sábado, 25 de diciembre de 2021

 La lengua de los políticos

El quinto "coño"

Dicen los cronistas de la Villa y Corte de Madrid que "El 5º pino", es expresión nacida en los tiempos de Felipe V, alusiva a la más alejada conífera crecida en lo que ahora es casi el centro de la ciudad, la zona de Los Nuevos Ministerios. Ése era el punto hasta donde se desplazaban las parejas de enamorados, lejos de la vigilancia de cuñadas y carabinas. Expresión que aludía a lejanía, y que con el paso del tiempo cedió su lugar a "El 5º coño", frase más grosera pero igualmente alusiva a distantes parajes de complicado acceso.

Sin embargo, el encabezamiento de este párrafo trato de que tenga, una significación entre aritmética y política. Quiere, en resumen, traer a colación las circunstancias que rodean la última vez, la cuarta por ahora, en que la malsonante locución ha sido utilizada en sede parlamentaria.

Porque, a la espera de que cunda el ejemplo, cosa que no reclamo, y se llegue al quinto, cuatro han sido las veces que la interjección (que no sustantivo en la acepción que ahora interesa) ha rebotado en artesonados y cabezas dediputados No excesivas, si uno repara en la prodigalidad con que el español medio tira de vocablo para expresar, según la RAE, "diversos estados de ánimo, ya sean de extrañeza o de enfado". 

  • El Teniente Coronel Tejero inauguró la tanda el 23 de Febrero de 1981. "¡Se sienten, coño!", dijo el golpista, pistola en mano, bigote en rostro y tricornio en testa.
  • Pocos años después, el cantautor José Antonio Labordeta, Diputado por la Chunta Aragonsesista, harto de que los escasos asistentes a la sesión en la que hablaba no le prestaran la menor atención, los llamó al orden con un tonante "¡coño! ¡Ya". Provocó algunas risas pero el asunto no pasó de ahí.
  • Más tarde, fue el propio Presidente del Parlamento, Don Jesús Posada, molesto por las interrupciones que soportaba no recuerdo qué orador, quien tiró por la calle de en medio y espetó a los presentes, un enérgico "Esperen a que termine ¡Coño!".
  • Por último, no recuerdo qué día exacto de la semana pasada, el que dice ser el líder de la oposición,  Pablo Casado, interpeló desde su escaño al Presidente del Gobierno en los siguientes términos: "¿Qué coño tiene que pasar en España para que usted asuma alguna responsabilidad?"

De "coño" a "coño" y tiro porque me toca

Sin pretender enmendar la plana a la RAE, tengo para mí, que el potencial expresivo del referido vocablo es bastante más versátil, más polivalente, más rico, en definitiva, que la escueta dualidad extrañeza/enfado.

Centrémonos en el primero y el último, el de Tejero y el de Casado.

Tal como yo los interpreto son dos "coños" radicalmente diferentes y ninguno encaja con precisión en la alternativa del diccionario.

  • Podría más de uno interpretar el "coño" de Tejero como un exabrupto propio de ambientes cuartelarios. Un taco tabernario de alguien poco ducho en el uso del lenguaje, más pendiente del gorgoteo del vino que vierte la frasca, o del reparto de los naipes en sala de banderas, que de las reglas del bien decir. No, no creo que fuera eso: ese "coño" habla del carácter enérgico de quien está acostumbrado a ser obedecido a la primera. (—Si digo, "se sienten", se sienta todo cristo y se acabó). Es por tanto, el atajo de quien no está habituado a perder el tiempo, sino a ordenar y a ser obedecido. Como así ocurrió; lo que pasara después es cosa bien sabida, que aquí ya no pinta nada.
  • ¿Y el de Casado? Pues qué quieren que les diga. A mí me parece un "coño" frustrado, insatisfecho, si acaso un pelín angustiado. Un "coño" que no llega a tiempo,  que sufre, que quiere y no puede, que ni come ni deja comer, que teme ir por uvas y salir trasquilado; un "coño" que, diga lo que diga, se siente lejos del clímax que busca: sentarse donde está Sánchez.  

Si les da por comparar, fíjense: 

  • Tejero llega al Congreso pletórico, grita un par de órdenes, larga una rociada de disparos, suelta su archiconocido "coño" ¡Y es obedecido! El personal, o sea, mayormente, los Padres de la Patria, se sientan: "coño" vomitado, asientos ocupados. Se acabó.
  • ¿Casado? El Sr. Presidente del Gobierno oye el taco pero no le increpa, no se rasga las vestiduras, no acude a nuestro rico palabrero en busca de otro taco más contundente: lo mira sonriente y le recomienda que modere la ingesta de café. Lo que no deja de ser un problema para don Pablo, porque si le han tomado la medida y cada vez que se suba por las paredes provoca sonrisas condescendientes ¿Qué puede hacer? A punto de romperse su entente cordiale con Dª Inés, con la Srª Ayuso afilando el estoque y la Srª Olona afirmando que votarle a él es como hacerlo a Sánchez, sólo faltaba que ni siquiera el Gobierno Social-Comunista y de Los Grandes Expresos Europeos responda a sus desplantes.

En fin, que me despido que el tema no da para más. O sí que da pero no estoy por la labor de seguir mareando la perdiz. Y el caso es que podría haber hablado de algo que me parece bastante más relevante, el acuerdo CEOE, Gobierno, Sindicatos para presentar en Bruselas el nuevo modelo de relaciones laborales, pero ya tendremos tiempo de comentarlo.

Dadas las fechas y como no quiero ser menos que Don Pedro y Don Pablo, permítanme que les desee a todos ustedes unas Navidades tranquilas, alejadas de contagios, cuarentenas y penalidades, y un 2022 con mejores perspectivas que lo que el pasado 2021 nos ha dejado en herencia. Tampoco creo que sea pedir la luna.

sábado, 18 de diciembre de 2021

 Suicidios

Por dónde empezar

La muerte reciente de Verónica Forqué, algunas de las reflexiones que he oído al respecto, y ciertos materiales conservados en mi memoria me llevan a dedicar este post al enigmático tema del suicidio.

Preguntas sin tiempo y sin posible contestación que asfaltan el corto camino que pretendo recorrer, ¿Por qué?, ¿Cómo evitarlo?, ¿Qué nos quiso decir?, ¿Quién soy yo para juzgarlo?, dificultan cualquier aproximación a esa realidad que me preocupa desde hace más de medio siglo.

Alboreaba la década de los 60 cuando Salamanca se conmocionó con una sucesión de suicidios. Un hombre en la treintena se quitó la vida arrojándose al vacío desde la torre de la Catedral Nueva; nunca se supieron sus motivos. Una pareja de novios, ambos cursando el doctorado, acabaron con sus días ingiriendo barbitúricos, no sin antes haber dejado por escrito sus reflexiones mientras la muerte se les acercaba. Por último, apenas terminado el curso académico, otro muchacho recién llegada la mayoría de edad, puso el cañón de la escopeta bajo la barbilla y apretó el gatillo; dicen que unos amores desgraciados acabaron con él. ¿Qué tenían en común? ¿Qué circunstancias de sus vidas tendrían que haberse corregido para evitar sus muertes? 


Algunos datos escalofriantes

Según el INE,

  • Cada día se suicidan en España 11 personas: una cada dos horas y quince minutos.
  •   Hay 13,6 muertes más por suicidio que por homicidio en España.

Pese a esos datos tremendos, según el Eurostat,

  • España ocupa la 24ª posición en el macabro ranking de suicidios (7’5 al año por cada 100.000 h., cerca de la menos golpeada, Chipre (4’5) y muy lejos de la triste líder de esta clasificación, Lituania, con 30’3.
  • Otros datos consultados, señalan a Groelandia al frente del desastre con 138, mientras que Turquía apenas sobrepasa los 2 (2’2).

Según la OMS, 

  • Hay  alrededor de 800.000 muertes al año en todo el mundo y 20 intentos fallidos por cada suicidio efectivo.
  • Por regiones, Europa lidera la clasificación con 15’4, mientras que muy cerca, en el Mediterráneo Oriental, no se llega a 4.
  • En todos los casos, sean países o regiones, la incidencia del problema es mayor en hombres que en mujeres, más frecuente entre clases sociales acomodadas que menesterosas y se observa una preocupante tendencia a la disminución de la edad de los suicidas.

Respecto a las causas

He leído algunos estudios pero me temo que poco aportan sus conclusiones. En apariencia, las causas podrían ordenarse, más o menos, de este tenor:

  • Trastornos psíquicos.
  • Problemas económicos.
  • Vivir en áreas con escasas horas de sol.

No me parecen satisfactorias

  • La primera, trastornos psíquicos, es tan reinterpretable, que no vale de nada. Equivale a zanjar la cuestión con un socorrido "estaba mal de la cabeza". Valdría lo mismo para explicar el comportamiento de quienes se quitaron la vida porque Brasil perdió la final del Campeonato Mundial de Fútbol, como para el samurai que se practicó el harakiri para lavar su deshonor, o para quien decide dejar de sufrir porque perdió la esperanza y prefiere la muerte al dolor. En estos casos y en otros muchos, se trata de actuar según escalas de valores que no coinciden con las de la mayoría.
  • Los problemas económicos, pueden ser agobiantes, pero me parece asombroso que, por regla general, la relación entre la riqueza de los países y las tasas de suicidios sea inversa, no directa. Es decir, la percepción del problema se agudiza entre quienes tienen más, lo que nos vuelve a llevar al punto de qué escalas de valores rigen en cada caso.
  • Tampoco parece determinante el factor relacionado con la falta de luz solar: Groenlandia no recibe menos sol que que Islandia, ni Lituania que Estonia.

Cómo prevenir la tendencia

Me temo que durante demasiado tiempo se ha enfocado el problema desde la represión, la culpabilización a priori de un comportamiento que sigue siendo enigmático.

  • Desde una perspectiva religiosa, el suicidio se ha calificado como una ofensa tan grande al Creador, que quien lo comete perdía el derecho a descansar en suelo sagrado: hasta 1983, estaba vigente el canon 1240 del Código de Derecho Canónico que vetaba la inhumación en cementerio católico a “quien con libertad y dominio de sus facultades se matara a sí mismo”.
  • Al hilo de ésta concepción, la legislación civil española ha venido considerando hasta hace bien pocos años que el suicidio era delito (El intento de delito, se entiende, que el consumado mal podía perseguirse).
  • Es ahora, quiero decir, en los últimos años cuando empieza a calar la convicción de que, dada la trascendencia social del problema, habría que intentar reducir al máximo los casos evitables. Desarrollo de las terapias psiquiátricas, tan huérfanas de soporte público por el momento; políticas enérgicas de prevención de las prácticas de acoso escolar, laboral o familiar; mecanismos de ayuda institucional…

En resumen

  • ¡Qué difícil es calificar la conducta del suicida? Heroísmo, generosidad, cobardía, egoísmo, locura desesperanza, amor... ¿Quién es capaz de escudriñar la mente y los sentimientos ajenos?
  • ¿Qué se puede hacer cuando alguien se convence de que no hay razón alguna para seguir en este mundo, que prefiere la nada al dolor de vivir?
  • ¿En qué punto hay que centrarse para reducir el número de estas muertes? ¿Está enfermo el suicida, o es la sociedad la que debe evolucionar? ¿Qué hay de común en la variedad de casos que observamos? 
  • ¿En qué momento hay indicios suficientes para saber que un semejante está en riesgo de hacerse tanto daño? ¿Dónde termina la responsabilidad individual y comienza la social?

Me gustará tener contestaciones, alguna al menos, pero, lo siento, no soy capaz.





sábado, 11 de diciembre de 2021

 Carta abierta a un político sin nombre

      Mi muy respetado y anónimo representante:

    Permítame que no escriba su nombre. No es falta de respeto, ni siquiera síntoma de mala educación; es que mi intención es tratarle a usted como arquetipo de todo un enjambre de profesionales de la cosa pública; comparten tantas características que resultaría indiferente en manos de quién de ustedes pudieran caer estos párrafos, si es que eso llega a ocurrir, cosa que dudo.

    Se acercan las Navidades. Si uno echa cuenta de cuándo encendieron ustedes las luminarias públicas, parecería que serán el próximo fin de semana; no es así, pero las citadas Fiestas, vaya si se acercan. Desde tiempos inmemoriales se relaciona esta época del año con una amalgama de sentimientos que van de lo familiar a lo amistoso, de lo poético a lo cursi, de lo religioso a lo jaranero; aunque, cada vez más, yo veo las Navidades como una trampa para ceder a los hábitos desbocados del consumismo más irracional. No me hagan caso: ya sé que vivimos en un sistema económico que necesita de una aceleración creciente, so pena de nuevas crisis o sea que disculpen mi extravío.

   Así que, dando por buena la tradición de desearnos felicidad unos a otros, constantemente y venga o no a cuento, me atrevo a sugerirle, a usted y a sus congéneres, sea cual fuere el Partido al que pertenezcan, que se tomen un respiro y que, al menos hasta el 7 de enero, hagan como todo hijo de vecino, tómense una copita con quien tengan más a mano y dejen de agobiarnos con sus quejas jeremíacas, con sus pronósticos agoreros, con sus profecías apocalípticas.

    Verá usted, don Político: muchos de nosotros, la mayoría, leemos uno o más periódicos, escuchamos alguna emisora, vemos tal o cual noticiero y, además, hablamos con nuestros amigos y recibimos información por las consabidas redes sociales. Vaya, que estamos informados de los resultados de la erupción volcánica que sufre la isla de La Palma, de los perniciosos efectos de nevadas y aguaceros y de los avatares de nuestra economía. 

   Puede extrañarle, pero le aseguro que estamos que al cabo de la calle de la preocupante evolución de las sexta ola de la Covid en España, aunque todo indica que esos países que siempre nos ponen de ejemplo lo llevan peor. Casi todos lamentamos las altas tasas de paro, pero, aunque las cifras sean las mismas, ¿por qué insisten en decir que 35 de cada cien jóvenes no tienen trabajo, en vez de contarnos que 65 de cada cien han encontrado ocupación? Ya sé que son los mismos, pero ¿a que suena mejor? ¿Y qué decirle del incremento de los precios? Claro que nos preocupa, aunque seamos sólo los sextos de Europa en la lista de los que mayores incrementos soportan. Y el precio de la energía, y los problemas de nuestra agricultura…, y… ¡Un desastre! ¿O no es para tanto?

Cuando sus ocupaciones se lo permitan, salga de su casa y verá lo que encuentra: calles abarrotadas, tiendas llenas, restaurantes con listas de espera, hoteles a rebosar ¿Cómo se explica? ¿Estaremos todos todos tan desesperados que hemos decididos reventar antes de que todo acabe? ¿Y si nada más fuera la manifestación de un estado de ánimo que tan mal casa con lo que escuchamos a ustedes cada vez que les ponen un micro o una cámara delante?

    Hace unos días me llegó por una de las habituales redes sociales un espléndido artículo de Manuel Vicent en el que después de listar la impresionante relación de logros de los que podemos enorgullecernos los españoles dejaba en el aire la evidencia de que, por extraño que les parezca a ustedes, (él, muy benévolo, los llama "líderes") fuera de nuestras fronteras nos quieren y nos admiran más que dentro.

       Y a eso iba: ustedes han hecho del lamento una estrategia, de la queja un arma, de la tergiversación una costumbre. Tal parece que en vez de alegrarnos la vida, levantarnos el ánimo y convencernos de que somos capaces de lo mejor porque ya lo hemos hecho otras veces, se dedican a mantenernos al borde del pánico.

      Barrunto que ustedes tratan de conseguir un pueblo asustado, porque así es más fácil de gobernar. Déjeme que le diga que el miedo es la antesala del odio, y que cuando éste se instala en la sociedad ni usted, ni sus amigos, ni la suma de ustedes con sus adversarios serían capaces de controlar los resultados. En vez de tantas profecías siniestras, repasen la historia y comprobarán cuántas veces enloquecer al pueblo ha traído la desgracia, no sólo aquí sino en cualquier rincón del mundo. Y cuántas, por el contrario, España, ésta España, ha asombrado al mundo, no importa quién estuviera al frente.

      En fin, señor político. Ni quiero aburrirle, ni sé si valdría para algo; por si acaso, vuelvo a repetirle un par de cosas. Sólo dos para que le resulte fácil recordarlas:

    Primera: Estamos mejor de lo que ustedes quieren hacernos creer; no lo digo yo: lo dice el resto del mundo, así que no sea cenizo y alégrese con sus rrepresentados.

     Segunda: Si me ha hecho caso, dedíquese desde ahora a pregonar la buena nueva, y háganos partícipes de su alegría, que para penas, con las de cada uno tenemos de sobra.




sábado, 4 de diciembre de 2021

 Toda España es La Palma

Política volcánica

Después de poco más de dos años desde las últimas elecciones generales, el volcán de la política española no presenta síntoma alguno de vuelta a la normalidad.

  • Siguen abiertos los cráteres strombolianos del primer momento (imposibilidad de acuerdos que la Constitución establece como obligatorios, exhibición de capacidad descalificadora, perdida de la cortesía parlamentaria, desmesura, tensión…).
  • Aparecen cada cierto tiempo nuevas bocas por las que se derraman coladas que amenazan con arrasar campos y viviendas apenas respetadas por las anteriores; entre ellas la aparición de contradicciones internas en cualquiera de los bloques que tratan de hacerse con el control del volcán.

Volvamos a lo más real; hoy quería escribir sobre la encrucijada en la que se encuentran  la  mayoría de nuestros Partidos. Disputas internas, batallas fronterizas entre quienes se acuestan como aliados y se despiertan como enemigos, líderes estresados (y perdonen la exageración de hablar de líderes en España, una especie que hoy se encuentra, en el mejor de los casos, en estado de hibernación), confusión creciente de la ciudadanía carente de elementos para saber qué quiere, qué busca un Partido y su antagonista.


Las aguas de la izquierda bajan revueltas

Apenas superado el escollo del debate presupuestario, recién terminado (¿o quizás no?) el cabildeo, la búsqueda de los apoyos necesarios para apuntalar la legislatura, vean y recuerden:

  • No importa lo que diga la OCDE, el FMI, el Cabildo Catedralicio de Mondoñedo o la Sociedad de Amigos de la Capa, el Gobierno mantiene, erre que erre, sus previsiones económicas. "Sostenella y no enmendalla", como siempre. Si luego la realidad se impone, será porque la realidad es reaccionaria.
  • Las cuentas se apoyan si se consiguen acuerdos en la protección a lenguas cooficiales en series televisivas, lo que la oposición interpreta como la manta que cubre excarcelaciones de terroristas. Ustedes no sé, pero servidor no encuentra relación alguna entre escuchar a gringos hablando euskera en Pamplona y la partida presupuestaria que dota de fondos a la investigación, por ejemplo.
  • Minutos antes de que el la tormenta escampe, el socio minoritario del Gobierno amenaza con votar en contra, farol, supongo, que nadie se toma la molestia siquiera de comentar, y el inevitable señor Rufián hace gala de su más cavernosa entonación para amenazar a quien todos sabíamos que acabaría apoyando.
  • Yolanda Díaz da un paso más en su enigmático proyecto político. Un proyecto que, cuando tenga más elementos de juicio, me gustaría comentar a fondo. Por el momento, me sorprende que después del fracaso histórico de diluir el Partido Comunista en Izquierda Unida, y ésta en Unidas Podemos, trate ahora de fundar un… ¿Un qué? Algo alejado de los Partidos, transversal, y no sé si reservado sólo a las mujeres. Una  perla del jueves pasado: "Dejo la izquierda para el PSOE", dijo Yolanda, ella que, salvo error por mi parte, sigue llevando en el bolsillo el carné del PCE. Aunque ¿de dónde habré sacado yo que el PCE era de izquierdas?
  • Así que ésta es mi aventurada conjetura: Yolanda Díaz ha empezado el camino a la irrelevancia, parecidp al  que ya recorrió el antes temido Pablo Iglesias.


Mal de muchos… epidemia (aunque no se trate de la Covid)

Tampoco están las cosas como para tirar cohetes en la casa de la derecha. Una casa que según Aznar debería concebirse como "La Casa Común". Un hogar donde convivieran en paz y armonía Santiago Abascal, Pablo Casado y… Y nadie más, porque ¿qué pinta a estas alturas Inés Arrimadas o cualquier aspirante a sucesor? Por el momento, me temo que de casa, nada: barrio como  poco.

El problema es que una cosa es el diseño y otra la ejecución. La primera parte del plan, deshacerse de los cantamañanas que coqueteaban con la idea de hacer del PP un Partido de centro, los Rajoy y sus cuates, ya saben, salió medio bien, y la entronización de Casado como supuesto líder del Partido, concluyó con éxito.

El resto no está saliendo como se había programado en la FAES

  • La derecha de la derecha gana fuerza cada día, porque es más homogénea, porque estamos viviendo una crisis imprevista en la que es más fácil hacerse oír diciendo que no que diciendo que sí, porque, no se olvide, en la eclosión de Vox estuvo el descontento de los votantes de la derecha ante la exasperante indefinición de la era Rajoy.
  • Un mal día, Casado trata de "pintar su raya", como dicen en México, y se descara con Abascal en el Congreso. El movimiento táctico pudo estar justificado, pero también pudo ser inoportuno. O no, nunca lo sabremos. Lo que sí sabemos es que alejó el sueño de Aznar de ver a todos viviendo en la misma casa y comiendo en la misma mesa.
  • Y entonces, (entonces, no antes ni después) se abre un nuevo cráter en el volcán: Isabel Díaz Ayuso, arrasa en Madrid y se enfrenta cada día con el Presidente de su Partido. No es un cisma doctrinal, ambos son miembros de la misma familia interna, sino una variante estratégica: cómo relacionarse con el Partido que ocupa su flanco derecho. Por eso, la Srª Monasterio y la Srª Ayuso van de la mano en la Comunidad, mientras que el Sr. Almeida, telonero de Casado, tiene que hacer equilibrios en la cuerda floja para evitar el bloqueo de Vox en el Ayuntamiento de Madrid.
  • Y tal vez por lo incierto del resultado, mientras unos y otros vocean lo amigos que son, Casado ha dejado de urgir a Sánchez para que convoque elecciones la próxima semana, y es ahora a la Srª Ayuso a la que no le vendría mal tal adelanto. 

 Qué quieren que les diga

  • Salvo explosión del volcán, tenemos Gobierno para los dos años que le faltan para agotar la legislatura, así es que ¿por qué tanta prisa? ¿No sería mejor dedicar algún esfuerzo, unos y otros, a lograr que los contribuyentes viviéramos un poco mejor y más tranquilos?
  • Hay cosas que hacer y muchas otras que evitar; dedíquense a ellas que para eso están donde están. Luego, un par de meses antes, ya damos por descontado que todos gritarán, exagerarán, prometerán, insultarán… Habrá quien se emocione y habrá quien apague el televisor cuando lleguen los espacios electorales, pero, por lo que más quieran: apiádense de nosotros hasta entonces.






sábado, 27 de noviembre de 2021

 Un otoño neurasténico

El riesgo de engancharse a cualquier telediario

Camino del invierno, España tirita bajo los efectos de otra DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos, por si no estaban al tanto) que sobrepasa con mucho lo estrictamente meteorológico.

No importa de qué se trate, el o la locutora del telediario encadena penas y desgracias que podrían terminar con el apetito de cualquiera; así que o cambian el horario de las noticias, o lo hacemos los televidentes con el de nuestras comidas.

Vean:

El pasado que se resiste a ser sólo eso, el pasado

¿No les parece que hablar de memoria histórica es retórico y un tanto redundante? No hay Historia, con mayúscula, sin historias con minúscula, o sea, sin memoria individual y colectiva; pero ¿cuándo llega el momento de circunscribir los debates sobre el pasado al ámbito académico? ¿A partir de cuándo los que ahora vivimos dejamos de considerarnos herederos directos de ganadores o de perdedores?

En tanto alguien decide sobre lo que acabo de preguntar, tan improcedente me parecería hacer bandera política del derecho a reparación de los herederos de Dª Juana la Beltraneja, como tratar de pervertir un principio que es santo y seña de la democracia: la irretroactividad de las Leyes Penales.

El franquismo, consecuente con sus principios, se lo saltó a la torera y persiguió a los españoles por  las haber hecho cosas años antes de que se hubieran promulgado las Leyes que las prohibían, es decir, cuando eran conductas legales. Tratar ahora de enmendar la amnistía de la transición es caer en lo mismo, por mucho que se invoquen nebulosos principios de Derecho Internacional.

Tome nota el Gobierno de que imputar la idea a una parte minoritaria del Ejecutivo no disminuye la responsabilidad colegiada de quien adopta el acuerdo, que es, desde luego, el Gobierno en pleno.


¡Que ardan las calles!

Eso he oído gritar a una gaditana. Cádiz echa humo y uno puede llegar a entender que la suma de tantos factores es, al final, material inflamable: tasas de paro insoportables, desindustrialización creciente, resaca de la Covid, negociaciones colectivas empantanadas, pero…

  • La huelga, legítima donde las haya, se convocó al término de la segunda reunión de la mesa negociadora. ¿No es un poco pronto?
  • Mientras los sindicatos demandaban acomodar los incrementos salariales a la inflación, la patronal pretendía recortar beneficios adquiridos. Como en la pretransición ¿Es que nadie es capaz de pensar un poco antes de empezar a hablar?
  • La legitimidad de una huelga no ampara la quema de contenedores ni el bloqueo de vías de comunicación. ¿Es que la futura candidata a Presidenta de Gobierno desconoce algo tan elemental o cree que somos los demás los que no sabemos distinguir?
  • No hay nada que oponer a que los estudiantes se solidaricen con quien mejor les cuadre pero ¿en qué les afectaba el conflicto del metal, en el incremento salarial o en la intención patronal de suprimir el plus de toxicidad? (Salvo que consideren insuficiente lo de pasar de curso con suspensos y estén reivindicando el derecho a ser Doctores en Ciencias Exactas sin haberse matriculado). 
  • Todos, tenemos derecho a exponer nuestras ideas, y a ser partidarios de unos o de otros pero ¿es de extrañar que si un Alcalde agite los ánimos como si siguiera siendo activista callejero, muchos se queden perplejos?
  • Leo que Vox había manifestado su apoyo a las reivindicaciones de los huelguistas gaditanos. Nada que oponer, pero ¿por qué me viene a la cabeza que Marine Le Pen también apoyaba a los "chalecos amarillos"? ¿Cuanto peor, mejor?

Al final, se logró un acuerdo, aceptando ambas partes olvidarse de lo más duro de sus posiciones; como de costumbre, como siempre que te sientas a negociar con necesidad de llegar a un acuerdo.

Cundirá el ejemplo, ya lo verán, y tendremos más conflictos en muy poco tiempo. Por ejemplo, el de los campesinos (agricultores, más bien, que lo de campesino está cerca del viejo concepto de "bracero", que poco pinta en este conflicto triangular entre productores, intermediarios y Gobierno).

O el de los transportistas, sobre el que, de entrada hay que decir que no es una huelga sino un cierre patronal y que algunas de sus reivindicaciones no van dirigidas al Gobierno sino a sus propios clientes, lo que lo hace peculiar y sospechoso, al mismo tiempo. Pregúntese qué Partidos jalean a los dueños de los camiones, ya verán.

Y, para terminar, policías y guardia civil, salen a la calle no para perseguir a los malos sino para demandar más seguridad para ellos y para nosotros. O sea, que no quieren que se toque la normativa actual de seguridad ciudadana. Casado pide a los suyos que se dejen ver en las manifestaciones de las fuerzas del orden. Los obispos, por el momento no se han pronunciado. Crean ustedes lo que quieran, pero los manifestantes y sus palmeros están en su derecho. Y yo en creer que detrás de tanta movilización hay mucho más que reivindicaciones laborales.


Todos contra todos y si están cerca, con más motivo

¡Qué semana!

  • Al hilo del conflicto gaditano, podemitas y sociatas anduvieronn a la greña en el seno del Gobierno de Coalición. Una tanqueta policial y su uso es motivo suficiente para que la Vicepresidenta 2ª pretenda poner firme al Ministro del Interior. ¿Ha empezado ya su campaña? ¡Mujer, que faltan dos años todavía!
  • Las dos versiones del secesionismo catalán (Independencia ya o Independencia cuando toque) se enfrentan por los Presupuestos del Estado y por los de Cataluña. En este contexto tal vez se entienda mejor la insumisión de Pere Aragonés ante un sentencia del Tribunal Supremo que confirma lo dicho por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. ¡Dice que es intolerable la injerencia judicial en Cataluña, cuando ha sido él quien ha recurrido!
  • Casado y García Egea vs Cayetanas e Isabeles. Dejo que sean los lectores quienes etiqueten las tendencias de cada pareja, e, incluso, los aliados o mentores que puedan estar detrás de unos y otras. Mientras tanto, voces sensatas dentro del PP advierten de los riesgos electorales de las broncas familiares. 
  • Hablando de Pablo Casado: ¿Mala suerte o confusión entre Franco Bahamonde y Franco Battiato? De la docena escasa de templos en los que se honró la memoria del General Franco, tuvo que entrar en uno de ellos, bien adornado, por cierto, por banderas preconstitucionales, para cumplir con el precepto dominical. No es lo más afortunado, salvo que sea deliberado; y en ese caso, tampoco.

Los extraños compañeros de viaje

Ya decía un tal López Rodó que la política hacía extraños compañeros de cama: 

- En Andalucía, Vox vota con Unidas Podemos y socialistas contra los presupuestos de PP y Ciudadanos.

- En Cataluña, JxCat vota con PP, Ciudadanos, Vox y PSOE contra la propuesta de ERC que, a su vez,  se apoya en los Comunes. 

- ¿Y en la Carrera de San Jerónimo? Bildu, PNV y ERC apuntalan al Gobierno, mientras suman votos contra el proyecto Vox, PP, C’s ¡Y JxCat y la CUP! 

Visto lo visto ¿quién se siente moralmente respaldado para criticar las alianzas de los demás? 


Una buena noticia: algo se mueve en la España profunda

A la convocatoria de Núñez Feijóo, líder galleo del PP, acuden Presidentes de Comunidades Autónomas que tienen problemas y falta de soluciones comunes, sea cual sea su color político.

  • Se esperan ríos de dinero procedentes de allende nuestras fronteras. Al final, ya lo verán, será menos de lo que hubiéramos querido, pero es una buena ocasión para corregir defectos enquistados.
  • Todos los asistentes coinciden en que el excesivo peso del criterio poblacional, a la hora de financiar Autonomías perpetuaría el desequilibrio; incluso lo aumentaría: sanidad, educación, transporte, digitalización, servicios sociales comportan programas más costosos en cualquiera de las dos mesetas que en los aledaños de Madrid, Barcelona, Bilbao.
  • Me ha parecido ver suficiente nivel de complicidad entre responsables de distinto signo, como para valorar positivamente este ejemplo de transversalidad. Más aún si puedes detectar una sospechosa displicencia al respecto en Génova y en Ferraz. 
  • Un lástima, porque podría haber sido el primer paso de un larguísimo camino: el que llevara a los grandes pactos de Estado que España necesita mucho más que andar partiéndose la cara por quién es el inquilino de La Moncloa.

sábado, 20 de noviembre de 2021

 Ni suspensos ni repeticiones de curso

El atajo

"Si no sabes dónde vas, seguramente terminarás en otro lugar". He oído esta frase atribuida a Lewis Carrol, y a Yogi Berra, aunque no falta quien la considera anónima. No importa: no la traigo aquí para felicitar a su creador sino para preguntarme si quienes han decidido acabar con la terrorífica y a la par entrañable figura del suspenso académico saben lo que están haciendo.

He oído ingeniosos argumentos, llamadas a la modernidad, alegatos que tratan de demostrar que el suspenso "desmotiva" al alumno y provoca el incremento del abandono escolar. En resumen, que no hay por qué penalizar al suspendido y obligarle a perder otro año de su valiosa adolescencia repitiendo curso. 

Escucho hablar de la inutilidad de los exámenes y de su escasa virtualidad frente a fórmulas mucho más  actuales, y de cómo las nuevas medidas van a mejorar los "ratios" de nuestro sistema educativo en el concierto europeo y mundial.

Tanta palabrería no despeja algunas de mis dudas. Cazurro que es uno:

  • ¿Cuál es la finalidad primordial del sistema educativo? ¿Escalar posiciones en la clasificación internacional, mejorar el nivel de conocimientos de nuestros educandos, poner en el mercado nuevas generaciones de ciudadanos competentes? ¿O sólo se trata  de satisfacer el orgullo de papás y mamás?
  • ¿Cuál es la mejor manera de reducir el fracaso escolar, incrementar los conocimientos, mejorar las herramientas formativas, o disminuir la exigencia?
  • ¿Qué hace diferente la enseñanza al resto de las actividades humanas? ¿Sería lógico eliminar los análisis clínicos para reducir la tasa española del colesterol?

Los tiempos cambian

Y tanto. En el terreno que nos ocupa, hay un hecho aceptado por todos: la validez temporal del caudal de conocimientos de una persona es cada vez menor. Hace un siglo, lo que se aprendía conservaba su utilidad durante toda una vida, o casi. Hace años oí decir que en Silicon Valley se daba por axiomático que el caudal de conocimientos de un primera fila servía nada más para siete años; ahora se habla de cuatro.

Es imprescindible, por tanto, acomodar las enseñanzas, el modo de transmitirlas, su contenido, a ese hecho: lo que hoy has aprendido no te valdrá para nada en cinco, quizás cuatro años. Así que ahora no es que haya que enseñar, sino que habrá que enseñar a aprender, porque habrás de ser tú quien busque la manera de reciclar tu bagaje.

No obstante, ¿qué tiene que ver todo eso con pasar curso sin haber demostrado que dominas las herramientas que te habilitan para el siguiente paso? ¿Cómo demostrar que eliminar la  prueba es un estímulo para seguir avanzando? ¿No será al revés y por partida doble? 

Imaginen el entrenamiento de un vallista: su preparador verifica que el aspirante a figura olímpica derriba una y otra valla; ¿qué es más sencillo para evitarlo, enseñarle a saltar más o reducir la altura de las vallas? ¿Lo ven? ¡Vallas más bajas! Ya, pero luego, en la Olimpiada, las vallas van a tener la altura de siempre, así que el neófito no pasará de la primera eliminatoria.

Y es que en la escuela y en el gimnasio hay dos realidades que no han cambiado: No hay resultados sin esfuerzos, y no hay forma de medir los resultados sin pruebas de contraste. Hay una tercera, pero ésa es la que ahora se quiere esconder: cuando algo no sale bien a la primera, no hay más remedio que repetir el intento. Para eso se inventaron las gomas de borrar y los períodos de garantía.


Cuando se toma el rábano por las hojas

Es importante, qué duda cabe, ocupar lugares destacados en cualquier clasificación que trate de certificar lo bueno que eres. Eso suele medirse en estadísticas, cuadros comparativos y otras herramientas parecidas.

España, y no saben cuánto lo siento, hace más de un siglo que no encabeza ninguna de estas clasificaciones internacionales relacionadas con la enseñanza. Hay demasiado fracaso escolar, demasiado abandono prematuro de las aulas.

Algo que hay que corregir ¿verdad? El caso es que, desde mi punto de vista, la manera de resolver el problema no es hacer trampas en el solitario, sino mejorar todos y cada uno de los elementos del sistema:

  • ¿Estamos seguros de que sabemos dónde queremos llegar? ¿Se trata de conseguir generaciones bien pertrechadas para lo que les espera, o papás satisfechos de que sus hijos no hayan suspendido ninguna asignatura? ¿Qué debemos mejorar, las notas o los conocimientos?
  • ¿Contamos ya con el estamento docente que necesitamos o también en ese terreno hay que empezar por mejorar sus niveles de competencia, digan lo que digan las organizaciones que les representan?
  • Y en el escalón docente superior ¿Cómo nos las hemos arreglado para pasar de trece universidades a más de cien en menos de medio siglo? ¿De dónde hemos sacado tanto profesor? ¿Tendrá eso algo que ver con los irrelevantes lugares que asignan a nuestras universidades en las listas mundiales de la excelencia?
  • Y, volviendo al origen: ¿dónde dice que todo español por el mero hecho de serlo tenga derecho a ser titulado universitario? ¿Quién paga eso? Y, sobre todo ¿necesita España tanto titulado superior? Dicho de otra manera, dado que la enseñanza es muy cara, no para el alumno, sino para el contribuyente ¿qué es primero, el orgullo familiar de que el nene esté matriculado en Ciencias Políticas, o el correcto uso de los recursos escasos de un país pobretón como el nuestro?

En fin…

  • Yo ya no me veo examinándome, así que tampoco descarto que todos estos lamentos e interrogaciones sólo sean, una vez más, cháchara de viejos.
  • Auguro el próximo "avance": podrá mantenerse la beca (o sea la entrega de un dinero salido de los impuestos) aunque el beneficiario no supere las pruebas que habilitan para acceder al curso siguiente, ya sean exámenes clásicos, evaluación continua o resultados de sorteos en combinación con el cupón pro ciegos.
  • Cuando el recién licenciado acuda a su primer empleo, va a encontrarse con pruebas de selección, con exámenes, en definitiva, sea cual sea su contenido. ¿Podrá exigir su desaparición? Quizás, pero si no da la talla que se requiere, acabará en la calle. Buen momento para preguntarse de qué valió haber celebrado en su día la desaparición de los amargos suspensos.
  • Pero qué más da: cada nuevo Ministro, Ministra o Ministre de Educación que tome la palabra, hablará de que "estamos en presencia de la generación mejor preparada de la historia"; ya lo verán.


sábado, 13 de noviembre de 2021

 Los mesoneros

Viejas necesidades, nuevas formas

Grecia, Roma, Egipto, y no sé si los hititas, ya conocieron establecimientos donde el viajero, el forastero, el carente de casa propia, encontraba acomodo, mesa y lecho, donde reparar sus fuerzas.

Los que hemos llegado a eso que Jorge Manrique llamaba "el arrabal de senectud" recordamos las diferencias existentes que durante décadas, si no centurias, el común de la clientela era capaz de detectar entre unos y otros modelos de establecimientos donde podías matar el hambre a cambio de un dinero, poco o mucho, dependiendo dónde decidieras sentarte y qué quisieras comer. 

  • Mesones, casas de comidas, restaurantes de barrio, locales de postín, eran categorías sin una definición precisa pero que todos sabíamos identificar. Límites imprescindibles para elegir, si es que de eso se trataba, dónde y qué comer y cuánto pagar por ello. Y antes de sentarnos a la mesa elegida, sabíamos, más o menos, qué esperábamos encontrar.
  • La década de los 60, también "prodigiosa" en este terreno, alumbró la nouvelle cuisine, enseguida transportada a España de la mano de Juan Mari Arzac y sus epígonos. Y más o menos por entonces, empezamos a ver por nuestras ciudades establecimientos franceses, alemanes, italianos, chinos, los primeros japoneses, y las primeras hamburgueserías, versión transatlántica de lo que por aquellos pagos igual pensaban que era cocina.
  • Redondeaba el cuadro, el quehacer de un selecto grupo de críticos gastronómicos, algunos de ellos aún supervivientes, que ejercían su oficio bajo la doble premisa de saber de qué hablaban e informar al lector sobre calidades, precios e instalaciones. Los locales criticados iban del tres estrellas Michelin al chiringuito de playa y los platos comentados, del caviar al boquerón. 

Variedad que, no obstante, permitía rastrear características comunes

  • El comensal sabía de antemano qué podía esperar del sitio elegido y obraba en consecuencia: si optaba por casas de comidas, sabía dónde catar los mejores callos, la más suculenta paletilla de cordero, el cocido más recomendable Y elegías en consecuencia, hablo de Madrid, entre San Mamés, La Fuencisla o La Tasca Suprema. Nadie esperaba encontrar cartas parecidas, en el otro extremo del abanico, en Horcher que en Zalacaín, en Jockey que en el Club 31.
  • En consecuencia, cada establecimiento se afanaba en establecer diferencias con la competencia, en especializarse en algo que le hiciera único, no en amalgamar un bodrio de carta en la que estuvieran al mismo tiempo la fabada y el arroz a banda. 
  • No importaba el sitio, el cliente sabía que para el mesonero, él, el cliente, estaba por encima del lugar al que acudía. Y si no lo estaba, se sentía tratado como si lo estuviera. Así que elegía hora de sentarse a comer o a cenar y se levantaba de la mesa cuando le daba la gana.
  • Lo habitual, por último, es que el propietario del lugar fuera el guisantín que oficiaba en cocina. Si necesitaba dinero para mantener o ampliar su negocio, lo buscaba por los medios tradicionales, pero rara vez podía encontrarse una Sociedad Anónima detrás del rótulo de un restaurante; menos aún lo que ahora se llama "un grupo inversor"


Y entonces, llegó el turismo de masas, y la crisis, y la modernidad

Quiero empezar rindiendo un homenaje a las excepciones que siguen fieles a los viejos principios: afán por la diferencia, dedicación al cliente, negocio en manos del que te ha de dar de comer, críticos atentos a su función.

Siguen existiendo, pero se han quedado en minoría. Ahora arrasan otros criterios. Nuevos modelos que proliferan allá donde vayas. Hay variantes según niveles, pero todos compartan características parecidas.

  • La búsqueda de la rentabilidad, ha separado a propietarios y cocineros: sólo en algunos casos el segundo es, a la vez, el primero. No se trata de que el mentor del lugar deba estar mañana tarde y noche a pie de fogón, pero sí que el negocio sea controlado directamente por él. Y aún en estos casos, puede que terminen cayendo en lo mismo: descubrir una fórmula que le permita repetir el establecimiento una y otra vez, no importa en qué nivel de precios, calidades e imagen se mueva.
  • Buscar el beneficio antes que la atención al cliente, fulmina la originalidad: si se encuentra una buena fórmula, se repite una y otra vez. Podrás encontrar calidad aceptable aunque un tanto ramplona, pero olvídate de tus viejos privilegios; ahora es "la política de la casa" la que va a decidir no sólo a qué hora tendrás el privilegio de pagar por comer, sino hasta qué hora podrás seguir disfrutando de tu mesa.
  • El turismo de masas ha terminado con la búsqueda de la excelencia. Sencillamente, porque ya no es necesaria para la buena marcha, incluso para el buen nombre del establecimiento. Cuando uno recibe 83 millones de visitantes extranjeros ¿a quién le importa lo que opine un texano, un galés o un ruso de la calidad de unas patatas bravas? Ni lo sabe el cliente, ni le importa al dueño, porque hay media docena de japoneses esperando por esa misma mesa.
  • Adiós a las diferencias. Lo que ahora se busca es componer una carta universal que contente a una mayoría tan variopinta que conduce al despropósito. Han oído hablar de "cocina de fusión" y no saben de qué se trata. No intentan tomar un par de características de un plato libanés y otro gallego y elaborar una ceación distinta a las dos precedentes. No, la mayoría están convencidos de que "fusión", consiste en meter en la misma carta cachopo asturiano, chepa de cebú a la mozambiqueña y gusanos de seda en salsa vietnamita. Ningún restaurante que hoy pretenda estar al día se resiste a incluir en su oferta el sushi, el humus y el ceviche, junto a la paella, desde luego. Todos malos, por descontado.
  • ¿Qué fue de los viejos camareros? aquellos cincuentones, sesentones, incluso, que, te hablaban de usted, y eran capaces de retener en la memoria la comanda de seis comensales mientras colocaban el servicio de mesa, con la sonrisa en la cara. Profesionales que sabían de qué iba el plato que habías pedido o qué marcas de Ribera o de Rioja estaban disponibles. Suerte tendrás ahora, si el "camareta" que te  atiende es capaz de pasar de "tinto o blanco" como posibles clases de vinos. 
  • No todos pero buena parte de los críticos parecen vivir en otro planeta. Lees sus recomendaciones y parecería que en el pueblo del que escriben, hay arroyos por donde fluye leche y miel y atan a los perros con longanizas. Así que les lees y te asombra la frecuencia con que aparece el caviar en los platos que han merecido su elogio, lo bien que logra el punto de la gamba roja el belga que regenta ese restaurante donde tan bien les sale el risotto a la trufa blanca, lo gratificante que resulta maridar un buen foie con el sauternes que le recomendó la sommeliere y qué bien se remata el almuerzo con una lágrima de Ardbeg en vaso bajo y sin hielo, como corresponde a un malta tan exclusivo. Alguien puede plantearse dónde desayuna, come y cena el crítico a diario y quién paga todo eso.

De nada vale lamentarse

  • El tiempo no da marcha atrás. Aprendamos a movernos en un mundo donde el comensal cuenta menos que el que cobra por darle de comer, donde la mayoría de los que comparten local con usted no van a disfrutar del paladar, sino a ver y a ser vistos, y donde el camarero no tiene la menor idea de por qué tendría que hablarle de usted a los clientes.
  • Podría hablar de precios, pero sonaría a lamentos de  viejo. Pese a todo, una cosa es que "todo haya subido, ya sabe, primero la crisis y ahora La Covid", y otra que este verano, en Marbella, no sólo era imposible evitar que cuando pidieras paella te llegara a la mesa un engrudo infumable de arroz con cosas,  sino que el precio exigido podía superar los 25 € por persona.
  • No haga demasiado caso de los críticos. Fíese, mejor, del boca a boca, de la información que pueda llegarle de amigos de cuyo sentido del gusto se fíe y, hágame el favor: cuidado con dar demasiada difusión a sus hallazgos, porque muchos de los mejores restaurantes de cualquier país, acaban muriendo de éxito. Busque lo bueno y deje lo mejor para quienes creen en su existencia. 





sábado, 6 de noviembre de 2021

 Hay días en que más vale quedarse en casa


Madrid, viernes, 5 de noviembre a eso de las 11’30

Nos pareció una gran idea acercarnos al centro para ver cómo había capeado la pandemia el corazón de Madrid. Tomamos el autobús, el 150 para ser precisos. 50 minutos después, habíamos conseguido llegar a la Plaza de Colón.

—¡Es que hay una manifestación! -nos dijeron. La infinita ristra de vehículos detenidos, haciendo sonar muchos de ellos sus cláxones, se perdía en la distancia.

Obras, muchas obras, y más automóviles que nunca. Y, para remate de fiesta, ¡La Manifestación! No sé cuáles fueran sus reivindicaciones, ni tengo ningún interés, ni talante adecuado para cuestionar el derecho de manifestación. 

Solo, cuando caminábamos desde Colón a Sol, que era nuestro destino, recordé que hace años, en este mismo blog, había sugerido que Madrid necesitaba un manifestódromo. No sirvió de nada, así que vista la perentoria necesidad de dar cauce simultáneo a las protestas de los ciudadanos y a su derecho a deambular por las calles cuando y como quieran, reitero lo dicho en aquella ocasión, por si en ésta los hados me son mas propicios.


VIERNES, 28 DE FEBRERO DE 2014


Madrid necesita un manifestódromo

 

¿Qué de qué?

 

¡Un manifestódromo! eso es lo que creo, y no es de ahora. La Srª Botella, Alcaldesa por carambola y porque su predecesor no quería morir sin ser Ministro, ha dicho que hay que ir pensando en restringir el derecho de la ciudadanía a manifestarse a troche y moche por las zonas nobles de Madrid.

 

Razones no le faltan, que un día sí y otro también, los habitantes de la Villa y Corte nos vemos molestados por manifestantes de toda laya y condición, que cuando no protestan contra un Ministro es porque lo hacen contra el Presidente del Gobierno, contra la mismísima Alcaldesa, o contra les empresas que les matan el hambre y no saben agradecerlo. Así no hay manera de vivir en paz.

 

Los manifestantes gritan, corean estribillos memos, a veces soeces, y casi nunca ingeniosos. Cuando se van, lo dejan todo perdido de papeles, colillas, restos de pancartas y cascos de botellas o latas de bebidas. En no pocos casos, deterioran el mobiliario urbano e, incluso, la pagan con escaparates, preferentemente de Bancos y Empresas tan modélicas como ellos.

 

Para fin de fiesta, gentes apandilladas, ("antisistema" los llaman los periódicos) hasta se enfrentan con las Fuerzas de Orden Público que, como todo el mundo sabe, ni siquiera pueden utilizar los más suaves medios de contención de la chusma, como pelotas de goma, botes de humo, porras que ni siquiera son de acero, o chorros inocentes de agua a presión. En vez de agradecer la ducha gratuita, se defienden a palos y pedradas y después denuncian a quienes ellos agredieron.

 

De manera que la Señora Botella, cree que ya está bien de aguantar tanto desmán. Y yo, con ella, pero un paso más adelante: como la Constitución en alguno de sus Artículos sobrantes habla del derecho de manifestación, se trata de arbitrar algún ingenioso método que permita deshacerse de las molestias, sin vulnerar nuestra Carta Magna.

 

Con la excepción de la que hablaré al final, habría que prohibir toda manifestación que no se celebre en los lugares habilitados al efecto:


El Manifestódromo

 

Imaginad por un momento que en el lugar adecuado, el Sur de la Capital, desde luego, para que a los manifestantes les fuera más sencillo y más barato desplazarse hasta él, se construyera una gran avenida, flanqueada por edificios de cartón piedra, al modo de decorado Samuel Bronston, con reproducciones de los más emblemáticos edificios de la Capital, incluyendo, por supuesto, las fachadas de los Ministerios más visitados y por algún que otro escenario propicio.

 

Seguid imaginando que este decorado estuviera dotado con los más modernos medios audiovisuales para poder ofrecer en directo y/o en diferido imágenes de los manifestantes.

 

¿Qué mejor sitio para dar rienda suelta a las legítimas protestas de los despedidos, de las mujeres a las que tan poco les gusta el predecesor de la Alcaldesa, de los sanitarios que prefieren lo público a lo privado, de los estudiantes que no comulgan con el Ministro Vert, a los que una semana u otra se creen agraviados por el precio que les pagan por la leche, las patatas o los pollos, o por las intenciones de los Bancos de echarles de sus casas, cuando, por su mala cabeza, resulta que incumplen sus compromisos y no pagan la mensualidad de la hipoteca. (hago a los lectores la merced de cerrar aquí la lista de posibles manifestantes, porque igual tienen cosas que hacer antes de que amanezca) ¡Y tendrían garantizada su presencia en todos los noticieros de todas las cadenas públicas, privadas y mediopensionistas!

 

El Cuerpo de Manifestantes del Estado

 

Ocurre, no obstante, que digan lo que digan algunos, la mayoría, la inmensa mayoría de los manifestantes son unos aficionados, no tienen profesionalidad alguna y así pasa lo que pasa, que la mayoría de las manifestaciones son auténticas chapuzas.

 

Hay, pues, que crear, el Cuerpo de Manifestantes del Estado. Todos son ventajas:

-  Se crearía empleo, cosa que en la situación que vivimos, no vendría nada mal.

- Dejaríamos la tarea de manifestarse en manos de profesionales que podrían ser formados con cargo a los Fondos Europeos de Formación (Visto lo visto, me parece este destino, mucho mejor que el de engrosar las cuentas corrientes de media docena de desaprensivos).

- Daríamos lugar a una nueva Carrera Administrativa, que, con el tiempo, podría llegar a ser universitaria, con distintas especialidades: Manifestante a pelo (subdivididos en protestones y agentes del orden); Redactores de consignas, Confeccionadores de pancartas, Lecctores de manifiestos, Impresores de pegatinas, Diseñadores de gorros y camisetas alusivas, y puede que hasta media docena de profesiones más.

-  Sería rentable: Los manifestantes se ahorrarían los costes de desplazamientos, no tendrían que soportar los descuentos salariales, porque habrían ido a trabajar (tiempo tendrían de ver su manifestación por televisión a la hora de cenar o en el bar con los de su cuerda). Las empresas ya no tendrían que quejarse de la pérdida de productividad, lo que no sé si daría para subir los salarios, pero al menos mejorarían sus cuentas de resultados.

 

Para acallar las protestas de los manifestantes incondicionales, que haberlos haylos, habría que admitir la posibilidad de manifestantes espontáneos en el Manifestódromo, siempre que sólo asumieran tareas sencillas y que pagaran un modesto canon como precio por ver satisfecha su afición.

 

El espinoso asunto de la financiación

 

Tripartita, como la Seguridad Social: Una parte la pagarían las empresas, que, como ya se ha dicho, mejorarían sus resultados, otra parte los Sindicatos, que, por lo general, suelen estar detrás de casi todas las manifestaciones, y la tercera los vecinos de Madrid en base a un nuevo Impuesto que nadie dudaría en pagar, vistas les inmensas ventajas del novedoso escenario.

 

Eso sí, habría que preguntar antes a Bruselas si se puede hacer o no lo del Impuesto Municipal de Manifestaciones Localizadas, si cabe o no cabe en los Tratados Internacionales, no vaya a ser que acabe pasando como con la pepla del céntimo sanitario. O sea, que Gallardón, que fue el primero en implantar la brillante idea para sufragar la Sanidad, mejor que no diga nada.

 

Esos ingresos "fijos", pagarían los gastos de mantenimiento del Manifestódromo y las nuevas inversiones en tecnologías de última generación, pero, además, como, según mi idea, podrían contratarse distintos modelos de manifestación, los convocantes tendrían que pagar una tasa proporcional al modelo elegido. Por ejemplo.

-  Manifestación pacífica, sin alteración de orden público, media docena de pancartas y 1.000 manifestantes. (No se necesitan tantos como en la realidad actual, porque las cámaras de televisión y los ordenadores, hacen milagros).

 

-  Manifestación de alto nivel de reivindicación, con discreta presencia de antidisturbios, docenas de pancartas, banderas de todos los tipos menos la española, 2.500 manifestantes y gritos enfurecidos durante y al final del evento.

 

-  Manifestación multitudinaria, con serios enfrentamientos con las Fuerzas del Orden, pelotazos de goma (falsa, serían de gomaespuma), botes de humo (con olor a mandarina), quema de contenedores (de cartón), destrozo de lunas y cajeros automáticos y presencia de ambulancias, alguna camilla y un grupo de especialistas del Cuerpo de Manifestantes, sangrando como cochinos en día de matanza. Los comentarios en los telediarios se harían en ese tonillo entre alarmista, indignado y compungido que se guarda para estas ocasiones.

 

Una comisión especial del Ayuntamiento estudiaría las tarifas aplicables, que serían aprobadas en un Pleno Extraordinario.

 

Excepciones a la regla

 

Fuera del Manifestódromo, y en la Plaza de Colón en concreto, sólo se autorizarían las siguientes manifestaciones y/o concentraciones:

 

-  Las derivadas de algún triunfo memorable de Selecciones Nacionales de Deportes mayoritarios.

-   Las convocadas en defensa de valores tradicionales, especialmente si cuentan con la presencia de Jerarcas de alguna confesión religiosa de amplio arraigo, o con la de Miembros relevantes del Ejecutivo.

-  La provocada por el final de la Vuelta Ciclista a España (por el momento, y hasta que se decida que la Vuelta termine en Rodrigatos de la Obispalía, León)

-  La del desfile militar del día de las Fuerzas Armadas.

 

El broche final: la privatización del servicio

 

Pasaría el tiempo, el espíritu fundacional se perdería, los Funcionarios del Cuerpo de Manifestantes se volverían inútiles, y los costes serían inasumibles.

 

En ese preciso momento, el servicio al completo se privatizaría, se reduciría el personal, los gestores privados (la empresa, sólo sería una coincidencia, resultaría ser de un preboste del equipo que en ese momento rigiera el Ayuntamiento) anunciarían grandes mejoras en las prestaciones de la Empresa "Manifestaciones Públicas S.A.", y, en lógica correspondencia, tarifas triplicadas respecto a las que se pagaban hasta ese día.

 

El Alcalde o Alcaldesa de entonces, daría una rueda de Prensa, diciendo que, para empezar, ahora más que nunca, se está garantizando el derecho constitucional de manifestación, y que, además, la medida rebaja los costes del Ayuntamiento, que a partir de ese día Madrid tendría un Servicio como ninguna otra ciudad de nuestro entorno, y que gracias a ella, y pese a los intentos obstruccionistas de la oposición, Madrid está cada día mejor.

 

¿Alguien conoce a la Señora Alcaldesa para hacerle llegar esta sugerencia?