sábado, 29 de agosto de 2020

 

Ni que fuera el final de la civilización occidental


Lo importante y lo trascendental


Vivimos tiempos revueltos. El mundo entero tiembla ante la inmisericorde embestida del más insidioso de los agentes que evidencia las debilidades de nuestra especie: un minúsculo virus aparecido por sorpresa al que por el momento hemos pagado un tributo cercano al millón de víctimas. ¡Y eso no es lo más importante!


Los analistas económicos de las principales bolsas del mundo, Hong Kong, Tokio, Nueva York, Londres, se devanan los sesos tratando de discernir efectos y consecuencias del próximo episodio de la batalla entre China y Trump. ¡Y tampoco eso es el fin del mundo!


Son cosas importantes, pero sólo eso: antes de un año, ya lo verán, contaremos con alguna vacuna que nos inmunice frente a la Covid 19; pasarán los años y las crónicas del 2020 relatarán que la pandemia se llevó por delante ¿millón y medio de congéneres? Son muchos, pero menos de la trigésima parte de los que perdieron la vida en la II Guerra Mundial, que también pasó.


Como terminará por resolverse quién liderará la economía planetaria en los tres cuartos próximos  del siglo XXI sin que los pilares de la tierra se vengan abajo.


Por eso, hoy, último fin de semana del mes vacacional por excelencia, quiero llamar su atención sobre algo distinto, algo que entra en la categoría de lo trascendental. 


"Momentos estelares de la humanidad"


¿Recuerdan el ensayo de Stefan Zweig? Trata de algunos momentos que en su opinión marcaron parteaguas en la historia, la muerte de Cicerón, la caída de Constantinopla, el descubrimiento del Océano Pacífico, Waterloo, etc.

 

Todos tenemos nuestra propia lista; la mía incluye el paso del Rubicón, la derrota del Guadalete, el descubrimiento de la imprenta, el "¡tierra, tierra!" de Rodrigo de Triana, la ejecución de Luis XVI, la derrota de Von Paulus en Stalingrado.


Sin embargo, hay ocasiones en las que la unanimidad es la regla. Hay veces, muy pocas, en las que ocurre algo que es percibido por tirios y troyanos como un suceso que habrá de cambiar la historia, de una vez y para siempre.


Hoy quiero hablar sobre uno de estos acontecimientos.


El pasado 25 de agosto a las 8 de la tarde, no sé si somos conscientes, hemos vivido uno de esos "momentos estelares de la humanidad": ¡Lionel Messi, para muchos el mejor futbolista de la historia, seis veces balón de oro, otras tantas botas de oro, máximo goleador de la liga española, etc., etc, ha tomado la trascendental decisión de abandonar la disciplina del Fútbol Club Barcelona!.


Ese día y a esa hora, el jugador comunica al club por burofax su intención de acogerse a la cláusula que le permite irse del club al final de cada temporada.

 

Cierto que la directiva del club interpreta los acuerdos de otra forma pero eso tiene poco que ver con la magnitud del cataclismo que ha desencadenado la voluntad de un solo hombre ¿O debería decir superhombre?


El día y a la hora citados, Barcelona, España, el mundo cambió de era: Messi ha decidido irse del Barça. 


La seísmo es tan descomunal que hasta el Washington Post ha recogido la noticia literalmente y se ha visto obligado a traducir y explicar qué es un burofax, término que utilizaba por primera vez en su historia.


¡El Washington Post! ¿Entienden? Ya no se trata de lo que digan o dejen de decir nuestros plumillas, sino que La Biblia del periodismo mundial, da estado oficial al cambio de era: antes y después de que Messi jugara en el Barcelona.


¿Qué futuro nos espera? Messi se marcha, nos abandona, desaparecerá de nuestras pantallas, es decir, de nuestras vidas, porque lo que no puede verse en televisión carece de entidad, de sustancia, de realidad. o sea: no existe. Nosotros mismos podríamos perder nuestra identidad, ser sólo anónimos entes virtuales incapaces ya de conectar con la figura del mago gambeteando con el balón pegado al pie.


¿Cómo será nuestro tiempo a partir de ahora? ¿Qué será de nuestras tardes de sábado, de domingo, de las mañanas de los lunes? ¿De qué hablaremos? ¿Con qué nos emocionaremos? ¿A qué se dedicarán a partir de ahora las decenas de tertulianos que habían hecho de la messiología una profesión? ¿Cuántas generaciones habrá que esperar para que la naturaleza produzca otro prodigio comparable?


Habrá quien diga que siempre nos quedará la política, que la ausencia del genio, del semidios, del superhombre que acunó nuestros sueños podremos suplirla con el grotesco, deplorable, paupérrimo espectáculo diario que nos proporcionan los portavoces de nuestros partidos, pero no es lo mismo ¿o hay quien ose comparar un enfrentamiento entre Pablo Iglesias y Dª Cayetana, otra ausente por cierto, con el inefable espectáculo del Dios Messi sorteando contrarios hasta meter el cuero en la red?


Algún aspirante a filósofo de secano tratará de abrumarnos con la comparación de los ingresos del rosarino con los de un médico rural, como si fueran comparables la salud de cuatro docenas de pueblerinos incultos con la felicidad universal que procura la contemplación de las evoluciones de Messi sobre el césped. No faltará el moralista barato que hable del fútbol como el nuevo opio del pueblo, pero ese mismo pueblo seguirá distinguiendo lo esencial de lo circunstancial y llorará en silencio la marcha del ídolo. Seguirá sin casa, sin trabajo, con la salud pendiente de un hilo y, ahora, encima, sin Messi ¿Se dan cuenta?

 

Ustedes y yo sabemos que esto no ha hecho más que empezar porque el terremoto, por grave que haya parecido, tendrá réplicas; serán muchas, y muy graves. Réplicas jurídicas que terminarán, ya lo verán, en los tribunales; económicas, porque si Leo se va de España los televidentes de allende nuestras fronteras dejarán de seguir a nuestros equipos y estos perderán una parte de sus ingresos; sociales que bien sencillo es augurar movimiento ciudadanos de protesta alrededor de La Massía e, incluso, de las sedes de los partidos de ámbito estatal por su incapacidad para revertir la situación, y hasta  sanitarias, porque este cataclismo podría provocar algún que otro suicidio, y si no, al tiempo.


Consecuencias políticas de la marcha de Messi


El suceso agitará el otoño político, como no puede ser de otra manera.


No faltará quien diga que la marcha del astro es una maniobra de diversión orquestada para poner sordina a otros problemas, la gestión de la vuelta del curso escolar, la marcha precipitada del Rey Emérito, la compleja negociación de los Presupuestos Generales del Estado, los embrollos contables de cierta formación política cuyo nombre no hace al caso…

 

¡Pamplinas! Ganas de negar lo evidente: Messi se va y el mundo ha dejado de ser el que era. Así pues, a los políticos les corresponde encarar el futuro y proponer soluciones sobre cómo será nuestra vida sin él.


Ninguno de los agentes activos de nuestra política va a quedarse callado. Unos desde una orilla y otros desde la otra, tomarán partido. No olviden que, al fin y al cabo, el Barça es "mes que un Club", así que al este del Ebro, habrá consecuencias, acaso inmediatas.


No lo tomen como predicciones infalibles, pero ¿Les extrañarían estos pronósticos?

  • A Quim Torra le ha faltado tiempo para asegurarle al pelotero que "ésta siempre será tu casa". No me consta, más aún, me sorprendería que estuviera hablando del domicilio particular del supremacista, o de su residencia oficial como Palanganero Mayor del Gran Fugado, así que debo suponer que se refiere a Barcelona en su conjunto. ¿No sería coherente con su modo de pensar culpar a Madrid de la marcha de Messi? En cierto modo tiene razón: Madrid, desde ciertos puntos de vista es poco más que el Real Madrid, y fue este equipo el culpable de no lograr retener a Cristiano. Fíjense que desde que el portugués se fue a Italia, Messi perdió interés por la competición. 
  • De Puigdemont no se tienen noticias hasta ahora. Tengo para mí que en cualquier momento sabremos dónde y cuándo va a quejarse ante la comunidad internacional de las arteras maniobras del españolismo para dañar el prestigio de Cataluña. ¿O alguien duda que si Messi recala en Manchester, pongo por caso, será esta ciudad la heredera de la fama y notoriedad de Barcelona?
  • No sé quiénes son ni en qué lugar están reunidos, pero algunos de los más agudos cerebros del independentismo han de estar redactando en estos momentos el guión oficial que explique por qué Messi jamás habría abandonado el Club de sus amores de haberse declarado ya la República Catalana. El comienzo del curso político está a la vuelta de la esquina: atentos, ya verán cómo la marcha del genio estará presente en la Carrera de San Jerónimo.

Es evidente que la mirada de Madrid sobre tan grave asunto tiene que ser diferente.

 

Las sedes centrales de los Partidos nacionales no han hecho comentarios por el momento, lo que no significa en absoluto que no sean conscientes de lo delicado de la situación. 


Yo creo que lo que está ocurriendo es que Casado espera a que hable Sánchez para demostrar que de estar el PP en La Moncloa hubiera hecho lo correcto, es decir, lo contrario a lo que ha hecho el Gobierno, que ha actuado tarde, mal e ineficazmente, sin duda por el nefasto influjo de UP.

 

Sin embargo, los cerebros del gabinete pensante de Sánchez le han advertido del riesgo de ser el primero en hablar y han decidido esperar el pronunciamiento de la nueva portavoz del PP para contestar con la contundencia que la ocasión merece.


De Vox no se sabe nada a este respecto. Tengo la práctica seguridad de que no va a incluir a Messi en el programa de gobierno a exponer en septiembre con la presentación de la moción de censura, excepto que el independentismo mueva ficha y trate en sede parlamentaria de forzar alguna declaración institucional al respecto, relacionando, por ejemplo, la marcha de Leo Messi con la de Juan Carlos I.


Y Ciudadanos, dada la deriva de sus últimas semanas, es más que posible que intente mediar entre PP y PSOE y apadrinar algún pronunciamiento constitucionalista lo que le permitiría marcar distancias con Vox y recuperar parte del prestigio dilapidado por Rivera.


Messi y un servidor de ustedes


Por lo que a mí respecta, barcelonista mesetario, irredento e incomprendido, atípico, en cualquier caso, que ni soy catalanista ni antimadridista por mucho que extrañe a la mayoría de quienes me oyen hablar, perplejo afronto el futuro inmediato y el de más largo plazo.


Pretendo refugiarme en la Historia por si la contemplación de los siglos pasados pudiera darme algún punto de consuelo, pero nada encuentro, más allá de los aforismos de estoicos y conformistas que pueden resumirse en el consabido "ajo, agua y mucha resina". 


Sé que otras urgencias, otros agobios nos acosan. 43.743  muertos en la última semana nos permiten asegurar que la batalla contra la Covid 19 está lejos de haberse ganado. Así es, pero ¿qué importan los muertos si Messi se va para no volver?


Tiempo tendremos, por otra parte, de comentar los problemas del Vicepresidente Segundo del Gobierno, ya sean los debidos al acoso que él y su familia padecen, o sus tribulaciones (más parecidas a las de un "un chino en china" que a las "del joven Werter") con la contabilildad de su formación. ¿Y a quién le importa lo que no sea el llanto por la pérdida del crack?


Pasarán los años y cuando los veinteañeros de hoy tengan mi edad, podrán contar a sus nietos que ellos no sólo vivieron el cambio de milenio, conocieron la caída del muro de Berlín y vieron una y otra vez las imágenes del atentado de las Torres Gemelas sino, lo que es mucho más importante, vivieron en primera línea el estelar suceso de la salida  del Camp Nou del genio de Rosario.

 

Y sus nietos, sonreirán comprensivos mientras piensan que sus abuelos fueron gentes extrañas de escasos alcances.
















1 comentario:

  1. ¡Magistral como siempre! incluso me he reído que supongo era tu intención. Estamos todos locos. Esta humanidad degenera de día en día

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