lunes, 25 de noviembre de 2019

Diálogo o barbarie

El otro dilema: Independencia o barbarie

Ya es barbarie el mero enunciado, trasunto de “o yo o el caos”, así que descartado el original que tan descarnadamente planteaba el independentismo más radical hace pocas fechas, ninguna duda me plantea el que enuncia este post.

Enfrentados a un problema viejo de siglos, si eliminamos de la panoplia de soluciones la vía violenta a cargo del Estado, si rechazamos la amenaza procedente de las trincheras secesionistas, si asumimos que es preferible seguir viviendo dentro de la civilización occidental y no retroceder al medioevo ¿qué alternativa se puede dar a la barbarie que no sea el diálogo?

Podemos y debemos establecer límites a la negociación, acordar procedimientos, establecer reglas de juego, etc., etc., pero acabaremos donde digo: la única forma civilizada de encontrar alguna solución más o menos duradera que deje descontentas a ambas partes pero convencidas de que cualquier alternativa es peor, es sentarse y hablar y negociar y pactar, y seguir hablando y pactando y negociando hasta que las fuerzas no den más de sí.

Ésa empieza a ser la vía que exploran en estos momentos socialistas de uno y otro lado del Ebro y algunas formaciones independentistas.

Por lo que se refiere al campo socialista, se conoce desde hace algún tiempo cuáles son las líneas básicas del planteamiento: negociar dentro de la Ley y de la Constitución. No sé si será suficiente o no, pero es evidente que son límites reconocibles y nada discutibles.

Que, además, se insinúe que hay que avanzar hacia un modelo federal para España y que no se puede condicionar el sentarse a la mesa con empezar por reconocer el derecho de autodeterminación, son aderezos que tampoco vienen mal, aunque sean meras contestaciones a exabruptos llegados de la otra parte de una mesa que aún no está puesta en ningún sitio.

Los requisitos de ERC, según Pedro Aragonés

El Vicepresidente de la Generalidad ha expuesto, no sé si a título personal o en nombre de su formación, cuáles serían, “las cuatro patas” que tendrían que sustentar la mesa a cuyo alrededor se sentaran quienes tuvieran que negociar la salida del laberinto.

Permítanme mi opinión sobre cada una de ellas:

La primera es lo que él llama “una mesa de reconocimiento”, eufemismo que equivale a pedir una negociación de Gobierno a Gobierno, en pie de igualdad.
  • Mal empezamos. El problema no está en que negocien Gobierno a Gobierno. Eso lo hace el Gobierno de la Nación cada dos por tres con cualquiera de los Gobiernos de cada una de las CC. AA. No: el problema es lo de “en pie de igualdad”, porque sería tanto como poner el carro delante de los bueyes. 
  • Para que esa exigencia tuviera sentido tendría que admitirse que el Gobierno de la Nación es igual al de una cualquiera, la que sea, de las diecisiete circunscripciones territoriales que forman el Estado. Desde la más elemental de las construcciones lógicas, nunca la parte puede ser igual al todo.
  • Cualquier ciudadano, usted, lector, por ejemplo, puede establecer un diálogo con Hacienda. De hecho en más de una ocasión, a petición del Fisco o al nuestro, lo hacemos: lo que a nadie, ni siquiera al Sr. Aragonés (por cierto, curioso apellido para un secesionista catalán) se le ocurriría sería demandar de la Hacienda, incluso de la catalana, que el diálogo fuera en pie de igualdad.
  • Primera, pues, de mis conclusiones: en ningún caso cabe plantear un encuentro entre iguales porque sería tanto como dar por conseguida la exigencia mayor y mas difícil de todas las que habrá que examinar: la soberanía de Cataluña. Sólo si Cataluña fuera ya independiente podría negociar de igual a igual con España. ¿No se trataría de buscar una salida “internacional” en el previsible final sin acuerdo de las conversaciones?
“Que cada cual exponga sus legítimas aspiraciones y propuestas”, segundo eufemismo que equivale a una formulación clásica y muy fácil de entender: sentarse a negociar sin condiciones previas.
  • A diferencia del punto anterior, me parece algo admisible y muy poco comprometedor, siempre que las dos partes entiendan que presentar un rimero de cuestiones amparándose en este principio, no da al que las plantea más derecho que ése: entregárselas al contrario y esperar su contestación.
  • Sé que la admisión por el Gobierno de la Nación de este punto dará pábulo a descalificaciones inmediatas. No importa: la mayoría, la inmensa mayoría de los que las esgriman saben de sobra que es la única forma de afrontar procesos complejos de negociación. Tiempo tendrán unos y otros de rechazar lo que a cada uno le resulte inaceptable.
  • En resumen, los problemas no deberían de venir por este punto.
Las propuestas de las que habla Aragonés incluirán “el ejercicio del derecho a la autodeterminación, solución al sentir mayoritario del pueblo catalán”. 
  • El Vicepresidente advierte que llevará en su cartera la petición de un nuevo referéndum de autodeterminación. Simple anticipo a cuenta de algo que se daba por descontado.
  • Lo de “sentir mayoritario del pueblo catalán”, lo dice él, sin mayor base que la tinta en la que está escrito, porque todos los estudios y cuantas ocasiones ha habido de verificarlos recontando votos (votos, no escaños) dicen lo contrario.
  • Luego, si es eso es así y él lo sabe, habrá que suponer que esta tercera pata tiene como función, no tanto delimitar y condicionar el proceso de negociación sino evitar críticas de su propia formación y, en especial, de quienes juzgan  a ERC demasiado blanda. 
  • Segunda conclusión provisional, por tanto, nada que objetar tampoco a la tercera de las advertencias. Sabemos que pedirá esto y alguna cosa más. 
Cuarta y última pata: dice Don Pedro Aragonés que hay fundadas dudas sobre la fiabilidad de su posible interlocutor, nada menos que el Gobierno de la Nación pero, en fin, allá él, y que por tanto hay que acordar “garantías de cumplimiento” de lo acordado y que “nada más validador que las urnas”.
  • Último eufemismo, que en traducción libre, significa el sometimiento del posible acuerdo a referéndum.
  • Estoy completa, absoluta y definitivamente de acuerdo. ¡Que nadie se rasgue las vestiduras! Porque supongo que se estará refiriendo a referéndum convocado por el Estado Español al que será convocado al completo el censo de votantes de Cataluña y demás territorios del Estado Español.
  • Tiene que ser así, porque lo contrario es entrar en contradicción manifiesta: recordemos que se pide nivel igualitario en las conversaciones, así que sería un disparate que la decisión final sobre lo que acuerden dos, depende la voluntad de uno solo.
  • Tampoco creo yo que estuviera de más, si se hubiera llegado a ese punto, que se hubiera acordado también el plazo de validez de lo acordado y plebiscitado, no vaya a ser que las cosas no salgan como a Don Pedro Aragonés le gustara y salga del recuento de votos pidiendo una reunión con el Presidente del Gobierno para “resolver políticamente la solución del problema catalán”.
  • Cuarta conclusión: no estaría de más que alguien autorizado, el mismo Vicepresidente, sin ir más lejos, explicara a quién piensa convocar para votar cuando ya tenga un acuerdo con “Madrid”.
¿Quiénes son fiables del otro lado de la mesa?

¿Esquerra Republicana de Cataluña?
La verdadera pregunta no es si resulta o no fiable, sino comparada con quién. La situación no es la misma, por fortuna, pero ¿recuerdan al Papa Arzalluz diciendo aquello de “que unos mueven el árbol y otros recogen las nueces”?

Para que no haya dudas: ni el PNV es Esquerra, ni los CDR, aunque ya cuenten con algún investigado por terrorismo, son ETA. No obstante, sería muy ingenuo descartar de plano un acuerdo de reparto de papeles, moderados, radicales, bárbaros, para conseguir algo en lo que más de dos y de tres formaciones secesionistas están de acuerdo.

En realidad, importa poco. Si las cosas empezaran a moverse en la dirección que parece apuntarse, es decir, en el comienzo de algún tipo de diálogo que vaya más allá de vagas noticias en medios de comunicación, tiempo tendríamos de saber hasta dónde llegan los deseos de hallar soluciones asumibles por la otra parte.

Por el momento, y por lo que se refiere a ERC, escrito dejo cuáles son mis opiniones respecto a lo que cabe esperar de sus propuestas. Y algo más que añadiré enseguida.

¿JxCat?
Tiempo ha faltado para que voceros de la otra familia del independentismo hayan añadido condiciones a la mesa de cuatro patas de Pedro Aragonés.
Inasumibles, desde luego, de la primera a la última, sea cual sea el nivel de tolerancia que exhiba el Gobierno:
  • Delegación independentista encabezada por lo que me atrevo a llamar, no como insulto, sino como homenaje al cine antiguo “el trío de la bencina”: Puigdemont, Jonqueras y Torra”. Torra, si tiene el capricho no parece discutible, por poco simpático que resulte el personaje. Es el actual ocupante del sillón de “Honorable” (¡Hay que ver qué mala suerte haber buscado este nombre para según quiénes de sus destinatarios) ¿Qué le vamos a hacer?. El problema es que de los otros, uno está en la cárcel por sentencia firme y el otro huido de la justicia, así que hasta que no cumplan con la Ley, verdes las han segado.
  • Conversaciones presididas por un mediador internacional. ¿Hace falta que conteste o basta con remitirme a lo que ya dije en su día cuando se habló de este imposible?
  • Cuestiones también de imposible cumplimiento como amnistía para condenados, procesados, investigados y cuñados de unos y otros, caen tan lejos de lo posible que evidencian la verdadera razón de ser de las propuestas: o dinamitar el proceso antes de que empiece o dejar como corderitos inmaculados a los portavoces de Esquerra, para que parezcan inocuos. 
  • Una apostilla: la amnistía sería una consecuencia lógica de la independencia, como cada vez que hay un proceso de cambio de régimen. Pedirla ahora, es, como en el caso de exigir negociar en pie de igualdad, convertir la conclusión de algo que se está pidiendo en una condición previa.
¿Alguna otra cuestión a tener en cuenta? 
  • No es lo mismo formar primero Gobierno y después dialogar con quien corresponda, que hacer depender la formación de Gobierno de la predisposición favorable de quien pudiera tener en su mano no ya la gobernabilidad de España sino el torpedo que abra una vía de agua en la nave común. 
  • Si el Gobierno se hubiera formado por un acuerdo entre Partidos Constitucionalistas (que son bastantes más de los que le salen al Sr. Aznar; constitucionalismo y derecha no sólo no son lo mismo sino que en ocasiones son, guste o no, lo contrario), la posición negociadora del Gobierno sería bastante más sólida que si la formación del propio Gobierno va a depender de los votos de quienes están negociando con él. O sea, de su grado de satisfacción. Eso es poco menos que negociar con rehenes.
  • Por el momento, no entro ni salgo en quién es el responsable de que hasta hora no hayan hablado Sánchez y Casado, pero me parece que es algo inaceptable que sólo beneficia a quienes más lejos están de mirar por el bien común. (Háganme ustedes el favor de poner aquí los nombres de aquellos a quienes me refiero, que ya estoy un poco cansado) Tampoco creo que sea necesario demostrar el alto grado de surrealismo de la propuesta del Sr. Aznar de pedirle a Sánchez que deje gobernar a Casado si él no puede; es decir, si Casado no colabora con él. Sigue despreciando nuestra capacidad de pensar.
  • Por último, y por una vez lo menos importante, me llama la atención la urgencia actual de Ciudadanos de que se llegue cuanto antes al punto donde podríamos estar desde hace meses, sin necesidad de haber gastado tiempo, humor y dinero en las últimas elecciones, si cierto cadáver político hubiera cumplido en vida con lo que fue su vocación fundacional.








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