Unos días diferentes
Tiempo de concordia
No importan las creencias, los prejuicios, la razón, la fe o la desesperanza, la inmensa mayoría de quienes nos hemos educado en las tradiciones, los usos y costumbres de la civilización occidental, cuando llegan estas fechas, caemos no sin cierta complacencia en lo que el resto del año consideramos una arcaica pesadez. Nos felicitamos unos a otros, nos reunimos con quien se tercie porque así vemos hacerlo a nuestro alrededor, porque nosotros mismos, nos guste o no, terminamos por rodearnos de aquellos a quienes queremos.
Sueñen conmigo, por una vez, que el mundo ha cambiado, que España ha tomado la senda de la cordura, de la cordialidad, de la solidaridad, de la tolerancia; hagan como que dan por hecho que todo va bien, que los nubarrones se han esfumado, que brilla la luz de la esperanza y que, por fin, vivimos en el país con el que siempre hemos soñado.
Lean, pues, lo que escribo a continuación e imaginen conmigo que, por una vez, nuestra España, como un Brigadoon maravilloso, ha reaparecido convertido en la tierra en la que las fuentes manan leche y miel.
Nuestra excelente clase política
Gente extraordinaria que a costa de sus horas de descanso, de sus energías, de sinsabores mal pagados se desvive en su búsqueda constante del bien común. Ni un ápice de egoísmo en sus comportamientos, ni un mal gesto, ni una mala palabra en su trato con sus colegas de otras formaciones, porque parten de la premisa de que aunque sus ideas no concuerden, todos y cada uno creen que su camino es el más corto para alcanzar un futuro espléndido.
- Don Roberto Alcázar, por ejemplo, ese líder apasionado que encabeza el Partido que es la quintaesencia de las tradiciones: los moros son el enemigo, la homosexualidad es un atentado a la naturaleza y España ha sido, es y será, una grande y libre por los siglos de los siglos. ¡Qué elegancia la suya cuando sube al estrado, qué temple en sus cultos y educados debates con los representantes de los demás Partidos! ¡Qué tranquilos deberíamos estar todos sabiendo que el guardián del pasado vigila bajo las estrellas!
- Don Álvaro Ferreiro, sin ir más lejos, el gallego que abandonó su tierra, su cómodo sillón allá entre las brumas del fin del mundo para acudir presuroso a aliviar las dificultades de su formación. ¿Qué más se le puede pedir? Tomó tierra en Madrid anunciando que se habían terminado los insultos (¡Con qué alivio respiramos todos!) porque él había venido a hablar de economía. ¿Alguien puede recordar alguna de sus intervenciones en las que no haya hecho una sosegada, fundamentada y educada crítica a postulados económicos sostenidos por el Gobierno? ¡Qué gusto haber vuelto a la cortesía versallesca que tanto echábamos de menos! ¡Qué tranquilidad saber que hay una alternativa, un programa sólido como recambio al actual!
- ¡Y Doña Elizabeth, la gran esperanza blanca, la llamada a suceder a preclaras damas de su formación que tan mal han sido comprendidas en tiempos pasados! Asombrosa su capacidad de síntesis, su arte sin igual para resolver los más complejos problemas en una sola frase ("Libertad o socialismo", "Madrid no se cierra", "Hay que dar propinas generosas") con lo que ello implica de ahorro de medios, de energía, de discusiones bizantinas. La vemos y pensamos en ella como la sucesora de Isabel La Católica. ¡Y cuánta templanza a la hora de esperar paciente su momento, la llegada del día en que, por fin, su Partido la postule como candidata a la Presidencia del Gobierno! La vemos a diario y sigue pareciéndonos un milagro, un regalo de los dioses a los madrileños (por el momento, que día llegará en el que el resto de España pueda disfrutar de su simpar donaire, de su gracia tan cercana al contribuyente) ¡Y qué pesaditos los médicos, incapaces de comprender la altura de miras de la Presidenta!
- No olvidemos a Doña Agnes, aunque no esté pasando por su mejor momento. Todos sabemos lo ingrato que puede llegar a ser vivir con la vocación de bisagra orientando tus desvelos. Qué arduo tiene que resultar apoyar hoy a quien está a tu izquierda para mañana compartir mesa y mantel con quien se sienta a tu diestra, y, hasta en un alarde de "bisagrez", sumarte a las tesis de quien se ubica un par de leguas a tu derecha, poniendo todo tu entusiasmo a favor de algo tan sensato, tan dentro de la lógica parlamentaria, como pregonar una moción de censura aunque sepas, que lo sabes, que los números no cuadran. ¿Qué es la fría matemática frente a un ardiente corazón? ¡Y aun hay quien dentro de sus filas osa disputarle, ingrato, el liderazgo! Gracias, gracias doña Agnes por tan lúcido transcurrir por el proceloso mar de la política.
- ¿Cómo olvidar al Lindo Don Diego? El hombre que no ahorra esfuerzos para volar a bordo del Falcon de Bruselas al Coto de Doñana, del Coto de Doñana a Barcelona para escuchar con tanta frecuencia más insultos que alabanzas. ¡Qué hombre tan atareado! Hoy toca desenterrar momias y mañana perdonar sediciosos; cuando no está en Bélgica tratando de abaratar la energía, puede encontrársele en su despacho intentando contentar a tirios y troyanos, mediando entre sus mismos colaboradores que no parecen capaces de ahorrarle un disgusto. Ha logrado que nuestros precios suban menos que los de nuestros vecinos, pero, ya lo verán: el público municipal y espeso, nosotros, aun le afearemos el compasivo trato que pretende dar a quienes malbaratan caudales públicos sin quedarse ni un céntimo para ellos.
- ¿Y quién negará el insustituible papel que desempeñan en la comedia nacional las que algunos llaman "Las Tres Gracias"? Tan iguales en condición y tan diferentes en sus modos de hacer política: la una obsesionada con la defensa de los que son diferentes (¿qué de malo tiene, digo yo, enamorarse de una oveja churra? ¿Por qué hay que mirar con malos ojos al ciudadano que se siente varón hasta mediodía y comadreja al levantarse de la siesta?); la otra, vigilante de las esencias de lo que fue Podemos y empeñada en que lo que cuenta es seguir Unidas, ya se verá para qué; la tercera, ¡ah la tercera! Reina de los acertijos, Trata de poner en marcha un movimiento que no es Partido, pero al que pueden sumarse los Partidos, siempre que no estorben al movimiento. Y, por encima de todo ¿no es conmovedor verlas fingiendo pelearse cuando de todos es sabido que son el primer caso de triunvirato que no aspira a deshacerse de los (las en este caso) otros dos integrantes (piezas, mejor dicho) de la fórmula?
No quiero alargar más la nómina de servidores públicos hablando ahora de tantas y tantos mujeres y hombres que consumen su vida defendiendo los unos tal o cual territorio que aspiran a que vuele sólo, los otros a que su patria chica adquiera carta de ciudadanía y salga del olvido. No voy a hablar de ellos porque, sobre todo entre los primeros, hay quienes, cosas que pasan, no han logrado el menor signo de reconocimiento por una buena parte de mis lectores. Se ve que, pese a sus denodados esfuerzos, no ha habido forma de que hayan caído en el olvido algunas páginas turbias de la historia reciente de sus predecesores. Falta de grandeza de espíritu por nuestra parte, casi con toda seguridad.
Culiparlantes y deshacedores de entuertos
¿Y qué decir de nuestros parlamentarios? ¿Qué reproche puede hacerse a ese conjunto de mujeres y hombres, padres (y madres, supongo) de la Patria que se dejan la piel y las cuerdas vocales a diario defendiendo sus puntos de vista, sin que sesión tras sesión se les oiga ni una palabra mal sonante, ni un insulto siquiera insinuado, ni una descalificación? ¡Y qué manera de trabajar, qué fin de año tan atafagado! Leyes que se empujan unas a otras, atropellándose porque el tiempo se acaba y hay que terminar 2022 con la agenda limpia, con los deberes hechos. ¡Y hasta no faltan ciudadanos desconsiderados que luego les afean sus conductas porque los resultados de algunas leyes son sorprendentes, como si no supiéramos que hay ministras dotadas del don de la infalibilidad y que son los jueces los incapaces de salirse del estúpido carril de la letra de la Ley, porque, sencillamente, desconocen qué diablos es la "perspectiva de género" y cómo debe uno armarse de ella para sentenciar lo que el tiempo presente exige y no lo que dice la Ley por muy recientemente que haya sido elaborada
No quiero terminar este post sin dejar constancia de la deuda que todos nosotros hemos contraído, seamos conscientes o no, con el ejemplar comportamiento de esos santos laicos, esos héroes del silencio (no, estos no tocan instrumento alguno), esos paladines de la justicia que tienen su sitio en instituciones básicas para el convivir amigable de todos nosotros. Me refiero, como mis sagaces lectores habrán ya supuesto, a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, y, camino van de emularlos, a quienes se sientan en el Tribunal Constitucional ¿Ustedes han conocido dedicación igual, comportamientos tan ejemplares de quienes están dispuestos a continuar en sus puestos más de cuatro años después de haberse ganado el más merecido de los descansos? No ¿verdad? Pues, pásmense: conozco a un desagradecido que le da la razón a Bertolt Brecht cuando en "La Ópera de cuatro cuartos" uno de los perdularios que saca a escena dice aquello de que "Los jueces son incorruptibles: ni por todo el oro del mundo son capaces de cumplir con su obligación".
Se acabó
En fin, amigos, espero que reconfortados con estas optimistas aunque un tanto atrabiliarias frases, afronten las festividades que nos rodean con el mejor ánimo posible.
¡Feliz 2023!
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