar delante de los agentes de la Ley y jamás de los jamases nadie les llamó la atención. Poco después, como si la tendencia a la desobediencia fuera tanto o más contagiosa que la pandemia de marras, los aborígenes dieron en imitar a los forasteros, así que llegó un momento en el que solo algún pardillo que otro, entre los que nos encontrábamos mi mujer y yo, paseábamos con nuestra mascarilla en su sitio. Como digo una cosa, digo la otra: jamás nos llamaron la atención por nuestro atípico comportamiento.
  • Luego, un buen día, caí en la cuenta de que la desidia oficial a la hora de hacer cumplir lo establecido no era monopolio del lugar desde el que escribo: cada fin de semana, según los noticiarios, las fuerzas del orden imponían, notificaban y supongo que tramitaban cientos, miles, decenas de miles, cientos de miles, de denuncias por incumplimiento de la farragosa normativa que limitaba nuestra movilidad, imponía mascarillas, distancias de seguridad, confinamientos varios y demás peplas. Pocas horas después, en otro noticiario, nos enterábamos de que, como mucho, llegaba a ponerse al cobro una de cada diez denuncias. O no se llegaban a notificar, o los Tribunales se encargaban de anularlas. Y digo yo ¿Es que el Estado, las Comunidades Autónomas, los Municipios no cuentan con profesionales del Derecho competentes como para haber pergeñado de inicio procedimientos adecuados para que los infractores no se fueran de rositas? ¿O solo se trataba de dar la impresión de que "el que el hace la paga"? Porque el problema es que cuando estas cosas se hacen así de chapuceramente, el efecto que se consigue es el contrario: acaba generalizándose la sensación de que tanto da cumplir con lo establecido como no. Peor aún: a los cumplidores termina por quedárseles cara de tontos. 

Habría que sacar una Ley…

¿No lo han oído cientos de veces? Pasa cualquier cosa y siempre hay alguien que se queja de que no se dicte esa misma tarde una Ley que prohiba, o que obligue a hacer o a dejar de hacer tal o cual cosa.

¿Saben? La mayoría de las veces la ley que se pide ya existe (que sea Ley, Decreto u Orden Ministerial, es lo de menos). Se publicó en su día, pero nadie se preocupa de que se cumpla, como nadie se ocupa de mantener ese parque de barrio que se sembró nada más que para inaugurarlo y a partir de entonces nadie volvió a ocuparse de él.

Yo creo que lo primero que habría que hacer es derogar los cientos o miles de normas de todo rango y materia que han dejado de ser necesarios, útiles, o posibles de cumplir (Un ejemplo: ¿saben ustedes que siguen en vigor un rimero de Órdenes Ministeriales de principios de los años 40 que uniformaron a la práctica totalidad de los funcionarios civiles del Estado? Nunca se cumplieron, paro nadie las derogó, así que ahora, un Inspector de Hacienda o de Trabajo que visite de paisano a una empresa, él no lo sabe pero, técnicamente, esta infringiendo la ley, porque lo que sí sigue en vigor es el Art. 2 del Código Civil que establece que las normas solo se derogan por otra posterior, o sea, como siempre se ha dicho, el desuso o la práctica en contrario no deroga las leyes).

Y ese desprecio por la legalidad, no suele tener en muchos casos, ninguna consecuencia práctica, porque ni en el ánimo del legislador, ni el del ciudadano, ni, lo que es peor, de la Administración encargada de hacer cumplir lo que está mandado, ha estado nunca la intención de que aquello tenga que ser de otra manera. 

El gen calvinista y la teoría del palo y la zanahoria

Hay quien babea de gusto, tiembla de emoción cuando compara el modo de comportarse ante las leyes de escandinavos, suizos o escoceses frente a lo que hacemos italianos, españoles y otros ribereños de nuestro Mar Mediterráneo.

¿Existe un gen específico de estos países que les lleva al acatamiento automático  de lo que publican sus respectivas versiones del BOE? ¿Serán las secuelas del espíritu calvinista, tan distinto del credo católico, con su socorrida martingala de la confesión, la penitencia y el propósito de la enmienda?

Permítanme que lo dude, o que, al menos, busque alguna otra explicación adicional. Mientras pagar las consecuencias de una infracción sea más rentable que cumplir la Ley, no nos pidan milagros: daneses y manchegos nacen iguales, pero si en Copenhague y en Cuenca las consecuencias de hacer de tu capa un sayo son tan distintas, lo normal es que ambos se comporten de manera diferente. Al final, allí y aquí respondemos al doble estímulo del palo y la zanahoria. Lo que cambia es el tamaño de la hortaliza y de la estaca.

O sea que…

  • Aunque esté corriendo el riesgo de que alguien con ansias de popularidad salgo ahora diciendo que ese ánimo transgresor es uno de los encantos de ser como somos, lamento que en España seamos tan poco respetuosos con la legalidad vigente.
  • Me saca de quicio verificar que mucho de mis conciudadanos siguen convencidos de que democracia quiere decir patente de corso para hacer lo que "se me pegue la gana" que diría un mexicano.
  • Me parece asombroso que la práctica totalidad de nuestros agentes de la autoridad no entiendan que su primera obligación es cumplir y hacer cumplir la Ley, sea cual fuere su contenido, sin acepción de personas, territorios o épocas del año.
  • Dudo mucho, no obstante, de que las cosas vayan a cambiar en tanto nuestros representantes no entiendan que la función de una Ley no es presumir de que se ha aprobado, sino que su destino es ser aplicada.


sábado, 3 de julio de 2021

 Mascarillas fuera

Llegó el gran día

Un par de eternidades más tarde, el Gobierno, tras nada menos que un Consejo de Ministros Extraordinario, la ocasión lo merecía, decretó el final de la condena a llevar mascarilla en la mayoría de las ocasiones.

Hay quien dice que la solemnidad y la fanfarria que ha rodeado la nueva regulación ha sido elegida con todo cuidado para restar protagonismo al debate sobre los indultos a los secesionistas, pero ya se sabe qué malpensado es el personal.

Sea o no cierto, lo que no cabe duda es que la novedad ha despertado cualquier cosa menos la unanimidad: muchos de los que la añoraban claman ahora por medidas más estrictas; otros creen que debería haberse ido más allá y arrumbar el tapabocas de una vez por todas, y los más, creo yo, suspiramos de alivio, empezamos a llevar la mascarilla en el codo y nos vemos sonreír unos a otros como antes del lío.

Hemos pasado, pues, de tener que llevar el maldito trapito enmascarando nuestras gracias salvo en la ducha, al fumar y al correr entre los congéneres, a seguir llevándola en cuatro casos. (Por qué antes se podía correr entre multitudes de paseantes sin la mordaza puesta y en cambio había que seguir embozado si sólo andabas deprisa, siempre fue un misterio para mí. Se ve que lo mío no es la epidemiología).


Somos lo que somos, y a mucha honra

Buen momento para verificar la singularidad del pueblo español. Uno habría supuesto que tras tantos meses de maldecir el embozo, tantas bromas sobre la deformación irremediable de las orejas, solo los feos de competición estarían desolados. 

O sea, que habría que haber supuesto un respiro colectivo monumental, un lanzar mascarillas al aire como egresados norteamericanos al recibir su licenciatura o una quema generalizada del símbolo del tiempo nefasto que parecía haberse superado.

Sin tantas alharacas, así ha sido en términos generales, pero… Veo y me llegan noticias fidedignas de que tampoco ha sido excepcional el comportamiento contrario. Me comenta un buen amigo que ve sorprendido cómo alguien que ha visto día tras día en el tiempo pasado hacer público alarde de rebeldía mascarillera, alardea ahora de caminar embozado como si el virus hubiera hecho cuestión de principios infectarlo a él, precisamente a él, que con tanto desparpajo lo desafiaba hasta el día en el que el Presidente de Gobierno anunció urbi et orbi que volvíamos a la normalidad.

Vuelvo al que en esta época del año es mi lugar habitual de residencia y veo que, en efecto, es notable el número de paseantes que siguen protegidos tras las mascarillas. ¿Prudencia, desconfianza a propósito de la fiabilidad del Gobierno o, como me temo, una muestra más del ánimo rebelde del español?

Algunos precedentes

- Zapatero y la carne de conejo

Apuntaba el invierno del  2011, la crisis económica era ya más que una sospecha, la economía pública y la privada tiritaban bajo sus efectos, cuando, a punto de comenzar la campaña navideña, al Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, no se le ocurrió mejor cosa que recomendar el consumo de carne de conejo, sabrosa, nutritiva, baja en colesterol y de reducido precio, como remedio tendente a equilibrar las economías domésticas. ¿Recuerdan las reacciones?

"¡Sólo faltaba! ¿Quién se ha creído ese tío que es? En mi casa se come lo que nos da la gana, ¿Carne de conejo? P'a Zapatero y p’a su padre ¿No te digo?’" y cosas por el estilo.

¿Resumen? Las estadísticas reflejaron un descenso notable en el consumo de la carne de conejo.

- Aznar y la nefasta manía de empinar el codo

Algún tiempo después, en el marco de una campaña para reducir la cifra de accidentes de circulación, alguien en nombre del mismo Gobierno del PSOE recomendaba encarecidamente eliminar el consumo de alcohol a quienes hubieran de conducir. "Nos ocupamos de tu seguridad" o algo parecido, era el corolario de la campaña.

El más ex Presidente de todos los ex Presidentes que haya tenido el país, al término de una visita a cierta bodega riojana se lanzó en tromba contra el Gobierno. "¿Y quién les ha dicho a ustedes que nosotros queremos que nos protejan?" 

Carezco de datos para saber si el alegato se produjo antes o después de los brindis o de cuántos fueron estos, pero ese fue el españolísimo alegato del Sr. Aznar, no a favor de los accidentes, no, sino contra cualquier medida que cuestionara su derecho a hacer lo que viniera en gana.

- Vivan las cadenas

Y ese es, creo yo, el meollo de la cuestión: somos tan ferozmente indisciplinados que darnos instrucciones, no importa en qué sentido, activa extraños mecanismos mentales que llevan a una buena parte de nuestros conciudadanos en dirección contraria a la que pretende el gobernante, no importa cuál sea la meta que se proponga ni la bandera bajo la que se cobije,

Aunque no haya noticia cierta de cuándo y dónde ocurrió, parece que fue un hecho que durante el nefasto reinado de Fernando VII, cuando el monarca que más ha hecho por la República trataba de retomar la senda absolutista, llegó a oírse en más de un lugar el asombroso alarido de ¡¡Vivan las "caenas"!! He aquí la quintaesencia de la defensa de tus ideas: que me encadenen antes que ceder. 

Algo así como lo que hizo cierto malogrado amigo mío que se auto definía como "anarquista de derechas": usó cinturón de seguridad en el coche hasta que su uso se hizo obligatorio. A partir de ese momento, el cinto pasó de ser salvaguardia de su integridad física a símbolo de la agresión gubernamental a las libertades individuales; pagó sus multas cuando tocó, siguió terne en sus trece y no llevó el asunto al Constitucional de verdadero milagro.


En resumen:

  • Somos como somos, no solo peores sino mejores que muchos otros pueblos de la tierra, pero entre nuestras virtudes no está la obediencia al que manda, haya sino cual haya sido el camino de acceso al poder, o sus postulados ideológicos.
  • Por suerte, en este caso, al Gobierno no se la ha ocurrido prohibir el uso de las mascarillas. Por poco más o menos las mismas razones, se montó "El Motín de Esquilache".