lunes, 11 de febrero de 2019

¿Por qué tenían que mentir?

La cita en la Plaza de Colón.

Una vez más, como cuando se discute el derecho al aborto o una cierta interpretación de la libertad de enseñanza, los Partidos conservadores (antes era sólo el Partido Popular, ahora son tres) han convocado a la ciudadanía para mostrar su desacuerdo con la política del Gobierno en el muy sensible tema de sus relaciones con los partidos independentistas catalanes y exigir, de paso, la convocatoria de Elecciones Generales cuanto antes.

Lo de menos es saber cuántos acudieron a la cita. La guerra de cifras al día siguiente de cualquier manifestación, no sé si es una práctica habitual en el mundo, o una característica española. Oyendo a D. Trump calculando los asistentes a sus eventos, tiendo a pensar que, al menos en USA, ahora, también cuecen las mismas habas.
Más relevante en cambio me parece poner de manifiesto algunos puntos:
  • El derecho de manifestación, como el de libertad de pensamiento, de expresión, de asociación, son pilares intocables de la democracia. Por tanto, mi asunción, sin reserva alguna, de la legitimidad de la convocatoria.
  • No estuve en la manifestación, o concentración, qué más da, pero consultadas variadas fuentes creo que hubo bastante gente (bastante: lo que basta, lo que es suficiente para el fin que se pretendía), y que el comportamiento general de los asistentes fue razonablemente civilizado: ningún incidente digno de mención, escasa presencia de símbolos pre o inconstitucionales, y plácida mañana para las fuerzas de orden público.
  • Lo hubiera pretendido o no el Sr. Casado, ha llevado a su espacio al Sr. Rivera. Tanto da que entre él y el Sr. Abascal hubiera cuatro o siete figurantes: estaban el mismo día, a la misma hora, en el mismo estrado, con lo que los remilgos mostrados en Andalucía parece que se han olvidado. (Este hecho podría dar lugar a explayarse sobre el conocido principio de cómo la radicalidad es mas contagiosa que la moderación, pero ésa es otra historia)
  • Oyendo esta mañana a unos y a otros, parece que entre los convocantes hay un cierto nivel de satisfacción. No exultante, sino de media sonrisa. Suficiente, pero no apabullante. Quizás sea lo mejor.
  • A todos, a los convocantes, a los asistentes, a los objetores, a los observadores, se nos plantea la misma duda: ¿ha servido para algo? O, dicho de otra manera: ¿Romperá lazos Sánchez con Torra y su comitiva? ¿Convocará  elecciones cuando le convenga a la oposición o cuando él crea que mejor le viene?
Y cayeron en el mismo maldito error: falsearon lo hechos.

No digo que minitieron, porque aunque sea lo mismo que lo que acabo de escribir, prefiero no molestar más que lo imprescindible, pero, sí, lo cierto es que antes, durante y después de la concentración se ha falseado la verdad en bastantes ocasiones.
He aquí algunas, no todas, las cosas que no han pasado ni siguen ocurriendo como los encendidos y apasionados tenores del conservadurismo hispano gritan (hay veces que no gritan, pero eso no hace al caso, porque siguen diciendo las mismas cosas).

Sánchez no es reo de alta traición.

Hay ocasiones en los que los excesos verbales son inadmisibles (no suele ser de recibo decir de alguien que es hijo de una prostituta, por ejemplo, salvo que uno sepa en qué burdel trabaja la mamá del insultado) Ésta es una de ellas.

El delito del que se acusa a Sánchez está regulado en los artículos 581 y siguientes del Código Penal vigente. Ésta es la definición legal del delito de traición a la Patria: “El español que indujere a una potencia extranjera a declarar la guerra a España o se concertare con ella para el mismo fin, será castigado con la pena de prisión de quince a veinte años”.

¿Verdad que no hace falta ser Doctor en Derecho para entender que Sánchez, cuya trayectoria no hay por qué avalar por ello, no cabe e este Artículo? Llamar traidor al Presidente, si no se está en condiciones de probarlo sólo vale, pues, para soliviantar con la mentira a la ciudadanía.

Cuestión aparte que no quiero desarrollar es la responsabilidad en la que incurren quienes conociendo la comisión de un delito no lo ponen en conocimiento de los Tribunales. ¿En algún momento a alguno de los vociferantes se le ha pasado por la cabeza actuar penalmente contra Sánchez?

Sánchez no es un okupa.

Esta ocurrencia, favorita del Sr, Abascal y sus enfervorizadas huestes, pondría fuera de la Ley al Sr. Sánchez como inquilino de la Moncloa. En realidad lo equipararía a un golpista, porque si oficia de Presidente de Gobierno sin título para ello, poco margen cabe para no considerarlo autor de un golpe de Estado.

No es la primera vez que lo digo, ni el único que lo ha hecho, pero ¿alguien duda de que los Artículos 113 y 114 de la Constitución, los que regulan el mecanismo de la moción de censura, siguen tan vigentes, como el resto del texto?

Por consiguiente, las dos únicas interpretaciones que se me ocurren oyendo al Sr. Abascal son las siguientes:

1ª: La tremenda: El desprecio por la Constitución que la lectura de algunas de las propuestas que incluye en el programa de Vox es de tal calibre, que su percepción de la realidad está por encima de la Ley: si él dice okupa, es okupa y punto.
2ª: La benévola: Él sabe que Sanchez está en La Moncloa con la Constitución de su parte, pero ¿qué importa un exceso verbal si eso le acerca un pasito más al centro de la escena política? Al fin y al cabo, ilustres mentores de su modo de actuar, Trump, Orban, Marine Le Pen, Salvini lo hacen a diario y no les va del todo mal.

El Gobierno no ha aceptado las 21 propuestas de la Generalitat.

Una cosa es quedarse con el folio donde vienen las barbaridades que a activistas como Torra  o a prófugos cómodamente instalados como Puigdemont puedan habérseles ocurrido, y otra muy distinta haberlas aceptado.

Señores convocantes de la manifestación de ayer: ¿verdad que ustedes saben que para rechazar algo primero hay que saber de qué se trata? Pues eso es lo que se ha hecho. Lo demás, en el mejor de los casos es un juicio de intenciones (“seguro que acaba por aceptar lo que le piden ¿seguro? ¡Seguro que ya lo ha hecho!”)

De nuevo la misma duda: ¿Creen en lo que dicen o tratan de intoxicar a la ciudadanía? 

Ha habido más salidas de tono, más puntos en los que el relato se ha alejado de la realidad ("que los hechos no te estropeen una buena frase", parecen pensar), pero con éstas tres me parece suficiente.

¿Y todo esto por qué?

Repito: no hablo de la manifestación, ya he dicho que siempre defenderé el derecho del pueblo a manifestarse cuando lo crea conveniente, sea quien sea el que convoque.

Lo que quiero decir es que el Sr. Sánchez, desde el punto y hora que se alojó en el Palacio de La Moncloa, (al que, por cierto, debe de considerar un lugar de paso, algo así como el campamento base, vista la frecuencia con la que se ausenta) ha dado sobrados motivos para el asombro, el desagrado, la crítica y el rechazo.

Así es que mi conclusión es evidente: antes o después, las mentiras se vuelven contra el mentiroso (¿recuerdan el caso atentado de la Estación de Atocha?), así es que todos les agradeceríamos que sustituyeran el insulto por el argumento, y la verdad sobre el infundio.

Y como post data: hay quien puede ver algún género de contradicción entre mi post anterior y éste. No hay tal. En uno y otro trato de poner en evidencia errores y excesos. Quién los cometa un día o al siguiente no va a ser razón suficiente para que siga escribiendo lo que me parezca oportuno.



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