miércoles, 9 de enero de 2013

Gérard Depardieu, ciudadano ruso

    Gérard Xavier Marcel Depardieu, nacido en el 48, Caballero de la Legión de Honor, Caballero de la Orden Nacional del Mérito, y Caballero Honorario de la Ordre National du Québec, intérprete de una pléyade de películas entre las que destacan títulos como “Novecento” (1976), “La dernière femme” (1976), “El último Metro” (1980), “La mujer de al lado” (1981), “Danton” (1982), “Cyrano de Bergerac” (1990) o “Los miserables” (2000), trece veces candidato y dos veces ganador de los Premios Cesar, candidato al Oscar y ganador del Globo de Oro, era hasta hace unos días no sólo el actor mejor pagado de Francia, sino uno de los símbolos de la nación. Podría decirse que llevaba camino de ingresar en el selecto cenáculo en el que ya descansaban cubiertos de gloria, colegas suyos como Jean Gabin, Maurice Chevalier o Yves Montand, entre otros pocos monstruos de la escena.
    Pero Gérard Depardieu ha decidido solicitar (y obtener en un tiempo record, dicho sea de paso) la ciudadanía rusa. Parece que los impuestos que debería abonar tras las últimas medidas fiscales del actual Gobierno francés, salido de las urnas, desde luego, no terminaban de gustarle del todo.
    No estoy muy al tanto, nada en realidad, de las raíces eslavas del actor. Lo único que he averiguado es que va a interpretar, o lo está haciendo ya, o interpretó hace poco el papel de Rasputín en alguna producción del gusto del señor Putin, luego no son los antecedentes familiares los que han movido al personaje a tan sorprendente decisión.
    ¿Amaba Depardieu al que hasta hace una semana era su país? Por supuesto que sí. ¿Por qué habría de ser de otra manera? Tanto como otros compatriotas suyos suficientemente adinerados como para comprender que había llegado el momento de tomar medidas que impidieran que Gobiernos desaprensivos dedicaran los caudales que les expoliaban a fines tan dudosamente patrióticos como la sanidad pública, la educación gratuita, o la reinserción de inmigrantes. ¡El Estado del bienestar! Pamplinas demagógicas inasumibles por quienes ya disfrutaban de suficiente bienestar sin necesidad de acudir al Ministerio de Asuntos Sociales.
    ¿Qué hacer? Pensó el eximio actor. Como primera medida, exiliarse él y sus dineros a Bélgica, justo al lado de la frontera, en tanto se decide algo mucho más espectacular, definitivo, mediático y, por tanto, rentable. Monsieur Depardieu, Caballero de la Legión de Honor, etc., etc. ha optado por nacionalizarse ruso, como corresponde a un buen francés. El Presidente Putin (Vladimir Vladimirovitch Putin, antiguo teniente coronel de la KGB, institución benéfico docente de marcado carácter democrático añorada por tantos cientos de miles de rusos, Presidente de la República, o Primer Ministro, según tocara, desde hace 13 años) debió hacerse repetir el recado no menos de tres veces hasta convencerse de que su informador le hablaba en serio: la perla de la corona del cine galo, no sólo solicitaba ser ciudadano ruso, sino que andaba diciendo por ahí algo, mucho, en realidad, sobre las excelencias de la democracia rusa. Convencido que se hubo de que el intérprete de Rasputín, otro demócrata, ni estaba bebido, ni urdía una trama de desprestigio subvencionado por los enemigos de la Madre Rusia, le dio un pasaporte, un par de abrazos y un escenario en no sé qué pueblo junto a Moscú para darse un primer baño de multitudes entre sus nuevos compatriotas.
    Y es lo que yo digo: no se puede confundir el patriotismo con los impuestos, ni el amor a tu país con subvencionar un Gobierno que no te deje hacer lo que te dé la gana. Y ahora, que cada lector haga un somero ejercicio mental: borren el nombre del actor francés y busquen sustitutivos españoles. Cuando lleguen a cincuenta, váyanse a tomar una copa.

5 comentarios:

  1. Lamento no estar de acuerdo con lo que parece quiere decir el autor. ¿Es que nadie va a poner freno a la rapacidad recaudatoria de los Gobiernos? Al fin y al cabo, la actitud de Depardieu no deja de ser la manifestación de una disidencia.

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    1. ¡Por fin, un comentario discrepante! Gracias, en verdad, aunque no esté de acuerdo con algunas de las afirmaciones que contiene.

      Claro que se debe de poner freno a la voracidad recaudatoria. El problema es quién y cómo lo hace. Yo prefiero que sean los votantes, eligiendo opciones con programas fiscales a tono con sus gustos.

      No sé cuáles hayan podido ser las motivaciones del Sr. Depardieu. Usted habla de disidencia, pero él ha dicho otras cosas sorprendentes ¿Seguro que ha sido su admiración por las excelencias de la democracia "putinesca"?

      Por último: es significativo que tanto Bélgica como Rusia estén dispuestas a conceder la ciudadanía a alguien como el actor francés en un par de días. ¿Habrían tardado lo mismo si la hubieran solicitado la totalidad de los funcionarios españoles a quienes se les privó de la última paga extraordinaria?

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  2. Vale que la rapacidad recaudatoria del Estado nos tenga fritos a impuestos, pero ¿qué pasaría si todas las personas con gran capacidad económica sacaran sus capitales del país? Supongo que también querrán disfrutar en su tierra, de las mejoras en infraestructuras, educación, sanidad, etc que se financian con los impuestos de todos.
    No se puede ir de patriota y no practicar la solidaridad.
    Y, por otra parte, ¿qué tal los comentarios elogiosos de Depardieu acerca de la "democracia" rusa?
    En fin, y en mi opinión, que para estar a las maduras, también hay que estar a las duras.

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    1. Eso es lo que yo pienso, aunque a diario conozco grandes patriotas hispanos, preocupados por el destino de sus países, que recetan remedios mágicos para la solución de todos sus problemas, cómodamente instalados en este lado del Atlántico, mientras sus caudales reposan en Bancos de Nueva York o de Miami. Parece que cuando el barco se hunde lo primero que huye es el dinero.

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    2. Y se me olvidaba algo a propósito del nuevo rol de Monsieur Depardieu como ensayista político. Seamos tolerantes: si al actor ex francés le gusta la versión putinesca de la deamocracia, está en su derecho para decirlo. No obstante, tal vez debiera devolver antes las condecoraciones francesas, cuya democracia parece que ahora le resulta deplorable. Por último, es evidente que las dotes interpretativas no presuponen una inteligencia superior.

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