sábado, 17 de febrero de 2024



 Droga y muerte en El Campo de Gibraltar

Barbate como símbolo

Las cadenas de televisión han emitido tantas veces las imágenes de la narcolancha pasando por encima de la frágil embarcación de la guardia civil, una modesta "zodiac", que me excusan de dar macabros detalles de la desgracia ocurrida en Barbate la semana pasada.

Barbate: poco más de 23.000 habitantes, según el INE el municipio con mayor porcentaje de desempleo de España, el 24’3 % nada menos, seguido de cerca por pueblos próximos: Arcos de la Frontera (21,7%), Chipiona (21,4%) y Vejer de la Frontera (20,1%). Da que pensar ¿verdad?

Hoy ha sido en Barbate, como podría haber sido en cualquiera de las poblaciones de la costa gaditana, porque, pese al paro, los habitantes de la zona siguen teniendo la extraña costumbre de comer varias veces al día, si es posible y lo cierto es que no siempre es fácil conseguirlo.

Soy de los convencidos de que lo que ha pasado no es ninguna casualidad. Paro, niveles salariales a tono con el generoso excedente de oferta de mano de obra, una fuente alternativa de ingresos fáciles e incomparables con lo que ofrece la zona: cientos de euros por la mera vigilancia de los movimientos de las fuerzas del orden, por ejemplo ¿Por qué habrían de resistirse a la tentación los adolescentes barbateños cuando ven esos mismos comportamientos en quienes deberían ser sus referentes?

Así que no nos extrañemos: oímos a diario quejarse a los agricultores a los camioneros, a los pasteleros, a los hojalateros de que "el oficio se muere porque no hay generación de relevo", pero es obvio que los capos de la droga tienen dónde elegir nuevos miembros que crecerán creyendo que quienes les pagan son los únicos que hacen algo por ellos.

El modelo, como en su día en Galicia, empezó con el contrabando de tabaco (¿recuerdan la expresión "rubio de batea" en referencia al escondite en el dicen que se depositaban las sacas de cajetillas que entraban de matute por las rías?) Había una cierta condescendencia social con tal tipo de contrabando. Era sólo un asunto de precios, de dinero: al fin y al cabo hasta hacía pocos años era el propio Estado el que ostentaba el monopolio del cigarrillo. 

Pese a todo, saltar del tabaco a la cocaína era cuestión de tiempo.

Como en la costa gaditana: primero fue el tabaco de Gibraltar, luego el hachís marroquí, ahora la cocaína, mañana… Negocios, sólo negocios, y cantidades ingentes de dinero; cada vez mayores. Tanto que todo lo que toca puede ser corrompido. Y, de paso, suficiente para cambiar de arriba abajo un territorio.


Los tiempo cambian

  • Hace muy pocos años, por estos mismos pagos, la mera presencia de un par de uniformes era suficiente para abortar una operación. "Hoy - lo decía un paisano - defienden la carga". O sea se ha pasado del respeto, del temor, a la confrontación armada.
  • La desproporción de medios va en aumento: las embarcaciones de las fuerzas del orden son viejas, pocas y la mitad están fuera de juego. Ellos, los narcos tienen todas las que necesitan y son las más rápidas del mercado. Y si no hacemos algo ya, a la vuelta de un tiempito estarán mejor armados
  • No nos importa quién empezó a remolonear, a no cumplir con su deber, si fue un Gobierno, o el anterior, o el de más allá. Lo que necesitamos es que las cosas cambien ahora. ¿Es cuestión de dinero? Desde luego. Sáquenlo de donde sea preciso, pero pongan en combate los hombres y las armas que se necesiten.
  • Es posible que el Ministro del Interior deba cesar, pero lo que de verdad importa es que no perdamos el tiempo en debatir si son galgos o son podencos. Es urgente entrar en acción con la contundencia que sea precisa: España no puede caer en manos de los cárteles. 
  • Y no, no es lo mismo meter en España tabaco de contrabando que cocaína o heroína o lo que demande el mundo trágico de la drogodependencia. No todas las sustancias dopantes generan el mismo poder a sus gestores.

El poder corruptor del tráfico de drogas

Por circunstancias de las que luego hablaré, recabé información de la cadena "comercial" de la cocaína. Las cifras que cito se refieren a otro escenario, pero doy por supuesto que las que rigen en el Estrecho han de ser my parecidas.

Vean: un kilo de pasta básica de cocaína se paga a 2.000 dólares en Colombia. Aquella cocaína, tal vez tras el paso por alguna estación intermedia, ya en España, vendida al por mayor se habría cotizado alrededor de 30.000 euros el kilo, y cuando terminara en manos del consumidor final, "cortada" al 60/40, podría alcanzar en la calle el descomunal precio de 200.000 euros el kilogramo. 

¿Qué y, sobretodo, a cuántos y a quiénes se pueden comprar con  cargo a esos márgenes? ¿Chavales en paro? Calderilla ¿Sólo? ¿Cuánto gana un agente de aduanas? ¿y un agente de la policía nacional o un guardia civil? ¿y un periodista de un medio local? Añadan los ejemplos que quieran: a más importancia del afectado, más dinero encima de la mesa. De tanto en tanto se conocen algunos datos: profesionales necesarios para cuidar de los procesos químicos, transportistas, encargados de la persecución del tráfico, juzgadores, legisladores, han sucumbido, han cruzado la raya. Rara vez hay retorno.

¿A qué esperamos? Ha habido países, supuestamente democráticos cuyo Presidente ha llegado al cargo tras campañas en las que la trascendencia de las aportaciones del dinero de la droga me temo que son más que una conjetura. Otros, más democráticos todavía, dicen perseguir la droga pero alguna de sus Agencias más conocidas han utilizado por sistema la cocaína incautada para pagar actividades contrainsurgentes fuera de sus fronteras,

Y antes de llegar a esos extremos ¿no es ya el momento de hacer frente al problema en todos sus aspectos? ¿Por qué esperar a que el monstruo sea más poderoso? No será fácil ni rápido; por eso hay que empezar cuanto antes. Y no se olviden: más patrulleras, mejores lanchas, más hombres son imprescindibles, pero no bastan: creen empleo para los aspirantes a traficantes antes de que acaben jaleando a quienes asesinan guardias civiles. 


"Código Templario"


Las casualidades existen; al menos las coincidencias que van más allá de lo puntual. Hoy mismo anuncio en redes sociales la aparición de mi última novela, "Código Templario" es su título. Tenía terminado ya el texto cuando el mismo motivo que dejó temporalmente en silencio este blog, me obligó a posponer la aparición del libro.

El caso es que mi novela cuenta las peripecias del comisario Gervasio Sanmartín, al que ya vimos en "Mía es la venganza" y "Las cenizas de Dª Rosita", en su confrontación con gentes venidas del otro lado del mar para convertir España en la cabeza de puente que les facilite inundar Europa de cocaína.

El campo de Gibraltar, Algeciras en concreto, es uno de los escenarios esenciales del relato, escrito en un tono más cercano al que usé en "Las cenizas…" que en "La venganza", y las reflexiones que he escrito hasta ahora en este post son algo así como el hilo conductor de una novela que empecé a pergeñar en primavera, cuando Barbate era un lugar que me sugería, nada más, las maravillas que se pueden obtener de un atún en temporada.

Por último: ¿cabe ya el debate nacional sobre la legalización de la droga sin que nadie satanice a nadie?





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