sábado, 4 de junio de 2022

 Tiempos inciertos

Guerra en los arrabales de Europa, países enfrentados a sus contradicciones, un pueblo, el español, en permanente estado de efervescencia… Un futuro más impredecible que nunca, aquí, allá, en las cuatro esquinas de un planeta que igual cualquier día deja de ser esférico, aunque sólo sea por variar; una semana más entre la incertidumbre y la inquietud.


La guerra sigue su curso aunque ahora se hable menos de ella

Ucrania siguen soportando una lluvia de fuego, de destrucción, de muerte. Oigo a más de algún tertuliano extrañarse de que "la guerra podría ser larga", más como queja que como pronóstico. 

¿Cuándo es larga una guerra? En mis años mozos se hablaba de la Guerra de La Reconquista, ocho siglos, más o menos (digo en mis años mozos, porque hoy se lleva negar el concepto de "guerra" aplicado al proceso de dominio de la Península Ibérica por unos Reinos Cristianos que no existían antes de la batalla del Guadalete). Casi lo mismo podría decirse de La Guerra de los 100 Años (116 años, en realidad, entre Inglaterra y Francia) o de la Guerra de los 6 días que, por el contrario, no pasó de ser un fulgurante episodio en un conflicto que empezó antes y que aún perdura.

Así que hablar de guerra larga para referirse a una conflagración que estalló hace 100 días, no parece muy acertado. Salvo que se trate del subproducto de algo que he empezado a detectar: los medios de comunicación, cuando tratan de Ucrania, parecen dar síntomas de agotamiento. Y los comprendo; el tiempo en que vivimos consume información en dosis crecientes y soporta muy mal los seriales interminables. No es posible mantener la tensión, la atención del lector, del oyente en cualquier tema, durante largos períodos de tiempo.

El problema, sin embargo, es que detrás de las noticias que, ya digo, empiezo a percibir cansinas, la tragedia continúa: muerte, destrucción, llanto y dolor no cesan. 

Pese a todo, lo que ahora vende es hablar de las penalidades que nos acechan a quienes estamos como espectadores y, si acaso, como aliados de uno de los contendientes. Y en más de una ocasión percibo un cierto deje de fastidio creciente, algo así como un reproche subyacente contra quienes nos están complicando la existencia. Estamos a un paso, ya lo verán, de preguntarnos si tiene sentido la resistencia ucraniana, capítulo previo a considerar a Zelenski un tozudo desconsiderado empeñado en una misión imposible.


Europa y sus contradicciones

Fuimos colaboradores entusiastas de la política "atlántica" que utilizó el caos post soviético para extender las fronteras de la OTAN hasta el bajo vientre de Rusia, justo en el momento en el que se había abierto el debate sobre la razón de ser de la Organización, una vez que el Pacto de Varsovia había pasado a mejor vida. En este preciso instante, sin embargo, el pacto atlántico vuelve por sus fueros y busca nuevas ampliaciones.

Seguimos el guión escrito desde la otra orilla del océano y nos declaramos dispuestos a ayudar al pueblo tan bárbaramente invadido, pero día tras día seguimos financiando al agresor. Y es que Europa no está dispuesta a comportarse como cabe esperar de quien está en guerra, aunque las batallas se desarrollen unos kilómetros más allá de nuestras fronteras: no estamos por la labor de sacrificar nuestros estándares de confort.

En definitiva, ni Alemania, ni Países Bajos, ni Hungría, ni España, ni nadie, quiere sacrificar nuestro modo de vida para derrotar a quien hemos declarado nuestro enemigo. ¿Será posible que hayamos olvidado las leyes de la guerra? Llevamos setenta y siete años sin que nos afecten directamente conflictos armados y es posible que hayamos llegado a pensar que los desastres de la bélicos eran cosas del pasado.

Mientras tanto, nuestro gran aliado, (¿o será más bien nuestro cabecilla?) Joe Bien, hace su agosto sustituyendo a Rusia como suministrador de gas y nosotros, todos nosotros, empezamos a dar por supuesto que la escasez de trigo, de maíz, será un problema para los pueblos subsaharianos pero que no habrán de faltarnos alimentos en nuestras despensas porque a la hora de comprar, siempre tendrán prioridad los que puedan pagar los precios que acaben teniendo cereales cada día más escasos. 

Peor aún: cuando el hambre azote a medio mundo, cuando se lleve por delante cientos de miles de niños, nos escandalizaremos por la llegada a nuestras tierras de decenas de millones de negros famélicos y mugrientos, que, para colmo, ni siquiera son cristianos; así que muchos pensarán que ha llegado el momento de entregarles el poder a quienes prometen mano dura contra los inmigrantes ilegales que tratan de poner en riesgo nuestra brillante civilización.


Y aquí, en España, en campaña electoral como siempre

Ahora, desde ayer, toca Andalucía. ¿Qué más da? No recuerdo desde cuándo estamos en campaña electoral. Tal vez desde que terminó el segundo mandato de Aznar, o desde que los Reyes Católicos conquistaron Granada. En cualquier caso, hace mucho tiempo.

No se trata de lo que digan los calendarios oficiales sino de que nuestra clase política, con una efervescencia digna de mejor causa, habla y actúa cada día como si a la mañana siguiente fueran a abrirse los colegios electorales. ¿Es que no hay tiempos muertos? Así no me extraña que nuestros representantes carezcan de tiempo para hacer lo que prometen: cuando quieren darse cuenta, tienen que salir de nuevo de los despachos y liarse a darnos la murga con sus ocurrencias.

De vez en cuando, ahora, por ejemplo, con cierta razón, porque hay elecciones de verdad: Andalucía vota dentro de muy poco, el 19 de junio, para ser precisos, así que preparémonos todos para circos y teatrillos continuos en prensa, radio y televisión. 

¿Puedo comentar algunas cosillas que me han llamado la atención?

  • La dirección del PP busca repetir los resultados de Madrid pero trata de esconder a Dª Isabel Díaz Ayuso reservándola para un par de eventos y pare usted de contar. Por su parte, Juanma Moreno reclama el voto para él, no para el PP ¿Contradicción, cálculo o prudencia?
  • La práctica totalidad de los Partidos han puesto el grito en el cielo porque Dª Macarena Olona trate de hacerse pasar por residente en Andalucía como si eso fuera más importante que, por ejemplo, optar a la Presidencia de una Comunidad Autónoma encabezando la candidatura de un Partido que lleva en sus genes el desmantelamiento del estado de las autonomías.
  • Oigo al candidato del PP y escucho más improperios, más críticas contra la derecha, que programas y proyectos propios. Lo habitual, por otra parte.
  • El desbarajuste en las denominaciones de los Partidos a la izquierda del PSOE es de tal calibre, que Dª Teresa Rodríguez, incluye su fotografía en las papeletas electorales porque confía más en su imagen que en la capacidad de sus paisanos de retener el nombre de su formación.

Mientras tanto, y para que todos, Gobierno y oposición, tengan razones para decir que el malo es el otro, vean algunas informaciones recientes y quédense con las que les ayuden en sus discusiones con sus cuñados.

Datos entre malos y peores:

  • El precio de los combustibles se ha fumado ya, en la práctica, el descuento de 20 cts. que estableciera el Gobierno y mientras Bruselas sigue examinando las propuestas ibéricas de control del precio del gas natural, España y Portugal lloran su desesperación.
  • Con el turismo acercándose a cifras pre pandemia, taberneros y posaderos se quejan de que faltan camareros (y más si los buscan competentes, añado por mi cuenta y riesgo) ¿Puedo sugerirles que les paguen más?
  • Según fuentes extraoficiales pero generalmente solventes, Cáritas por ejemplo, sigue creciendo el número de trabajadores en activo incapaces de mantener a su familia con el salario que perciben. Al mismo tiempo, eléctricas y petroleras baten récords de beneficios. Hay algo que no va bien ¿no creen?

Cosas que van entre bien y mejor

  • Se han sobrepasado por primera vez los veinte millones de afiliados a la Seguridad Social, lo que explica por qué sigue disminuyendo su déficit, algo que, a su vez, espanta los fantasmas que inquietan a los pensionistas.
  • Sigue disminuyendo el desempleo tanto el global (hemos bajado de los tres millones), como el femenino y el juvenil, aunque a escala europea sigamos a la cabeza de este lamentable ránking.
  • Los contratos por tiempo indefinido son ahora cinco veces más numerosos que antes de la contra reforma laboral. Por cierto la figura del fijo discontinuo estaba ya en la Ley de Contrato de Trabajo del 44, o sea que no es un invento de este Gobierno: responde a un concepto clarísimo, estabilizar el empleo en actividades cíclicas (hace sesenta años solía ponerse como ejemplo la contratación en las campañas de envasado en la industria conservera).

En resumen: hablemos de España, de Europa o del mundo, antes y ahora, en las crisis  siempre terminan perdiendo los mismos.


 


 


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