Santiago y cierra España
Abascal anuncia moción de censura
El 29 de julio, a punto de incurrir en "agostidad", durante el Pleno del Parlamento dedicado al examen de las medidas acordadas por la UE para paliar los efectos de la pandemia, ("virus chino" en terminología Vox), el líder de este Partido anunció la presentación de una moción de censura durante el mes de septiembre.
Las reacciones de los Partidos más significativos no se hicieron esperar
- Pedro Sánchez optó por la ironía. "¿Se va usted de vacaciones?" Da la impresión de que el anuncio no es algo que vaya a perturbar los días de descanso que el Presidente del Gobierno haya decidido tomarse. Explicable a pocas nociones que se tengan sobre matemática parlamentaria: esa moción puede hacerle zumbar los oídos por las lindezas que espere recibir, pero no va a moverle el sillón.
- Más significativa ha sido la reacción en las filas populares. Don Teodoro, el hábil lanzador de huesos de aceitunas, dice en Twitter que esa censura post vacacional está pensada para "salvar al soldado Sánchez" y que, en consecuencia, no cuenten con ellos para maniobras de distracción que refuercen al PSOE. Ya ven: García Egea ve a Abascal como paladín del social-comunismo.
¿Qué es una moción de censura?
En términos sencillos, se trata de un mecanismo constitucional que se activa en el Congreso de los Diputados para poner a prueba la continuidad de un Gobierno, bajo ciertas condiciones:
- Debe ser suscrita por al menos el 10 % del total de Diputados (35 en la actualidad).
- Quien la presente debe ir con un programa de Gobierno bajo el brazo y tiene que presentar un candidato a sustituir al Presidente que trata de derrocar.
- Si la moción prospera, el candidato se convierte en Presidente de Gobierno, y si fracasa, el mismo grupo que la presentó no puede repetir el intento en lo que resta de legislatura.
Se trata, en definitiva, de un mecanismo de fiscalización del Poder Legislativo sobre el ejecutivo, más contundente y trascendente que el control periódico de la acción de Gobierno.
El modelo español optó por un tipo de moción similar al alemán. Suele atribuírsele el carácter de "positivo" en la medida en que para derribar al Gobierno se le exige contar con apoyos parlamentarios suficientes para garantizar unos razonables niveles de estabilidad: la mayoría absoluta.
Dando por supuesto que más de un dirigente político de cada Partido sabe sumar, restar, multiplicar y dividir, si la finalidad de la moción es el "quítate tú para ponerme yo" y si para conseguirlo es preciso obtener apoyos parlamentarios suficientes, digo yo que cualquiera puede saber de antemano cuántos votos tiene a favor y cuántos en contra, y, por consiguiente, si el intento tiene visos de prosperar o no ¿Verdad?
Pues no: una cosa es la finalidad esencial de la moción y otra el interés de este o aquel Partido de utilizar la herramienta para otros fines no previstos por la Constitución pero en modo alguno prohibidos.
O sea que una cosa es la fundamentación teórica de la moción de censura, la comentada hasta ahora, y otra el uso que en la práctica se ha venido haciendo de ella desde el 78 hasta hoy.
Tres mociones… y dos amagos
Primer intento: Mayo de 1980. Felipe González vs. Adolfo Suárez.
- Se había levantado la veda contra la UCD. Francotiradores de las distintas familias del Partido gobernante habían roto las hostilidades internas, y andaban a la greña, todos contra todos. El PSOE, por su parte, pisaba el acelerador para suceder al Partido que había pilotado la transición, y sus líderes decidieron que había llegado el momento de estrenar la figura de la moción de censura.
- En la primavera del 80, Alfonso Guerra, número dos del Partido socialista, presentaba la moción con Felipe González como candidato alternativo. No tenían a su favor votos suficientes, así que la moción no tenía la menor posibilidad de prosperar, como dos días después se demostró: 152 votos a favor por 166 en contra.
- En tan memorable ocasión, el 28 de mayo del 80, Guerra dijo: "La moción de censura es un deber moral cuando la oposición considera que el Gobierno no ha defendido los intereses de la nación, no ha defendido los intereses de los ciudadanos. Esta moción de censura ha sido ya útil como procedimiento de dinamización de la vida política, como fórmula de creación de una ilusión colectiva que ha terminado con el mito del desencanto político. El Gobierno ha eludido la responsabilidad de enfrentarse con una situación de corrupción y de desorganización administrativa en organismos estatales". Tiempo tendríamos de oírle cosas bien distintas
- ¿Éxito o fracaso? No siempre los números lo dicen todo.
Segundo intento, siete años después: Hernández Mancha Vs Felipe González
- En 1987, poco tiempo después de haber ascendido a la presidencia de Alianza Popular por obra y gracia de la omnímoda voluntad de Manuel Fraga, Antonio Hernández Mancha plantea una moción de censura al Gobierno de Felipe González que en aquel momento gozaba en el Congreso de mayoría absoluta.
- El nuevo líder de lo que sería más tarde el PP no era diputado y, por tanto, no tenía la posibilidad de enfrentarse dialécticamente a un González que estaba en la cresta de la ola. Hernández Mancha aprovechó, pues, la moción de censura para dotarse de una cierta visibilidad, afianzarse como líder de su formación y "ponerse de largo" ante la opinión pública.
- Como estaba previsto, la moción cayó con cierto estrépito: sólo votaron a favor 67 diputados, de Alianza Popular y Unión Valenciana y, el candidato fue vapuleado por el Vicepresidente, Alfonso Guerra que en esa ocasión no se anduvo por las ramas: "No hay ni un solo dato, en la realidad parlamentaria, que permita pensar en la posibilidad, aunque sea lejana, de que los firmantes de la moción puedan aglutinar en torno a su candidato una mayoría capaz de sostener un Gobierno", dijo para desacreditar la iniciativa que presentaba el entonces líder de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha. "Son ustedes la derecha reaccionaria vestida de populismo". ¡Vaya! ¿Ven? No es lo mismo presentar una moción que tener que soportarla.
- Tiempo después, el mismo Hernández Mancha daría su versión sobre aquella moción: "necesitaba atraer la atención del electorado de centro derecha y mostrarme como líder de ese espectro para frenar el ascenso de Adolfo Suárez con el CDS. Sabía que era imposible, pero logré cosas importantes como frenar a Suárez que no volvió a levantar cabeza y un buen resultado en las europeas, municipales y autonómicas de junio, quitando la mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid al PSOE".
- ¿Cuál fue el saldo final? Hernández Mancha se reveló como una estrella fugaz que se perdió en el anonimato poco después, pero es cierto que el PP actual tuvo en esa moción su acta fundacional aunque entonces no se percibiera así. En todo caso, a partir de ese momento, el PP se alzó con el santo y la peana de la derecha española.
Pasados 30 años, la tercera, que tampoco fraguó: Pablo Iglesias vs Mariano Rajoy
- Por primera vez, no era el segundo Partido del Parlamento el que intentaba la caída del Gobierno. El Profesor Iglesias ya daba por descontado que sus posibilidades de hacer caer el Gobierno era nulas, pero con toda probabilidad no era ésa su intención.
- Una vez más, no se trataba de utilizar la moción para su finalidad esencial, forzar un cambio de Gobierno sin elecciones generales de por medio, sino ponerla al servicio de intereses menores aunque no fueran, ni mucho menos ilegales, ni, por tanto, ilegítimos.
- Si Hernández Mancha trataba de hacerse visible y poder mantener un debate público con el Presidente del Gobierno, Iglesias, que daba por descontado que Rajoy era intocable, buscaba algo que más tarde se convertiría en una obsesión: convertirse en líder de la oposición, arrinconar al PSOE, sobrepasarlo y ser reconocido como Jefe Indiscutible de la Única Izquierda Española Verdadera.
- Otra vez más, y ya iban tres, el mecanismo del Art. 113 de la Constitución era puesto al servicio de objetivos no previstos por los redactores de la Magna Carta.
Primer amago:1995. Aznar propone a Julio Anguita apretar la pinza contra el PSOE.
- Así lo contaron las crónicas: Don José María Aznar, el actual gurú de la gran derecha, el guardián de las esencias conservadoras, penaba hace ahora un cuarto de siglo, en la oposición, lejos de la Moncloa, persistente domicilio de Felipe González.
- Desde hacía algún tiempo, se habían dado algunas coincidencias tácticas puntuales en las que PP e Izquierda Unida habían ido sino de la mano, al menos al mismo paso, enfrentándose ambos al Partido Socialista. Uno aspiraba a suceder a Felipe González cuanto antes y otro a desbancar al socialismo como fuerza hegemónica de la izquierda. Era "la pinza" de la que tanto se habló entonces.
- Así que José María Aznar propuso a Julio Anguita, acordar una moción de censura contra el Gobierno socialista que ambos deberían apoyar y defender. No hubo caso: lo que a Don José María le parecía una jugada maestra, al Califa Rojo le pareció una barbaridad inconcebible. El intento se archivó y la vida siguió su curso.
Segundo amago: julio de 2013, Pérez Rubalcaba amenaza a Mariano Rajoy.
- Corrían los más negros días para el Gobierno conservador de Mariano Rajoy, cercado a diario por noticias sobre escándalos de corrupción que afectaban a figuras del PP y a Instituciones controladas por él.
- Es cierto que, en la mayoría de los casos, se trataba de hechos y personajes de la era Aznar, pero el Partido seguía siendo el mismo y el propio Presidente del Gobierno ya "era alguien" en aquellos tiempos.
- Los Papeles de Bárcenas, la Gürtel, la Trama Púnica, Valencia eran la materia prima que usaba la prensa y la oposición para zaherir al Gobierno. El PSOE reclamaba un día sí y otro también la presencia del Presidente en el Congreso. Rajoy callaba, así que Rubalcaba lo emplazó. El 16 de julio le puso entre la espada y la pared: o acudía al Congreso a dar explicaciones o presentaba moción de censura y tendría que hablar en otro escenario quizás menos favorable.
- Meditó el Presidente pros y contras, optó por hacerse presente en el Congreso y ahí acabó todo. Podría decirse que la amenaza sirvió para lo que el Partido Socialista pretendía.
Y al final, por fin, el fin (que canta Sabina): una moción que cambió un Gobierno
- No voy a extenderme al respecto porque se ha hablado (y barbarizado, dicho sea de paso) demasiado sobre ella: después de tres intentos fallidos y dos amagos inconclusos, Pedro Sánchez accede al Gobierno de la Nación sin pasar primero por las urnas por primera vez desde que en España recuperamos la democracia.
- ¿Alguien conserva alguna duda sobre la legalidad del procedimiento y la legitimidad del resultado? ¿No? Pues sigamos que nos estamos acercando a un nuevo caso.
- Por el momento, recordemos: socialistas y conservadores, izquierdistas declarados y portaesencias de la derecha han utilizado la herramienta o han estado a punto de hacerlo cuando así lo han entendido oportuno para sus intereses.
- Ningún Tribunal ha tenido siquiera la ocasión de pronunciarse sobre la procedencia de estos acontecimientos: tengámoslo presente antes de entrar en el, por ahora, último capítulo de la pequeña historia de la moción de censura.
El turno de Vox: Abascal anuncia moción
¿En qué punto estamos, hoy, mediado el mes de agosto?
- Hasta hora no es más que un anuncio. En sede parlamentaria, pero un anuncio, sin fecha, sin demasiadas concreciones sobre programa y sin la menor pista sobre quién será el candidato a sustituir a Sánchez. Podríamos suponer que el más indicado habrá de ser el propio Abascal, pero ¿Y si fuera Rosa Díez o Felipe González o el mismísimo Aznar? No sería la primera vez que Abascal habla de ellos. La Constitución no limita la imaginación del solicitante de la moción a la hora de elegir candidato. La lógica, no obstante apunta a Santiago Abascal.
- El mismo que tronó contra quien llegó al poder gracias al triunfo de una moción de censura, anuncia ahora la presentación de la suya propia contra Sánchez. No me sorprende, y, desde luego, jamás se me ocurriría decir que el atajo elegido es irregular. No hay más que tener a mano la Constitución.
- Si por cualquier malabarismo parlamentario la moción obtuviera votos suficientes, el candidato propuesto por Vox sería el próximo Presidente del Gobierno, sin que nadie tuviera el menor derecho a considerarlo un okupa, ni debiera calificar de ilegítimo su ascenso al frente del Ejecutivo. Doy por supuesto que con esa íntima convicción afronta Vox su aventura, aunque sepa que la dificultad para llegar a la Moncloa en esta calesa es máxima.
No parece que la moción de Abascal tenga demasiadas posibilidades de cumplir su objetivo primordial. Incluso aunque Casado e Inés Arrimadas la apoyaran, no alcanzarían la mayoría absoluta de la que habla el punto 1 del Art. 113 de la Constitución. Caben deserciones en quienes hasta ahora han estado enfrente, pero ¿qué quieren que les diga? no termino de ver a Rufián, o a los acólitos de Otegi, pongo por caso, votando a favor de Vox.
Tampoco necesita Abascal campañas adicionales de visibilidad. Si hay algo indiscutible, guste o no a sus detractores, es que Vox ha sabido desde el principio moverse como pez en el agua en las difíciles aguas de la notoriedad: pocos españoles desconocen hoy quién es Abascal, qué dice defender Vox, con quién se alinea y contra quién dispara.
Ni siquiera creo que el objetivo fundamental del intento sea desgastar al Ejecutivo. Las diatribas contra el Gobierno "social-comunista" son tan constantes, los epítetos al uso de tan grueso calibre, que aunque sea posible, resultaría difícil elevar el listón. Tanto que mi impresión personal es que el anuncio de la moción no va desvelar a Sánchez. Otras preocupaciones de más calado (cuándo podrá comentar dónde se ha metido el Rey viejo, qué hay detrás de las últimas actuaciones judiciales relacionadas con su socio de Gobierno, qué hacer con las cifras de la pandemia, con los enfermos, con los muertos, con la ruina del país) podrán haberse convertido en pesadillas, pero ¿la moción de Vox?
Reflexionen y quizás lleguen a la misma conclusión que éste que les escribe: como Iglesias hace tres años, nadie en Vox piensa en mudarse a la Moncloa en el otoño. Saben que eso, por el momento es imposible. Al igual que su odiado contrincante, hay un paso previo: ser el primero en su clase, como penúltimo escalón antes de ganar el Gobierno.
Iglesias buscaba desplazar al PSOE y ser él quien representara las esencias de la izquierda; Abascal, quiere dejar por debajo de sus zapatos a "esa derechita cobarde" de la que ha hablado en alguna ocasión. Una vez más, los extremos se tocan.
Por eso, mientras Sánchez sonreía, García Egea bramaba indignado contra el anuncio de su poco amistoso socio. Que llegara a decir que era una maniobra para afianzar a Sánchez es otro ejemplo más de las tonterías que uno puede escuchar hoy en día por el cómodo procedimiento de no apagar el televisor cuando hablan nuestros apolíticos. ¿A quién se le ocurre imaginar a Abascal sosteniendo al Gobierno social-comunista-y-de-los-grandes-expresos-bolivarianos?
Sólo falta, pues, examinar qué puede pasar si, por fin, Vox hace honor a sus palabras y entrado septiembre, presenta la moción.
Permítanme que no dé demasiado espacio a Inés Arrimadas en esta jugada. Los números dicen lo que dicen y, por tanto, aunque respeto mucho sus últimos movimientos, sus decisiones en este punto serán significativas, pero no decisorias de nada. La verdadera partida se juega entre Abascal y Casado.
Así las cosas,
- ¿Alguien cree que el Partido Popular va a marchar tras la bandera de Vox y dar por bueno su programa y su candidato? ¿Seguro? ¿Ven a Casado votando a favor de un candidato a su derecha con mucho menos de la mitad de sus propios diputados?
- ¿Y si la bancada popular vota en contra? Tendrá que defender desde la tribuna por qué se aleja de Vox. ¿Y eso no tendría consecuencias en sus múltiples alianzas? ¿Dañaría los gobiernos andaluzes, madrileños o murcianos?
- Y si no apoya a Vox, ¿qué tendremos que oír por las boquitas que suelen representar al Partido cuando contesten a Casado?
¿Mi predicción?
Mal oficio el de profeta, sobre todo si tengo que hablar del futuro, que no hay nada más sencillo que pronosticar lo que ya ha pasado. Bien, a mí me parece que la moción se presentará y Casado se abstendrá. Del mal el menos. Pablo Casado habría preferido que la ocurrencia no se hubiera producido, pero si no puede elegir lo que hacen los demás, tendrá que decidir qué hace él: mejor abstenerse que votar en contra que sería algo así como quemar las naves. Hay demasiadas alianzas en juego, y el otoño se presenta, además, caliente.
Como subproducto, por lo que se refiere a Ciudadanos no descartaría que si optara por tomar distancias, buscar su propio espacio y votar en contra, Inés Arrimadas tendría en su mano una buena baza a la hora de sacarle partido a la negociación presupuestaria.
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