sábado, 22 de octubre de 2022

 El largo ocaso del Reino Unido

El crepúsculo imperial

Una de tantas versiones de "El imperio más grande que vieron los siglos", el británico, decae desde hace algo más de ciento veinte años. Los que van desde la muerte de la Reina Victoria hasta esta mismísima mañana. Como todos los Imperios, como todas las civilizaciones, su declive empezó en el preciso instante de alcanzar la cumbre de su poderío. Luego… Los grandes tardan en morir y a veces incluso en ser enterrados, pero acaban por dejar paso a otros.

Es bien cierto que los últimos años no están siendo un camino de rosas para el Reino Unido. No, no hablo de las peripecias de la Real Familia; desvaríos no tan excepcionales aunque hayan servido para dar de comer a tanto editor de revistas de peluquería. Mucho más tiene que ver con que su clase política no esté a la altura de las exigencias del momento. Si bien en este punto, el déficit de liderazgo empieza a ser alarmante en todo el mundo occidental.

Más allá de los sueños crepusculares de los nostálgicos, lo cierto es que los restos del Imperio Británico se desmoronan. Y para evitarlo no ayuda que el Partido Conservador sea incapaz de encontrar figuras que retomen la senda de líderes como Winston Churchill o Margaret Thatcher, grandes ambos a su modo, aunque yo no hubiera votado a ninguno de los dos. 

Para ser justos hay que reconocer que también el Partido Laborista lleva demasiado años en dique seco. Con recordar que Tony Blair, el lacayo del segundo de los Bush, ha sido la mayor lumbrera que ha dado su Partido en la última mitad del Siglo XX, está todo dicho.

Un década de infortunios para el vetusto Partido Conservador

  • David Cameron, la joven promesa que alcanzó el poder en 2010, apenas aguantó seis años en el poder. Precedido por su aura juvenil y por su presunta moderación, asumió el enorme riesgo del referéndum sobre la independencia de Escocia en 2014 y ganó, pero, contra todo pronóstico, dos años después, repitió la jugada con Europa como tema de consulta y el pueblo británico decidió abandonar la Unión. Como tantos otros, aprendió en carne propia que los referéndums son una herramienta de alto riesgo.
  • No obstante, es evidente que la euforia de los vencedores no estaba justificada. En junio de 2016, dimite Cameron. Teresa May, la sucesora circunstancial del perdedor, no fue sino un ave de paso, un mero eslabón de una cadena que llevaba a otra aventura de la que aún no conocemos el último episodio.
  • Dar la espalda al continente, explotar el orgullo de volver a verse aislados del resto de Europa, fue la gran baza que llevó en volandas al Poder a Boris Johnson, al gran histrión que manipuló el sentimentalismo de los votantes de mayor edad y de las gentes del interior. Y empezó el carnaval: mentiras, juergas, más mentiras, algún escándalo sexual de cierto colaborador, vicisitudes crecientes en la economía… y tras el grotesco mutis de Donald Trump, su gran valedor, su propio Partido optó por tirarlo por la  ventana. El 6 de septiembre de este año, Johnson cedió su inquilinato de Downing Street  a Liz Truss.

Las desgracias nunca vienen solas

  • Dos días después de la caída de Johnson, fallecía Isabel II, la soberana y líder suprema de la Iglesia de Inglaterra más longeva de la que se tiene noticia. Su asombroso camino hasta la tumba tenía un cierto tufillo a mojama real, un canto al pasado, una elegía a la gloria apolillada, un aroma a peluca empolvada, un símbolo de glorias arcaicas; era el canto del cisne, el penúltimo estertor de un esplendor que se apagaba sin remedio.
  • Es pronto para asegurarlo, pero es más que posible que su sucesor, su primogénito, Carlos III, tenga serias dificultades para mantener la cohesión de este extraño conglomerado político que atiende al pomposo nombre de Commonwealth. 
  • India, Canadá y Australia, pero también Tuvalu, Belice o Maldivas, son algunas de la larga lista de naciones, más o menos un tercio de la población del Planeta, que forman parte de una Comunidad que gobernó el mundo hace no tantos años. 
  • No es lo que fue, ni siquiera lo que quiso ser, pero la desbandada no ha hecho más que empezar. Irlanda, Zimbawe, Jamaica… Tres gotas en un mar, pero todo un sintoma. Canadá mira más al Sur de su frontera que al este del Atlántico; Australia o Nueva Zelanda, están más pendientes de Pekín que de Londres. Como dijo el poeta "cualquier tiempo pasado fue mejor."
  • Pese al entusiasmo con que muchos querrían haber resucitado la vieja institución tras la tormenta del brexit, lo real es que el comercio entre el Reino Unido y el resto de la Commonwealth apenas supera el 10% del total, frente al más del 60 % de transacciones entre las Islas y la Unión Europea, incluso después de la marcha.
  • Se mire por donde se mire, los fastos admirables del adiós a Isabel II cierran una era.

Incierto se presenta el reinado de Carlos (Como el de Witiza, pero en inglés)

  • Tantos años esperando y ahora resulta que el Trono quema. Muere mamá, pese a los optimistas que llegaron a dudarlo, pasan las exequias, y apenas estrenado su reinado, no hay respiro. Ni siquiera le dejan tomar posesión. Se marcha el Premier peor peinado de la historia, ocupa supuesto una tal Liz no se qué y ni tiempo le dan para ser coronado y dedicarse luego a reinar, o sea, eso creía, a inaugurar museos.
  • Llegó doña Liz y sin tiempo siquiera para tirar al contenedor las botellas con las que brindaron los suyos por su triunfo, empezaron a sonar a su alrededor campanas funerarias.
  • Acaso recordando el empuje, el arrojo y la falta de complejos de Miss Thatcher, anunció a bombo y platillo una bajada generalizada de impuestos a las clases pudientes y algún que otro recorte en las prebendas, las que quedan del Estado de Bienestar. 
  • Los Mercados, o sea, ¡¡Los Mercados!! es decir, no los sindicatos, ni los Laboristas, ni la conjura judeo masónica, ni los comunistas, ni siquiera los ecologistas, sino las grandes corporaciones, los fondos de inversión, los fondos de pensiones, se tiraron a la yugular de la recién llegada y le dieron tal meneo a la Libra Esterlina y a la Bolsa de Londres, que el Banco de Inglaterra tuvo que acudir al quite.
  • ¿Resultados? Ministro de Economía al paro, conciliábulos en los sotanillos del Partido Conservador para desalojarla de su puesto apenas seis semanas después de haberla elegido ellos mismos para salvar el caos que don Boris les había dejado… y, por si algo faltara, el miércoles los ciudadanos se enteran de que la inflación supera el 10 %. Ellos que tienen petróleo y no necesitan del gas putinesco. Otro paso más y dimite, no se sabe bien por qué, la recién nombrada Ministra del Interior. Como dicen los clásicos "mal se le está poniendo el ojo a la gorrina".
  • Y tanto: por muy valentón que sonara aquello de "soy una luchadora", se ve que una cosa es luchar y otra ganar. Otro día más y el jueves, hace un par de días, la efímera Premier, entró en la galería de retratos. El más fugaz paso por Downing Street que recuerdan las crónicas. Tal vez con algo de suerte, su efigie termine adornando alguna sala de El Museo de Cera, entre Jack The Ripper y Victoria Beckham. 

El partido  Conservador n la encrucijada

Una somera reflexión sobre todo este folletín, sigue poniendo de manifiesto que a tirones, como los viejos cacharros, los mecanismos funcionan. 

El Parlamento está ahora en manos conservadoras, pero las encuestas, desde la etapa de Boris Johnson, hablan de una creciente mayoría laborista, descomunal según los últimos sondeos. Sólo un suicida se arriesgaría a adelantar las elecciones, así es que no hay más remedio que buscarle sucesor a la recién dimitida. Algo que se intenta solventar en una semana.

Pero… No es tan sencillo. ¿Quién pesa más en el Partido, los despachos, el grupo parlamentario o las bases? Los candidatos preferidos de los dos últimos son tan distintos que si la balanza se inclinara por las bases, aún podríamos ver la testa despeinada del gran bufón, de nuevo en el poder. 

Hasta las elecciones, se entiende, y teniendo en cuenta que cerca del 60 % de los votantes creen ahora que abandonar la UE ha sido un error monumental, presentarse a elecciones con Boris Johnson a la cabeza, no parece la mejor idea. Así que ¿quién sabe lo que nos depara el futuro inmediato?

Un resbalón madrileño

Esta vez Dª Isabel no ha andado muy lista. Se precipitó, eso es todo. Ni tan grave, ni tan infrecuente, que ya se sabe que quien mucho habla, mucho yerra. Así que Dª Isabel (me refiero no a la difunta soberana sino a la muy viva Presidenta madrileña) se arranca por peteneras y proclama que Liz Truss "es mi modelo".  Me queda la duda de qué quería decir exactamente ¿trata de emular a la atolondrada Premier británica en eso de bajarle impuestos a los ricos, o es que rumia su propia dimisión? 

Allá cada uno con sus manías, pero, entre ustedes y yo, visto lo visto, más motivos tendría doña Liz para admirar a la Presidenta Madrileña que al contrario: ahí tenemos a la Doña poniendo en jaque cada día no sólo al Presidente del Gobierno, sino, lo que no deja de ser asombroso, al de su propio Partido, sea el que fuere. O sea que no, que no hablaba de dimitir, sino de lo otro.



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