sábado, 2 de julio de 2022

 Carta abierta a Ione Belarra 



                                                     Srª Dª Ione Belarra Urteaga,

                                                  Paseo del Prado 18 / 20

Marbella 2 de julio de 2022

       

                                                 

    Muy Srª mía: Le ruego que me perdone si he empezado por incurrir en alguna incorrección, descortesía o falta de tacto al dirigirme a usted, Secretaria General de Unidas Podemos y Ministra de Derecho Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España de forma inadecuada o utilizando fórmulas sociales ya en desuso.

     Sé de sus desvelos en pro de la igualdad de género, pero le pido, por favor, que no busque tres pies al gato en lo de "señora mía". Lo de "señora" antes, y espero que también ahora  era una muestra de respeto, y lo de "mía"… borre de su mente cualquier imputación de deseo posesivo por mi parte. No es más, se lo aseguro, que una fórmula que pretende ser cortés, ahora que hemos prescindido de aquellas  barrocas maneras de dirigirse a una Ministra como Excelentísima, creo recordar.

     El motivo de esta misiva que dudo mucho llegue alguna vez ante sus ojos es manifestarle mi perplejidad por los comentarios que le oído a usted ante las cámaras de no recuerdo qué noticiero de televisión. Esos en los que lamentaba las palabras del Presidente del Gobierno al que usted pertenece anunciando un incremento del presupuesto de defensa.

    La cita no es literal, pero me pareció oírle que mejor sería gastar esos dineros  en médicos y maestros y en asegurar las necesidades básicas de toda la ciudadanía.

    ¡Qué duda cabe, Doña Ione! Usted y yo, y el concejal de urbanismo de la Puebla del Caramiñal, y el banderillero de la cuadrilla de cualquier torero, puestos a elegir entre un carro blindado y la inversión en el centro de salud de su barrio se inclinarían por compartir su punto de vista. Tal vez no los dueños de las clínicas o los colegios pivados, pero el esto délo por seguro.

    Ojalá fuera posible. Qué no daríamos los hombres de bien, y las mujeres, no faltaba más, por ver llegar el día en el que todos, absolutamente todos los cuarteles del mundo se convirtieran en hospitales, escuelas o lugares de acogida para los desheredados del cualquier rincón del planeta. Todos, ¿está claro? Todos, no sólo los de España. 

    El problema, señora Belarra, es que usted hace trampas y lo sabe. La cuestión no es qué preferimos, si una ametralladora o las obras completas de Don Benito Pérez Galdós, sino cuántos médicos, cuántos maestros y cuántos asistentes sociales y, llegado el caso, cuántas Ministras de Derechos Sociales son necesarios para detener a una columna de blindados que ha invadido tu pueblo; qué hacer, en definitiva, cuando tu modo de vida está amenazado por hombres de armas de otras tierras.

    O sea, Srª Ministra, o Srª Secretaria General de Unidas Podemos, que si usted hubiera acudido ante las cámaras con el tratado de paz entre Putin y Zelenski en la mano, si el Presidente moscovita hubiera firmado el acuerdo de desarme junto al Secretario General de la OTAN, puede creerme si le digo que yo habría salido a la calle a manifestarme contra el incremento del presupuesto de defensa.

    Pero no ha sido así ¿verdad? Como ya advertía Tucídides hace veinticinco siglos, "la humanidad está destinada a no aprender nada de la Historia y a repetir siempre, en cada generación, los mismos errores, idénticas injusticias y bestialidades".

   ¿Me permite que le recuerde en qué medida el angelical pacifismo de Chamberlain y Daladier frente a la arrogancia y la agresividad de Hitler fueron la prueba que éste necesitaba para convencerse de que invadir Polonia podría ser igual de fácil que hacerse con Checoeslovaquia? ¿Se acuerda de que así, de cesión en cesión ante el agresor, acabamos en la segunda guerra mundial?

  Así que, Srª Belarra, confundir desarme con paz sigue siendo un error monumental. Como advirtió Winston Churchill, "cuando haya paz, habrá desarme, no al contrario. No basta amar la paz para conseguirla".

   Acabo de volver de México; un amigo me recordaba que su actual Presidente, Antonio Manuel López Obrador, basó parte de su campaña electoral en un lema que trataba de dar la vuelta a la lucha contra el narcotráfico: "Abrazos en lugar de tiros". Hermoso ¿verdad? ¡Qué delicia! Sobre todo para los narcotraficantes que siguen disparando más que nunca.

    No quiero aburrirla, que la supongo liadísima entre las políticas protectoras de los animales y la agenda 2030. Antes de despedirme, no obstante, permítame recordarle algo que sigue en vigor: usted es Ministra de un Gobierno del que puede dejar de formar parte en el momento en el que su conciencia sea incompatible con las decisiones que se adopten en su seno. ¿Ha llegado ya ese momento o es de las que piensa seguir el ejemplo de su mentor, el señor Iglesias Turrión, que fue capaz de abandonar su escaño por un ratito y sumarse a una manifestación ante el Congreso para protestar por los privilegios de la clase política?

   Un saludo, señora, y en cuanto don Vladimiro entre en razón, cuente conmigo para pedir menos gasto en balas.


P.D. ¡Se me olvidaba! Mi enhorabuena por el éxito de la cumbre de la OTAN. Por partida doble: España como país ha dado otra prueba más de su capacidad para organizar acontecimientos como éste, y hemos salido reforzados en cuanto a las garantías de la Organización ante cualquier eventual problema en el flanco sur. Seguro que se ha alegrado tanto como yo de ambas cosas. Así pues, como parte integrante del Gobierno que tanto ha tenido que ver en lo que le comento, le reitero mi agradecimiento por sus desvelos.




 

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