La Convención peregrina
No hay derecha sin izquierda, ni izquierda sin derecha
Pretendo escribir este post con el máximo respeto al Partido Popular; y a sus seguidores, ya lo sean como dirigentes, militantes, simpatizantes o meros votantes. Como no podría ser de otra manera si tomo en cuenta que es un Partido que, en los tiempos presentes es el máximo exponente de una ideología que, genéricamente, representa a la mitad de la ciudadanía española.
Siempre ha habido, hay y habrá derecha e izquierda; desde Grecia,(¿por qué no desde Sumeria?) hasta hoy, puesto que ambos términos, derecha e izquierda, son conceptos posicionales, relativos y porque se necesitan mutuamente.
Solo hay derecha, si existe la izquierda, y viceversa; solo hay bien, si hay mal; día si hay noche; riqueza y pobreza, etc, etc. Cualquier intento, y ha habido muchos, de terminar con una de las dos, está llamado al fracaso, porque apenas dado por conseguido el objetivo, reaparece el desaparecido en las propias filas del supuesto vencedor, y vuelta a empezar.
Progreso o tradición, libertad o igualdad, prevalencia del derecho a la propiedad o prioridad a su uso social, orden o justicia, individuo o sociedad, son falsos dilemas eternos, porque hasta ahora nadie ha sido capaz de dar con la síntesis que logre lo deseable: casar los aparentes conceptos opuestos. Igualdad en libertad, progreso respetuoso con la tradición, orden justo o justicia ordenada, seguirán siendo quién sabe hasta cuándo, sueños inalcanzables.
Dicho todo esto, nada nuevo desde luego, permítanme algunos comentarios sobre la reciente convención itinerante del Partido Popular que la semana pasada comenzó en Santiago de Compostela, y terminó en loor de multitudes en la plaza de toros de Valencia, después de sucesivos desembarcos en Valladolid, Madrid, y Sevilla; plazas, todas ellas que ostentan la capitalidad de Comunidades gobernadas por los populares.
Consolidando a Casado
Se trataba, me parece a mí, de cerrar ciertos desajustes, algunas rivalidades, tal o cual desencuentro interno que en los últimos tiempos habían enturbiado las aguas, no tanto por discrepancias doctrinales, mínimas, se miren como se miren, sino por las rivalidades personales que acaso no fueran tanto las de los aparentes púgiles, Casado versus Ayuso, sino sobre el papel del mentor supremo del conservadurismo español.
Hablando en plata ¿quién debe mandar en el Partido, el que muestra su cara como próxima cabeza de cartel, o el que en la sombra mueve los hilos? Dicho de otra manera ¿dónde está el poder, en el sillón presidencial o en quien tiene la capacidad de decidir quién se sienta en él?
Vistas así las cosas, si se trataba de soldar fisuras, la consecuencia inmediata de la intención de consolidar oficialmente el liderazgo de Pablo Casado, era o ha sido la necesidad de aplazar el viaje al centro que él inauguró en el Congreso de los Diputados el día que se desmarcó pública y estentóreamente de Vox.
Disuelto en la nada por sus propios errores el posible competidor del PP para ocupar el centro del espectro político, (Ciudadanos es apenas un zombie parlamentario que si se le oye es gracias a la complacencia del PP en nombre de una aparente cortesía parlamentaria y a que la izquierda trata de revivir, a veces, un cadáver que ya empieza a oler), la pugna por la representatividad del electorado conservador sólo puede darse en la confrontación con Vox.
El botín es sustancioso, porque la formación de Abascal hace tiempo que ha dejado de ser una anécdota marginal. Cuestión distinta es averiguar si el diseño estratégico de cómo ganar ese pulso es o no el correcto. ¿Debe competir en el terreno elegido por Vox o es mejor marcar territorio y ofrecer al votante de derechas dos opciones bien diferenciadas? ¿Enfoque emocional o planteamientos doctrinales? Ya veremos ¿quién puede predecir el futuro? En todo caso, una convención no es más que un episodio promocional con efectos a corto plazo. Definir la ideología, difundirla y convertirla en dominante es mucho más complicado que lograr éxitos de crítica y publico en actos como los que acaban de terminar.
Los aciertos del periplo
- La fórmula. Más allá de las críticas fáciles e quienes no comulgan con el PP, personalmente creo que la novedad de llevar la convención por las plazas fuertes del poder del Partido, ha sido un acierto, porque, por una parte, visualiza la diferencia de planteamientos entre las posiciones PP/Vox ante el estado de las Autonomías, por otra, reagrupa y alinea liderazgos regionales y dirección estatal, y, finalmente, acerca la lejana y baqueteada "Calle Génova" a la España real.
- El momento. Es posible que haya sido una casualidad, pero, si así ha sido, se ha sabido aprovechar: la romería política se ha organizado a caballo del desmantelamiento de las medidas restrictivas impuestas por la pandemia. La primera de las libertades, la más visible, la indiscutible, aunque tantas veces haya sido y siga siendo cuestionada y limitada, es la libertad de movimientos. Ir de un lado para otro es la más elemental de las maneras de vernos libres, y, en aquel dilema de que hablaba, libertad/igualdad, es evidente que el conservadurismo dice abanderar la libertad, y el progresismo la igualdad (Ya sé, ya sé que la izquierda es libertaria y la derecha igualitaria, o eso insisten en decir unos y otros).
- La concordia entre ex. Hacer coincidir en el tiempo aunque no en el espacio a los dos polos históricos que simbolizan los límites del Partido, Aznar y Rajoy, sin que se tiraran de los pelos ni se pusieran a parir panteras, ha sido una buena jugada. Luego… algún titular han dejado, pero esa es otra historia. Lo cierto es que no ha habido explosiones de cólera ni declaraciones escandalosas.
- La paz interna. La oportuna reaparición de Dª Isabel, la Sirenita del Manzanares, tras su rápida gira presidenciable a la capital del Imperio, ha sido percibida como signo de normalidad. Por lo que a mí respecta, me parece más aparente que real, pero tiempo tendremos de verificarlo. Las edades de los contendientes, tanto dan para pensar en una rivalidad por los siglos de los siglos, como para suponer que tiempo tendrán ambos para ver cumplidas sus respectivas, coincidentes e incompatibles ambiciones.
Los errores
Que también los ha habido, ¿cómo no, en un evento tan largo y en el que se ha hablado tanto y por tantos ?
- Medalla de bronce para el discurrir tranquilo y apacible de don Mariano Rajoy, que, tras considerar a Santiago como cuna de la civilización occidental, desmesura que casa mal con el cauto espíritu galaico, en su habitual tono educado y un tanto aburrido deslizó indisimulados elogios a ciertos logros del demoníaco gobierno social-comunista-y-de-los-grandes-expresos-europeos, para pasmo y desasosiego de sus oyentes. Que conste que esto mismo, dicho por ahí fuera, Alemania, Reino Unido, habría sido una mera muestra de cortesía, pero aquí, en celtiberia suena a heterodoxia, a herejía.
- Medalla de plata para quienes se ocuparan de elegir a los invitados. Te pasas de frenada y pasa lo que pasa: un ex pepero como Vidal Cuadras añora el Estado centralista preconstitucional en la sede de una Comunidad autónoma; alaba Casado a un tal Nicolás Sarkocy y al día siguiente lo condenan por financiación ilegal de su Partido; y, bellotazo de plata, por aclamación, para mi admirado Vargas Llosa que acusa al pueblo de no saber votar lo que le conviene ("Lo importante no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien"). Lo que demuestra que se puede escribir como los propios ángeles y ser un analfabeto político, o, para ser más preciso, vivir instalado fuera de las esencias de la democracia, sin que las columnas del Olimpo literario se vengan abajo.
- Medalla de oro, por mor de su posición en el evento y por la desmesura de su juicio, para el flamante aspirante a próximo Presidente del Gobierno de las Españas. Espoleado por la grandeza de su futuro cargo, quizás con la intención de hacerlo aún más grande, dijo que "el Gobierno de Sánchez es más radical que los de Hungría o Polonia". Criterio que no comparte ni su compañera de grupo europeo, Ursula Von der Leyen, aunque lo que quizás quiera decir que para el joven Casado, toda radicalidad, por definición, es patrimonio de la izquierda.
Mi resumen
Más allá del recurso fácil a las descalificaciones de los socios del Gobierno actual, de sus socios presentes o futuros, he echado algo en falta y me ha llamado la atención otro detalle:
- Pese a los títulos de las ponencias, no ha habido verdaderos debates teóricos. No suele haberlos en nuestras formaciones políticas, lo que redunda en una generalizada pobreza doctrinal que trata de ser paliada, una y otra vez, con la retórica y con el uso y el abuso de las diatribas exageradas. Donde debería haber ideas propias, diferenciadoras, encontramos excesos verbales, artificios oratorios, juicios críticos sobre el comportamiento de las formaciones contrarias. Al final, cada uno se afianza contra algo, más que a favor de nada.
- Todo indica que la coalición gobernante terminará su andadura. Si eso es así, me ha parecido detectar un cierto tono electoralista fuera de lugar, o, más bien, antes de tiempo. Las próximas elecciones serán dentro de dos años; ni se puede estar dos años en campaña, ni mantener la tensión de los tuyos tan encendida como si se tratara de votar dentro de tres semanas.
- Pese a todo, el saldo final de la convención, para los intereses del Partido Popular, se entiende, ha sido positivo o, en términos docentes, "Suficiente". "Bien está lo que bien acaba", decía el título de la comedia de Luigi Pirandello, pero ¿saben? Echo de menos las maneras exhibidas por los alemanes cuando cambia el signo del Gobierno ¿será que han caído en la cuenta de que para oponerse a algo se necesita a dos al menos?
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