sábado, 22 de enero de 2022

 La amenaza que viene del Este

Europa, una región violenta

Así es, aunque nos guste vernos como el paradigma de la cultura. Lo somos también, pero ¿qué importa? Somos los herederos de Grecia, la Grecia que iluminó Occidente, pero La Hélade fue también un turbulento territorio, pequeño y belicoso, incapaz de evitar la violencia. Quizás, como recuerda Indro Montanelli, porque tardó en ver riesgos para su seguridad más allá de sus fronteras.

Hemos bautizado nuestras guerras por su duración (Guerra de los 100 años, de los 30, de los siete), nos hemos matado por nuestras creencias, por nuestras fronteras, por cuestiones dinásticas, por poder, por dinero, por soberbia… No hemos dejado de matarnos hasta hace un suspiro. Creo que todas estas guerras, vistas en términos planetarios, eran guerras civiles, incluida la también llamada "Primera Guerra Mundial". Guerras civiles, las más crueles.

Y ahora, cuando apenas hemos terminado de lamernos las heridas de nuestra última escabechina, la que desencadenó un megalómano medio loco y remató otro psicópata asesino, volvemos a oír ruido de sables, de tambores y de estampidos. Vienen del Este, como los hunos, los tártaros, los mongoles, los otomanos.

No quiero entrar en el juego imposible de decidir quién es el culpable, porque en las guerras, en cualquier guerra, sólo hay dos bandos, el de los malos y el de los peores, dando por sentado que los peores son siempre, necesariamente, los otros, el enemigo al que hay que odiar cuanto antes y cuanto más mejor, porque ya se sabe que en una guerra es más útil para el combate el odio al enemigo que el amor a los tuyos.

Déjenme, sin embargo, que me pierda en algunas consideraciones sobre quiénes son los contendientes, y, sobre todo, de dónde nos viene el peligro, qué busca el otro, qué puede querer, y qué daño puede hacernos a nosotros los europeos, ahora que llevábamos un par de generaciones o tres sin matarnos unos a otros.


Un equilibrio inestable

Rara vez las guerras resuelven algo. Cuenta Churchill en sus memorias que "cuando Foch oyó que se había firmado el Tratado de Versalles dijo: “esto no es una paz; es un armisticio de veinte años” . O sea, que tal vez fue la forma de tratar al vencido la que desencadenó la II Guerra Mundial. ¿Podríamos decir lo mismo de la situación actual, respecto del final de la anterior? Es posible. Apenas habíamos terminado de enterrar nuestros muertos, cuando inauguramos ese segundo horror que bautizamos como "guerra fría". Ganamos la guerra, si es que alguna guerra puede ganarse, y empezamos a mirar al que fue nuestro aliado como al siguiente enemigo. Y eso pasó en ambos bandos.

Por cierto, ¡qué paradoja! ¿Verdad? Hitler trató de aniquilar cuanto sonase a eslavo y a comunismo y cuando él se suicidó, el régimen soviético estaba tomando posesión de media Europa, incluida media Alemania. 

A partir del 8 de mayo del 45, Occidente se ocupó en armarse hasta los dientes para cercar al nuevo enemigo. Oriente hizo lo mismo: procurarse un espacio de seguridad que alejara sus centros neurálgicos de la línea por donde podrían llegar los invasores. Y nacieron la OTAN y el Pacto de Varsovia, tan parecidos en sus bases argumentales, tan gemelos en sus comportamientos, tan aferrados, ambos, a que la razón estaba de su parte, a que sólo pretendían defenderse del ataque de "El Otro". Y así hemos vivido hasta que uno de los bloques se desmoronó.

Pero ha vuelto por sus fueros. Rusia ya no es el enemigo filosófico-político de antaño, pero parece recuperar sus modos de actuar. La habíamos visto ayudar a Cuba hasta ponernos al borde de la tercera Guerra Mundial (recordemos la Crisis de Los Misiles, en tiempos de Kennedy), y en estos últimos años ha entrado y salido de Afganistán, ha arrasado Chechenia, se ha anexionado Crimea,  ha bordeado la misma operación en Bielorrusia, hanenviar sus blindados a Kazajastán y ahora, hoy, despliega sus ejércitos en la frontera con Ucrania. En esas estamos. 


Rusia

  • El país más extenso del Planeta: más de 24 millones de Km2 en tiempos del último Zar, casi 22 millones y medio en 1991 y hoy 17 millones y pico tras haber perdido casi 5’3 millones, el equivalente a diez veces el tamaño de España, cuando se desmembró la Unión Soviética. Una idea de sus distancias: más de 9.200 km. de Este a Oeste y 4.500 de Norte a Sur.
  • Tiene más de 20.000 Km de fronteras con catorce países, y 145 millones de habitantes, pese a haber perdido 48 millones tras la desaparición de la URSS.
  • Su PIB es el 5º del mundo, ocupa el 2º puesto en producción de gas (tras USA) pero cuenta con las mayores reservas mundiales; es el tercer productor de petróleo por detrás de USA y Arabia, y "sólo" es el 8º en cuanto a sus reservas.
  • Es una potencia en extracción y reservas de aluminio, en producción de acero, en cobre y en níquel.
  • Cuenta con la mayor masa forestal del mundo y es el 2º en exportación de trigo, de nuevo tras USA.

En cuanto a su historia, tendríamos que reconocer el poco interés que ha despertado en los no iniciados: oíamos hablar de los cosacos, de Iván el Terrible, de Pedro el Grande de Catalina (por cierto, alemana con formación francesa) y poco más. Sabíamos que a base de retroceder hasta el corazón de su invierno el ejército ruso trituró el orgullo de Napoleón… y de ahí saltamos al fiasco de la I Guerra, al cataclismo de la Revolución de Octubre y al cerco de Leningrado, la victoria de Stalingrado y el expansionismo posterior al final de la II Guerra Mundial.

Luego… Yeltsin, Gorbachov, la Caída del Muro de Berlín, el hundimiento del "Imperio Rojo" y la inesperada aparición de Vladimir Putin y su vuelta a las andadas, sostenido por unos fundamentos políticos aparentemente distintos de los que marcaron sus primeros años en la URSS. 

Pocos recuerdan que allá por los siglos X y XI uno de los Principados más grandes y prósperos al oeste de los Urales era la llamada "Rus de Kiev". De ahí se extendió al este y, andando el tiempo , desplazó su capital de Kiev a Moscú. Hay quien no ha olvidado que la primera capital de Rusia fue, precisamente, Kiev, la actual capital de Ucrania.

De todas estas peripecias, recuerden un dato crucial: el pueblo ruso no ha disfrutado ni un solo segundo de democracia liberal en toda su historia. Por tanto, el actual líder, como todos los anteriores, disfruta de una independencia casi total respecto de la opinión que sus ciudadanos tengan sobre su modo de entender la política. Sus prácticas no tienen nada que ver con los que conocemos entre nosotros. No caigamos en el error de esperar que sus respuestas serían parecidas a las que daríamos nosotros.


Las razones del otro

No perdamos tiempo hablando de nuestras razones; las conocemos y, por definición, siendo las nuestras, son las buenas. (Obvio es decir, que allá, al este, se piensa lo mismo, es decir, lo contrario).

Rusia busca, o dice que busca, garantizarse un espacio neutral entre sus fronteras y las de su primer pueblo no adicto, llámese Alemania, Austria, o Italia. Podría ser cierto e incluso parecería razonable. Cuando USA vio llegar misiles de largo alcance a Cuba, dio muestras de estar dispuesta a entrar en guerra para evitarlo: estaban demasiado cerca de sus fronteras. Jruschev lo entendió y retrocedió. Lo cierto es que Ucrania o Bulgaria están en la frontera con Rusia, aunque también lo está Turquía que es miembro de la OTAN. Nadie, si está en condiciones de evitarlo, soporta un cañón apuntando a tu trasero.

Si así fuera, un tercero imparcial, marciano supongo, podría pensar que Rusia tiene la razón de su parte. 

Tampoco hay que descartar la idea de que Putin no solo esté tratando de evitar que países de la antigua URSS traten de alinearse con occidente, sino impedir el mal ejemplo que podría significar para su población el éxito de experiencias democráticas que acabaran con regímenes títeres en manos de dictadorzuelos manejables.

Así que Europa teme, tememos, que las intenciones de Vladimir Putin no sean tan sólo "defensivas": sus actuaciones en Crimea, en Bielorrusia o en Kazajastán, por citar sólo las más recientes, podrían poner de manifiesto su decisión de recuperar cuanto antes el área de influencia de Moscú sobre los que llamábamos ¿recuerdan? "países satélites". El problema para la Unión Europea es que tendríamos a Rusia a nuestras puertas, y la experiencia demuestra que no es un vecino cómodo; pregunten, sino, a los polacos.

Estas cosas pasan siempre que examinamos los comportamientos de una gran potencia. Tal vez nosotros no percibimos, o no nos preocupa, o hasta vemos lógico cómo actúa USA en su zona de influencia, pero mexicanos, dominicanos, panameños, chilenos o cubanos podrían verlo de otra forma. Por otra parte, toda potencia imperial enmascara sus desmanes con una fraseología humanitarista perfectamente hipócrita: invades Corea, Vietnam, o Irak en defensa de la democracia; Hungría, Checoslovaquia o Crimea para proteger a minorías perseguidas. A veces, caso de Afganistán, por ejemplo, sólo se trata de ocupar el vacío que deja tu rival. 


La encrucijada para la Unión Europea

Carecemos de la unidad interna imprescindible para ser tomados en consideración real  por ninguno de los dos contendientes, USA y Rusia, que son los que, de verdad se están enfrentando. Ni siquiera somos capaces de suscribir una declaración oficial en nombre de la Unión Europea.

Y la cuestión que debe preocuparnos es que si llegaran a desencadenarse operaciones bélicas, volverían a ocurrir en suelo europeo, más cerca o más lejos dependiendo de qué países se trate, pero en suelo europeo. Si la contestación occidental se materializa en sanciones, nos subiremos al carro norteamericano, suscribiremos sus medidas económicas y hasta es posible que añadamos alguna más. 

No importa lo que tenga que sufrir el pueblo ruso, Putin no caerá de su sitial ni por las sanciones, ni por las penalidades de sus ciudadanos y contestará con sus propias represalias; pero éstas, que no rozarán apenas el tejido de la economía norteamericana, dañarán enormemente a Europa occidental, porque necesitamos el gas ruso y aunque la interrupción de nuestros suministros perjudique a los consumidores eslavos, también nuestros exportadores se verán penalizados.

Por lo que se refiere a España, estamos donde estamos, tenemos los compromisos y obligaciones que hemos asumido libremente y no tendremos más remedio que compartir espacio con nuestros socios en el furgón de cola de esta tragicomedia. Los que lo ven de otra manera o padecen de la vista o mienten.


Un pronóstico desalentador

  • ¿Utilizará Putin el recurso a prefabricar un "casus belli" artificial? No habría que descartarlo. Todas las grandes potencias lo han hecho alguna vez ¿o hemos olvidado los españoles el tramposo hundimiento del acorazado "Maine" en aguas cubanas? Solidarizarse y "ayudar" a las autoproclamadas repúblicas del este de Ucrania, Donestk y Lugansk, descarada o manipuladamente pro rusas fundamentarían un plausible discurso  útil en estas circunstancias.
  • Algunas declaraciones de Joe Biden, calculadas y meditadas no lo duden, permiten barruntar un cierto margen de tolerancia norteamericana ante una posible invasión limitada de una parte de Ucrania. ¿Cinismo? Desde luego: dan margen para imponer sanciones pero salvan la cara sin llegar al pulso militar directo.
  • Si ése es el final, todos nos rasgaremos las vestiduras pero cumpliremos nuestro papel en la farsa. Al fin y al cabo, somos figurantes en un drama escrito, dirigido y orquestado por otros.



Estrambote

Una de mis más fieles lectoras se muestra extrañada y decepcionada por haberme olvidado en mi último post de la ganadería charra. Tiene toda la razón, así es que desde aquí, aunque tarde, dedico una encendida alabanza a las carnes sabrosas y nutritivas de la raza morucha. Mis disculpas a sus criadores y mi solidaridad con quien las pone a nuestro alcance. 

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