sábado, 1 de enero de 2022

 Un buen final

Justo a tiempo

Nueve meses después, como si de un parto humano se tratara, empresarios, sindicatos y Gobierno, han cerrado un acuerdo para regular las relaciones laborales en nuestro país. 

Mucho tiempo, es cierto, pero ni el trabajo era sencillo, ni importa demasiado cuánto han tardado. Si me permiten el símil deportivo, la firma ha llegado en el tiempo de descuento. Ni en el estadio ni en los despachos valen menos los goles o los acuerdos que se logran en el último minuto del tiempo hábil; al contrario: a veces la incertidumbre, la ansiedad por lo incierto del resultado, añade valor al logro.

El 23 de diciembre pasado, primero la CEOE, después la Unión General de Trabajadores y por último las Comisiones Obreras, sellaron y firmaron el acuerdo.

Lo cierto es que necesitábamos dotarnos de una herramienta que resolviera el modo de relacionarse los actores reales del mundo de la producción. Lo exigían ellos y lo necesitábamos incluso los que ya estamos fuera del mercado laboral. Por si fuera poco, también la Unión Europea nos lo exigía; más aún: condicionaba el envío de una remesa de 12.000 millones a recibir el acuerdo que zanjara algunos de los graves problemas de nuestro mercado productivo.


Dónde estábamos

No quiero abrumar a nadie con cifras, pero permítanme recordar algunas penosas realidades.

  • Nuestro porcentaje de desempleados no es el mayor de Europa, pero sí el más desfavorable de los países a los que queremos parecernos. Dentro de esos datos, el desempleo juvenil es absoluta, total y completamente inaceptable.
  • La temporalidad, precariedad si quieren cargarse las tintas, tampoco tiene parangón con la que padecen los diez países más desarrollados de la UE. 
  • Miles de nuestros jóvenes titulados superiores no tienen más remedio que buscar trabajo fuera de España: los formamos aquí pero acaban siendo otros países los que les emplean. Todo un despilfarro de recursos y un rosario de lamentaciones. 
  • Desde que estalló la crisis del 2009, la participación de las rentas del trabajo en el PIB no ha dejado de mermar y la distancia entre los extremos de los perceptores de rentas se ha agrandado. Suene demagógico o no, en los últimos 10 años, los ricos se han hecho más ricos y los pobres lo son más que antes. 

Era, por tanto, bastante natural que se intentaran cambiar algunas de las reglas de juego. Que a la operación se la llamara "derogación de la reforma de Rajoy", o "acuerdo tripartito para regular el mundo laboral" carece de importancia. No se trata de ganar concursos de oratoria, sino de establecer unas reglas en las que los destinatarios estuvieran de acuerdo. Ellos, no los políticos.


Qué se ha cambiado

No he leído aún el texto aprobado en el último Consejo de Ministros, y no pienso hacerlo hasta que pase por el Parlamento. Tiempo tendremos todos de desmenuzarlo.

No obstante, de lo oído hasta ahora, me quedo con lo fundamental:

  • Se ha cambiado menos de la quinta parte de lo que en su día dibujó el Gobierno Rajoy. Habrá quien piense que eso es casi nada. Depende. No siempre cantidad y calidad se parecen. Un sólo ejemplo hipotético: si cambiáramos Monarquía por República y sólo tocáramos esos artículos de la Constitución ¿La habríamos cambiado mucho o poco?
  • Vuelve la "ultraactividad" de los Convenios Colectivos. Es decir: llegado el término de la vigencia de un Convenio, continúa aplicándose hasta que sea sustituido por otro. Eso es lo que ya había sentenciado el Tribunal de Justicia Europeo, y lo que el Derecho Laboral de nuestros socios comunitarios, al menos hasta donde conozco, tiene por norma. Y lo que regía en España desde 1958 a 2012.
  • Los Convenios Colectivos de empresa no podrán establecer condiciones de trabajo por debajo de las que fijen los convenios de sector.
  • Se reduce la posibilidad de abusos en la temporalidad, lo que hará disminuir la precariedad, y se recupera la figura del fijo discontinuo, figura importante en una economía tan estacional como la nuestra. En un país de tabernas, huertas y obras, hay que regular las temporadas. 
  • Se impulsa el contrato por tiempo indeterminado como el modelo más natural para relacionarse empresa y trabajador.

Hay más detalles, desde luego, pero lo fundamental es el sentido general del acuerdo: se apuesta por eliminar los aspectos más desfavorables para una correcta relación empresa-trabajador. 

Los países europeos que están por delante de nosotros basan la competitividad en la inversión, la  innovación tecnológica y la capacitación constante de su mano de obra; no en creer que la única forma de ganar mercado es reducir costes laborales y endurecer las condiciones de trabajo. Esto no es ninguna teoría: es un hecho. Comparen España con los que lo hacen mejor.


Cómo se ha hecho

Y, pese a ser notable la letra del acuerdo, creo que es mucho más importante, decisivo, diría, el modo en que se ha conseguido:

  • Hace nueve meses el Gobierno tenía sus ideas. Pocas han sobrevivido. No importa; o importa muy poco. Lo que de verdad cuenta es que la CEOE, Comisiones Obreras y la UGT están de acuerdo en cómo tienen que establecerse las relaciones entre las fábricas y los obreros, los bares y los camareros, las obras y los albañiles, los dueños del  tomatal y quienes recogen los tomates.
  • Esta vez sí ha habido consenso. Esta vez, todos los que negociaban han firmado el mismo texto. Eso es el consenso. Cada vez que oigo hablar de "consenso mayoritario", me dan ganas de aclararle al dicente que ni una mujer puede estar "un poco embarazada", ni un acuerdo puede lograrse por amplio consenso: o se está embarazada o no, o firman todos o no hay consenso, según la RAE "el acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos". 
  • Ahora, allá cada cual con su forma de sentarse ante el televisor, usted puede encender una vela para que el Parlamento tumbe el acuerdo (basta con que el independentismo se sume al PP), puede frotarse las manos porque el Gobierno ha fracasado en su propósito de "derogar" la reforma de Rajoy, o puede brindar por el éxito de quienes se han puesto de acuerdo para seguir adelante y, de paso, desbloquear unos fondos que no creo que vengan mal a nadie ¿O tampoco eso cuenta?

Por lo que a mí respecta, y en la medida en la qu también soy parte afectada, por lejano que esté ya del mundo productivo, agradezco a los actores que han intervenido el acierto con el que han desarrollado su papel: CEOE, UGT, Comisiones Obreras y quienes han representado al Gobierno, han sabido estar a la altura de las circunstancias. Muchas gracias.


Faltan pasos

Siempre falta algo. Ahora tendremos que esperar a que el Congreso valide o no el Decreto Ley que ya está en el BOE. Y cuando el resultado depende de nuestra clase política…

Una cosa es lo que a la gente normal le gustaría y otra lo que vaya a pasar. Digo yo, que si se trata de establecer las reglas de juego entre empresarios y trabajadores, y unos y otros ya han dicho lo que quieren ¿hay muchas más cosas que decir? ¿No es eso lo que siempre hemos dicho, que queríamos, dar protagonismo a los Agentes Sociales? ¿Qué más tendría que haber hecho el Gobierno aparte de mandar al desván sus intenciones derogatorias?

Defiendo el derecho de cualquier ciudadano a pensar como quiera e incluso a decir lo que estime pertinente. Pero como yo también soy ciudadano, éstas son algunas de las cosas que se me ocurren cuando oigo a unos y a otros.

  • Me parece miserable tratar de sacar tajada, otra más, de la necesidad de apoyo del Gobierno, para acabar cambalacheando el refrendo a algo con lo que se beneficia a quienes dicen ser su prioridad. No digo que vaya a pasar, pero el Sr. Rufián y alguien, no recuerdo quién, en nombre de Bildu, ya lo han dicho. En pasillos, pero lo  han dicho; y como el gato escaldado del agua fría huye…
  • Daba yo por sentado que, en general, las organizaciones de empresarios simpatizan con la derecha y los sindicatos con la izquierda. Lo que no sabía es que los Partidos de derechas, cuando alinearse con los empresarios supone hacerlo con el Gobierno son capaces de enmendarle la plana a sus votantes y financiadores habituales.
  • Veo a figurones políticos tronando contra el acuerdo y no puedo evitar recordar que ninguno de ellos ha sido jamás empresario (o sea, nunca se ha jugado su dinero) y, en la mayoría de los casos, tampoco ha sido trabajador o empleado por cuenta ajena. Viven desde hace tiempo del erario público. ¿Creen que están más capacitados que los patronos y los obreros para decirles cuál es el camino del bienestar de unos y de otros?
  • La exageración, la sobreactuación, la descalificación, el insulto ¿seguro que es el camino más corto de la calle Génova a La Moncloa? Un sólo ejemplo: Nadia Calviño "la peor Ministra de Economía de la Historia de España", acaba de ser elegida por la Unión Europea para el puesto de Presidenta del Comité Monetario y Financiero del FMI. Debe de ser por su desastrosa trayectoria en el Gobierno de España. 

Para terminar

  • "No te pongas en el lado malo de un argumento simplemente porque tu oponente se ha puesto en el lado correcto". (Baltasar Gracián).
  • Que todos ustedes despidan bien el año y reciban del nuevo lo que el pasado nos negó: salud, dinero y concordia.




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