sábado, 2 de enero de 2021

 El mundo que viene

Hasta nunca, 2020

¡Por fin el 2020 ya es historia! Terminó el año más funesto de los últimos tiempos. Hacía un siglo que España no soportaba una hecatombe como la que nos trajo el año recién terminado. Mucho menor que la que se desencadenó el 18 de julio del 36, pero esta fue obra del hombre y ya se sabe que contra la crueldad humana ni la propia naturaleza enrabietada puede competir.

No recuerdo, ni nadie, una Noche Vieja parecida; la gente sensata constreñida a una celebración en tono menor, rompiendo tradiciones más o menos respetables, rodeados del primer círculo familiar, evitando matasuegras, confettis, serpentinas, gorritos brillantes y pelucas ridículas. Los insensatos, poniendo en juego la salud de los demás, también la suya propia, y arriesgando algún problema adicional. No debo, ni quiero quejarme: para mí la noche pasó en la mejor de las compañías posibles, con mi mujer, pero extrañé el modo insólito de cambiar de año.

Y la mañana del 1 de enero, mientras veía y oía la retransmisión del celebérrimo Concierto de Año Nuevo, con la Sala Dorada de la Musikvereun vienesa, engalanada con el acostumbrado alarde floral de cada año, con la fantástica sala vacía, mientras cavilaba cómo iba a arreglárselas Riccardo Muti para dirigir los aplausos de un público inexistente cuando atacara La Marcha Radetsky, me dio por pensar que estaba asistiendo a una alegoría sobre el momento presente: la orquesta tocaba como siempre, impecable, exacta, precisa, porque lo hacía para más público que nunca; los ausentes de la sala sólo eran figurantes que este año no habían podido asistir, pero la Filármónica de Viena nos estaba diciendo que la vida continuaba, que no había obstáculos insalbables, que la cita del próximo año, cuyo director ya estaba seleccionado, tendría lugar, como el resto de los acontecimientos por venir.

Así que he decido empezar el año, bajo estas premisas más cercanas al optimismo y a la esperanza que al desánimo y la depresión. 


Enseñanzas de la Historia

Sé que que lo peor podría no haber pasado todavía. Sin embargo la pandemia que aún se ceba con nosotros está siendo una minucia si la comparamos con la peste negra del siglo XIV. Las víctimas que dicen que se cobró aquella terrible maldición, oscilan entre el 30 y el 60 % de la población europea.

¿Se imaginan? Supongamos que lo dejamos en la mitad  de ambas cifras y que lo aplicamos a España: habríamos soportado más de 20 millones de muertos ¡20 millones! No es ningún consuelo. No quiero que lo parezca. Eran otros tiempos, incomparables en conocimientos médicos o en recursos científicos.

Pero es que, además, hay otra forma de interpretar los hechos y sus consecuencias. Es más que posible que cuando la Covid 9 sea solo un mal recuerdo, una pesadilla, vivamos ya en otro mundo diferente al que ahora conocemos. Quizás los cambios no sean tan evidentes como para que todos podamos percibirlos, pero el mundo que conocíamos, habrá entrado en el pasado.

La Historia no guarda el paso; su devenir no discurre a velocidad constante sino a saltos, y a veces, padece retrocesos. Por otra lado, es tan difícil saber que estás siendo protagonista de algún género de mutación… La Historia nunca lo parece a quienes la viven.

Volviendo a la peste negra, muchos han defendido que el esfuerzo para vencerla fue el motor que puso en marcha el Renacimiento y dejó atrás la Edad Media. Por ponerle una fecha de nacimiento a la gran renovación ¿por qué no la publicación de "El Decamerón"? Se dice que fue escrito por Bocaccio entre 1351 y 1353, es decir, en el momento de máxima virulencia de la peste.

Para Arnold J. Toynbee, el despertar posterior a la peste negra sería otra manifestación más de uno de los principios que él defiende: los saltos adelante en las civilizaciones suelen ser la consecuencia de saber utilizar el sobrante de energía generado para vencer una dificultad extrema (él ha escrito que el imperio español se conquistó gracias al correcto uso de la energía acumulada durante los ocho siglos de confrontación con la cultura musulmana).

Si eso es así, si algo pudiera haber empezado ya a cambiar entre nosotros. ¿Por qué no imaginamos qué podría ser? Lo único permanente es el cambio, así que la clase de vida que tendrá que lidiar esta misma generación que ha tenido dificultades para asistir este curso a los colegios podría ser diferente a la que conocimos nosotros.

¿Y si actuáramos todos a partir del convencimiento de que cada conflicto no siempre es una desgracia, o no solo una desgracia, sino además y antes que nada, una oportunidad?

Por ejemplo 

  • Cuando estalló la pandemia descubrimos que la globalización en la que nos habíamos metido todos (todos, no solo los gobernantes, ni solo España, ni solo los grandes empresarios: todo el mundo) nos había dejado inermes. No teníamos de nada en los almacenes, ni siquiera había almacenes. Solo disponíamos de las cuatro cosas que habíamos decidido tener, turistas, ladrillos  frutas y hortalizas. Nos habían reducido a ser el hotel del mundo y el huerto de Europa. ¿Y si vuelven los malos días? ¿No sería buena idea reindustrializar nuestro país, diversificar las fuentes de nuestra riqueza? Se trata no solo de evitar tropezar en la misma piedra, sino de compensar cosas que quizás no vuelvan, o no vuelvan tan abundantes como antes. 
  • Necesitamos diversificar nuestras fuentes de bienestar. Es tan vieja la idea… "Nunca pongas todos los huevos en la misma cesta", se dice. Nuevas fuentes de riqueza. No se me ocurre en qué ramas, aunque si volvemos la vista atrás… En el Siglo XVII vendíamos lana y lino y comprábamos, mucho más más caro, telas y vestidos. Ahora vendemos frutas y compramos mermeladas. Con el paso del tiempo, nosotros éramos pobres y ellos ricos.
  • Cuando nos enclaustramos resultó que nuestras casas urbanas eran inadecuadas para soportar encierros prolongados: no veíamos el sol, ni los árboles, ni oíamos los pájaros. Tratamos de volver a nuestros pueblos, pero es que tampoco podíamos viajar. Bien, volveremos a poder desplazarnos; Miro fuera de nuestras fronteras y veo países con menos espacio, más poblados y menos congestionados: gestionan mejor su territorio. ¿Por qué no llevar esas industrias, esos talleres, esos laboratorios que necesitamos a los lugares que vegetan dejados olvidados de todos?
  • Dicen que de tierras bárbaras vendrá un maná que nos dará la vida. Es posible que alguno espere un reparto de a tanto por cabeza y crea que entre lo que tiene y lo que a él le toque podrá arreglarse, pero la idea es otra: hay que remozar el país, darle la vuelta como a un calcetín; tenemos que hacer una España nueva. Así que ¿Por qué no empleamos el oro que vendrá de Flandes (que era adonde acababa el que venía de América, por cierto) en hacer las cosas de manera diferente a como las conocíamos?
  • Es el momento de considerar blasfemia, delito de lesa patria, seguir diciendo "que inventen ellos". Es imprescindible dedicar grandes sumas a pensar, investigar, crear, inventar. Y para ello necesitamos dotarnos de cuanto la ciencia de hoy ofrece, y mostrárselo a nuestros hijos. A todos los hijos de todos nosotros, porque el talento no es patrimonio de ninguna clase social y no podemos permitirnos el de despilfarrar capacidades. Hay "digitalizar" España para no perder el próximo tren; me horroriza el término, pero qué quieren, los tiempos cambian. 
  • Las concepciones ideológicas sobre cómo organizar la sociedad podrán seguir distintos caminos, pero si algo está fuera de duda es que los países que mejor están saliendo de la zanja son los que cuentan con una mejor, más eficiente y más extensa cobertura sanitaria. No solo es cuestión de cuánto, sino de cómo se gasta el dinero.

El año en que los turistas se quedaron en casa

Porque esa es otra: estábamos tan contentos, unos más que otros, desde luego, porque ya recibíamos más de 83 millones de turistas; cerca de dos por habitante; éramos los segundos del mundo, por delante incluso de los Estados Unidos. Había quien decía, frotándose las manos, que "esto no ha hecho más que empezar". Y cada día se inauguraba otro hotel, se destrozaba otra playa o se talaba otro pinar para levantar otra torre de apartamentos para cuando llegaran los siguientes turistas.

Ya. De golpe, como rayo caído de cielo despejado, los turistas se esfumaron, desaparecieron, se volatilizaron. Ni ellos querían venir, ni nosotros los habríamos dejado entrar. Y, como dice la Biblia "entonces fue el llanto y el crujir de dientes", porque se había secado la fuente de nuestro bienestar, y nadie sabía dónde estaba el manantial más cercano. 

¿Estamos juzgando el fenómeno a escala planetaria o sólo pensamos en los bares cerrados de nuestra calle? El turismo del mundo entero ha entrado en crisis, desde la agencia de viajes a la taberna de la esquina; del burro-taxi de Mijas a alguna de las más grandes aerolíneas del planeta. De Ibiza a Tahití no hay forma de encontrar un turista.

¿Crisis pasajera? Puedo equivocarme, pero dudo que alguna vez se recuperen las cifras del 2019, porque lo que quizás se ha perdido (si es que eso es una pérdida) no es el turismo, sino el turista como ejemplar humano. Siempre habrá viajeros, pero esa es una especie biológica diferente al turista. Lo que ya no sé si volverá es la necesidad compulsiva de irse de copas a Ciudad del Cabo, pasar la semana Santa en Bali, o celebrar la despedida de soltero en las faldas al Perito Moreno, total, para hacerse un selfie colgarlo en la red y que lo vea mucha gente. 

Se me ocurre que no es mala cosa hacer de la necesidad virtud, así es que a lo mejor conviene poner en duda si es tan penoso que caigan en picado las cifras de visitantes del Louvre o de la Capilla Sixtina (10’2 y 7’5 millones el 2019, respectivamente) porque ¿cuántos de esos visitantes sabían quiénes fueron Leonardo o Miguel Ángel? Leí que el 22 de mayo, también de 2019, subían al Everest 200 personas ¿Desde cuándo ese furor? ¿Qué hacer con la basura que mancillaba las cumbres del techo del mundo?

Así es que, como decía ¿Por qué no empleamos la energía que habrá de sobrarnos cuando esto pase en procurarnos trabajos,  medios de vida, aficiones menos artificiales? Tendremos que cambiar muchas cosas, pero algunas no serán malas.

  • Nuestras viejas ciudades podrían recuperar su fisonomía tradicional, sus habitantes volveríamos a ser nosotros, no gentes de paso, visitantes efímeros que desnaturalizan nuestros modos de vida y no sienten ningún amor por un lugar donde tenían programado pasar una o dos noches.
  • Cientos de miles de nuestros hijos podrían dedicarse en su propio país a la profesión que hubieran elegido; la ingente fortuna que España gasta en formar sanitarios e ingenieros lo recuperaríamos nosotros. Los chicos no tendrían que irse a Liverpool, o a Bremen o a Chicago para vestir una bata verde, o para ponerse delante de un microscopio. Tendrían trabajos más ricos más creativos, que ser, por obligación, los posaderos del mundo.
  • No se trata de prescindir del turismo, sino de hacerlo más compatible con otras fuentes de trabajo y riqueza. No estaría de más centrarse no en cuántos turistas vienen sino en qué tenemos que cambiar para que los que vengan hagan otras cosas que nos dejen más dinero ¿Hemos olvidado que el 30 % del supuesto gasto por turista se queda o vuelve al país de origen?
  • Se trata de estar mejor preparados no para la próxima catástrofe, pero sí, por ejemplo, para el próximo cambio en las costumbres de nuestros coetáneos. Porque lo cierto es que la pandemia ha sacudido vidas y haciendas de todo el mundo, pero no en la misma medida. Vean  y comparen estas cifras correspondientes al turismo en 2018:

                       % del PIB           % de Empleo  Caída PIB a finales 2020

      Francia             7’4                     7’5                  9’1

      Italia                5’9                     8’3                   9’1

      USA                  2’9                    4´3                  3’7 

      Grecia               6’8                    10’0               10’1

      España             11’8                   13’5               12’4 


Vean  y reflexionen sobre los efectos del virus en unas y otras economías. Todos lo pasaremos mal, y las causas son múltiples, es verdad, pero los que dependíamos en exceso del turismo tardaremos más en salir del atolladero.

No quiero que se me vea como un enemigo del turismo, porque no es así. Lo que se llamó nuestra industria sin chimeneas ha sido una de las palancas que movieron España. No sólo en el terreno económico. 

Olvidada la autarquía, el Plan de Estabilización del 59 y el posterior Primer Plan de Desarrollo del 63, sentaron las bases del nuevo modelo: exportamos paro e importamos divisas y turistas; las condiciones favorables en cuanto a fiscalidad y el coste y control férreo de nuestra mano de obra atrajeron inversiones extranjeras, norteamericanas primero, otras después, y todo cambió.

¿Recuerdan aquella canción de "El turista 1.999.999"? Era el año 1977 ¡Conseguir dos millones de turistas nos parecía toda una hazaña!

Sé que es más fácil criticar que proponer, y más fácil proponer que ejecutar, así es que delego esas difíciles tareas en quienes viven de y por la organización de nuestra vida. Desde Manuel Fraga, Primer Ministro de… Y Turismo, hasta hoy, ha llovido mucho, unas cosas se han hecho bien y otras no; alguien debería encontrar el camino para evitar viejos errores, aunque haya que empezar por dinamitar el duopolio ladrillo-turista.


Feliz Año Nuevo, pese a todo

Había terminado el último acorde de "El Danubio Azul". el Director había hecho minutos antes una pausa para felicitar el año nuevo a los millones de telespectadores que seguíamos el concierto desde nuestras casas. Todos sabíamos que ya solo faltaba la "Marcha Radestky". Muti interpeló a los profesores con un simple alzamiento de cejas. La orquesta volvió a sonar una vez más.


Créanlo o no, el ejemplo de la Orquesta sinfónica, tocando sin público para todos nosotros, me resultó estimulante.  Soy uno más de los millones de seres humanos que están convencidos de que el año 2021 mejorará el ejemplo de su nefasto predecesor.  Para este año, y para el siguiente, deseo a todos mis lectores paz, sosiego, voluntad de superación, ánimo, esperanza y optimismo. Somo oí decir alguna vez "en peores trincheras hemos hecho guardia.


No creo en el determinismo histórico, el futuro no es inevitable, lo que es imposible es cambiar el pasado, se puede mentir sobre él, pero fue el que fue. El futuro, por el contrario depende de todos; de los aciertos y errores de nuestros mandatarios, de los errores y aciertos de sus opositores y de las relaciones entre ambos.

Y del trabajo callado, constante y tenaz de todos nosotros.

Por todo eso, brindo por ustedes, por todos nosotros. Feliz 2021

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