miércoles, 21 de diciembre de 2022

 El Mundial de Catar

Catar y su circunstancia

Un pequeño país asiático, una península ardiente adherida al sureste de Arabia Saudita, 11.580 km2, o, lo que es lo mismo, 3.224 km2 menos que la provincia de Teruel: eso es Catar 

Un refugio secular de piratas convertido en estado independiente desde 1971 que, según el FMI, disfruta del 5º PIB per capita más alto del mundo: 82.887 $ frente a los 293 de Burundi, los 2.794 de Bangladés, origen de buena parte de la mano de obra inmigrante que trabaja en Catar, o los 29,198 de España que ocupa el puesto 40. Las tres cuartas partes de su territorio son estériles, pero frente a sus costas los fondos marinos atesoran las terceras reservas de gas más importantes del planeta. Eso también es Catar.

De los poco más de 2.640.000 habitantes del país, sólo medio millón ostentan la condición de ciudadanos de pleno derecho. Todos ellos están exentos de pagar impuestos. El resto… El resto depende, que no es lo mismo andar por allí como turista chino, como técnico informático hindú, como asesor financiero suizo o como obrero de la construcción keniano o bangladeshí.

Catar, una monarquía absoluta teocrática, un país en manos de una familia que ya ostentaba el poder antes de la independencia; un régimen que prohibe los partidos políticos o los sindicatos, cuya máxima concesión a las mujeres es dejarlas conducir, que no conoce lo que son elecciones, que carece de Parlamento (sólo cuenta con una cámara consultiva, un tercio de cuyos componentes son designados por el Emir) y que puede castigar la homosexualidad con la pena de muerte. 

Catar, el país, dueño de la cadena de televisión Al Jazhira, a veces órgano de expresión del terrorismo islámico, de cuya financiación ocasional también se ha acusado al Gobierno catarí, hace unos años compró, esa es la palabra menos comprometedora, la organización del Campeonato Mundial de Fútbol que terminó el domingo pasado.


Catarí que te vi

Gianni Infantino, el italo suizo presidente de la FIFA,  Aleksander Ceferin, el esloveno presidente de la UEFA, y la mano de jerarcas futboleros nacionales de la que forma parte nuestro Luis Rubiales, no sólo han estado de acuerdo, sino que se muestran encantados de lo conseguido gracias a su gestión. 

Han tenido que suspender la mayoría de las competiciones nacionales, han  transigido, como no podía ser de otra manera, con el acatamiento de normas legales locales más propias del medievo que de los tiempos que corren, han hecho causa común con los organizadores y han colaborado en reprimir cualquier manifestación de disidencia que pudiera llegar a molestar a los organizadores del evento. 

Incluso, en algún momento, los hemos visto y oído extasiarse ante las maravillas arquitectónicas levantadas de la noche a la mañana para albergar los partidos. Debajo de las gradas de esos espectaculares estadios ha quedado el sudor de decenas de miles de trabajadores emigrantes sometidos a una legislación laboral más cercana al vasallaje feudal que al Derecho del Trabajo del siglo XXI, y la sangre de más de seis mil ¡Seis mil! accidentados, víctimas mortales de la falta de medidas de seguridad. ¿Qué más da? Es de suponer que más de un familiar del Emir, más de un jerarca federativo, respiraría aliviado al leer la noticia: por suerte, ninguno de los fallecidos era ciudadano catarí (Por cierto, me viene a la memoria aquella pifia histórica, si es que alguna vez fue escrita, del gacetillero a sueldo de cierto diario un tanto conservador, que, conocida la extracción social de los fallecidos en el accidente del expreso de Anadalucía telegrafió: "Afortunadamente, todas las víctimas viajaban en tercera"). 

Voceros afines al contubernio petro-federativo se hacen lenguas de los increíbles avances que en materia de derechos humanos se han conseguido gracias a que el balón ha rodado sin parar durante las últimas semanas en el secarral catarí. A ninguno de ellos les oído comentar que inmigrar a Catar implica estar en manos del avalista que se queda con tu pasaporte, fija tu salario que puede variar a su antojo, establece la duración de la jornada, suministra tus medios de subsistencia al precio que él decide y puede expulsarte del país a a su antojo. No, no les oído escandalizarse de estas reglas tan parecidas a las que regulaban la vida de los siervos de la gleba hace siete siglos. 

La verdad es que uno no debería extrañarse demasiado. Al fin y al cabo, siguiendo la estela de lo ocurrido en años anteriores, la Final de la Supercopa de España 2022 se celebrará en el estadio Rey Fahd, situado en Riyadh, Arabia Saudita y, si recuerdan, a punto hemos estado de ver un partido de la liga española en Miami. ¿Raro? ¿Por qué? Sólo son negocios. 

Y es que encontramos interesados en que lo de Catar se haya producido donde menos te lo imaginas. Vuelve a ser cuestión de dinero: cualquier club que ceda jugadores para participar en el Campeonato del Mundo, recibirá 10.200 € por cada día que uno de sus jugadores permanezca en competición. Así que si un club español de los que no andan con sus finanzas boyantes, que los hay, tiene en sus filas, por ejemplo, jugadores croatas, marroquíes, argentinos, franceses de los que han llegado a la final de consolación o la grande, que los tiene, habrá echado el guante a un fondo suculento, suficiente como para salvar la temporada.


Doña Pura y sus acólitos

La llamo "Doña Pura", tratando de ironizar sobre su poco virginal, menos honrada y nada impecable conducta. Se llama Eva Kaili, es diputada del Parlamento Europeo, y es griega (y bastante guapa, aunque me temo que la legislación belga no contempla esa circunstancia como atenuante).

Bien, pues esta ciudadana, griega, guapa, diputada que hasta el miércoles pasado era vicepresidenta del Parlamento Europeo, ha sido destituida de su cargo, detenida por la policía y puesta a disposición de la judicatura, acusada de haber sido sobornada por Catar por defender sus intereses más allá, se supone, de lo que cabe en las leyes. Por tratar de influir en las decisiones comunitarias a favor del emirato, en definitiva.

Trincona, patosa y paleta, se ha dejado sorprender con el producto de su delito, en billetes contantes y sonantes (¿Será amiga de alguno de los implicados en la Operación Malaya marbellí?). Sus cómplices, cuyos nombres les ahorro, también han sido igual de bobos y también han seguido el mismo camino. Guardar en maletines o en bolsas de basura el producto del delito en tiempos de las criptomonedas y los paraísos fiscales tiene un cierto tufillo tan arcaico como los usos y costumbres del sobornador.  

O sea que ahora las cosas empiezan a casar. "Aquí todo se explica, no es como en caballería", como se decía antes. Porque si la larga mano de los petropoderosos cataríes no se para en barras y anda comprando ex diputados y vicepresidentas bolsa de dinero en mano ¿Tan raro sería suponer que la lista de los corruptos aún está por cerrar? 


Sólo un par de comentarios, para terminar

En este escándalo, sin embargo, falta una pieza para cuadrar el caso. Es delito admitir sobornos, pero también lo es comprar funcionarios. No hay lo primero sin lo segundo, pero no se hagan ilusiones porque esperarán en vano que nadie vaya por ellos: todos los países que pudieran poner el grito en el cielo compran gas catarí, así es que darán por buenas las justificaciones del Emir dueño y señor del país que vende hidrocarburos y unta diputados… y lo que se tercie.

Casi se me olvida: este post iba del Campeonato Mundial de Fútbol, así es que no quiero dejar en el olvido que la selección española, como saben, tuvo que volverse pronto. Visto y oído lo que hicieron nuestros representantes, la Federación ha cambiado de seleccionador y a otra cosa. ¡Ah! El campeonato lo ganó un tal Lionel Messi, o sea, Argentina. Sus seguidores llorarán y reirán emocionados durante cuarenta días y cuarenta noches.

 


   


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