sábado, 29 de julio de 2023

 La noche larga del 23 J

Vender la piel…

El escrutinio ha terminado. Salvo minúsculas alteraciones ocasionadas por el recuento final del voto exterior, esto es lo que hay, lo que ustedes ya saben. No veo necesario repetir números que son de dominio público.

Así que ahí les dejo mis reflexiones antes de abandonarme a la molicie de agosto y permitirles descansar en paz, sin referencia alguna a lo que pasa por el teatro de la política española hasta que llegue septiembre.

Una primera aproximación al momento que estamos viviendo, el desconcierto de los ganadores que perdieron, la relativa euforia de los perdedores que podrían volver a ganar,  me lleva al viejo dicho popular de lo poco aconsejable que suele se vender la piel antes de cazar el oso. 

Creo que algo de eso ha pasado: sentirse en la la cresta de ola que empezó con las municipales y las autonómicas, dar por ciertos los pronósticos (sobre todo cuando son favorables) generó la convicción de que lo único que estaba en duda era si sería posible gobernar solos o en compañía.

En resumen, una vez más, alguien ha olvidado atenerse a la vieja máxima de Vladimir Illich Ulianov, alias Lenin, "el análisis concreto de la realidad concreta", (del enemigo el consejo) y confundió sus convicciones con los hechos. Muy respetables las primeras, pero los segundos suelen ser bastante más tozudos


Ganar o no ganar. ¿Aritmética o Constitución?

¿Puede llamarse ganador de unas elecciones al que más votos obtiene? Sin duda alguna: es aritmética en estado puro. Si uno ordena los participantes de mayor a menor en función de cuántos votos ha recibido cada uno, el primero de la lista es el que ha ganado. 

Ahora bien ¿Para qué hemos votado? Dicho de otra forma ¿Tener más votos que nadie garantiza el poder? Depende de qué país, depende en qué sistema. En España en concreto, como en Alemania, o en Italia, o en los mismísimos Estados Unidos, y en otros  muchos países, no necesariamente, porque, pese a las apariencias, el pasado 23 no hemos votado para elegir Presidente de Gobierno, sino para elegir diputados y senadores, los primeros de los cuales serán los encargados de acordar quién habrá de ser el próximo inquilino de La Moncloa. Ellos, los diputados, no nosotros.

¿Justo, injusto? Ni una cosa, ni otra: obligatorio porque así lo establece la Constitución de la que tanto se habla cuando conviene, y conocido de antemano por todos los candidatos, de manera que rasgarse las vestiduras a estas alturas, quienes llevan en esto de la cosa pública desde que eran adolescentes, son ganas de tratar de liar al personal.

Todo esto es cosa sabida desde 1978, así es que cambiemos de pantalla.


Ganadores que pueden perder y perdedores que pueden ganar

¿Qué ha pasado? ¿Cómo es posible que la euforia se haya convertido en decepción? ¿Acaso era tan difícil interpretar las señales? Éstas son mis conjeturas:

  • El adelanto electoral. Doy por supuesto que Pedro Sánchez, su equipo, o una vidente que pasaba por allí, aconsejaron al Presidente examinar de antemano todas las alternativas aplicables a los hipotéticos resultados de mayo. La tremenda pérdida de poder municipal y autonómico, podría ser el prólogo inevitable de la debacle en las generales, si se agotaba el calendario y se trataba de mantener el tipo hasta diciembre. Era, pues, imprescindible tener previsto qué hacer, si se confirmaban los pronósticos. Visto el resultado, el 29 de mayo era evidente que no había tiempo que perder.
  • Más de medio año soportando una bronca semanal de creciente intensidad con el gallinero UP cada día más alborotado; Sumar, recién nacida como formación unitaria, en riesgo de ser torpedeada desde dentro por las interminables disputas personales; sesiones semanales de control al Gobierno encaminadas al desgaste continuo, a la descalificación permanente ¿eran el mejor escenario? ¿Había alguna alternativa?
  • Cortar por lo sano. Sánchez decidió hacer coincidir la precampaña y la campaña propiamente dicha con el ruido inevitable que provocarían los pactos Vox/PP en Ayuntamientos y Comunidades. Algo que, como habría que haber supuesto, traería problemas a la hora de tratar de marcar diferencias entre Partido Popular y Vox.
  • Por otra parte, la urgencia de Vox en poner de manifiesto cuanto antes el peso de su influencia en los gobiernos de coalición, anticipaba lo que podría ser la deriva de un Gobierno de la Nación con Feijóo de Presidente y Abascal a su vera. Sánchez no tenía nada que perder: había que jugar la carta del rechazo del votante de centro a la previsible trayectoria de la nueva versión de un Gobierno de Coalición, esta vez con Vox en el Gobierno.
  • Es verdad que Feijóo podría haberse hecho fuerte, lo era más que Vox, y no ceder tan pronto y a veces de forma tan vergonzante como en Extremadura, y forzar a Abascal a elegir entre transigencia o ruptura, pero prefirió tratar de cerrar los frentes abiertos aunque fueran en falso. El futuro inmediato dirá si ha acertado o no.
  • Así que, salvo que sesudos analistas expertos consagren la teoría contraria, la mía me indica que ése panorama frenó en seco la sangría de votos de centro a favor del PP, llevó a las arcas del PSOE parte de los votos de C’s y acaso alguno del ala menos a la derecha del PP. Eso fue suficiente: El PSOE creció un poco, muy poco, y aunque la parte del león en cuanto a crecimiento se la llevara el PP, como éste aumento de escaños se hizo en buena medida a expensas de su socio in pectore, ya conocen el resultado.

Ha habido otros factores, por ejemplo, las equivocaciones de Alberto Núñez Feijóo (es irrelevante que hayan sido suyas o de sus consejeros) como su impávida y arrogante afirmación de que su Partido siempre ha incrementado las pensiones en función del IPC, o su ausencia del debate a cuatro que quedó en un dos a uno. Nunca sabremos qué habría pasado si hubiera hecho las cosas de otra forma, pero sí que sabemos cómo han resultado haciendo lo que hizo.

Los errores de bulto de Sánchez, básicamente el catastrófico enfoque del debate con Feijóo, quedó lejos de la fecha de votación con lo que, en el tempo acelerado de una campaña, perdió actualidad y tuvo margen para una tímida recuperación.


Don Alberto en su laberinto

La gobernabilidad de España se complica. No tanto como para desesperarnos, pero a corto plazo es evidente que está embarullada.

Uno oye a doña Cuca y todo parece claro: su jefe ha sacado más diputados que nadie, luego ha ganado las elecciones, ergo le toca gobernar y toooodos los demás, empezando por Pedro Sánchez (al que había que derogar ¿recuerdan? ¡No! no exageremos: sólo había que derogar su obra, o sea, mayormente, el sanchismo. Él que yo recuerde, no es derogable).

Don Alberto parece que también lo cree; de hecho ha comentado que piensa pedirle a su oponente la abstención. Ya se lo propuso durante aquel debate en el que le ganó, pero la propuesta cayó en saco roto. En parte, porque la Constitución encomienda la Presidencia del Gobierno no al que más votos saca en las urnas, sino al que elige el Congreso de los Diputados. En parte por algo que luego comentaré.

¿Está prohibido que gobierne el más votado? ¡Qué disparate, claro que no! pero si además de tener más votos no tienes diputados suficientes, puede que te quedes por el camino, compuesto y sin novia.

 Ahora bien, don Alberto, si me permite un par de observaciones…

  • ¿Usted que cree suficiente dejar de llamar Perro Sánchez al actual Presidente y pasar a denominarlo Secretario General de un Partido de Estado para que las aguas vuelvan a su cauce? Piense cómo se sentiría usted si los términos estuvieran invertidos, y se lo estuvieran pidiendo a usted. (Un inciso: ha sido hablar del PSOE como Partido de Estado y ya se han alzado voces dentro del PP, escandalizándose de tamaña herejía. Lo de siempre: a perro flaco…)
  • ¿Cree usted que la reiterada referencia a la lista más votada es suficiente por si misma para convencer al Partido Socialista o hubiera sido más eficaz empezar por haberlo hecho usted y su Partido en aquellos Ayuntamientos y Comunidades donde el PSOE quedó por delante del PP pero por detrás de la suma de ustedes y del Sr. Abascal? Y no me haga escribir la lista de los casos a los que me refiero, porque es bastante larga y no quiero aburrir a mis amigos. 

Y luego, don Alberto, ¡qué lástima! Termina el día (me refiero al 23 J, claro) de forma tan distinta a como empezó; están todos ustedes en su sede de la calle Génova; han sacado más votos que nadie, han crecido más que nadie, pero… salvo milagrito ¡qué lejos se ve La Moncloa a esas horas e la noche! ¿verdad? Sí, cierto, pero hay que salir a saludar a sus chicos, que, pese a todo, ahí están, inasequibles al cansancio, esperándole con sus banderas y sus cánticos.

¡Y usted sale al balcón! Sale… y lo que grita la masa no es Alberto, ni Feijóo, ni mucho menos Núñez sino ¡A-yu-só, A-yu-só, A-yu-só ! ¡Qué mal trago! Bueno, no se acongoje más de lo preciso; a lo mejor sólo se trata de que corear "Fei-jó-o, Fei-jó-o" es menos eufónico que "A-yu-só, A-yu-só". ¡Ea, ánimo, hombre! La madrileña confirma de inmediato su lealtad, así que no haga caso a doña Esperanza, que siempre fue una forofa de su pupila. 


Detalles que cuentan

  • Han ganado escaños los dos más grandes Partidos, PP y PSOE. El primero mucho más que el segundo, pero me parece significativo que sus escuderos, el que estaba más a la derecha se ha llevado el batacazo de la noche, y el que estaba más a la izquierda tampoco ha llegado hasta donde se esperaba. ¿Vuelta al bipartidismo? Un poco prematura me parece la profecía. Me inclino por pensar que el votante español ha mirado más al centro que a los extremos, eso ha sido todo. Y eso, para mí al menos, es una gran noticia.
  • En cuanto a la suerte que han seguido los palmeros del Gobierno Frankenstein, ha habido de todo: ERC y PNV han perdido fuelle, pero EH Bildu ha salido vencedor del "derby" local, mientras la CUP, que nunca se supo muy bien por dónde habría de salir, ha desaparecido en combate. La pérdida, si lo es, no me quita el sueño. O sea, nada concluyente. 
  • El vuelco en los resultados catalanes ha sido espectacular: abrumadora mayoría de los Partidos con sede en Madrid (34 diputados) frente a las opciones secesionistas que se quedan en 14. Ya sé que el escenario será distinto pero ¿imaginan estos mismos resultados en las elecciones autonómicas? Y, por otra parte: si es cierto lo que me cuentan de que en Junts hay casi tantas facciones como militantes ¿Tanto miedo sigue dando el gran fugado? ¿Es posible que haya quien tome como verdad de fe que sus apoyos sólo prestarán su ayuda a precios impagables? ¿Seguro de que prefieren repeticiones electorales?
  • Última ocurrencia: voces que parecen proceder de Vox, confían en una investidura de Núñez Feijóo, con los votos de Abascal y los del PP, el de Unión del Pueblo Navarro (hasta aquí todo normal) y "la ayuda de algunos diputados socialistas buenos". Sorpresa ¿Hay socialismo bueno para Vox? ¿La bondad se demuestra cambiando de bando? ¡Qué cosas, y qué falta de prudencia! ¿Por qué me viene a la memoria el Tamayazo? ¿Es una invitación a que el PP repase su historia y repita la jugada?

Buenas vacaciones

En fin, amigos, mis disculpas si les sorprendo preparando los bártulos para cambiar de aires. Las elecciones, con una participación popular superior a las de 2019, sin incidentes que empañen los resultados (pese a alguna maliciosa sugerencia de tal o cual profesional del bulo), ha arrojado los resultados que nosotros, ustedes, yo y millones de compatriotas, nos ha dado la real gana de meter en las urnas.

A partir de ahí, no creo que antes de septiembre, alguien tenga que sudar tinta para salir del embrollo. Es su turno, que lo hagan que para eso se dedican a la política. Y no pierdan el apetito por ello: encontrarán la salida, aunque sea informarnos de que tenemos que volver a votar.

Que ustedes disfruten.





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