sábado, 24 de abril de 2021

  El debate a debate


La realidad manda

Había pensado dedicar este post al embrollo económico-deportivo de la Superliga Europa de fútbol. Andaba yo cavilando sobre las ansias redentoras de Florentino Pérez dispuesto a cualquier sacrificio para salvar el fútbol, ahora que dice estar arruinado, a la ejemplar camaradería culé y colchonera con su pesadilla secular, cuando en unas horas se ha disuelto el invento como un azucarillo en agua tibia y me ha dejado compuesto y sin novia.

Qué le vamos a hacer, otra vez será, que la habrá, no lo duden. Así es que déjenme que rinda tributo a Madrid, capital de las Españas, por más que el intento huela a centralismo. Al fin y al cabo muchas más veces he escrito sobre temas locales a propósito de lo que ocurre en Cataluña, o sobre cómo influyen los resultados electorales andaluces en el resto de España.

Hablemos, pues, del debate a seis que Telemadrid ha orquestado en el ecuador de la campaña electoral por la Presidencia de la Comunidad de Madrid.


Lo que yo vi

Eso, lo que yo vi, que no tiene por qué coincidir con lo que vieron los demás. Digo esto, porque cuando cualquier acontecimiento ha sido televisado, siempre hay alguien que argumenta su punto de vista con el aserto de que "todos lo han visto".

Todos han estado frente al televisor, que no es lo mismo, pero cada uno ha visto un debate distinto. Repasen sino, las declaraciones de los entrevistados inmediatamente después de terminado el espectáculo: tantos ganadores como partidos representaban los que hablaban. Relean la prensa: ¿Vieron el mismo debate los comentaristas de "El País" y el de "El Mundo"?

El que, repito, yo vi…

  • Me pareció bastante menos bronco, más civilizado que cualquiera de las sesiones de control al Gobierno que se ven en el Parlamento desde que el Gobierno de coalición llegó a la Moncloa. Algo, la contención, que habrá que agradecer a quienes diseñaron y ejecutaron las intervenciones.
  • Con alguna extemporánea excepción, hubo más datos que fraseología de campaña. En general, por tanto, hubo más debate que mitin que era de lo que se trataba.
  • Es cierto que se mintió, se exageró, se erró, se omitió, pero eso es algo que cabía esperar. Incluso en algún momento hubo quien cayó en contradicciones que otros ya se han ocupado en poner de manifiesto.
  • Eran seis pero se comportaron, en buena medida, como dos equipos de tres. Uno, el de la izquierda menos disonante que el de la derecha, pero, incluso en este caso, hay base para pensar que, llegado el caso, también ese trío, si las urnas no lo dejan en dueto, llegaría a un cierto entendimiento, siquiera fuera para evita el triunfo del contrario.  

Los candidatos uno por uno, según los colocaron

  • Pablo Iglesias. Es un hecho que se mueve en estos formatos como pez en el agua. Tiene aplomo, controla su voz, sus gestos, dice lo que quiere y cuando quiere y no suele caer en provocaciones. Hay quien ha dicho que fracasó, él que dejó la Vicepresidencia para romper la campaña y ni siquiera es la referencia de la izquierda. Eso es cierto pero ¿cuál es su verdadero objetivo? Si trataba de asegurar la presencia de su formación en la Asamblea, creo que su actuación habrá de ayudarle. 
  • Rocío Monasterio. No fue al plató a participar en debate alguno, sino a dar su mitin. Provocó, insultó, exageró, desafió y salvo por parte de Iglesias, poca respuesta recibió. Buscaba lo habitual: que se hable de Vox. Llamativa la ausencia de réplica de la Srª Ayuso. Tomen nota: Ayuso dice "Comunismo o libertad", es decir, libertad. Monasterio replica, "sin seguridad no hay libertad", o sea sin Vox, no gobernará el PP. En resumen, guste más o menos, la Srª Monasterio cumplió su objetivo. Sólo una incógnita: es cierto que esta señora moviliza a sus seguidores, pero ¿no moviliza también a la izquierda?
  • Mónica García. La he visto como la revelación del debate. Hasta su punto de inseguridad y de titubeo le dio autenticidad. Una izquierda no extrema, aliada objetiva del PSOE, ganó bastantes puntos, estuvo acertada, encontró su sitio en el espectro madrileño y salió del plató mejor que entró. Su único problema, el de su Partido, es que es una más a pescar en el mismo caladero que PSOE y UP. Pocos votos va a conseguir de la debacle de Ciudadanos.
  • Isabel Díaz Ayuso. Era la que más se jugaba. Llegaba en la cresta de la ola, no necesitaba el debate para nada porque tenía mucho que perder y poco que ganar. Salió viva, luego ganó. Otra cosa es lo que cada uno pueda pensar de sus pequeños fracasos puntuales, de la pérdida del asalto con Iglesias o de la pertinencia de sus desplantes. Entró en cabeza de las encuestas y así salió. ¿Qué importa que haya quien considere que sus gestos no están a la altura deseable?
  • Ángel Gabilondo. Incómodo en un formato que se compadece mal con su sentido del tempo, su necesidad de reposo y de reflexión, fue, no obstante, de menos a más. Es socialismo pero ni quiere subir impuestos hasta que  escampe, ni entrar a saco en el mercado de la vivienda de alquiler. Terminó con un corolario que está dando mucho que hablar ¿Pidió la colaboración de UP a cambio del agradecimiento por la ayuda a recibir o estaba ofreciendo Gobierno de coalición? Dependerá de los resultados, pero la frase permite ambas salidas cuando llegue el momento.  
  • Edmundo Val. Echó toda la carne en el asador para dar la imagen que necesita Ciudadanos: una fuerza de centro compensadora de cualquier exceso. Por una parte, el argumento quedó cojo, porque lo cierto es que solo ofreció su ayuda para frenar a Vox, o sea, para gobernar con Ayuso. Por otra, y eso es más grave ¿Ha llegado a tiempo? Las urnas lo dirán, pero me temo que el daño que hizo Rivera a su propio Partido es letal. En cuanto a su papel en el debate, la polarización izquierda derecha lo dejó en un incómodo terreno de nadie, clamando en el desierto, recibiendo insultos de Vox y críticas, que no acabo de entender, de Gabilondo.

¿Quién ganó?

Un debate electoral no es una competición deportiva ni un concurso tipo "Máster Chef". A veces, cuando leo pronunciamientos en este sentido, quién ganó y quién perdió, llego a la conclusión de quien los hace no sabe ni qué es un debate electoral ni para qué sirve.

En estas confrontaciones se trata, en primer lugar, de asegurar tus propios votantes, es decir, evitar fugas de tus electores "de toda la vida"; a renglón seguido, tratas de ir por los indecisos y por los que hasta dudan de si ir a votar o no, por los votos que en ese momento no son de nadie. Sólo en tercer lugar se intenta restar votos a los demás, y aun en este caso, con matices, porque no es lo mismo arrebatarle votos a tu enemigo declarado que a quien podría llegar a ser tu socio. Eso es así, pero ¿Cómo medir hoy lo que ha supuesto el debate en estos trasvases de intención de voto? ¿Cuántos han decidido votar a otro después de apagar el televisor?

En definitiva: hasta el día 4 por la noche no sabremos de qué ha valido el debate, y aun esa noche siempre nos quedará la duda de cuál ha sido la influencia en los resultados de lo que pasó el miércoles. El resto son añagazas para vender periódicos.


Mis conclusiones

  • Este y todos los debates electorales son interesantes. Debería haber más porque son la segunda fuente más fiable que tiene el votante para saber a qué atenerse. No tan veraz como los textos escritos, los programas de cada Partido, pero más significativos que los mítines. Se corre el riesgo de primar a las formas sobre los contenidos, pero dan bastante información.
  • El verdadero engorro es que todo este trajín, todo el gasto que supone, toda la zozobra que acarrea a la ciudadanía, era perfectamente prescindible: a mitad de mandato, cuando la legislación vigente solo valida los resultados para lo que falta por cumplir del anterior, dos años nada más, convocar ahora elecciones, diga lo que diga el Partido Popular, es un despilfarro de dinero y de energías. Por cierto, sin poner en duda la legalidad de la elección, me habría parecido más democrático votar en día laborable: lo contrario tiende a reducir la participación y eso, perjudique a unos o a otros, resta representatividad a los resultados.
  • Tengo la convicción personal de que la idea de la convocatoria no ha salido de Génova sino de algún lugar, de alguna mente próxima a la FAES. Puedo equivocarme, pero la veo como una maniobra para realinear a Casado con el ala dura del Partido. 
  • Es posible que Vox se beneficie del cambio de rumbo, aunque visto el insólito comportamiento de la Srª Monasterio en el debate en la SER la mañana del viernes, tal vez Casado debería instruir a sus huestes sobre qué puede esperarse de semejantes compañeros de viaje. 







1 comentario:

  1. Buen análisis amigo Clemente. Lo comparto. Sólo falta como bien dices saber quién gana de verdad.Y gracias por tu precisión. Abrzs.

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