martes, 5 de febrero de 2019

Las cosas por su nombre (y V) Vox


Las relaciones internacionales.

La tradición asentada en las grandes formaciones políticas occidentales, la socialdemocracia, la democracia cristiana, incluso los dos grandes Partidos de los Estados Unidos hasta la llegada de Trump no solía ofrecer, país a país, grandes diferencias programáticas en el capítulo de las relaciones internacionales. Y, desde luego, no cabía esperar grandes cambios de unas elecciones a otras. 

Se trata de un principio que todos conocen y suelen compartir: las relaciones internacionales son una cuestión de Estado, debe estar consensuada con la oposición y se establece pensando en el largo plazo.

Sin embargo, desde hace algunos años, pocos, también esto ha cambiado. Florecen como setas en otoño formaciones políticas de nuevo cuño que hacen del euro escepticismo, del aislacionismo, del American first (cámbiese América por lo que proceda en cada caso) una bandera, o más bien un banderín de enganche que busca rescatar del olvido viejas emociones hace tiempo abandonadas por inútiles e incluso perniciosas.

Vox, en es sentido, no es más que otro Partido que se suma a la moda retro. Veamos:

Medida 33: Suspender el espacio Schengen hasta que exista la garantía europea de que no lo utilizarán los criminales para huir de la justicia (como han hecho los golpistas separatistas). Habría habido otras formas de evitar la huida de los delincuentes separatistas, por ejemplo, haber sometido a los procesados a la correspondiente vigilancia policial. 

En cualquier caso, sorprende el contraste. Medio mundo admira a Europa por el avance que ha supuesto la configuración del espacio Schengen. Vox lo deplora. El votante es quien debe elegir.

En el fondo, se trata de añorar las viejas fronteras tradicionales que establecían bien claro donde terminaba España y dónde empezaba el extranjero. O al revés, que tanto da. Ya, de puestos ¿por qué no restablecer el salvoconducto para viajar entre poblaciones españolas? Y más en esencia, la aversión por la Unión Europea.

Medida 96: Vox pretende impulsar un nuevo tratado de la UE en cuanto a fronteras, soberanía, respeto a viejos valores e incremento del peso de España.  Y da pistas sobre sus posibles aliados: el V4, el Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) 

Curioso ¿verdad? Cuatro Repúblicas ex comunistas, dos de las cuales, Polonia y Hungría han estado a punto de perder su derecho al voto en Bruselas por sus intentos de someter el Poder Judicial al Ejecutivo y por la escasa calidad democrática de la nueva era. 

¿Qué le llama la atención a Vox de este grupo? No serán las raíces culturales comunes ¿no? No: la deriva autoritaria, la disidencia sistemática frente a Bruselas y, en especial, su oposición a formar parte de la solución al problema de la inmigración. Su xenofobia, en síntesis.

Una advertencia: ninguno de los V4 abandonarán la UE, al menos mientras sigan recibiendo los cuantiosos subsidios que hasta hoy, como España hasta hace poco, están haciendo revivir sus economías.

Medida 97: Mezcla cuatro cuestiones que, al menos en mi opinión, tienen escasa relación entre sí, y que, por otra parte deben y pueden ser evaluadas de diferente manera.
  • Reducción del gasto político europeo. Me parece que sería más lógico reducir el gasto burocrático que el político, pero quizás se trate sólo de un matiz semántico. Lo que quiero decir es que si a Europa se le quita el contenido político nos quedamos con un ramplón acuerdo aduanero al gusto británico. 
  • Eliminar duplicidades y agencias que se inmiscuyan en la soberanía nacional. Supongo que hay que entenderlo a favor de mantener la agencia u organismo español. Sin embargo, me pregunto si tiene sentido mantener Embajadas en todos los países en los que, además hay otra representación Diplomática de la Unión Europea. ¿Dónde habría que intentar ahorrar?
  • Proponer la exclusividad del Estado en materia de relaciones internacionales al hilo del Art. 149 de la Constitución. La petición está fuera de lugar en sentido estricto: el Art. citado está en el Título VIII de la Constitución y se refiere a las competencias del Estado no frente a otros países, sino a las Comunidades Autónomas. 
  • El Art. citado (149) viene bien, por el contrario, para la última de las proposiciones de la medida 97: Supresión de toda representación política exterior de regiones o municipios. Algo que es deseable y ya está regulado, al margen de la inoperancia de los dos últimos Gobiernos para evitar los desmanes del secesionismo catalán en este punto, y del olvido tal freudiano del término "Autonomías". 

Medida 99: Vale la pena reproducir el texto íntegramente: “Incidir en la bilateralidad en las relaciones internacionales, abandonando organismos supranacionales si son contrarios a los intereses de España. Reevaluación de la contribución española a dichos organismos. Creación de una Agencia para la ayuda a las minorías cristianas amenazadas, imitando la iniciativa de Hungría”. 

¿La agencia de la que habla Vox debería ser sólo española, (país aconfesional según la Constitución) europea, o una institución en el seno de la ONU? 

Cita a Hungría, es decir a Orban, pero huele a Trump. Con una sustancial diferencia: USA, Rusia, China, pueden perder mucho si se aíslan, pero tienen masa crítica para intentar encerrarse en sus fronteras porque, en tanto se demuestra el error, pueden sobrevivir holgadamente: son grandes potencias, con territorios inmensos, grandes masas de población y una riqueza y variedad de recursos que garantiza la supervivencia. 

¿Cree Vox que España puede, o debe, volver al aislamiento? Recuerdo a quien lo haya olvidado que sólo hemos estado aislados cuando nos echaron de todas partes porque nuestro régimen, ése que algunos añoran ahora, no reunía los requisitos mínimos para ser admitido en el concierto internacional. Incluso entonces andábamos de puerta en puerta pidiendo permiso para entrar.

¿Así es que ahora vamos a irnos por iniciativa propia? ¿Vamos a quedarnos solos otra vez? ¿Para qué? ¿Cree Vox que tendremos más fuerza frente al exterior porque rechacemos lo que no nos guste de la Unión Europea, de la Unesco, de Acnur, de Unicef?

En resumen: de los tres ejes que desde el testamento de Isabel La Católica han vertebrado la política internacional española (Norte de África, América hispana y Europa), Vox recela de Europa, abomina de la morisma y sólo en la medida 100, la última del programa, habla de la comunidad hispana para proponer, por otra parte, cosas que ya vienen haciéndose desde tiempo inmemorial.

¿Es esto fascismo?

No lo es. Ya fuera en la versión nacionalsocialista o en la fascista en el sentido estricto del término, los regímenes de los que hablo fueron militaristas, expansionistas, imperialistas sin recato, saltaron sus fronteras armados hasta los dientes y en ningún caso, bajo ningún concepto habrían pensado en aislarse. Al contrario: soñaban con futuros imperiales. 

Cierto que los nazis abandonaron la Sociedad de Naciones. Era un ente ya para entonces inoperante que obstaculizaba su visión de papel del III Reich en el mundo. En cuanto a Musolini, sólo abandonó la Sociedad de Naciones, tras la invasión de Abisinia y la formación del Eje Roma/Berlín. No nos confundamos. ¿O es que Vox aspira a reconquistar el Imperio de los Austrias y para eso le molestan los organismos internacionales?

Tal como yo lo veo, esas propuestas de “renacionalizar” las relaciones internacionales, están más en línea con el euro escepticismo que con el imperialismo. Y el euro escepticismo, algunas de cuyas razones hay que buscarlas en la farragosa burocratización de Bruselas, no es más que la vuelta a un provincianismo asustadizo que ignora la evidencia de que si unidos es difícil lograr el puesto que a Europa le corresponde, por separado seríamos algo menos que nada.

Volviendo a capítulos anteriores, tampoco veo fascismo en la Medida 9 a propósito de la derogación inmediata de la Ley de Memoria Histórica. No deja de ser una contradicción afirmar que “ningún Parlamento está legitimado para definir nuestro pasado” y proponer una nueva Ley que reescriba la Historia, pero eso, reescribir el pasado es lo que más les gusta a cierto tipo de políticos. En algún lugar he leído que la moda la inauguró no recuerdo qué emperador chino hace algo más de dos mil años.

Es evidente que por denodado que sea el esfuerzo por enmascararlo, late en la propuesta una nostalgia por los buenos tiempos en los que todo estaba al alcance del Poder constituido. Repite las falacias franquistas de la post guerra sobre la concordia entre españoles mientras continuaba la represión, pero, de hecho, ésa ha sido, con alguna honrosa excepción, la tónica general  de la derecha española, aunque en alguna ocasión cercana haya votado en el Parlamento por la exhumación de los restos del General Franco. 

Terminemos, pues ¿qué es Vox?

Hasta tener pruebas concluyentes de cómo se comportaría en el Poder, leyendo sus propuestas y oyendo a algunos de sus líderes, creo que el Partido de moda en la derecha española, es
  • Una escisión por la derecha del Partido Popular, nacida del desencanto por la titubeante marcha del último Gobierno popular. 
  • Una formación autoritaria defensora de un nacionalismo nostálgico, cuyas raíces doctrinales se hunden en el nacionalcatolicismo del período franquista.
  • Es reaccionario, en el sentido literal de la expresión, en la relación entre sexos; abomina de la deriva actual del movimiento feminista y parece dispuesto a volver a un modelo de relaciones entre sexos ya superado en la mayoría de los países occidentales.
  • Defiende un modelo de estado centralizado lo que exigiría una nueva Constitución.
  • Se muestra absolutamente contrario a la inmigración de origen islámico hasta el punto de considerar en pie de igualdad al terrorista y al inmigrante ilegal.
  • Programa medidas de corte neoliberal  populista en el terreno económico.
  • Más o menos explícitamente, es euro escéptico en línea con los Gobiernos menos dispuestos a trabajar por la construcción europea.

Esta ideología no es ninguna novedad y menos en España. Estaba ya presente en el ideario del Partido Popular como oportunamente ha recordado hace unos días Isabel Díaz Ayuso candidata del PP a la Comunidad de Madrid. Lo que debería plantearse el hipotético votante español a la hora de enfrentarse a las próximas citas electorales son cuestiones como las siguientes

  • ¿Qué tiene España, qué tiene Europa que la diferencie del fundamentalismo, del fanatismo islámico? Dicho de otra manera ¿Aspiramos a ser como ellos, intolerantes, sectarios, intransigentes, o queremos sentirnos y ser mejores?
  • ¿Qué parte de nuestras libertades estamos dispuestos a dejarnos por el camino en aras de una hipotética mayor seguridad que nadie está en condiciones de garantizarnos?
  • ¿Estaríamos, incluso, dispuestos a volver a introducir la pena de muerte (ya sé que no figura en el programa de Vox) en nuestros Códigos Penales? 
  • ¿Volveremos a negar asilo a los perseguidos? 
  • ¿Seremos también partidarios de prohibir las religiones que no se acomoden a nuestra tradición?  O sea ¿Volveremos a ser un Estado confesional?
  • ¿Querremos definirnos por nuestra raza? 
  • ¿Pondremos la venganza por delante del Derecho? 
  • ¿Y quién parará a la bestia cuando esté suelta?
Una de las tesis de Arnold J. Toynbee sobre los síntomas de la decadencia de una civilización, es el intento de volver a los orígenes como forma de enderezar el rumbo y detener la decadencia. En realidad, es la prueba irrefutable de que se ha perdido el impulso creador.

Desde este punto de vista, la marea de movimientos identitarios  que recorre Europa, la búsqueda de la diferencia “nacional” que nos haga únicos frente a los demás, es el dibujo de un camino que nos lleva a la irrelevancia, a la desaparición como sujetos políticos activos en el escenario mundial. Y esta conclusión la avala la verificación de quiénes son los defensores internacionales del euroescepticismo: Donald Trump y Vladimir Putin, es decir, sus principales beneficiarios.


Hasta aquí, sin desmenuzar muchas de las proposiciones de Vox, lo que pienso del nuevo Partido. Déjenme terminar asegurándoles que ni he querido ofender a quien considere Vox su opción favorita, ni defraudar a quienes ya lo hayan calificado como el émulo del nacionalsocialismo o del fascismo. A unos y a otros les recuerdo lo que tantas veces repito: no es más que una opinión, la mía.

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