sábado, 2 de octubre de 2021

 Las andanzas del fugado (Cap. 74) y otros sucesos de mayor fuste


¿Quién detuvo a Puigdemont?

¿Y qué más da? La ventaja de dejar pasar un cierto tiempo entre la noticia y el comentario es que con la distancia ganas perspectiva. Un buen día, o malo, depende de para quién, te enteras de que el fugado Puigdemont, de excursión por Cerdeña, no se sabe si para asistir a un recital de los coros y danzas secesionistas, para entrevistarse con alcaldes isleños de su cuerda o a ciencia y conciencia de que llevaba algún tiempo sin salir en los papeles y algo hay que hacer para que hablen de ti aunque sea bien, ha sido detenido por la policía italiana y puesto a disposición de la justicia.

Uno, adicto espectador de las aventuras del Comisario Montalbano, no dejó de extrañarse del celo de los carabinieri, si es que fueron ellos los que le pusieron la mano encima. Luego vino el ruido: prensa, radio y televisión cayeron en la trampa y airearon el episodio hasta el aburrimiento; políticos de toda laya y condición declararon, ninguna originalidad al respecto, lo que cualquier avisado lector supone que va a decir el portavoz de este Partido, y el otro, y el del extremo opuesto. 

Cábalas sobre por qué y para qué fue don Puigdemont a Cerdeña y a qué las prisas de policías y jueces italianos. El fugado aprovechó para aludir a la manía de hacer el ridículo que tiene nuestro gobierno; nuestros analistas tertulianos especularon sobre los efectos de la detención y posterior liberación en el Gobierno de coalición, en la Mesa de Diálogo, en la tramitación de los Presupuestos Generales y, si venía al caso, en la tambaleante marcha del Barça post Messi en el campeonato nacional de liga y en el concierto europeo.

¡Pamplinas! Ganas de magnificar minucias que se agotan en sí mismas. Una semana después, todo sigue como estaba; como no podía ser de otra manera. Y uno mira atrás  y recuerda aquel viejo, viejísimo tiempo, comienzos del cuaternario, en el que París hervía de herederos más o menos directos de zares rusos. En aquel entonces por España pululaba algún que otro Monarca, Simeones y Bagrationes destronados de países convertidos en repúblicas populares, ayunos de sitiales que jamás volverían a recibir sus regias posaderas; tiempos en los que había un Gobierno de la República Española en el Exilio afincado en tierras mexicanas sin que ello hiciera no ya tambalear, sino ni tan siquiera tintinear los pilares del mausoleo franquista. Como la presencia de los refugiados nazis en España al amparo del abrigo nacionalsindicalista celtíbero fue incapaz de minar la recuperada democracia alemana.

Y llegas a la conclusión de que por qué había de ser de otra manera cuando el que pretende mover las aguas es el tal Carlos Puigdemont ¿A quién, fuera de los fieles acólitos que le siguen y le mantienen y sufragan su dorado alojamiento, le interesa su vuelta? No, desde luego, al PSOE  al que desbarataría su inestable discurso tan cercano al funambulismo ¿A Esquerra, Partido que gobierna Cataluña a la greña con Junts? ¿Al minoritario socio del PSOE que, si se pasa de frenada se enfrentaría a un proceso electoral que puede sacarlo del Gobierno? Tal vez a Vox, por aquello de que cuanto peor mejor, pero no desde luego a Casado ni a su prima la Ayuso, que bastante tienen con apretarse mutuamente las clavijas. 

Por cierto, y aunque no sea demasiado importante, don Pablo Casado haría bien en contar hasta diez antes de hablar: proclamar en su itinerante Congreso que su Partido debería imitar a Sarkozy por su forma de gestionar, horas antes de que éste sea condenado a un año de prisión por financiación ilegal, no es la mejor forma de despertar entusiastas adhesiones ¿verdad? En fin, hablemos de otra cosa.


Angela Merkel ya es historia

Historia con mayúsculas. Se ha ido a su casa la mujer más importante del mundo en el primer cuarto del Siglo XXI. Uno puede estar de acuerdo o no con las claves de su política, allá cada cual con sus ideas, pero nadie que esté bien informado puede poner en duda el modo ejemplar que la Srª Merkel ha tenido de estar en la política: austeridad, coherencia, templanza, determinación, decencia, capacidad de liderazgo han sido cualidades que es difícil negarle. 

No siempre acertó, no todo lo hizo bien, pero ya quisiéramos que la talla de sus oponentes allá y acá estuviera a su altura. Todo un ejemplo del modo de estar en la política.

Pese a todo, se ha marchado. No la han echado, se ha ido porque ha creído que había llegado el momento de dejar paso a otros. Sin embargo, su marcha acerca al poder al Partido Socialdemócrata. Eso, en sí mismo, no es ni bueno ni malo, al menos hasta que los hechos califiquen el cambio de ciclo, si es que el ganador logra formar gobierno. 

La victoria de Olaf Scholz reaviva la socialdemocracia europea, en línea con el reciente cambio de signo en Noruega. Ciclos que terminan, tiempos que comienzan. Otro ejemplo más de alternancia en el poder, uno de los dogmas de la democracia. Como tiene que ser, si creemos en los valores, en la esencia de nuestro sistema. Sin dramas, sin insultos, sin descalificaciones: pierden unos, ganan otros; los que ganan se felicitan y los que pierden aceptan que ya vendrán tiempos mejores. Y vean, amigos: ni los que se marchan anuncian el fin de Alemania, ni los que llegan prometen rescatar su patria del infierno en el que la habían enterrado sus antagonistas.

En Alemania ¡Qué bien! ¿Verdad? ¿Qué tal si en medio de tanto dislate, rebuscamos en los entresijos del presupuesto, damos con los fondillos necesarios y mandamos a las tres o cuatro docenas de barandas que manejan el cotarro hispánico a hacer un máster a la sombra de la Puerta de Brandemburgo para que vuelvan aprendidos de en qué consiste eso que ellos aseguran a gritos que son los únicos que defienden, o sea, mayormente, la tan traída y llevada democracia?


La lava ardiente devasta La Palma

De tanto en tanto la naturaleza da un aldabonazo y nos muestra su poder. En los últimos años, con o sin la colaboración de los humanos, con más frecuencia de la que nos gustaría. Ahora, en La Palma, los montes escupen rocas ardientes, líquidas, devastadoras que engullen viviendas, escuelas, iglesias, arrasan campos, volatilizan cosechas, llegan al mar y lanzan a la atmósfera toneladas de gases tóxicos.

Todo este horror, televisado en directo para que nos hagamos cargo, en nuestras casas, de nuestro verdadero y escaso tamaño. La erupción bascula desde lo espectacular a lo aterrador. No obstante, más allá de conclusiones evidentes que se desprenden de las imágenes que estamos viendo a diario, es una buena ocasión para reflexionar sobre un par de aspectos que me han llamado la atención:

  • No es lo mismo enfrentarse a una catástrofe de estas características en una sociedad como la española, que tener que soportarla en algún lugar de esos que siempre se han considerado "dejados de la mano de Dios": ninguna víctima, ayudas estatales liberadas a la semana de haber comenzado el problema, actuaciones bien engrasadas por parte de todas las instancias oficiales concernidas. Sensación contrastada de previsión y de un cierto control de la situación.
  • Una prueba de que las cosas están funcionando dentro de lo razonable es la ausencia de críticas de ninguno de los bocazas habituales No creo que se deba a la necesidad de alcanzar altas cotas de comportamientos solidarios, recuerden otros ejemplos recientes, como la pandemia, sin ir mas lejos ¿Será porque en los territorios afectados comparten responsabilidades conservadores y socialistas? Y si esa fuera la causa ¿No podrían plantearse repetir el ensayo a escala nacional sin que sean necesarios terremotos, pandemias, inundaciones o tsunamis? Por favor, prebostes de Génova y Ferraz, piénselo. Aunque no haya volcanes activos en la Sierra de Madrid, aunque nada indique inminentes erupciones en Montserrat; aunque todavía no hayan vuelto del máster en Berlín.

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