sábado, 15 de enero de 2022

 Chuletones de vacuno viejo o brotes de soja

Lo que dijo, lo que dicen que dijo y lo que ahora cuenta

Un Ministro es Ministro incluso aunque esté dormido. No tiene opiniones personales, ni calzoncillos privados: su vida es pública, porque para eso aceptó el cargo. Así que cualquier debate sobre quién habló con "The Guardian" es ocioso: habló Don Alberto Garzón, Ministro de Consumo del Gobierno de España, Gobierno de coalición, por cierto; cualquier valoración al respecto tiene que partir desde ese hecho incuestionable.

Hay algún que otro elemento que algún día convendría analizar, como, por ejemplo, qué sentido tiene el Ministerio de Consumo, o sea, para qué sirve, pero eso podría extenderse a medio Gabinete, ¿Universidades, Educación, Ciencia y Tecnología?, por redundantes y por su carencia de competencias reales; ese día y ese análisis, no son los de hoy.

Lo que quiero dejar claro cuanto antes es que las declaraciones del Sr. Garzón afectan y comprometen al Gobierno como tal, le guste a él o no, y le moleste o no al resto del Gabinete. Si esto es así, y creo que lo es, ¿no debería haber hablado con el titular de Agricultura, Pesca y Alimentación antes de ponerse al habla con el periódico británico?


De apetitos humanos y animales comestibles

Todos y cada uno de mis posibles lectores saben que no tiene el mismo sabor el pollo  que nace, crece y muere en un par de cuartas cuadradas que el que vivió libre correteando por el campo. A efectos del sabor de la pechuga, tampoco es lo mismo alimentarse de lo que encuentra a su paso, que de compuestos alimentarios preparados para su rápido engorde. Todos sabemos también que gallinas y huevos de una y otra clase, tienen precios diferentes. La misma reflexión puede hacerse a propósito de corderos, terneras y cerdos.

Hay, por tanto, un posible debate pendiente sobre qué modelo es el deseable, el posible y el que España prefiere. Debate abierto, tal vez sin solución a corto y medio plazo, porque hablamos de alimentación y salud pero también de economía y empleo. El debate es mundial y se entrecruza con la creciente corriente vegetariana, tendencia en parte ideológica, en parte filosófica, en parte científica y en parte también, ¿cómo no?, económica.

Cuando los papás del Sr. Garzón aún no se conocían, todas estas cosas ya se sabían, como se sabía también que la totalidad de los países que producen carne para el consumo humano necesitan de los dos modelos que ahora se debaten. A despecho de los devoradores de vegetales, el creciente consumo de proteínas animales y las posibilidades de cada familia hacen imprescindible la coexistencia de ambas formas de explotaciones ganaderas. 

Si usted, lector, o yo, declaramos a "El País", "La Razón" o "The Guardian" que la carne de las macrogranjas es de menor calidad que la que se produce en explotaciones ganaderas extensivas, nadie se hubiera rasgado las vestiduras. El problema es que lo ha hecho un Ministro y, precisamente, en plena campaña de unas elecciones que pretenden ser las primeras de una serie de comicios que podrían alargares hasta las generales. En estas condiciones, el Sr. Garzón debería haber sabido que dijera lo que dijera, estaba proporcionando munición electoral a su oposición.

Y, para terminar, es legítimo que tanto Ministros como hojalateros o peluqueros, prefieran la hamburguesa de soja a la procedente del lomo alto de vaca vieja; están en su derecho. Lo que empieza a ser preocupante es que esas preferencias traten de convertirse en dogmas. Es el problema de confundir ideas con ideales, de convertir ideales en ideología y de pasar de la ideología al fanatismo.


La prudencia del político

Como era de esperar, las extemporáneas declaraciones del Ministro de Consumo han provocado el primer terremoto político del año: la oposición ha encontrado argumentos más que suficientes para conseguir algunos resultados que alguien debería anotar en el debe del Ministro parlanchín:

  • Más que probablemente, PSOE y UP van a perder un buen puñado de votos en Castilla y León, y si las cosas no cambian, quizás en las siguientes citas electorales.
  • Las tan citadas declaraciones están suponiendo el enésimo desencuentro en el Gobierno de coalición. Como era de esperar, la parte socialista marca distancias y la podemita se solidariza con Garzón y llega a acusar al socio mayoritario de deslealtad. No creo que el suceso rompa el Gobierno, pero la división resta votos, ya se sabe.
  • La Vicepresidenta Segunda, en su pretendida defensa del Ministro de Consumo ha dejado algunas pistas del trasfondo ideológico que se esconde detrás de las, según ella, impecables declaraciones de su correligionario: un ataque en toda regla al consumo de proteína animal. Y éste es el punto: la Doña es muy dueña de preferir las acelgas al entrecot, pero se le puede exigir el mismo respeto a los que no comulgan con su dieta que el que les mostramos los omnívoros a los vegetarianos. Haga su trabajo, es decir, asegúrese de que nuestras granjas cumplen la normativa europea y váyase en buena hora con sus ensaladas.
  • Diga él lo que quiera, el Sr. Garzón en este momento es un cadáver político. El cese, de producirse, no llegará hasta que amaine el temporal, porque eso es algo que está en las primeras páginas del Manual del Gobernante. Ya se sabe que la oposición no puede cesar Ministros. Incluso tiendo a pensar, que vista la rentabilidad de las frecuentes declaraciones del Sr. Garzón, es posible que no le interese su cese 

Y es aquí a donde quería llegar

  • En política, como en la vida, los silencios son tan importantes como las palabras. Nada ni nadie obligaba al flamante Ministro de Consumo a explayarse ante un periódico extranjero sobre asuntos que, además, no son de su competencia; menos aún, si lo hace a espaldas de quien sí tiene la responsabilidad sobre esa materia.
  • No es la primera vez que ocurre. Don Alberto Garzón, parece proclive a reflexionar en voz alta sobre todo aquello en lo que cree. Actitud encomiable si se tratara de un erudito, un estudioso, un filósofo o un misionero, pero cuestionable si se trata de un Ministro en activo, miembro de un gabinete de coalición.
  • La lealtad es virtud bilateral: se es leal respecto a alguien. También, respecto a un mismo, sí, pero, además, frente a otro. Algunos de los problemas que sufre el Gobierno, y que han de pagar las formaciones que lo integran, los ha creado Alberto Garzón. Culpar a quien, según él, malinterpretó sus declaraciones, o las convirtió en bulo es desconocer la perogrullada de que si hubiera estado callado nadie habría podido tergiversar su silencio. 

Mi resumen

  • Las diferencias entre ganadería extensiva y macrogranjas son evidentes y conocidas, y  las condiciones de operación de unas y otras están reguladas por en Europa y en España. Si un Ministro cree que hay modificar las normas, debe plantearlo y pelearlo en el Gabinete, no en un medio de prensa extranjero.
  • En política, como en cualquiera otra actividad, los errores los debe pagar el que los comete. La imprudencia es siempre peor que el silencio. Garzón es culpable de los problemas creados a su Partido, a su Gobierno y a España. Debe irse a su casa. Y si no se va, alguien debería ayudarle a encontrar el camino. Ya saben quién.
  • Puras divagaciones. En Gobiernos de coalición, aquí y en Antofagasta, el socio minoritario ostenta mayor capacidad de maniobra del que se deduce de su peso parlamentario, porque sabe que la ruptura conduce a elecciones anticipadas, algo que en este momento sólo interesa a la oposición; así es que tendremos Garzón para una temporada de duración incierta.
  • Al debate sobre qué debemos comer cada uno le sobra pasión y le falta, como en tantas otras facetas de la vida, sentido del humor. Por lo que a mí se refiere, sigo prefiriendo el chuletón gallego, el lomo alto de retinto y la presa de cerdo ibérico al entrecot de algas y gérmenes de avena. Pese a todo, no tengo el menor problema en compartir un té con pastas con un vegano.



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