sábado, 23 de julio de 2022

 Cercados por el fuego

La otra cara del gran aliado

El progreso de la especie humana, la civilización en su sentido más amplio y genérico, está en deuda con el fuego. Aprender a controlarlo, a producirlo cuando era necesario, a utilizarlo para mejorar las pautas alimentarias, vencer al frío o producir vasijas o cuchillos, fue uno de los grandes saltos adelante del hombre, hace de ello algunos cientos de miles de años.

Sin embargo, el fuego tiene otra cara menos amable: el reverso de la moneda, su poder destructor, que ha seguido también, paso a paso, la evolución de la especie. En ocasiones por causas no deseadas por el hombre, -un rayo, el efecto del sol sobre una superficie reflectante, una chispa producida de manera fortuita-, otras veces por obra y gracia de la piromanía de alguno de nuestros semejantes, el fuego olvida su papel benéfico y se convierte en verdugo implacable.

Ésta es la funesta realidad actual: la cuenca mediterránea arde de punta a cabo. De las orillas del Egeo a las costas atlánticas, los incendios están dejando un rastro de desolación, ruina y, en ocasiones, de  muerte. 

Otras veces ha sido la costa oeste norteamericana, o Australia la que hemos visto arder sin control. Ahora somos nosotros, españoles, italianos, griegos, franceses, portugueses, los que sufrimos la furia del fuego. 


No es ningún consuelo

El que el problema afecte a más, muchos más países, no disminuye los efectos de los incendios ni ayuda a controlarlos. No obstante, cuantificar, ponerle cifras al problema, ayuda a entenderlo.

  • En 2021, Italia y Grecia fueron los países más afectados por la plaga de fuegos descontrolados. En su conjunto, la Unión Europea vio arder más de 470.000 hectáreas. Desde principios de este año 2022, han ardido ya más de medio millón, lo que vendría a suponer que, si se mantiene la tendencia, este año podría alcanzarse al millón de hectáreas devastadas. Una superficie equivalente, más o menos a la de Líbano.
  • En cuanto a España, se han quemado ya desde enero algo más de 190.000 hectáreas, una superficie equivalente a la de la isla de Tenerife, lo que convierte a este abrasador mes de julio en el peor año del que se tienen noticias, otro récord funesto. Faltan más de cinco meses para conocer la auténtica magnitud del desastre. 

¿Qué está pasando?

Montes abandonados, territorios despoblados, escasez de medios (consecuencia lógica de la despoblación de la que acabamos de hablar de), y actividad criminal aparentemente imposible de erradicar… 

Concausas todas ellas que no sólo explican en parte lo que estamos viviendo, sino que hablan de un futuro cualquier cosa menos prometedor; porque si dejamos de oír a los especialistas en culpar de todo a los que no comparten sus ideas, tendremos que convenir en que no es tare sencilla repoblar el interior del país para recuperar actividades olvidadas que mejoraran el cuidado de los montes.

Una cosa es hablar de la España vaciada y prometer el oro y el moro cuando se acercan elecciones, y otra conseguir que diez o doce millones de compatriotas retornen a los lugares de donde salieron sus antecesores.

Nos rasgamos las vestiduras ahora, cuando las llaman arrasan los bosques, devoran viviendas y acaban con vidas humanas. ¿Qué hicimos cuando se elaboraban los presupuestos de 2022. Los estatales, los autonómicos, los municipales, todos? Nada, porque cuando se debatieron no había fuegos por todas partes, no eran noticia.

Nada, como nadie se acuerda de presupuestar el dragado de embalses o el saneamiento de los causes aprovechando las grandes sequías. Luego nos lamentamos de los daños de las riadas, de los hectómetros de agua que se pierden cuando hay que desembalsar porque la presa está a un tercio de su capacidad teórica, pero al ejercicio siguiente, todo sigue igual, porque… Contesten  ustedes, ya saben por qué.


El cambio climático

No quiero entrar en terrenos polémicos. Estoy dispuesto a admitir que el cambio climático no existe, si se me reconoce que el clima está cambiando (lo que no es lo mismo, aunque sea igual).

El fondo de la cuestión es bastante evidente: cuando Donald Trump vuelve a autorizar le explotación petrolera en Alaska, cuando Bolsonaro mira para otro lado con la deforestación de la amazonía, cuando la camarilla dirigente china se niega a reducir la emisión de CO2, cuando el Gobierno indio hace lo mismo, se están plegando todos, todos, los de derechas y los de izquierdas a los intereses cortoplacistas de sus respectivas economías nacionales.

No nos vayamos tan lejos: los gobernantes polacos saben igual que los holandeses, que quemar carbón en grandes cantidades provoca efectos nocivos en el medio ambiente, pero saben también que si otro no paga la cuenta, ellos salen perdiendo si prescinden de su principal y más barata fuente de energía. Y los españoles a los que he oído hace un par de días afirmar ante las cámaras que "España no puede permitirse el lujo de reducir el consumo de gas", están en la misma línea. Lo  mismo que los franceses cuando maniobran en Bruselas para conseguir que la energía nuclear se declara "limpia"

Así que volviendo al origen, resulta que si este verano es más cálido que el anterior y tal vez sea superado por el próximo, es más que probable que cada año venidero tengamos que soportar incendios cada vez más frecuentes y más devastadores. Luego, el que crea que el cambio climático es una monserga "progre", que no culpe de nada al cambio del clima, pero que no se extrañe de que el próximo verano sea aún peor que el presente.


Un par de comentarios adicionales

  • El Papa Francisco sugiere comer menos carne para reducir los perversos efectos del cambio climático. No soy teólogo así que no sé si estas afirmaciones están bajo el paraguas del principio de infalibilidad pontificia. Tampoco tengo información alguna sobre los gustos gastronómicos del Sumo Pontífice. En todo caso no deja de sorprenderme que un prelado argentino, oriundo del país que es el quinto exportador de carne de vacuno (el primero en exportación per capita) parezca alinearse con los que sostienen que las ventosidades de las vacas tienen mayor influencia en tormentas, sequías, olas de calor, Filomenas y deshielos, que el consumo de combustibles fósiles.
  • Nuestra clase política vuelve a dar la nota. Déjenme que les diga que, por extraño que parezca, no hay incendios de derechas o de izquierdas. Hay, en cambio, majaderos de ambas tendencias. O sea que dejen de perder el tiempo en echarle en cara al que está sufriendo la tortura del fuego en sus propio territorio su nula capacidad de gestión, su falta de previsión, su escandalosa… etc., etc., etc. Métanse todos en una sala y no salgan hasta que estén de acuerdo en qué tienen que hacer el Estado, las Comunidades Autónomas, las Diputaciones, los Ayuntamientos, para que el próximo verano, por lo menos hayan sido capaces de conseguir que los bomberos puedan comer dignamente en los descansos de su peligrosísima tarea. Si, ya que están allí, le dan un repaso a lo de limpiar los montes, mantener y ampliar cortafuegos, dragar los embalses, sanear cauces de ríos, e incrementar las partidas presupuestarias de los servicios de prevención y extinción de incendios, todos se lo agradeceremos. Mientras tanto, por favor, ¡¡Cállense!!

Hasta el mes de septiembre, amigos. No se trata de que me vaya de vacaciones (jubilación y vacaciones se excluyen mutuamente), sino de que prefiero dejarlos disfrutar de estas cuatro semanas y media sin molestarles. 

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