sábado, 10 de octubre de 2020

 Unidas Podemos no quiere que comamos carne.

Tal vez estoy exagerando. Es más que posible y lo lamentaría porque en más de una ocasión he tronado contra la funesta manía de tergiversar los hechos buscando un rédito político, ideológico, religioso o de la familia que ustedes quieran.


Así que voy a tratar de enmendar el yerro de inmediato.

  • No estoy seguro de qué parte del conglomerado político de referencia es la que se manifiesta contraria al consumo de carne. O sea que no sé si se trata de la parte Unida o de la parte Podemos. Dejémoslo en que quien dijo lo que dijo no precisó este detalle. No peco de generalizador, por tanto, si atribuyo la novedad al  total de las tendencias incluidas en la marca. 
  • También podría ser inexacta la sensación de totalidad que transmite mi frase. Corrijo, por tanto, y digo que lo único que podría pretender "Unidas Podemos" es que comamos menos carne

Llegados a este punto es imprescindible informar a mis eventuales lectores de qué pretende ir este post que por extraño que parezca, ni está relacionado con la Covid 19 ni tiene conexión alguna con las histerias secesionistas del nordeste de España, sino de un insólito caso de política alimentario-ecologista acaecido en la Sierra de Guadarrama, Comunidad Autónoma de Madrid.


El asombroso acontecimiento de Collado Villalba


Leo en el diario "El Mundo", en su edición del 25 de septiembre que "Unidas Podemos pide que los lunes no se pueda comer carne en Collado Villalba".


Cito "El Mundo" ad pedem literae, pero podría haber traído a este post a más de una docena de publicaciones que dan también cumplida noticia del mismo suceso.


Confieso que en un primer momento se me cruzaron los cables. Volvieron a mi memoria recuerdos infantiles; imágenes de potajes suculentos hermanos de carnes y grasas animales,  de cuando los viernes de todo el año y durante la cuaresma de principio a fin, la Santa Madre Iglesia proscribía el consumo de carne. Era la famosa regla de la abstinencia a la que en determinadas fechas se sumaba la del ayuno. Limitaciones ambas que podían atenuarse mediante la adquisición de la correspondiente bula, desembolso mediante. 


Pensé que una de dos, o Unidas Podemos había decidido tomar el relevo de la Iglesia a la hora de velar por nuestra salud y, de paso, apuntalar la tambaleante trayectoria de la cultura del sacrificio y las privaciones como camino de salvación, o que, nada hay que descartar, intentaba sentar las bases para primero prohibir y más tarde recaudar lo que pudiera rapiñarse por la vía de la expedición de bulas agnósticas que engordaran sus cuentas de cara a futuras necesidades electorales.


He profundizado y creo que estoy en condiciones de descartar las dos opciones. Ni las huestes podemitas parecen dispuestas a reeditar prácticas culinario-religiosas ya sea al modo cristiano, al judaico o al musulmán, ni las veo dispuestas a rescatar del olvido cilicios y disciplinas. Tampoco, hasta donde he podido averiguar, hay rastro alguno de que detrás de la propuesta se esconda la posible compra de excepciones a la plausible prohibición. Se trata de otra cosa. 


Pero vayamos por partes.


Collado Villalba


El sorprendente suceso que estoy comentando ha ocurrido en un municipio de la Comunidad de Madrid, allá por el noroeste del territorio, a poco más de cuarenta kilómetros de la capital, en la vertiente sur de la sierra de Guadarrama (la "sierra rica", para entendernos).


Collado Villalba tiene una población por encima de los 62.000 habitantes y está gobernado por un Ayuntamiento en manos del Partido Popular. En las elecciones de 2019, Unidas Podemos, respaldado por algo menos del 12 % de los votantes, consiguió escaño para tres de los veinticinco concejales.


Esta localidad puede considerarse el centro comercial de su comarca. Desde un pasado próximo en el que su economía se sustentaba en la ganadería, la agricultura y las canteras de granito, ha pasado a ser centro de servicios e, incluso, contar con un significativo tejido industrial. Pese a todo, la importancia de la ganadería sigue siendo alta. Tanto, que a fecha de hoy las industrias cárnicas se acercan a las cuarenta.


Y ha sido ahí, en Collado Villalba, donde las unidas podemitos o los unidos podemitas han propuesto al consistorio que los lunes no se coma carne. Podría dar detalles de cómo y dónde quieren que se haga, pero prefiero centrarme en los porqués y en las dudas que me suscitan la propuesta y sus razones.


Sólo para dar un par de brochazos informativos, puedo decir que la formación ha pedido que las "cafeterías y restaurantes propiedad del Ayuntamiento o ubicados en espacios públicos municipales no sirvan carne los lunes, ofreciendo en su lugar otros alimentos saludables y agradables (dejo escrita mi sorpresa ante las calificaciones "a contrario" de insalubre y desagradable el consumo de un lomo alto de vacuno añoso a las brasas, una paletilla de cordero lechal al horno o unos callos a la madrileña). 


Claman además el trío de ediles por el lanzamiento una campaña pública de concienciación sobre los beneficios sanitarios, ambientales y éticos, de aumentar el consumo de alimentos de origen no animal.


A mí todo esto me suena fatal:

  • Lo de la campaña pública, porque se pagará, claro, con los impuestos abonados por los carnívoros y vegetarianos de la localidad, e implica o detraer esos dineros de otros objetivos o incrementar la fiscalidad.
  • Oigo concienciación y me suena a proselitismo, adoctrinamiento, manipulación. ¿Tan difícil es dejar que cada uno decida por sí mismo qué va a comer? ¿Es necesario que un Partido Político pierda su tiempo y mi dinero en "concienciarme" para que deje de comer jamón y sobrasada y lo sustituya por berros y zanahorias? Peco de suspicaz, quizás, pero me confieso hipersensible cuando algo huele a pensamiento único.
  • ¡Beneficios éticos! He dado vueltas al concepto y no encuentro el rastro;  debo estar pasando una mala mañana. Acaso sean los efectos del ánimo decaído consecuente con tanta tribulación como llevamos a las costillaso, pero no he dado con la tecla que relacione la ética con las costumbres alimentarias tradicionales. Espero ansioso el argumentario que demuestre la falta de ética que se deduce de trinchar un solomillo de cerdo ibérico o zamparse una morcilla crujiente.

De dónde vienen estas modas


Dicen los munícipes podemitas que su ocurrencia no es tal, sino que forma parte de un movimiento internacional orientado a colaborar en el combate a muerte contra el cambio climático.


En el origen de todo, los Estados Unidos de Norteamérica, o sea, el Imperio, es decir, el paraíso de los mayores consumidores de carne del mundo mundial. Y digo yo si no sería mejor para los ciudadanos de USA empezar por convencer a su Presidente de que abjure de sus creencias negacionistas sobre el cambio climático. Empiecen por explicarle que son teorías suicidas, aunque su aplicación a corto plazo sigan engordando las cuentas de resultados de algunas de las compañías que soportan sus campañas electorales.


Retomo el hilo, que me pierdo: dicen los acólitos de Don Pablo Iglesias Turrión, y doy por supuesto que es verdad, que desde 2003 se han planteado iniciativas parecidas en Los Ángeles, Edimburgo, Sao Paulo y "varias ciudades de Bélgica" (no consta si Waterloo, con su conocido fugado al frente, estuvo o no implicada en la movida vegetariana). Hablamos, pues, de núcleos urbanos de sobra conocidos por las evidentes conexiones históricas, culturales y gastronómicas con Collado Villalba. 


Hablan los proponentes de iniciativas pero no dan datos sobre los resultados. O sea que me queda la duda de si en Los Ángeles, Edimburgo y Lieja, pongo por caso, la ciudadanía dejó de comer carne los lunes o siguió mirando para otro lado.


En resumen: los tres concejales de marras dan por bueno que comer carne es más perjudicial que, por ejemplo, andar en coche de un lado para otro. Como suena. Airean estudios, siempre de alguna prestigiosa Universidad casi siempre anglosajona que pretende demostrar que los pedos de las vacas son mucho más contaminantes que los tubos de escape de las furgonetas de reparto. He leído que la producción de un kilo de carne de vacuno contamina más que un automóvil circulando 300 km. Lo he leído pero, ustedes dispensen, no me lo creo. 


Creer o no creer


¿De dónde viene la fe? ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se mantiene? ¿Por qué se pierde? Misterio. Hay quien cree en la reencarnación y quien hace de la presencia de extraterrestres en Albacete artículo de fe. Mientras unos ven agonizar el planeta día a día, otros consideran la ecología una patraña orientada a limitar la libertad individual que persigue el aborregamiento obediente de las masas.


Por lo que a mí respecta, tengo pocas dudas de que la acción del hombre sobre la naturaleza está poniendo en riesgo no la supervivencia del planeta, sino la de la humanidad sobre la tierra, lo que no es lo mismo. Somos nosotros los humanos los que estamos en riesgo, no La Tierra.


Creo que convertir los mares en basureros, despilfarrar el agua, quemar combustibles fósiles irremplazables, exterminar especies, son acciones nocivas que alteran el clima y trastocan la vida sobre la tierra. Sigo creyendo que la contaminación de la atmósfera nos pone en peligro (a nosotros, repito, no a la Tierra que podría seguir durante millones de años en el futuro sin nuestra perturbadora presencia).


Es posible que crea algunas cosas más en estas materias, pero no muchas. Desde luego, no me tomo en serio eso que ya dije antes, de que las ventosidades de las vacas perjudiquen más que los motores de explosión, así que pongo en cuestión la pertinencia de tratar de someter a la población a una dieta dictada por maximalistas politizados de cuyas últimas intenciones desconfío.


¿Por qué esta desconfianza? Por mi aversión a las prohibiciones. Por mi resistencia a mezclar las churras con las merinas, tratando de conseguir cuota de pantalla con cualquier disparate extemporáneo.


Así que

  • Recomiendo tranquilidad a los villalbinos; tranquilidad y buenos alimentos. Sigan con sus pautas alimentarias tradicionales; alternen carnes, legumbres, frutas, verduras y pescado; no abusen de ninguno y enriquezcan su consumo con algún vaso de buen vino; y no se alteren si tres de sus concejales pretende hermanarlos con los habitantes de ciudades tan próximas en pautas, usos y costumbres como Edimburgo o Sao Paulo.
  • No se irriten. Dejen que cada cual diga lo que quiera y, si al caso viniera, rían, que la risa desarma más que el insulto.
  • Supongo que debo felicitarles. Si el asunto de la abstinencia propuesta se ha llegado a debatir en el Ayuntamiento es que ya habrán resuelto antes los demás problemas graves y urgentes que nos preocupan al resto de los madrileños, los españoles, los europeos y, me atrevo a decir, la mayoría de los habitantes del mundo.
  • Dispensen que les deje. Desde aquí huelo el inconfundible aroma de una entrecot a las plancha que mi mujer está preparando con su habitual maestría y tengo que poner la mesa.









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