sábado, 14 de mayo de 2022

 La izquierda andaluza

"La vida de Brian"

¿Recuerdan la película? En una de tantas secuencias memorables, en un anfiteatro semi vacío, la cámara va enfocando, uno tras otro, a grupúsculos de palestinos que conspiran, o creen conspirar, contra el poder omnímodo del Imperio Romano. Cada uno de ellos ostenta un nombre, unas siglas, que por sistema mezcla términos semejantes al de al lado, "Pueblo", "Libertad", "Palestina", "Unidad", "Fuerzas", etc,. etc. Cada uno de ellos se atribuye la única legítima representación del pueblo oprimido; cada uno de ellos cuenta con pocos afiliados más que los que están en las gradas; cada uno de ellos "sabe" que las restantes formaciones, los que se sientan un poco más arriba o más abajo, son "traidores a la causa", responsables de la desunión, aliados objetivos, en resumen, del gran enemigo del pueblo judío: Roma.

No obstante, tienen en común un par de cosas. Ninguno sería capaz de resumir en cuatro frases inteligibles dónde están las diferencias entre ellos, como tampoco ninguno se ve con fuerzas para levantarse, recorrer la docena de pasos que le separa del vecino y ofrecerle la mano para hacer juntos el camino. ¡Sólo faltaba! Como en las peleas teológicas, peor que el infiel, el que cree en otro Dios, es el hereje, el que cree en otra versión de tu mismo credo.

Alboroto en la izquierda andaluza ante las elecciones autonómicas

Ahórrenme la sopa de siglas. Hasta es posible que entre que yo escriba y usted lea, aparezca alguna nueva. Más a la izquierda del Partido Socialista, una pequeña legión de formaciones, unas conocidas, otras olvidadas y algunas nacidas para la ocasión, nos han ofrecido un grotesco espectáculo de desunión, de incapacidad para afrontar la próxima cita electoral, de inmadurez política en definitiva.

Si hay algo que está fuera de toda duda es que, en este momento, la primera evidencia a tener en cuenta es que hay una altísima probabilidad de que la suma de votos y de escaños de PP y Vox alcance la mayoría absoluta. Incluso no sería descartable que el PP, sólo él, consiga más escaños que la barahúnda de partidos de la izquierda, con el PSOE a la cabeza.

En esas condiciones, presentarse ante los electores con más de dos formaciones es suicida:

  • Es de sobra sabido que las reglas de la Ley D'Hont penalizan la dispersión del voto. Que eso sea justo o injusto es, a estos efectos, irrelevante. La Ley electoral es la que es, y su contenido lo conocen todos los que se presentan y, por si fuera poco, ningún Partido con fuerza para ello ha intentado cambiarla desde hace más de cuarenta años.
  • Más grave aún me parece el efecto perverso que los disparates en los que se ha incurrido, descalificaciones personales, maniobras dilatorias no siempre aclaradas, zancadillas entre Partidos afines, tendrán sobre los potenciales votantes de cualquiera de los que compiten por tan reducido espacio electoral. Tratan de obstaculizar a quien tienen al lado y ni siquiera saben por qué no están ambos bajo las mismas siglas.
  • Años atrás alguien habría acusado a alguien de fraccionalismo, el viejo delito político nacido hace cien años, el que se llevó por delante a Bujarin, Kamenev, Zinoviev y demás encausados en los Procesos de Moscú, la consabida acusación del comunismo ortodoxo de la España en guerra contra los trotskistas, el pecado del que no se libró ni siquiera Julen Madariaga en los años de plomo de ETA. Fraccionalismo, es decir, debilitamiento por fractura de la organización a la que perteneces, o sea, colaboración objetiva con el enemigo.
  • ¿O es, acaso, mero personalismo? No importa cuál sea el botín, votos y cargos se entiende, las peleas por el reparto de pieles de osos que aún no se han cazado han alcanzado cotas ridículas. Malo para todos porque el ruido ha llegado a la calle; ni siquiera han sido prudentes.  

Un espectáculo nada edificante

Don Pablo Iglesias, con coleta o sin coleta, se niega a dejar de ser perejil de todas las salsas. Dejó la poltrona, (muchas gracias, profesor) y dijo que también la política. Verdad lo primero, mentira lo segundo. No pasa día sin que dé alguna nota discordante. En este caso se ha tirado a la yugular de la que él apadrinó como candidata in pectore por la formación de la que había sido fundador y líder. Formación que de Unidas, lo justo, y de Podemos, ya se verá. ¿Razones? ¡Que no ha habido Primarias! y lo dice él que la ungió candidata por sí y ante sí.

Doña Teresa Rodríguez, irreductible personaje que sueña imposibles románticos, se escandaliza cuando le hablan de candidaturas unitarias y hasta pregunta, sarcástica, si no será que le están insinuado que por qué no meterse todos bajo la bandera del PSOE (del PSOE, no de Vox, ni siquiera de Ciudadanos: del PSOE). Ella se siente el tarro de las esencias, la depositaria del Grial Rojo, o sea que la única unidad posible es la que haya de darse bajo su férula. En tiempos como estos, supongo que acudir al "análisis concreto de la realidad concreta", sonará, quién sabe, a herejía de hace un siglo. Si es que sigue habiendo algún político que se dice de izquierdas sea capaz de ubicar la cita.

No digan que la culpa fue del otro

Al votante, a la masa de votantes mejor dicho, es posible que todo este gallinero les deje las cosas más claras; ya sabrán a quién no votar: a quienes, con tanto cambio de nombre a cual más abstracto, ni siquiera han podido identificar; a quien tiene que recurrir a poner su foto en las papeletas para que o la confundan con otro; a los que hasta ahora no han sabido o no han podido explicar al ciudadano qué les diferencia del que tienen al lado.

No se quejen cuando se abran las urnas, porque entonces ya será tarde, pero recuerden:

  • Italia ha visto desaparecer al Partido socialista y Francia va camino de ello. Ambos países intentan enmascarar las viejas organizaciones con nombres equívocos que tratan de enmendar los males que padecen; ellos creen que hay una conjura contra la izquierda. Eso suele ser más cómodo que detenerse a pensar qué hicieron mal.
  • La izquierda portuguesa, por el contrario, ha elegido otra vía: más trabajo y menos ruido. Le va bien, pese a los prematuros augurios de buena parte de la prensa española.
  • Mientras tanto, Partidos como el Popular, como Vox, supongo que estarán encantados con todo este pandemonio. Un par de semanas más de esa guisa y podrían ahorrarse la campaña electoral.
  • El pueblo es menos estúpido de lo que creen sus representantes. Es posible que muchos votantes no se paren a analizar la quinta derivada del punto 4 del programa electoral, pero ven lo que pasa a su alrededor y obran en consecuencia: los problemas internos se pagan en votos perdidos. Ya lo verán. Entonces ya será tarde. Allá ustedes.










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